viernes, 10 de noviembre de 2017

Por qué ser republicano es más racional

En una columna que escribe el doctor en filosofía Miguel Ángel Quintana sobre argumentos racionales a favor de la monarquía compruebo cómo me vuelve a pasar eso que me pasa cuando trato con alguien que conoce los rudimentos del discurso: me acabo fijando más en las veredas que se abren a los lados que en el camino principal del debate. En este artículo que defiende la racionalidad de la monarquía encuentro a los lados de la senda cuestiones como la validez del argumento irracional, la racionalidad de la estética, la necesidad en un debate de definir términos de partida, etc. Estos asuntos los dejo para mí y me limitaré aquí a reflexionar sobre la cuestión principal aprovechando el material que nos brindan.

En la España de hoy el debate monarquía-república aparece a lo lejos normalmente protagonizado por posiciones estéticas como la mayoría de debates políticos que tenemos. Los avatares históricos y la costumbre determinan que en un primer momento relacionemos la defensa del régimen monárquico y la forma de gobierno republicana con posiciones sociológicas de derecha y de izquierda respectivamente (digo bien, sociológicas, ya que hoy izquierda y derecha tienen validez sociológica, antropológica, no política). Este apriorismo me resulta molesto ya que identificado con la derecha yo defiendo la forma republicana de gobierno. Y al decir que la defiendo no significa que esté todos los días con la matraca dando la brasa al personal: esta es solo una más de tantas cuestiones que me gustaría que fueran distintas pero me aguanto y practico la tolerancia ya que tengo más de doce añitos.

El escudo pierde sin la corona real pero al menos se quitan de ahí las flores de lis.
Voy al grano porque si no nos dan las uvas. Los que estáis al fondo de pie, aquí delante hay sillas. Venga.

En esencia lo que plantea Quintana no es qué forma de gobierno es preferible sino cuál es más racional. Sin embargo no puedo dejar de ver una subrepticia relación entre "racional" y "preferible" (este sería un debate más interesante, os avisé que había veredas). Quintana comienza aludiendo a la forma de razonar en política para contraargumentar el principal motivo de los republicanos: todos debemos ser iguales ante la ley. El profesor contrapone la forma de razonar basada en absolutos (las matemáticas) a la forma de razonar empírica (basada en experiencias que determinan resultados que se comparan). De estas dos se queda con la forma empírica. El profesor pasa por alto la relación que hay entre método científico y principios absolutos. La madre de todas las ciencias de caracter empírico son las matemáticas y las matemáticas se basan en postulados y axiomas. Yo puedo aplicar varias álgebras, usar diferentes sistemas numéricos o basarme en diferentes geometrías para resolver problemas que me plantean las experiencias. Es decir, la resolución de un problema empírico al final del día exige absolutos. Es más ¿acaso no se basa todo conocimiento en absolutos? Si dos cosas son iguales a una tercera, esas cosas son iguales entre sí. "Absolutos", "axiomas", nosotros aquí tenemos esta forma de pensar. En cierta ocasión leí sobre una tribu cuyo idioma carecía de números. Tenían expresiones para comparaciones, equivalencias y cantidades aproximadas pero no contaban. Incluso sin matemáticas la forma de obtener conocimiento de esta tribu no me parece que sea muy distinta a la nuestra (sencillamente usaban otro álgebra).

Así que el argumento de que es preferible basarnos en la experiencia para determinar conclusiones antes que basarnos en un principio y a partir de ahí construir me parece endeble: la comparación de resultados de la experiencia está basada en absolutos, así que en realidad solo estamos tratando de decidir qué absoluto seguir, luego descartar el absoluto deja de ser un argumento.

(Otra cuestión tiene que ver con esto que llamamos absolutos y que yo identifico con los axiomas. Igual es fallo de interpretación mío pero por momentos parece que Quintana cuando habla de absolutos no habla de axiomas sino de dogmas («imperativo innegociable» dixit). La distinción entre dogma y axioma es básica y este profesor estoy seguro de que sabe explicarla mil veces mejor que yo. Yo tengo presente la diferencia que hay entre que María sea la madre virgen de Dios y que dos puntos en un plano determinen una recta).


A continuación dice el artículo del profesor que si algo funciona no lo cambies (este principio de ingeniería es parte del pensamiento conservador que comparto) y que si la monarquía funciona mejor que la república, no hay por qué cambiarla. El problema de esto está en la comparación: nadie sabe si la monarquía en España hoy funciona mejor que la república porque no tenemos los dos sistemas funcionando para comparar. Seamos empíricos hasta el final: dividamos España en dos con diferentes sistemas y saquemos la conclusión de cuál funciona mejor, entonces sí admitiría el argumento.

Después viene el argumento histórico. Escribe Quintana que en España las experiencias republicanas fueron un fracaso. El propio autor plantea que este no es un argumento definitivo ya que las circunstancias del pasado fueron distintas. Yo añadiría una crítica al determinismo histórico que tanto daño hace pero por abreviar no entro a contraargumentar algo que contraargumenta el propio autor.

Tras esto viene el argumento de "mira lo que hace el vecino". Este es con diferencia el argumento más débil. Quintana nos recuerda que hay monarquias en el mundo que no impiden a sus países gozar de altos niveles de calidad de vida (Dinamarca, España, Canadá, etc). Aquí es cuando yo cojo el globo terráqueo y le doy una patada. Hay monarquías donde se vive bien (las mencionadas) y monarquías donde se vive regular tirando a mal (Suazilandia, Arabia, Marruecos, Camboya, Tonga, Bután, etc). Claro, aquí la variable no es monarquía o república, la variable es otra o son otras (evidentemente hay repúblicas que da asco verlas).

En el último argumento no sé por qué —sospecho que por inclinación pedagógica— el profesor Quintana abandona el tema y pasa a criticar el fundamentalismo democrático, crítica que comparto pero que en este asunto a mí me parece tendenciosa: el profesor equipara la república con el democratismo patán. Yo defiendo la república precisamente contra el democratismo patán: yo no sólo defiendo que se vote al jefe del estado (¿por qué suponemos que tiene que haber uno? ¿por qué no tres?) sino que los asuntos más graves no estén al albur de modas o de masas oclocráticas, para lo que hacen falta cámaras con poderes efectivos de veto (no la juerga que tenemos ahora), una limitación explícita constitucional del poder de la autoridad pública, la garantía salvífica y homogeneizadora de la igualdad total ante la ley, tener al menos una cámara representativa de la nación no basada en diferencias de población territoriales, la completa desaparición de la magia del ámbito político (me refiero a defender valores de la república frente a un mundo demasiado cambiante y contra los fantasmas reaccionarios del pasado, la defensa de esos valores sí simbolizaría la permanencia de la patria).


Dice el profesor que para simbolizar la unidad de la patria, armonizar el funcionamiento de las instituciones y representarnos en el extranjero es preferible un cargo no electo para que no represente únicamente a un bando de españoles. Mi pregunta es ¿el actual presidente del Gobierno sólo preside a los que le votaron? ¿Los embajadores representan al gobierno o a todo el país? Por lo demás, en criticar la bobadita esa de votarlo todo estoy de acuerdo y como republicano antes que demócrata tampoco vería mal del todo votar incluso menos que ahora.

En definitiva yo no quiero dejar que una manchita en la sábana acertada sea la figura que armonice el funcionamiento de nuestras instituciones por la misma razón que no quiero que un niño que nace en la familia equivocada se quede fastidiado de por vida. La diosa Fortuna se la dejamos a los bingueros.


sábado, 4 de noviembre de 2017

La ficción de los golpistas

Estudiar la ficción obliga a abrirse a un mundo de posibilidades infinitas. La ficción demanda de la imaginación del autor quien como albañil de las ideas utiliza la argamasa de la experiencia, los ladrillos del conocimiento y el plano de la creatividad. La ficción atrae porque cuadra. En un mundo ficticio las cosas tienen sentido, casan, se explican. Supongo que en ocasiones habéis compartido conmigo la sensación de que la ficción parece más real que la realidad. Esta sensación de realidad es lo que explica la atracción que suscita la ficción.


El uso de la ficción en el ámbito de la política está íntimamente relacionado con la demagogia. La demagogia es una forma de discurso en el que se apela a los sentimientos y no a la razón para conseguir el efecto deseado. En la vieja Hélade que enfrentó mito y logos la forma del discurso era algo que solía ser analizado. Tanto el contenido formal del discurso que formaba parte de lo que entendemos por ética como el envoltorio que lo engalanaba que pertenece al ámbito de la estética, las dos cosas iban de la mano. Bien podía fracasar un discurso en un senado por no elegir las palabras correctas.

Cargar las tintas en la estética del discurso puede llevarlo fácilmente al terreno de la literatura, al terreno de la fantasía. Y si hablamos de un discurso político esto es muiy peligroso. La política por definición no debe desvincularse de la realidad ya que dejaría de ser política y pasaría al terreno de lo religioso (por ejemplo). Y esto es lo que para nuestra infelicidad futura lamento ver en nuestros días.

El de Cavil en Estrella de Combate Galáctica es el discurso definitivo de la xenofobia químicamente pura.
Hay gente que parece que vive en un permanente juego de rol en vivo, que es incapaz de desconectar. Paisanos que impulsados por la emoción demagógica y atraídos por la redondez de la ficción viven inmersos en la fantasía. En una fantasía peligrosa porque trasciende lo literario y pretende influir en la política, en la organización de la sociedad y en la redacción y aplicación de las normas.

Así tenemos por ejemplo las peticiones al gobierno de España de anular una medida cautelar de prisión de un tribunal contra una banda de golfos. Como si estuviera en manos del gobierno hacer eso. Tenemos el tan insistente como falso relato demagógico de los millones de muertos que provocaron los mandos de la Policía de la Generalidad-Mozos de Escuadra al lanzar a sus agentes contra las medidas de los jueces. Da igual que al final de aquella jornada de rol en vivo, con decenas de miles de enloquecidos hijos del odio enfrentándose a miles de agentes de la ley, sólo se contara un herido (y ni siquiera por un golpe directo sino por una rebotada bola de goma). Da igual que el golpismo esté en minoría en Cataluña porque repiten insistentemente que hablan por todos los catalanes. Ahora lo último es presentar a España ante el resto de Europa como un país violento que persigue libertades inexistentes. Estamos en ese capítulo de la ficción, cosa que llama la atención porque el Reino de España es hoy uno de los países más pacíficos, tolerantes y libres del mundo tal como recoge cualquier sistema que compare estas medidas entre distintos países. No sorprende que en el resto de Europa ya tomen a esta gente como un frívolo circo que hay que meter en la misma categoría mental que el tío que publicó la Wikipedia de los chivatos, el polémico y maleducado humorista Leo Bassi y los gags de las películas de Luis de Funes. Se han quedado en eso.


Ah, pero al quedarse en eso y al ser eso es cuando aumenta la desesperación del sector más fanático. No importa que tras solo una semana de gobierno regional intervenido (sólo intervenido en lo que a convocatoria de elecciones se refiere ya que todos los funcionarios siguen trabajando con normalidad y los medios públicos secuestrados por los sediciosos inexplicablemente siguen escupiendo mensajes de odio sin pudor) la vida cotidiana continúe exactamente igual. El animal más peligroso es el que está herido. Y en esa campaña electoral permanente en la que se ha instalado la mitad traidora de la política catalana (o sea, la mitad bananera-tercermundista) mucho me temo que los vamos a seguir viendo cómo se alejan más y más de la realidad.


Como digo, esto es muy peligroso. Existía un peligro inmediato que se logró parar mediante la acción de la justicia (hay media docena de golfos en prisión esperando a juicio) pero hay otro peligro que puede venir de la desconexión de la realidad. Un peligro protagonizado por un anónimo fanatizado por el discurso nacionalista del odio. Creo que el deber más importante para las fuerzas de seguridad es anticiparse y tratar de prevenir un atentado por eso no entiendo el manejo de los tiempos del gobierno. Como tampoco entiendo que se evite la inmediata intervención en los altavoces mediáticos xenófobos. ¿Es prudencia ante la posible respuesta de la turba fanatizada o hay interés en dividir todavía más a la sociedad catalana?

En todo lo que dura esta crisis la única posición razonable es la de acompañar al gobierno que con sus más y sus menos se adapta a las decisiones de los tribunales y cumple lo estipulado en la ley. Pero cuando la crisis termine igual hay que repasar cosas.

Es muy cansino estar en el lado de la realidad ya que la realidad no es perfecta, no cuadra, tiene cabos sueltos, decisiones que luego nos parecen equivocadas, motivos contradictorios... todas esas cosas que distinguen a las personas reales de los personajes de ficción.