viernes, 28 de julio de 2017

Por qué Mariano Rajoy es mi Power Ranger favorito

Algunos diréis que lo del presidente Rajoy en el juicio del caso Gürtel no tiene mérito porque simplemente se aprovechó de que la acusación popular confundiera ese caso con el caso de los papeles de Bárcenas. Que el presidente del tribunal se viera obligado a interrumpir al abogado que interrogaba a Rajoy por la pertinencia de sus preguntas tampoco fue una "ayuda" para Rajoy, más bien un intento de no interferir con las otras piezas separadas que están sub júdice.

Cómo creen algunos que son los tribunales en España.
El caso es que lo que vimos fue un intento de "pillar a Rajoy" a ese Rajoy que el día en que la prima de riesgo llegó a los ochenta millones de puntos y fue interceptado en el pasillo del Congreso por un batallón de periodistas, los miró a la cara, giró los talones y se fue por otra puerta.

Según pasaba el tiempo sentado ante el tribunal, si analizamos las imágenes podemos ver cómo Rajoy iba segregando una sustancia viscosa que le cubría la piel. Esa sustancia impidió que las balas atravesaran su cuerpo. Cuando la temperatura de la sala alcanzó los veintiseis grados centígrados ya no es que las balas le rebotasen sino que las absorbía y le hacían más fuerte.

La insistencia con la caja B del PP —que es algo que se tiene que ver en otro juicio— hizo que mi paisano le dijera al abogado de la acusación que "se ha confundido de testigo". No creo que se lo dijera por marrullería sino por hacerle un favor. Si hubiera servicio de camareros en el tribunal Rajoy invitaría a colacao con galletas al abogado.

"Mariano Rajoy, registrador de la propiedad, un hombre apenas vivo. Caballeros, tenemos la tecnología, podemos reconstruirlo. Podemos hacerlo mejor que antes. Mejor, más rápido, más fuerte".
En otro momento le empezaron a preguntar sobre viajes con el Bigotes, el Chapas y el Ñokis y sobre la agencia de viajes en la que compraba los billetes de avión. Preguntarle a Rajoy, que lleva treinta años en coche oficial, sobre dónde compra los billetes es como preguntarle sobre el precio del rodaballo en el mercado de la plaza de Lugo. Rajoy se sienta a cenar y el rodaballo aparece en el plato.

Igual es que en la imaginación de la acusación visualizan a Rajoy con gabardina caminando por oscuros callejones haciendo trapicheos con Mac "el Rata" y Johnny "Dos Veces". Hasta yo, que no tengo ni idea del asunto, sé que el mundo no funciona así.

Luego está el tema de las balas de plata. Si las balas de plata pueden acabar con los hombres lobo igual pueden acabar con Mariano. Ni con esas. Los abogados intentaron pintar la situación de Rajoy y Bárcenas asaltando los sótanos del Banco de España con escaso éxito. "¿Estaban enemistados?". "No estábamos enemistados, que yo sepa". La enemistad de Schrödinger.

Más ceñidas al tema objeto del juicio fueron otras cuestiones sobre la organización de eventos del Partido Popular. El razonamiento de los abogados en este asunto fue un poquito de parvulario: si Rajoy es el jefe del partido Rajoy lo tiene que saber todo en el partido. "¿Alguien en sus cabales puede pensar que yo puedo saber quién ha organizado el acto del PP en Bilbao en el que he estado esta misma semana?", les espetó el presidente, con los pies apoyados en la mesa. Desde luego que Rajoy al dirigir el partido tiene una responsabilidad política, pero en este país, de momento, no existen los juicios políticos.

"¿Quién pagó su viaje a Canarias de hace trece años?". A mí, que ni me acuerdo de los calzoncillos que llevaba puestos ayer, siempre me han flipado estas preguntas en los juicios. Pero Rajoy, cuyas partículas elementales pasaron en ese momento al estado de condensado de Bose-Einstein, contestó: "el partido hasta donde yo sepa". (Nótese cómo el galaico empleo del subjuntivo le concede un +2 en agilidad y un +5 en resistencia). Ante esta respuesta, el abogado, que parecía que estaba en un bar comentó "es una respuesta gallega". Y Rajoy, que un día leyó en un libro cómo se comporta uno en un bar, respondió: "la contestación tiene que ser gallega, no la podría hacer riojana". Boom. Rajoy tirando triples sentado en una silla en mitad de la cancha.

La otra lectura


La parte de la oposición al gobierno incapaz de legislar y por tanto obligada a montar un espectáculo constante quiso sentar a Rajoy ante un tribunal para tener esa imagen. Lo consiguieron y les salió el tiro por la culata. Igual que hacer pasear a los tesoreros del PP por la Comisión de Investigación del Congreso mientras los jueces investigan casos que les afectan no fue una gran idea, llevar a Rajoy al tribunal tampoco lo fue. No al menos si lo que uno busca es la verdad y la justicia.

Luego tenemos la cuestión de las pomposas exigencias de esa oposición. Una oposición que ya perdió una moción de censura y que ahora vuelve a pedir la dimisión del presidente. Pedir la caída del gobierno es el tope de exigencia que puede hacer la oposición y ellos este tope ya lo tienen aplastado contra la pared. Si agotas tu mejor arma te quedas sin nada. No entiendo cómo no ven esto. No comprendo cómo esta oposición quiere agotar su recorrido cuando todavía queda toda la legislatura por delante.

Esto sólo tiene una explicación: que tanto PSOE como Pablemos en realidad no aspiren a gobernar, que en realidad no quieran sacar al PP del gobierno, sino que busquen ser el segundón y estén compitiendo entre ellos. Por el camino lo que consiguen es que el PP siga jugando su propia liga en solitario. Y lo que es peor: también consiguen que los juicios por la corrupción del PP se vean como armas políticas y no como juicios. Pasó algo similar con el Prestige, que al politizar la causa nadie acabó pagando. Dicho de otro modo: el mimoso afán egoísta de la oposición beneficia al PP y perjudica al país.



lunes, 24 de julio de 2017

Hay que triturar el discurso de los nacionalistas

Los nacionalismos de carácter disgregador dentro de España tienen ubicado su origen en el contexto de los nacionalismos de segunda generación que se extendieron por el continente europeo en la época del llamado Concierto Europeo. Aquellos estados-nación —nacionalismos de primera generación— surgidos tras el terremoto napoleónico y revolucionario (la revolución inventa la nación pero es la guerra contra el corso lo que la pone en práctica) tenían gran multitud de lenguas diferentes en sus senos. Los mayores imperios que intentaron crear un estado nacional como el ruso, el austríaco o el otomano al final fracasaron en su intento. Tempranamente el observador del siglo XIX tiene la helénica ruptura y paulatinamente el proceso de conformación de las naciones alemana e italiana.


¿Por qué fracasaron estos nacionalismos de segunda generación en estos países (de primera gen., como España o Francia)? Muchas pueden ser las razones. Por un lado tenemos la homogeneidad religiosa. En el caso español esto es algo que veo que se pasa de puntillas (¿consecuencia de que el estudio de las humanidades esté plagado de marxistas?). En Alemania la religión se emplea como elemento nacionalista unificador (en cierto modo el Imperio Alemán acabaría declarándole la guerra a la Iglesia Católica). En Grecia la Iglesia Ortodoxa es un elemento diferenciador básico respecto a los dirigentes de Constantinopla (ocurre lo mismo en Rumanía, Serbia y Bulgaria).

En España no había minorías religiosas políticamente coherentes. Por una parte las minorías estaban disgregadas y por la otra eran extremadamente minoritarias (aquellos protestantes de nueva ola que llegaron en el XIX a la soleada Andalucía sólo sentaron cátedra de "locos de la colina"). Descartada la religión queda el asunto de la lengua.

La lenta pero constante migración campo-ciudad, la incipiente industrialización y consecuente apiñamiento de los vecinos, los requerimientos de trabajos cada vez más especializados, la moda política que ilumina tertulias en casinos y cafés, la extensión de la prensa... todo ese mundo parecía conspirar para aumentar el público para la literatura. La ampliación de la oferta literaria y política hace aumentar su demanda ya que como todo adolescente situado en una discoteca el viernes por la noche sabe, la oferta crea su demanda (la incomprensión de la ley de Say es otra carencia manifiesta de los volúmenes marxistas que abultan en las bibliotecas de las facultades).

De ahí los certámenes de Juegos Florales y de ahí el paralelismo que se traza entre el Rexurdimento y la Renaixença. La primera reivindicación regionalista o nacionalista tiene que ver con algo tan inocente como el amor por las letras. Políticamente esto no tiene nada de inocente: todo lo que tenga en común un grupo de gente en un lugar determinado es candidato a convertirse en elemento de agregación partidista. Los primeros nacionalistas acaso imbuidos de un espíritu romántico e idealista señalarán la lengua vernácula como elemento de identificación nacional.

Hasta aquí estamos todos más o menos de acuerdo. Sin embargo se pasa por alto que el primer uso político de la lengua vernácula no venía precisamente de elementos disgregadores sino de candidatos a diputados en Cortes. Al menos en el caso gallego los primeros diarios políticos de caracter regionalista y con contenido escrito en gallego son sufragados por los partidos (los dos mayoritarios que había) y su fin era el de perpetuar el sistema del turnismo.

Ningún nacionalismo ha surgido jamás de las entrañas del pueblo. Ninguna revolución fue planteada por los humildes. Ningún gran cambio respondió a otra cosa que a la permanencia de los que antes estaban en el poder (con lavado de cara, véase el caso de la China roja) o a la competición entre élites muy contadas (el caso de Grecia o Egipto, por ejemplo, donde además tenemos intereses de terceras potencias metidas en el juego).

Sí, en el asunto de la revolución y los grandes cambios me temo que los estudios marxistas no ayudan demasiado (incluso hoy en día que hablamos de nacionalismo de tercera generación, basta con mirar de dónde viene el dinero). Normalmente la historia de las masas y de los humildes es una historia de silenciosa aquiescencia y visitas a la taberna. Eh, no por eso "Los miserables" de Victor Hugo deja de ser una estupenda obra fantástica o las invenciones históricas de Eisenstein obras clásicas para la cinematografía.

Retomo la pregunta inicial: ¿por qué aquí en España el nacionalismo disgregador fracasa? ¿Por qué la historia de los nacionalismos vasco, catalán, gallego, canario, asturiano, andaluz, etc. es la historia de sus fracasos, frustraciones y desastres? O planteado en términos que sean comprensibles para el americano: ¿por qué el nacionalista es un perdedor?

Mi teoría es que esto tiene mucho que ver con la forma que adoptan los diversos nacionalismos. En un primer momento el nacionalismo que aparece en España es el español (en Francia igual, etc.). El nacionalismo español (primera generación) aparece durante una guerra contra el invasor extranjero. Pocos momentos más importantes hay en la historia que las guerras existenciales. Este nacionalismo tiene una característica liberal: se trata de la idea de la soberanía nacional. Los más furibundos antinacionalistas serían los reaccionarios defensores del absolutismo y de la soberanía real.


El nacionalismo español inicial no se basa en un agregador político preexistente (como la religión o la lengua) sino que se lo inventa. La agregación política se crea alrededor de la idea misma de ciudadanía que en aquel entonces era un concepto novedoso. La razón de ser de este movimiento y el origen de su fortaleza es que todos los habitantes no tienen que ser súbditos sino ciudadanos y que como tales poseen derechos inalienables. Los liberales no iban a basarse en la religión porque en aquel entonces ésta se inclinaba por las fuerzas absolutistas y tampoco iban a basarse en la lengua por dos motivos: uno, había un montón de lenguas y dos, la lengua no le importaba a nadie una higa.

De pronto el agregador político era vivir en este reino. No ser de una manera o pensar de una forma sino nacer aquí. Curiosamente este éxito del nacionalismo primero, del nacionalismo que crea el estado-nación, es imposible que sea reproducido por cualquier nacionalismo disgregador ya que no es posible ser ciudadano de dos países ni pueden existir países dentro de países (se trata de un imposible metafísico que no acepta discusión).

Ante esta gran muralla los nuevos nacionalismos construyen sus escaleras con el único material que les queda: la lengua. En este punto se produce un debate histórico sobre el rumor de fondo de los nacionalismos en España frente a la práctica inexistencia de estos rumores en Francia o Italia, países cuyos estados nacionales tienen también un origen liberal y que como el caso español cuentan con minorías lingüísticas. Se menciona Jules Ferry para el caso francés y la amenaza austríaca para el caso italiano. En España carecimos de la amenaza de un poder externo y sobre la educación lo que tuvimos fue el refrán "pasas más hambre que un maestro de escuela" y su maravillosa imagen especular "comer como un cura". Estas cosas explican en parte la diferencia pero sospecho que la cacareada diferencia es más fantástica de lo que nos creemos: los nacionalismos existen en esos países igual que en España solo que aquí parecen más importantes porque les damos más importancia. La importancia es como la masa: más tienes cuanta más añades.

Sí, desde luego se puede sostener con fundamento que de los países europeos que salen de una dictadura en los setenta España es el único que cuenta con minorías lingüísticas de importancia (y sus adheridos movimientos políticos). A estos se les dota de cierto poder de reclamación y aparecen concesiones políticas inauditas en cualquier otro país de nuestro entorno.

La —en otras circunstancias deseable e intelectualmente atractiva— descentralización política marida mal en un país con una larga tradición caciquil. De ahí los palacios y coches oficiales y la pompa y el boato de lo que deberían ser grises oficinas públicas. Desertores del arado con cátedra en cortes provincianas no sirvieron para aumentar la representatividad del pueblo sino para convertir esas cortes en las fincas particulares de grupitos cubiertos por el polvo de la dehesa con una agenda particular que no se suele mostrar en las campañas electorales. Se puede argumentar que esto mismo ocurre en la Corte del reino sin embargo —jamás un sistema político será perfecto— allí tienen los focos más cerca y existen instituciones aledañas que contribuyen a los equilibrios y contrapesos.

Como católicos tenemos una tendencia natural a buscar culpables de la situación. Sin duda cada uno tendrá su opinión. Por decir algo recordaré que cuando en una toma de posesión Manuel Fraga colocó a 4.000 gaiteros en la plaza del Obradoiro nadie lo metió en la cárcel. También puedo recordar que ni nacionalistas ni antinacionalistas tienen ningún problema con que las regiones cuenten con bandera e himno oficiales. Cuando los buenos buscamos culpables solemos señalar con el dedo a los malos mientras cometen un crimen —¡y hacemos bien!— pero con facilidad olvidamos hacer acto de contricción.

Retomando el asunto de las herramientas de que dispone el nacionalismo es importante tener en cuenta la construcción del pasado. La idea del origen común y de una historia de genuflexión frente a fuerzas extranjeras que ha impedido el deslumbrar del pueblo elegido es un tema común a todos los nacionalismos. Los primeros nacionalistas no necesitaron recurrir a eso porque la historia de la nación era la historia del país. Los segundos nacionalistas sin embargo necesitan construir una historia nacional partiendo de una historia regional. Esto es como comparar un capítulo de la Historia Universal con un pie de página.

Vía @rpr3z
En lo de la invención del pasado hay una cosa que me parece muy curiosa y me ciño al caso gallego: se supone que la historia de los nacionalistas trata de decir lo guays que éramos y lo mal que estamos hoy o cómo la fuente de nuestras supuestas desdichas es la imposición de una supuesta fuerza exterior que no nos deja volar como las alondras. Esa fuerza exterior hace que nuestro futuro sea "incorrecto" por lo que hay que tener una dirección política autónoma para "corregir" la historia.

Lo que me llama la atención es que su historia inventada es menos gloriosa que la no inventada. La bobada esa que los niños gallegos tienen que estudiar sobre los "Siglos Oscuros" (donde dicen que a partir de los Reyes Católicos y hasta el Rexurdimento el gallego estaba prohibido y "España" conspira para masacrar nuestro idioma que es nuestra esencia nacional) no le da importancia a que durante esos siglos se siguió publicando en gallego (si dices que el gallego estaba prohibido este es un detalle relevante). Tampoco le dan importancia a que el número de personas que leían era muy limitado (según el invento nacionalista parece que en la Edad Media todo el mundo leía en gallego y luego los malvados Reyes Católicos lo prohibieron, en realidad leía muy poquita gente e incluso no era raro que monjes copistas no supieran leer). Como época gloriosa eligen más o menos tres momentos: los celtas (ese pueblo que jamás estuvo en Galicia pero que confunden con los castreños porque siguen basándose en autores superados hace cien años), los suevos (unos invasores que le hicieron la guerra a la población local, supuestamente celta ¿hola?) y el periodo de la lírica galaico-portuguesa.

Elegir la Baja Edad Media como época gloriosa para un "pueblo" es ser extremadamente audaz, eso se lo concedo. Durante este periodo en Galicia —igual que en el resto de Occidente— se vivían conflictos entre casas nobles. En el —pasado por alto por los nacionalistas— contexto de la Reconquista tenemos en España un poder real bastante más fuerte que en Francia, Borgoña, Inglaterra, etc. Los conflictos nobiliarios —normalmente por un asunto de lindes o de herencias, jamás por la autodeterminación de los pueblos, Señor dame fuerzas— hay que ubicarlos en relación a la fortaleza o debilidad de los reyes.

—Somos una colectividad autogestionada.
—No me des la brasa.
Ciertamente las lenguas romances van separándose del latín y ciertamente por demografía y distancia a la frontera (y a la costa, que estaba casi despoblada por los ataques de los norteños) Galicia sería la zona de España más importante en aquel tiempo (francos y musulmanes hablan en sus crónicas de gallegos y de la Gallaecia para referirse a lo que conocemos como monarquía asturiana). El descubrimiento de la tumba del Apóstol (Alfonso II) y la creación de una nueva ciudad santa crean un camino de peregrinaje en el que se intercambian estéticas y saberes. Con la consagración de la basílica de Santiago tenemos el cénit del trovador galaico-portugués que como era de aquí era mejor que el provenzal. Alfonso X escribe en gallego y el idioma a los dos lados del río Miño era el mismo pero como la gente no salía de su casa el idioma no le importaba a nadie más que a algún mercader.

Desde luego que según se va ganando la guerra al moro la sede del poder se va trasladando pero no así la riqueza y la población, que permanecen en el norte. Con los moros pidiendo al árbitro la hora tenemos las guerras civiles castellanas en las que la nobleza gallega se divide en partidos. En estas guerras tenemos a la Santa Hermandad que fue una institución de seguridad pública que encontramos también fuera de Galicia. La definitiva guerra civil castellana podemos decir que la gana Isabel. Para los nacionalistas este es el momento más oscuro de la historia del pueblo gallego. Sin embargo el pueblo gallego que podía tener opinión (vecinos de ciudades) en aquella guerra apoyó a Isabel y ahí tenemos a la Santa Hermandad (los irmandiños) apoyando a la que será Isabel la Católica. El ulterior proceso de formación del estado moderno aliviará las cargas de las ciudades concediéndoles privilegios y menoscabará el poder nobiliario, también aparecerán nuevas instituciones de justicia que harán desaparecer el conlficto civil de Galicia. Y dicen que ésta fue la mala. Ésta que por cierto era hija de portuguesa cuyas damas de compañía también eran portuguesas (a una la encerró tres días en un baúl) con lo que muy probablemente supiera hablar gallego.

Luego está lo de prohibir el gallego. Tan prohibido estuvo que se siguió hablando en todas partes y tenemos también escritos en gallego del Siglo de Oro (estaba de moda el teatro, ¿por qué no hacerlo en gallego?). Durante esa prohibición tan prohibitiva a mediados del XVIII tenemos al Padre Sarmiento publicando canciones y poesía en gallego. Después vendrá la Guerra de Independencia con sus pasquines en gallego para llamar a los hombres a las armas e imbuirlos de nacionalismo español. En fin, etcétera.

Esto sí es prohibir cosas.
El listo vendrá y dirá que no es que estuviera el gallego prohibido sino que estaba desprestigiado. Esto como poco es discutible por varias razones: en primer lugar la inmensa mayoría de la población ya tenía bastante con no morir de tuberculosis sin haber probado el queso y por otra parte el prestigio de una lengua es algo relativo: tenemos al castellano como lengua de la corte (por cierto, corte rodeada por la alta nobleza gallega, mucho Ulloa, Sotomayor y Andrade acabó de Virrey o Gran Almirante) en la época de la Monarquía Hispánica (era imposible competir con eso, ni siquiera llamándote "Francia").

Mi punto con todo esto es que dejamos al nacionalismo construir su historia y ahí no damos tanto la batalla. Sí es cierto que sobre la Historia Universal se ve que poco a poco va cayendo la manta negrolegendaria pero me parece que en los pequeños pies de página de la historia, lo que en este contexto nos importa, ni nos presentamos al combate.


jueves, 20 de julio de 2017

Sobre la reducción de la inteligencia en el mundo

Ciñéndonos a los test de inteligencia como medidores de una escala inteligencia-estupidez la raza humana se está volviendo cada vez más estúpida. Ante esto las reacciones convencionales van desde el descrédito —tomárselo a chufla, no darle importancia— a la preocupación (aquí una columna graciosa del profesor Quintana que sin embargo deja caer la palabra "evitar").


Mi pregunta es ¿por qué es preocupante? Partamos de la hipótesis de que cada vez somos más tontos. Partamos de que efectivamente se pueda medir la inteligencia como se mide una carga elécrica o la velocidad de escape de un objeto en órbita. Propongamos que el cociente intelectual sea una dimensión física cuantificable por vía de la experimentación, de naturaleza universal y que no deje lugar a dudas. Ahora supongamos que mediante esta misma experimentación la cantidad total de inteligencia acumulada en los seres humanos está reduciéndose a cierta velocidad. Son muchas suposiciones pero necesarias en este juego ya que de otra forma alguien podría llegar y plantear dudas sobre la naturaleza de la inteligencia. Aquí vamos a suponer que sabemos perfectamente lo que es la inteligencia y que hay métodos para medirla.


Presentado este punto de partida yo me encuentro con problemas: normalmente un test de inteligencia dirá que es más listo un abogado de Wellington que el miembro de una tribu de Nueva Guinea que no sabe leer ni escribir. Ahora bien, llevas a los dos a sendas islas desiertas e incomunicadas y creo que al cabo de un mes ha tenido menos problemas el neoguineano que el neozelandés. ¿Quién es más inteligente? Intento ser gráfico con el ejemplo para mostrar que la inteligencia no puede ser medida como una magnitud física. Pero podemos ir más allá.

Había una pareja de granjeros en Sudáfrica que acogieron en su finca a un montón de centroafricanos que huyeron de los pozos de horror que son sus hogares. Al cabo de un tiempo los refugiados les plantearon problemas de violencia y extorsión y los granjeros tuvieron que pedir ayuda a la policía para desalojarlos. No parece que estos granjeros fueran muy listos sin embargo no tenían forma de saber cómo iba a resultar aquella experiencia y en principio muchos dirían que se comportaron de manera moral: los granjeros pertenecían a una de esas extrañas sectas protestantes a las que se les llena la boca con cosas de jipis. En principìo actuaron "bien" pero su buena acción tuvo consecuencias horribles. Diríamos que fueron unos tontos.

Después de la guerra los EE. UU. se trajeron a un montón de científicos alemanes a su país. Entre otras cosas estos científicos ayudaron a desarrollar los programas de misiles balísticos y el programa espacial. Gracias al programa espacial tenemos un montón de aparatitos en nuestras casas, se desarrolló la miniaturización, la electrónica, etc. y gracias a los misiles balísticos tenemos Internet y un mundo con armas nucleares que no puede utilizarlas. Al llevarse a aquellos científicos diríamos que los EE. UU. fueron unos listos: su decisión tuvo excelentes consecuencias. Ahora bien, entre aquellos científicos había criminales de guerra que no fueron juzgados, tipos que tenían a miles de esclavos en sus líneas de montaje. Sus víctimas no tuvieron la satisfacción de ver juzgados a sus carceleros.


¿Nos siguen pareciendo tontos los granjeros que de acuerdo a su religión acogieron a necesitados sin prever las consecuencias y nos siguen pareciendo listos los yanquis que no juzgaron a los científicos alemanes sabiendo los crímenes que habían cometido? Vaya, parece que esto de la inteligencia se complica cuando metemos la ética por medio (todo se complica con la ética).

Si dejamos de plantearnos la inteligencia como una magnitud física y la empezamos a ver como una herramienta para tomar decisiones la cuestión de la reducción de inteligencia en la humanidad toma un cariz distinto. Si nos preguntamos "¿inteligencia para qué?" inmediatamente pondríamos en duda que una reducción de la inteligencia es algo "malo" o a evitar.

Incluso podríamos plantear la cuestión en otros términos: ¿son sois los inteligentes más felices? Por lo que he leído no existe correlación entre el estado emocional de una persona y su capacidad intelectual, ahora bien, hay señales que apuntan a que cuando el inteligente se rodea de burros tiene problemas para relacionarse socialmente y esta dificultad es un factor de riesgo en la depresión (me acuerdo del debate sobre por qué los suicidios en Harvard estaban por encima de la media). Si la inteligencia se está reduciendo cada vez habrá menos inteligentes y por lo tanto los inteligentes cada vez estarán más deprimidos (nota: nadie ha planteado que la reducción de la inteligencia puede implicar una reducción en el número de inteligentes pero un aumento de la inteligencia de ese grupo).

Decía Stuart Mill que es mejor ser un Sócrates desdichado que un gorrino dichoso pero Sócrates tuvo que dejar constancia de su inteligencia aceptando el veneno en lugar de parecer un cobarde y huir de la ciudad. ¿Fue inteligente esa decisión? No lo sé, lo que sí sé es que no fue una decisión ética (no aumentó sus posibilidades de supervivencia).

Después de darle vueltas al tema mi pregunta es ¿qué queremos y por qué? (Aparte de destruir Cartago para restituir el honor a Roma, entiéndase).


jueves, 13 de julio de 2017

Butifarrendum 2: La venganza

En un restaurante el camarero os dice que el cocinero no come la comida que prepara para "no arriesgarse". ¿Cuántos segundos tardáis en salir escopetados del local? Indicad la respuesta como una fracción de la velocidad de la luz.

Esto que parece una tontería es lo que está pasando con el Butifarrendum 2. Ese segundo intento de hacer un referendum ilegal para quitarme a mí un trozo de mi país como si no fuera mío. Ese robo a plena luz del día, vaya, que intenta organizar de forma un tanto absurda la comandita de las banderitas, los desfiles con antorchas, el tres o cuatro por ciento y los ataques a sedes de partidos políticos adversarios.

Vía El País
Me imagino a Junqueras y Puigdemont, estos Adams y Jefferson de nuestros días, esas luminarias que han destacado en el campo de la excelencia por sus contribuciones a cosas que nadie sabe, hablando del asunto:

—Ah, no, yo no firmo nada, pelanas.
—Pero a ver, gordo, alguien tiene que firmar la orden de la Generalitat para poner las urnas que no sabemos a quién vamos a comprar en locales públicos que vamos a allanar.
—Firma tú, que eres el presidente.
—Eso es lo que pone en mi tarjeta de visita cuando nos vienen a ver los nazis finlandeses o el tío ese de Letonia al que pagamos seis millones de euros y que ahora no para de llamarme ofreciéndose a ir a la ONU a chivarse de España por otros nueve, pero sabes que en realidad de presidente tengo tanto como tú.
—No vayas por ahí que me encuentras.
—Complicado no encontrarte, he oído que van a construir un edificio de oficinas donde estás sentado. ¡Mamacallos!
—¡Rascaingles!
—¡Bebesinsed!
—¡Cuerpoescombro!

En esto que aparece Romeva con una peluca de tirabuzones rubios.

—¿Me habíais llamado?
—Raúl, desgracia humana, ¿qué haces con esa peluca?
—Oh, llevo tanto tiempo siendo ministro de asuntos exteriores de un país que no existe ni tiene asuntos exteriores que he decidido a partir de ahora ser la princesa Margarita de Austria.
—Ah, bueno. Esto... ¿le placería a la emperatriz consorte de Austria echar una firmilla por aquí...?

Si contamos el tiempo desde la sentencia en 2010 del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de 2006, llevamos siete años con un "proceso" que no se ha movido ni un milímetro. En la Transición española siete años después de que muriera el general Franco, Felipe González era presidente del gobierno.

¿Y qué me decís de las cositas que vamos viendo por el camino? Ataques a sedes de partidos políticos, agresiones a gente por llevar la zamarra de la selección de fútbol, un PSC que ha estallado por contradicciones internas dejando a su paso una alegre muchachada protoestalinista que quiere organizar ferias de ganado en la catedral de Barcelona, la subida del partido de los perroflautas y cajeras cabreadas del Eroski que están a cinco minutos de vestirse con camisa negra, reuniones a puerta cerrada en el parlamento regional sin invitar a grupos que representan a la mitad de la población, esa Comisión para la Transición Nacional que ha logrado subir de precio el marisco en los mejores restaurantes de la ciudad condal, leyes escritas a puerta cerrada que no sólo van más allá de las competencias del gobierno regional sino incluso de las del país y de la Unión Europea (lo de auto-otorgarse poderes omnímodos es algo que no vemos desde la Rusia del XVIII).

Mirad cómo tiene que estar la cosa que hasta Sardá, que es un señor que se hizo famoso por poner voces en la radio y conducir un programa de televisión en el que se reía de discapacitados mentales parece von Metternich al lado de esta piara (ya van dos referencias a Austria, mi subconsciente me está diciendo algo).

The phone rings in the middle of the night
My father yells what you gonna do with your life
Oh daddy dear you know you're still number one
But girls they wanna have fun
Oh girls just want to have
Claro, yo entiendo que haya gente a la que le entren las dudas: por una parte están intentando hacer lo que ya hicieron y careció de efecto. Por la otra, aquella intentona golpista (porque estamos hablando de eso, de un golpe de estado, otro más) hizo desfilar por el juzgado a algunos persas y el tribunal los condenó a penas de inhabilitación en lo que más que una sentencia fue un avisito.

Da igual. Dan igual los días históricos, las manifestaciones de fervor nacionalsocialista, que los golpistas estén cubriendo a quienes robaron a los catalanes y españoles durante treinta años (Durán i Lleida salió disparado en su nave espacial porque sabe que una cosa va ligada a la otra), dan igual todos los movimientos estéticos que se ven en las marquesinas y la orwelliana televisión autonómica, dan igual los libros de texto en los que se idiotiza a los críos para convertirlos en futuros siervos complacientes. Todo eso da igual.

Lo único que importa es el momento en que un gañán desdentado, envuelto con la bandera separatista, le pida que entregue su arma a un guardia civil.