martes, 20 de octubre de 2015

Enseñanza religiosa: varias razones a favor y una en contra

Cualquier antropoide sabe que el problema de la educación en España no está en las clases de religión. Tanto la asignatura de religión como su contraparte de ética (o como se llame ahora) son simples rellenos en el horario escolar. Tanto las asignaturas como sus contenidos son decisiones políticas arbitrarias, quizás el problema sea este: la inercia de los planes educativos.

Si hablamos de educación, estamos hablando de los conocimientos que a grandes rasgos todos consideramos como la base para andar por la vida controlando los esfínteres. El problema surge cuando la educación deja de servir a este propósito. La pregunta que nos tenemos que hacer es si la educación está logrando sus fines.

Hace poco fueron algunas fuerzas vivas del país a comer marisco e inaugurar un tramo de carretera en una zona que antes eran fincas de paisanos que fueron vendidas a gente nueva y posteriormente expropiadas con ganancia para hacer esa carretera (ups). Hablo del tramo de la A54 entre Palas de Rey y Guntín. Bien, observad esta foto:

Feijoo parece un reptiliano ¬¬
Hablamos de educación en España y el presidente del gobierno, el presidente gallego y una ministra posan ante los medios rodeando un cartel que tiene una falta de ortografía básica (no me refiero a escribir un topónimo en otro idioma, me refiero a la otra falta que aparece en la imagen).

Hablamos de educación y volvemos con aquello del dedo y la luna. En la pesoe nos quieren hacer creer que el problema de este país es que se imparte religión en algunos colegios que reciben financiación pública. Tal vez —no soy un experto a. D. g.— el problema está precisamente en ese cartel que está mal escrito. Porque digo yo que el mayor problema de la educación sea que no educa. No sé, no quiero provocar, pero cuando hay veinte periodistas sacando fotos, una docena de señores feudales con la cremallera del pantalón abierta, una ministra, dos presidentes, etc. y nadie habla de la falta ortográfica, tenemos un problema.

...
A mí me parece una buena idea universalizar la educación básica: asegurarnos de que todos los niños de diez años sepan leer, escribir y hacer las cuatro cuentas. No hay en este plan un reverso tenebroso. Actualmente tenemos a gente en la universidad que no sabe leer ni dividir a lápiz. Si la gente carece de los rudimentos básicos para defenderse de la ignorancia y la manipulación, la gente nunca será libre ni adulta.

Si concretamos en el asunto de la asignatura de religión, tendremos que preguntar si los contenidos de esa asignatura enseñan algo, si sirven para dotar de herramientas intelectuales a los alumnos y que estos puedan hacer uso de ellas para desenvolverse en la vida. Dicho de otro modo: ¿el contenido de la asignatura de religión ayuda al estudiante a ser libre y adulto? Yo creo que sí y voy a tratar de argumentarlo (con perdón).

Condescending Wonka is condescending.
Los españoles y España somos el resultado de muchos siglos de parientes nuestros escupiéndose a la cara unos días y arrimando el hombro otros días. Las razones para que nuestros parientes se escupieran o se ayudaran fueron tan diversas como la propia vida. Entre estas razones algunas tienen que ver con la religión. En lo académico, conocer qué son las religiones y en qué consisten ayuda al estudio de la historia. En concreto, la historia de la religión —mayormente católica, en nuestro caso— es fundamental también para aprovechar el estudio de la filosofía. Que en el catolicismo las virtudes sean unas y no otras tiene que ver con algunos griegos que andaban sin calzoncillos, por ejemplo. Igualmente, pasar de puntillas sobre la escolástica nos lleva a la esclava y ginebrina idea de pensar que las luces aparecieron hace doscientos años. Es decir, sin religión, estudiar filosofía e historia es un retroceso afrancesado de dos siglos. Es obsolescente, retardante pero sobre todo engañoso. Puestos a estudiar, yo prefiero que los chavales estudien aproximaciones a la verdad, no recientes mentiras artificiales. Ojo, puedo entender a quienes quieran que los niños estudien mentiras. Yo no soy como ellos, pero les entiendo.

Acaso de las cosas más difíciles de explicar a los chavales es la respuesta a la pregunta "¿por qué somos así?". Tanto la asignatura de historia como la de literatura o filosofía ayudan a responderla pero no se puede tener una respuesta completa. De hecho, no creo que nadie tenga una respuesta perfecta. Lo que sí creo es que estudiar nuestros mitos religiosos, nuestras leyendas, la historia sagrada y la historia de la Iglesia ayuda a perfeccionar esa respuesta. Saber por qué en Serbia se escribe en ciríclico y en Croacia no no hace a nadie merecer un premio, pero tampoco resta. Como tampoco resta saber que muchas de nuestras tradiciones cristianas tienen su origen en tradiciones romanas y que algunas de nuestras iglesias más antiguas se levantan sobre los cimientos de templos romanos. Debo añadir que existe un mecanismo aliado en los cerebritos de algunos de los estudiantes: saber más cosas empuja de forma natural a algunos individuos a querer saber todavia más cosas. Sólo los desaprensivos pueden querer que los niños no quieran saber más cosas. Sólo los desalmados pueden querer que los niños se ciñan en exclusiva a lo que determina un currículum académico otorgado y firmado por un oompa-loompa de un pasillo perdido de un ministerio ignoto.

Hay otro argumento que es muy dificil de presentar debido a su complejidad. Está relacionado con la pregunta "¿por qué somos así?". Tiene que ver con la moral, con la costumbre, con lo socialmente aceptado. Da igual si un peatón dice que no cree en Dios —de hecho, en ningún momento hablo aquí de fe, ya que eso es un asunto religioso, no educativo—, ese peatón se comporta moralmente de una forma muy definida e identificable y eso ocurre por la religión. Y eso hay que aprenderlo en clase. Seas o no creyente, tu moral es una moral católica (bueno, al menos de un 95% de la gente que lee esto). La historia de Jesús que nos cuentan los evangelios aprobados por la Iglesia, es la historia de un hombre que personifica la versión que manejamos de "ser bueno". Incluso cuando con sus compinches asalta el templo o cuando se enfrenta a unos paisanos que querían lapidar a una mujer. Incluso en esos casos de evidente alteración del orden público y rebelión contra la autoridad, se enseña una imagen ideal de comportamiento con su debida explicación posterior. Fuera del mundo cristiano esto no es así en todas partes (aunque el triunfo de la civilización occidental en todo el planeta tiende a que sea así). Lo que tanto al ateo como al creyente le parece "bien" o "mal" está íntimamente relacionado con una decantación religiosa de cientos de años.

No hay escapatoria, bitches.
Quienes asisten a una venta de niñas esclavas en Raqqa no están todos pensando en que eso es malo. Si no aprendemos esto estamos perdidos pues empezaremos a aceptar lo inaceptable. Y una cosa que nos enseña la religión es que lo inaceptable existe. Este conocimiento es válido y provechoso tanto si crees como si no crees.

Llegados a este punto parece claro que la cuestión importante no es si debe haber una asignatura de religión o no, ya que en ausencia de ella su contenido puede repartirse en asignaturas como latín, física, historia, historia del arte, etc. Nuevamente, vemos cómo el debate no va a lo mollar del asunto, sino a la pose, a la imagen. Ya sabéis eso que digo siempre de que en este país discutimos muy fuerte las tonterías arbitrarias y no vamos al fondo de los asuntos.

Ciertamente existe una muy poderosa razón en contra de la existencia de la asignatura de religión en las escuelas que reciben fondos públicos. Sin embargo esta razón nunca la esgrimen los que defienden que nuestros niños sean un poco más esclavos y manipulables. Sin religión católica en la enseñanza no podrá haber excusa para que se imparta otra religión en esa enseñanza. Claro que esto es hilar muy fino para gente que escribe el nombre de un mes con mayúscula.

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Y ahora como bonus track y para entretenernos, podéis hacer el siguiente examen de religión. Cada respuesta suma un punto. El aprobado por los pelos está en el seis.

1.- ¿De dónde viene el nombre de Pepe?
2.- ¿Cuáles fueron los tres primeros humanos que crea Dios?
3.- En la Roma del siglo II ¿qué símbolos distinguían a los mitraístas de los cristianos?
4.- ¿Qué capítulos del Antiguo Testamento están repetidos?
5.- ¿Qué cuatro famosos adverbios definieron en el concilio de Calcedonia la naturaleza de Cristo?
6.- ¿Cómo se llama el sombrerito que llevan el Papa, los obispos y los cardenales?
7.- ¿Quiénes fueron los donatistas?
8.- ¿Puede un día levantarse el Papa y decir que es pecado no beber cocacola? ¿Sería en ese caso pecado no beber cocacola?
9.- ¿Puede haber sacerdotes católicos que estén casados?
10.- ¿Los católicos pueden adorar a los santos? ¿Y a la Virgen María?


sábado, 17 de octubre de 2015

JC Penney y la decadencia

Lo que ocurrió hace unos años en el gigante de la distribución JC Penney es una de esas fábulas contemporáneas que a lo sumo quedarán relegadas en presentaciones de powerpoint de listos que hablan de empresas en cursos de masters pero que nunca han tenido una empresa. Sin embargo, como fábula de la que se aprenden cosas, es una historia a la que se le puede sacar más provecho que la mera autosatisfacción de esos inútiles que dan cursos a gente todavía más inútil (uf, ¡cómo estamos hoy!).

Desde hace poco más de cien años existen los grandes almacenes. Es alucinante si ubicas los primeros pasos de los grandes almacenes en tiempos del Imperio Otomano y del Imperio Austro-húngaro. Es uno de estos detalles de la historia que descolocan al turista aleatorio cuando en una aldea de Austria le dicen que la central eléctrica del pueblo la inauguró un príncipe con bigotito disfrazado de Napoleón. Centrales eléctricas y grandes almacenes no cuadran con el mundo de Sissí emperatriz y su madre nazi, pero es lo que hay.

Magda Schenider en el centro.

Qué pasó

En origen los grandes almacenes eran algo para la gente pudiente, cuando la gente pudiente todavía vivía en las ciudades. Luego vino el famoso sandwich guerra mundial-depresión-guerra mundial y una ávida clase media con automóvil y cierta seguridad sobre su futuro apareció con una larga lista de necesidades por satisfacer. Fueron décadas gloriosas para el capitalismo. Los grandes almacenes aparecían como setas en nuevos suburbios de los que en cierto modo puede decirse que fueron un triunfo de la ciudad sobre el campo. en esa época mandamos a varios tipos a la Luna y la división del átomo proporcionó una nueva y limpia fuente energética. El hombre no se avergonzaba de dominar la naturaleza y pese a la amenaza de la guerra atómica, el enemigo era alguien que tenía cara.

"Espero que no me hayan visto". Ah, los 50.
El caso es que hace pocos años apareció una nueva depresión que violó sobre el capó del coche a la clase media americana. La enorme masa de consumidores de productos de calidad estándar pasó a ser sustituida por una todavía más grande masa de gente que cree que es de clase media pero cuyos gustos sin embargo son más propios de los guettos de las barriadas obreras dickensianas. Hubo empresas que no se adaptaron bien al cambio o que no lo detectaron a tiempo, ahí entra JC Penney. No fue el caso de Inditex o Lidl, grandes distribuidoras de productos muy baratos para la clase-no-tan-media y cuyos dueños se cuentan entre las personas más ricas del mundo.

La historia es que ante la incapacidad de JCP para adaptarse a un nuevo escenario, se decidió contratar a un nuevo director general, Ron Johnson, que había dirigido las ventas en Apple y que tuvo un notable éxito al triunfar con las hoy famosas tiendas Apple. Puede que aquí encontremos el primer fallo: vender tecnología es algo que tiene éxito porque llama a la imaginación, es un mercado que siempre está innovando (y en aquella época Apple innovaba a fuego, recordad los primeros iPod y los primeros iPhone). Es muy distinto vender bragas y sofás. Cuesta mucho emocionar al público o crearle nuevas necesidades en el maravilloso mundo de los mandilones y los marcos para cuadros.

El caso es que Johnson llevó a cabo una revolucionaria nueva estrategia de venta. En primer lugar se deshizo de la gerontocracia gerencial que no daba pie con bola. En segundo lugar llevó a cabo un cambio en la imagen de marca. Después intentó algo mucho más audaz.

Branding disasters
Como es dificil emocionar a la gente que compra alargaderas y tazas, Johnson pensó en competir en la política de precios innovando. Así, decidió cargarse las rebajas y las ofertas e inventó un nuevo sistema de precios en el que ya no habría descuentos ni cupones. Insisto, estamos hablando de pantalones y cojines. Johnson se propuso quitar cien años de costumbre de varias genraciones de clientes en un pispás. Puede que aquí encontremos otro problema: la premura. Un cambio tan grande en la política de precios necesita un entorno limitado y controlado para ver sus efectos. En JCP no hubo pruebas.

Cada pruducto pasó a tener tres etiquetas: el precio diario, calculado con un descuento del 40% sobre la media de precios del último año del sistema antiguo de precios; el precio mensual, un precio con descuento adicional que vendría a ser como el tradicional precio rebajado; y el "mejor precio", ofertas de los primeros y terceros viernes de cada mes (días de paga).

Uh.
Además de eso, se quitaron las terminaciones de los precios en nueve. Esos famosos 12,99 se convirtieron en simplemente 12 o 13.

También incluyeron en sus grandes almacenes pequeñas tiendas dedicadas. Las famosas "tiendas dentro de las tiendas". Esto es algo que a ciertos heterótrofos antropomorfos les mueve a comprar porque les evoca sentimientos de exclusividad y de ser especialitos. Esa gente es la primera en caer cuando aparecen las hordas de zombies.

La movida es que la estrategia fracasó rotundamente.


JCP se deshizo de Johnson, volvió a contratar al anterior director general (un tal Ullman, quien hizo famoso aquello de "si vamos al infierno, procuremos ir despacio") y estos últimos dos años trata de sobrevivir con despidos masivos y cierres de tiendas cada cierto tiempo.

La lectura del caso

Los entresijos de la estrategia comercial es cosa que analizan expertos y de la que toman buena nota todos los competidores del sector. Lo que yo quiero tratar es otra aproximación, menos especializada, sobre la que considero una lección básica de esta fábula. Para ello quiero que pensemos en un cuadro, en una canción, en un videojuego o en... unos grandes almacenes. No soy muy bueno con las metáforas.

En el proceso de compra y venta existen por lo menos dos roles: el comprador y el vendedor (también suele haber un troll poniendo impuestos y prohibiendo cosas, pero no quiero complicar el asunto). La estrategia de precios de JCP se vendía como una estrategia honesta. El público estaba demasiado acostumbrado a dejarse engañar con supuestos precios de oferta que en realidad no eran ninguna oferta. Esto se hacía y se sigue haciendo en todos los grandes almacenes. Ya sabéis: eso de poner un cartelón sobre un montón de bragas con un precio tachado y otro sin tachar algo inferior. A veces incluso ponen el porcentaje de la rebaja como si la gente supiera qué es un porcentaje. La JCP de Johnson no quería hacer esto, no lo consideraban honesto. Pensaban que podían "arreglar" décadas de "mala costumbre" en los clientes.

Parece un tanatorio.
Igualmente, lo de quitar el 0,99 de los precios que a todos nos suena a estrategia psicológica de venta, se incluye en esta "bondadosa" nueva visión comercial. ¡Cuánto daño ha hecho el "Don't be evil" de Google, ese buscador que colabora en la censura informativa de las peores tiranías de la Tierra!

Lo que yo veo aquí es que el vendedor cometió el error de ponerse en la pìel del comprador. El vendedor usurpó el papel del comprador. En una canción, el compositor no puede obligar al oyente a escuchar la melodía de la forma que él le pida. En un cuadro, el pintor no puede decirle al vidente qué tipo de luz y a qué distancia contemplar la obra. Existen varios roles en el intercambio y no se pueden usurpar.

Creepy
Esto puede ser poco o nada satisfactorio para el autor que ante su obra cumbre ve cómo desinteresados colegiales comen helados delante de su obra y no le prestan mucha atención. Pero es ley de vida. Ya llegará alguien que sepa apreciarla o ya le llegará la epifanía al autor que le convenza de que su obra quizás no sea tan buena como él cree (o la epifanía igual le llega a la gente sin escrúpulos que obliga a los niños a desfilar delante de cosas que les describe gente extremadamente aburrida).



Una canción sin nadie que la escuche está incompleta. Y cada persona que la escucha a su modo, digamos que completa la obra a su manera. Esto es muy fácil de ver con los videojuegos, medio cumbre de la creación artística, pues en él la implicación del jugador es una exigencia y cada partida es diferente. También pasa con las películas: las emociones y las preguntas que una buena película suscita son muy distintas según cada espectador. El autor nunca debe usurpar el lugar de quien disfruta (o sufre) con su obra.

Sin personas, aquí da igual que haya cuadros o no.
Así, JCP al tratar de pensar qué es lo mejor para sus clientes y llevar a cabo un proceso de des-educación en tiempo récord metió la gamba hasta el fondo. Los clientes son clientes y los vendedores, vendedores. La función de la tienda es utilizar todas las herramientas disponibles para lograr que el cliente compre mucho, a poder ser más de lo que cree necesitar.

Esta idea forma parte de un tema más grande. Esa manía que tiene la gente de nuestro tiempo de encumbrar valores perversos. "Hay que ser sincero con el cliente". Oiga, pues si eso nos hace ganar menos dinero no, no hay que ser sincero. Ese igualitarismo banal que destila de esa pseudo-preocupación por el cliente, valor perverso que al final del día supone despidos, deshumanización y decadencia.

Necesitamos un bonito nuevo programa de exploración espacial como el comer.


miércoles, 14 de octubre de 2015

UPyD y la eutanasia

Antes de la convocatoria de las elecciones generales de diciembre de 2015 cada partido ya debe de tener una estrategia que indique sus objetivos electorales y, sobre estos, sus objetivos políticos. Una cosa es sacar resultados que se traducen en puestos de trabajo para sus cargos e inyección de dinero público para las actividades del partido y otra cosa es ver de qué forma los objetivos políticos que se plantean se cumplen o no, contando o sin contar con el partido.

Sin esta última parte un partido político sería una simple agencia de colocación muy exclusiva y costosa, una agencia de colocación extremadamente ineficiente. No, los partidos políticos deben servir para un fin mayor que para poner un plato de lentejas en la mesa de gente que quiere llamar la atención. Si Upeidé es un partido político, tendremos que pensar que tiene objetivos políticos más allá de la métrica electoral.

«Sólo es un arañazo».
Las encuestas electorales apuntan a un escenario en el que los turnistas sólo contarían con una sólida mayoría si pactan entre ellos —cosa que sucede en otros países sin problema, pero para la que los partidos españoles (y el público) no parecen todavía preparados—, así que es fundamental ver el desempeño de otros partidos de ámbito nacional para ver qué opciones de formación de mayorías tenemos.

El problema es que ni siquiera nuestros partidos de ámbito nacional con posibilidades de representación grasienta en el Congreso garantizan presentarse sin Echeneidae cuyos fines sean antagónicos a los de la política nacional. De momento todo indica que Pablemos se presentará con nacionalistas en algún sitio y el PSOE presumiblemente hará lo propio en sus poco controladas sucursales periféricas. Es decir, las opciones de partidos nacionales que exclusivamente se presenten con una única idea de país son muy escasas. Y entre estas opciones está Upeidé.


A mí me parece buena idea que gente que tiene una idea de Canadá se presente a las elecciones canadienses. Lo mismo con España, claro. Y luego que la gente vote. Pero como apuntaba unos párrafos más arriba existe la pura métrica electoral («¿cuántos escaños saco? ¿con la asignación pública podré costear la campaña?») y el cumplimiento de los objetivos políticos. Ante el paisaje que dibujan las encuestas hay un partido que debe decidir si su objetivo en la métrica electoral no entra en conflicto con sus objetivos políticos.

Para los de la LOGSE: planteo el caso de que UPyD no se presente a las elecciones pues sus escasos apoyos electorales —a tenor de las encuestas— encarecerán el escaño para formaciones que en lo político coinciden en lo básico. Y no sé por qué empleo el plural porque me refiero a Ciudadanos.

You had one job.
La ley electoral es la que es: una fórmula matemática en la que casi es tan importante el número de candidaturas que se presentan en una circunscripción como el número de votos. El puñado de votos que obtenga hipotéticamente Upeidé en muchas provincias son oro puro para Ciudadanos a la hora de sumar para el escaño o a la hora de encarecerle el escaño a otras candidaturas (en unas elecciones a veces no hay que ganar, sino no perder para que pierdan otros. Esto es críptico pero Rubalcaba y Fernando de Aragón lo entienden perfectamente).

Envueltos en la autoimagen que se han construído de sí mismos, parece que Upeidé es incapaz de distinguir entre el cumplimiento de las políticas para las que se presentan y la mejor forma de llevar a cabo esas políticas. Puede —y es una hipótesis— que la mejor forma de lograr sus objetivos políticos fundamentales sea no presentarse a las elecciones. Es una paradoja y muchos de los que no han sido depurados o despedidos de Upeidé seguro que no lo entenderán, pero es algo que desde fuera se ve nítidamente. Sí, amigos, se trata de otra cosa más a añadir en la larga lista de cosas sobre Upeidé que todo el mundo ve excepto los que están dentro de Upeidé.
Comité de Dirección de Upeidé. Dramatización.
Si el argumento de los fines políticos no basta —y no bastará: estoy seguro de que en la cerrada Upeidé piensan que ellos son de Marte y los de Ciudadanos de Venus—, habrá que acudir a la cuestión estética. En su camino hacia el extraparlamentarismo Upeidé no está sabiendo morir con dignidad. Hace poco a algún genio se le ocurrió cambiar la imagen de marca del partido como para dar a entender a los pocos analfabetos del país que «las cosas han cambiado». Vano intento que también probaron los turnistas. Por algún motivo nuestros políticos y sus asesores piensan que estamos en 1950. Hay cosas que nunca dejarán de sorprenderme.

Y luego están este tipo de cosas:



Por San Benito de Nursia, si la política —su política— les importa un bledo al menos podrían tener un mínimo respeto por la estética. Es impresionante la capacidad que tienen algunos por ponerse una venda en los ojos. La estética mató a Upeidé y en venganza ahora Upeidé parece querer matar a la estética.

Upeidé desaparecerá porque tuvo un momento en que pudo liderar la alternativa nacional al turnismo y tiró a la basura ese momento. Con otro partido que para el público dice exactamente lo mismo y tiene una buena imagen, simplemente no hay sitio para Upeidé. Todo lo más que logrará mendigando votos es fastidiar su propio fin político nuclear: que la política nacional la hagan partidos con proyectos nacionales, no mercaderes persas que pacten con los insolidarios que hacen apología de la diferencia.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Sobre la extraña caída de los visigodos

Sin duda uno de los episodios nucleares de la Historia de España es la invasión musulmana del siglo VIII. Me llama la atención que con la relevancia que tiene porque gente en el pasado ha dicho que este episodio fue importante y porque efectivamente parece que tuvo ciertas consecuencias a largo plazo (al menos para esa minoría de la población de la que nos habla la historia), no se acentúe la carga de fantasía que tiene el episodio.

Crónica Albeldense, detalle. ¿Qué tiene Chindasvinto en la mano?
Sí, ya sé que la historia es un puñado de mentiras en las que nos ponemos de acuerdo y sí, no ignoro que el episodio de la invasión cuenta con imaginativos historiadores que como notas sueltas nos ofrecen interpretaciones heterodoxas (hola Olagüe). De esto ya hablé en cierta ocasión, hoy lo vuelvo a hacer.

Paso por alto los episodios fantásticos de las batallas de Guadalete y Covadonga y me permito abrir un poco el campo de visión: ¿en menos de diez años conquistar seiscientos mil kilómetros cuadrados (el reino visigodo llegaba a la Septimania) habitados dispersamente por —probablemente— algo más de un millón de personas y todo ello utilizando a un par de miles de soldados (en la estimación que hace Roger Collins)? ¿Una conversión rápida de ese millón de personas a una nueva lengua, idioma y religión? Las preguntas ya apuntan al requisito de un esforzado ejercicio de imaginación por parte de la audiencia.

Creo que la clave de la invasión de los moros está en sus victorias militares concretas. Igual que creo que la extraña caída del Imperio Romano de Occidente tiene mucho que ver con derrotas militares muy concretas, la extraña caída de los visigodos también la podemos relacionar con hechos de armas.

La Batalla de las Navas de Tolosa fue mucho después, pero me gustan las banderas.
A la muerte de Witiza el reino estaba hecho unos zorros (hay crónicas medievales que dicen que no, que todo estaba bien; recordemos que toda afirmación sobre los sucesos de esta época cuenta con su particular desmentido, lo que hace que casi cualquier historia nos valga). Existe un misterioso Concilio XVIII de Toledo que tuvo lugar durante su reinado que puede que aprobara una efectiva separación de la Iglesia de España de la Iglesia de Roma. Sabemos que a los últimos reyes visigodos tradicionalmente nuestra historiografía los puso a caer de un guindo porque se les responsabiliza de perder contra los moros. Sabemos también que nuestros cronistas solían atribuir a la sociedad del atardecer visigodo toda clase de comportamientos poco cristianos (cosa que tiene sentido si pensamos como un cronista altomedieval: la invasión es un castigo por nuestros pecados). Hay quien dice que en las actas de ese misteriosísimo concilio —del que nadie jamás escribirá una bonita novela con batallas, amor cortés y temor de Dios— se dejaría a los sacerdotes el emparejarse (en la cristiandad del siglo VIII no era un disparate) y lo que más me llama la atención: se aprobaría la poligamia. Ahí es nada (por cierto, lo de la poligamia nos suena a cierta otra religión ¿verdad?).

Tenemos noticia de que a Witiza le sucede Don Rodrigo. Apúntese que la monarquía visigoda no era hereditaria sino electiva. De hecho, lo normal en los reinos fundados por germanos y godos era la elección del rey entre los prebostes del reino (curiosamente también era la forma de elegir gobernante entre los mongoles. En términos reales había un puñado de familias nobles que se alternaban, no siempre pacíficamente, en el poder). Sé que estamos muy acostumbrados a hablar de monarquías hereditarias, pero esta es una de esas cosas que son más propias de la Edad Moderna que de la Edad Media. No me meto ahora en este tema pero aprovecho para cagarme en la destrucción que hizo Walt Disney de nuestra historia. Sigo.

La palabra «restauración» me parece que describe mejor que «reconquista» lo que sucedió.
Don Rodrigo sucede a Witiza pero la arqueología (¡monedas!) nos dice que contemporáneo a Don Rodrigo había un tal rey Argila al menos en la Tarraconense y en la Septimania. Cuando los moros toman toda la península, el sucesor de Argila en la Septimania, Ardón, es el último rey visigodo del que tenemos noticia que sigue pelando contra los moros (y probablemente muere en batalla contra ellos, apenas unos meses antes de la famosa batalla de Covadonga).

Lo más importante para los invasores era el hecho de que los visigodos estaban viviendo cierta guerra civil. Esa guerra civil pudo haber sido un poco más seria que las habituales guerras civiles entre los nobles visigodos de años atrás: no sólo estaba el conflicto sucesorio, sino también el apuntado problema religioso del que no tenemos mucha noticia. A esto hay que sumar dos problemas militares frecuentes para los visigodos: la expansiva amenaza bizantina, los levantiscos montañeses y los francos que no se podían estar quietos. Curiosamente los musulmanes les resolvieron uno de sus problemas de política exterior a los visigodos con la toma de Cartago en 698. La conquista musulmana de su provincia de África —que pasaron a llamar Ifriqiya— llevó al Imperio Bizantino a unos años de inestabilidad política —muchos emperadores arrastrados por el Hipódromo, mutilaciones y cabezas en picas— y los hizo retroceder al Mediterráneo oriental. Recordemos que bizantinos y visigodos se enfrentaron en batalla varias veces y el sureste de España con las Islas Baleares llegó a ser parte del Imperio de los griegos romanos.

Interior de la iglesia de San Juan en Santianes de Pravia (s. VIII).
Apúntese que en las crónicas nos dicen que a la hora de la invasión el rey Rodrigo estaba peleando contra los "pamploneses". La región de los montañeses, de frecuente conflicto, es una región fronteriza con el hostíl reino de los francos. Si los visigodos tenían algo parecido a un ejército, lo suyo es que estuviera ubicado en esa zona, lo que dejaba campo libre para el indefenso sur.

Nótese también qué tipo de ejército tenían los visigodos: un ejército compuesto por miembros de las familias nobles que apoyaron la elección del rey. La monarquía visigoda era un poder básicamente judicial y militar. Ciudades y villas contribuían al sostenimiento del rey por medio de tributos, pero su aportación terminaba ahí. El propio rey era un líder militar en batalla. Y esto hace que cobre sentido mi hipótesis de que la invasión puede darse gracias a una singular victoria de los moros contra los godos.

Musa y Tariq, conquistadores de la península, acabaron fatal: uno asesinado y otro en la miseria.
Por una parte tenemos a un grupo de bereberes que unen sus fuerzas con godos que no quieren a Rodrigo de rey. Al otro lado tenemos el ejército del rey encabezado por el propio rey al que siguen las familias nobles que le son leales. La derrota visigoda no sólo supone la desaparición de la cabeza del reino, sino la desaparición de una importante parte de su nobleza así como el cuantioso rescate de algunos de los herederos más ricos del reino. El singular combate que tienen visigodos y moros es un golpe de gracia, una victoria decisiva. Después de ésta, allá corrió la morisma hacia Toledo, sede real, que capituló y cuyos tesoros fueron arrebatados para pagar a las tropas. La entrada de los moros en Toledo es una de esas escenas de la historia que bien se merece una bonita película con sacerdotes escondiendo el tesoro real, traiciones viles, concejales corruptos y joyas procedentes de la India.

Pero incluso así no se explica la fulgurante conquista de Hispania. ¿Por qué?

Como se ha dicho, existía otro rey visigodo en el norte (Argila y luego Ardón). Pasan casi diez años hasta que los invasores derrotan a su ejército. En esa loca segunda década del siglo VIII, las fuerzas invasoras encabezadas por Muza y su segundo, Tarik —Tareco, probablemente godo y cristiano, ya que era un liberto y su nombre es godo— ciertamente van domeñando plazas. Unas veces conquistan a sangre y fuego (la violación en masa y el botín de guerra suelen subir la moral de tus tropas) y las más de las veces las plazas capitulan (según la ley musulmana, la plaza que se rinde pasa a rendir vasallaje y no es importunada).


Recordemos que muchas ciudades y villas tenían una lejana relación con el rey visigodo. A sus gobernantes tanto les da pagar tributo a un fulano que a otro. En esta conquista que ya no podemos seguir llamando conquista, hay un caso especial, el de Teodomiro. Un puñado de ciudades desde Valencia a Lorca eran propiedad de un tal Teodomiro, importante duque godo que capituló todo el sureste de España cambio de pagar tributo. Al capitular, sus habitantes siguieron profesando el cristianismo y continuaron con sus vidas sin mayor problema. No creo exagerado pensar que esta fue la tónica general de la imprecisamente llamada conquista.

El tema de los tributos es importante. Hubo nobles godos que para no pagar el molesto impuesto de capitación (los musulmanes ponen un impuesto especial a quienes no son musulmanes), decidieron convertirse al islam. En un mundo en el que no existen derechos civiles, si tu señor se convierte a otra religión, tú también te conviertes. Esto tampoco sería un gran trauma para mucha gente: no olvidemos el fuerte sustrato arriano que probablemente existía en parte de la nobleza goda. El islam y el arrianismo coinciden en negar la divinidad de Cristo y la gente no sabía leer, así que qué más les daba.


Hay que decir que durante esta campaña de desigual avance por la península, el pequeño ejército bereber-godo tuvo muchas pequeñas derrotas: según avanzaban por la meseta se les revolvían las ciudades andaluzas. Algunas, como Sevilla, tuvieron que volverlas a poner bajo asedio. La mayor presencia de tropas invasoras en el sur respondió a que era una zona vulnerable para los moros y además una zona desde la que podían recibir refuerzos desde África. Igual por eso, en los primeros años de conquista los omeyas decidieron establecer su capital provincial en Sevilla y posteriores reinos andalusíes en Córdoba.

WAT
En este contexto convulso de guerra civil y resistencia ante invasores, un noble partidario del derrotado rey Rodrigo es el que acaudilla a los godos en Asturias (seguramente un lugar de refugio y coordinación de tropas para la contraofensiva) y tiene éxito en rechazar al invasor. Un tipo extraño, Pelayo, por tener un nombre hispanorromano y no godo. Su yerno, Alfonso, aprovechará la revuelta de los abásidas contra los omeyas y la guerra de estos contra los carolingios para recuperar para la cristiandad la esquina noroeste de la península. Un noroeste que se repoblaría a costa del vaciamiento de la frontera con el moro y que sentaría las bases de nuevos reinos que a partir de entonces llevarían casi siempre la iniciativa militar (sólo alterada por nuevas oleadas invasoras en las fitnas o guerras civiles que tenían los propios moros, que los cristianos aprovechaban y sobre las que nunca nos hemos detenido mucho porque nuestros mitos fundacionales tienen que dejar al enemigo borroso y en la oscuridad, si no dejarían de ser mitos).


lunes, 5 de octubre de 2015

Las películas de quinceañeras son una basura

En los estantes dedicados a la fantasía y la ciencia ficción encontramos un sub-subgénero llamado «young-adult» al que me referiré como «películas de quinceañeras» (aunque sean libros les llamo así). Creo que no sólo hace daño a los géneros mezclarlos (fantasía y ci-fi suelen presentarse juntas por razones que se me escapan: es como poner novela romántica y novela de espías juntas, no tiene mucho sentido), sino inventarse nuevos géneros simplemente por el público al que van dedicados. Este es el primer pecado de las películas de quinceañeras: no se trata de literatura, no se trata de cine, se trata de publicidad, target y mcdonald's.

La protagonista y sus novios. Ella parece que le da al vodka y ellos entre ellos hacen buena pareja. Lo cierto es que en la historia el de la derecha se enamora del bebé de los otros dos, en un giro pederasta de la historia bastante sorprendente, la verdad.
Algunos problemas importantes que plantea este pseudo-género son su falta de originalidad, su baja calidad, sus problemas de continuidad y la insistencia con que las editoriales y productoras de cine riegan de dinero a esta basura. Si se dedica esfuerzo y dinero a la promoción de esta basura, hay esfuerzo y dinero que no se dedica a nuevas historias realmente originales y de mejor calidad. Eh, es su dinero y son libres de hacer lo que quieran, nosotros también somos libres de llamar a eso basura.

La protagonista y sus dos novios estereotipo.
Siempre la misma historia

La falta de originalidad se ve muy bien si comparamos los argumentos de estas basuras. Todas siguen el mismo patrón. Es cierto que repetir una fórmula de ficción no implica necesariamente encontrar una obra de pésima calidad: la primera película de La Guerra de las Galaxias repite la fórmula de ficción conocida del héroe que crece en un camino de descubrimiento mientras lucha contra las fuerzas del mal y por el camino reúne a un grupo de acción. El problema de las películas de quinceañeras es que el bombardeo es muy intenso en muy poco tiempo. Hemos llegado al punto en que ninguna historia de estas nos importa, en que las cosas que suceden son cada vez más pretenciosas y al mismo tiempo menos sorprendentes.

Los dos de la izquierda no van a ser novios de la chica. El penúltimo probablemente es malo. Los dos restantes seguro que son los elegidos para dejarla embarazada.
Cualquier idiota sin escrúpulos puede escribir una película de estas. Independientemente de su calidad basta con elegir a los modelos adecuados y regarla de publicidad para transformar esa basura en un buen negocio.

Teoría canónica de las películas de quinceañeras

La protagonista, proyección de la adolescencia que nunca tuvo su obesa autora, es una adolescente normal que en un momento dado descubre por azar que ella es la persona más especial del mundo. Entonces se suelta el pelo, se maquilla, se pone ropa ajustada y todos los chicos de pronto se fijan en ella. Pero ella no tiene tiempo para los aburridos chicos que en la vida real le dieron calabazas a la autora, sino que prefiere al modelo varonil y al mismo tiempo afeminado (siempre algo mayor que ella) que la llevará de la mano en su lucha contra las fuerzas del mal.


El problema o reto que hay que solventar es gigantesco y parece imposible de solucionar en un primer momento, pero con la simple voluntad y un entrenamiento en técnicas de jiu jitsu de quince minutos, la protagonista ya está lista para afrontarlo. Cuando todo se va a resolver, la protagonista encuentra a otro modelo (puede que sin camiseta) que da la casualidad que también está enamorado de ella. Una vez solucionado el gigantesco problema, la historia acaba en que el malo o la mala principal tiene otro plan todavía más grande y se acaba el primer libro.

¡Gryffindor!
Repetición

Crepúsculo, Los juegos del hambre, La Selección, Divergente, Cazadores de sombras, El no se qué del laberinto, Percy Jackson... todas siguen la fórmula que hizo millonaria a la autora de Harry Potter. Un niño que vive una vida miserable en la que nadie se da cuenta de lo especial que es. La historia de ese niño la adaptan a una adolescente que es invisible para el capitán del equipo de lacrosse del instituto y tate, ya tienes a un millón de tontainas consumiendo auténtica basura. Si es verdad que las niñas de hoy en día hacen dieta para no engordar, hay que empezar a decirles que consumir estos engendros argumentales son el equivalente literario a consumir hamburguesas de gordura con extra de gofres. Si les preocupa lo que comen, debería preocuparles lo que leen. Y por las mismas razones: estamos de acuerdo en que a esa edad el físico es importante, pero también lo es no tener la cabeza llena de pájaros y de historias estúpidas. El cerebro es más sensible que las cartucheras.

Cazadores de sombras.
Hay otras historias dirigidas al público adolescente, protagonizadas por adolescentes y que no insultan tanto la inteligencia del lector. ET, Los Goonies y Súper 8 son historias dirigidas al «young-adult» en las que suceden cosas extraordinarias pero en las que al mismo tiempo los protagonistas hacen cosas de su edad y se comportan como personas de su edad. Son historias más sinceras y que no parecen salir de la unholly alliance de publicistas cocainómanos y autoras con problemas de baja estima.

¡Gryffindor!
La manipulación de la distopía

Los juegos del hambre.
Tradicionalmente el escenario distópico fue empleado por los autores de ciencia ficción para enviar un mensaje sobre los problemas de moda en su época. La fuga de Logan y Soylent Green denunciaron la superpoblación y la contaminación. Fahrenheit 451, 1984, V de Vendetta y Un mundo feliz denunciaron el socialismo. Robocop y THX 1138 denunciaron el capitalismo.


En las películas de quinceañeras el escenario distópico no sirve a un fin moralizante sino a la inutilidad de la autora para hacer creíble que su protagonista no vaya a clase ni tenga que aceptar la autoridad de sus padres. Así es común ver que la sociedad distópica que plantea este canon divide a la sociedad en castas igual que hace el cerebrito atolondrado de un adolescente con sus compañeros de colegio: están los deportistas, los del club de ciencias, las animadoras y... las chicas que no encajan y están destinadas a salvar el mundo, romper el sistema de castas y que todos los chicos acaben invitándolas a helados sin gluten.

El disparador argumental de muchas de estas películas de quinceañeras es el fallo del sistema de castas al determinar el objetivo vital de la especialísima protagonista. Si la protagonista no encaja, tendrá que hacer cosas para que acabe encajando, revelando así la gran mentira en que se basa el sistema de castas y reformando la sociedad. Es curioso que ningún adulto con más experiencia y sabiduría llegara antes a la conclusión de que el sistema de castas tiene fallos.

¡Gryffindor!
Estos mundos distópicos carecen de sentido, sus sociedades funcionan con la complicidad de todos los que supuestamente viven esclavizados y todos sin excepción están dirigidos por una figura paterna a la que hay que quebrar.

En no pocas ocasiones toda la sociedad se reúne en una ciudad amurallada. Tras los muros hay una zona prohibida que será revelada en la siguiente entrega de la saga. Desconozco si hay una forma más gandul de escribir una historia. Robarle al lector las respuestas que explican por qué esa sociedad es de esa manera y tener la zanahoria dispuesta para una continuación me parece mezquino.

Y no me hagáis hablar de los trenes. Siempre hay trenes porque si fueran en avión la película no podría enseñar el paisaje.

Me despido dejando la imagen de una compresa con un vampiro dibujado: