A ojos del espectador de infantería, puede existir una imaginaria línea que separa a los primeros iluminados de los segundos, pero no es difícil concluir que unos y otros no son muy diferentes. Beatriz Gimeno, en elplural.es, escribe:
Al capitalismo hay que frenarle con un levantamiento democrático, con la insumisión popular, pero no se convencerá a ninguno de sus sacerdotes, es decir, gobernantes, con razones. La razón está excluida de esta ecuación.Qué duda cabe que afirmar que existe un grupo de poder en la sombra que lo que busca es tener a la gente aplastada para ellos tener más poder del que tienen, es propio de gente que ha perdido el contacto con la realidad.
Leía hace poco en El despertar de la historia de Alan Badiou la descripción que el filósofo hace de lo que podrían ser las órdenes que los poderes financieros dan a los respectivos gobiernos y que estos cumplen, con mayor o menor entusiasmo según se llamen de derechas o presuntamente socialistas, pero que todos cumplen. Las órdenes que darían estos que el filósofo francés llama bandidos o mafiosos serían de este tenor: “Privaticen todo. Supriman la ayuda a los débiles, a los solitarios, a los enfermos, a los parados. Supriman toda ayuda a todos menos a los bancos. No asistan a los pobres, dejen morir a los viejos. Bajen el salario de los pobres y los impuestos a los ricos. Que todo el mundo trabaje hasta los 90 años. Enseñen matemáticas solo a los traders, a leer sólo a los grandes propietarios, historia sólo a los ideólogos a nuestro servicio”.
¿Os suena esa música? Pues ese es el plan.
Es fácil argumentar que no existe ese poder en la sombra, pero incluso dando por buena esa teoría de la conspiración (repetida en Zeitgeist, en Capitalismo: una historia de amor, etc), carece de sentido. ¿Por qué? Porque se aduce que el motor de la conspiración no es el lucro, sino el propio poder. Sin embargo, hablamos de gente que ya tiene ese poder, con lo que las piezas no encajan. Es como si Cristiano Ronaldo se levantara mañana diciendo: «voy a mover todos los hilos posibles para ser jugador de fútbol», cuando ya es un jugador de fútbol. Eso no se sostiene.
Es por ello que cuando oigamos hablar de la conspiración de los poderes financieros, debemos poner a esa gente en el mismo lugar que la gente que afirma que se puede vivir comiendo rayos de sol.
Los que no son iguales a estos, son quienes por ejemplo defienden que en lugar de quitar una partida del presupuesto, se debe quitar otra. O quienes defienden cambiar la ley electoral. Son cosas distintas, porque esta gente está haciendo política. Que se coja la parte por el todo es perjudicial para los intereses de quienes no están chalados, pero también afecta a la credibilidad de quienes les critican.
Hay otra cosa que hace que quienes critican el 15M también puedan caer en la creación de una mitología. En la mentira número ocho de La Razón, se afirma que votar es «un derecho político y constitucional sagrado en la modernidad». "Sagrado", casi nada: sacralizar el voto nos lleva de cabeza al fundamentalismo democrático. Oiga yo votaré si quiero o si no, no. No sacralice usted el sistema, no lo eleve a la categoría de objeto de adoración, porque eso nos lleva a no tener democracia ni gaitas en vinagre. Si hay algo que caracteriza a los regímenes democráticos, es la capacidad de cambio no traumático. En el momento en que aseguras que la obra "está acabada", ya tienes una imposición intolerable. Claro que la prudencia me dice que el continuo cambio tampoco es cosa deseable. Me gustaría saber cómo resolver esta paradoja. El tema creo que dará más de sí que hablar de los chiflados.
4 comentarios:
Cambio no traumático... Interesante... Yo veo mucho traumatizado desde hace unos meses...
Saludos :)
¡Y los que le quedan por ver!
Saludos!
Aunque eso no signifique que haya un señor con unos hilos de marioneta y una mesa llena de banderitas, nuestros gobernantes sí responden a poderes fácticos que están por encima del voto. Prueba de esto es todo lo que se está haciendo por contentar "a los mercados", frase ya incluida sin pudor alguno en el discurso político.
Otra cosa es que los mercados no sean sólo Botín o JP Morgan, sino también cualquier pelamangos en situación de entrar en el juego.
Pero entre "los mercados", sin duda, hay entes que influyen con más fuerza, y la realidad corporativa está hoy día concentrada en muy pocas manos, al pertenecer unas empresas a las otras.
Esta estructura sólo tiene un mecanismo de selección, que es la ganancia máxima de beneficio. Para este, existe una agenda. En ocasiones, consistirá en cosas como tener un mercado en España para sus empresas de asistencia médica. En ese caso, utilizarán su poder para presionar medidas que favorezcan una privatización de la sanidad o una disminución de los servicios, para ver liberado ese nicho y poder entrar, acumulando más beneficio. Da igual que ya tengan mucho, porque es una estructura sin mecanismo de control sobre cuándo parar.
Si el objetivo es, por ejemplo, ganar beneficios en mis empresas alimentarias en Haití, presionaré a su Gobierno para modificar las condiciones arancelarias y tener una ventaja competitiva allí, que desplace a los productores locales. Una vez destruido el tejido de la zona, podré hacer con los precios lo que quiera, porque ya no hay competencia. (Esto pasó con EEUU y el arroz).
Como ves, la búsqueda de beneficios, sin ningún otro control, no necesita ningún tipo de consideración por el bienestar de los seres humanos, es simplemente un programa que se ejecuta. No necesita una voluntad específica de joder, simplemente la falta de barreras para hacerlo.
Pero ese tema está más relacionado con grupos de presión y las redes de corrupción de los partidos. Es decir, cosas que al final salen a la luz. No es, por tanto, terreno conspirativo.
Un saludo.
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