Lo de tener honorabilidad y palabra y cumplir esa palabra es algo que ni está, ni se le espera. Sin embargo, es la sustancia con la que se teje la convivencia. Todas las decisiones que se toman a diario en política, pero también en los negocios y en las relaciones sociales, se basan en la confianza, y la confianza no existe sin compromiso con la palabra dada. Muchas veces esto no lo vemos porque existen acuerdos tácitos entre las partes. Otras veces son necesarios los apretones de mano, las firmas en los documentos y -¡ay!- hasta la firma de un notario.
Un día cualquiera en casa de Montoro
De un país en el que puedes prometer no subir los impuestos y luego que tu primera medida sea subirlos, de un país donde seis millones de individuos siguen votando al PSOE, me puedo esperar cualquier cosa. Que el palacio de la Moncloa se haya convertido en el reino de la mentira y el de la Zarzuela en un costoso chiringuito para trepas, son revelaciones que no sorprenden a nadie. Nos acostumbramos a la mentira, de otra forma, estallaría el conflicto. Es penoso, sí, pero al fin y al cabo esto es España, ya sabéis, ese país del sur de Europa donde hay concursos de paellas populares y baila una tal Lola Flores.
En fin, que se suben los impuestos antes de ir a por el fraude. Se quita la prima del gasóleo profesional y se araña un poquito de las subvenciones a los partidos y de la aportación a TVE. Medidas que se quedan muy cortas y que tomadas con más ímpetu y decisión hubieran mandado un mensaje muy claro. Pero no, a mi paisano le va lo de la puntita nada más. No vaya a ser que alguien crea que tenemos un gobierno liberal. Aquí con los chanchullos elefantiásicos socialdemócratas vamos tirando. Ya bastante hacen con dejarnos votar cada cuatro años, encima no les vamos a pedir honorabilidad, ni limitación del gasto. Ni decencia.
3 comentarios:
Es la primera vez que comento, pero te suelo seguir.
Muy buen Blog.
http://angel-mart.blogspot.com/2012/01/el-primer-decalogo-de-rajoy.html
A mi me gustaba más la familia Trapisonda (un grupito que es la monda), del maestro Ibañez. Creo.
Aquí el único problema a resolver es dónde encontrar un bote salvavidas para abandonar el Titanic. Las estupideces que cometan el capitán y su tripulación no importan tanto: se las tragará el mar cuando la popa termine de hundirse.
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