miércoles, 23 de noviembre de 2011

Contra el mito de la autosuficiencia

Como muchos otros, siento cierta añoranza de la romántica y bucólica idea de la vida del campo (que no "en" el campo, cosa bien distinta). Los amaneceres, las vaquitas sonrientes, qué verde era mi prado y la satisfacción de ver crecer el fruto de tu trabajo. Hablo de todo el pack idílico. Enseguida bajo a la Tierra por conocer cómo se vive del campo. Conozco el duro trabajo de quienes viven del campo: la satisfacción limitada, los pros y los contras; y creo que es un modo de vida tan bueno como otro cualquiera. Si nos ponemos tontos, también la vida monacal tiene su intríngulis. Con la vida de Hugh Heffner pasa lo mismo. Bajo esto se esconde el deseo de huir de la confusión y el ruido, y cierta llamada biológica de regresar al contacto con la naturaleza.


"Tu portal de productos ecológicos y sostenibles" habla de esto. Pero lo lleva al terreno de la autosuficiencia. Es decir, a un planteamiento que se carga la división del trabajo, la transmisión de información, los sistemas complejos y todo lo que nos distingue de los animales. A muchos os resultará pesado todo esto, pero hay que presentar batalla. Alguien tiene que hacerlo, alguien tiene que bajar a la arena y mancharse porque los amantes de la tiranía -y la ignorancia es una forma de tiranía- son inasequibles al desaliento. Insisten, insisten y vuelven a insistir con sus magufadas, sus idas de olla y sus Arcadias felices.

Empiezo.
Cuanto más simplifiquemos las cosas, menos nos costará llevarlas a cabo.


Esto es mentira. Lo que nos distingue de los animales, no es el pensamiento abstracto -tener una idea de la mente del otro- ni el uso de herramientas, sino disponer de más energía per cápita de la que se obtiene por alimentación y sol. El Homo erectus es nuestro primer antepasado que usa el fuego -ningún otro animal usa el fuego como aporte extra de energía-. Como tal, fue el prehombre que más simplemente hacía las cosas. Obtener un filete de ternera suponía construir lanzas, caminar hasta encontrarse con una pre-vaca, correr detrás de ella, matarla, coger una piedra, sacarle punta, usar la piedra afilada para abrirla, cortar el filete, hacer un fuego, cocinar el filete y comerlo.


Por su parte, en el mundo moderno y complicado, hacen falta granjas industriales de vacas, controles sanitarios, transporte y distribución, envasado, puesta a la venta, diseño industrial de cocinas, fábricas, centrales energéticas, más fábricas, útiles de cocina,... mucho más complicado dónde va a parar. Sin embargo, para el consumidor final, toda esta complicación sólo supone ir a la tienda, comprar el filete, ponerlo en una sartén y pulsar un botón. Es decir, a quien consume, le cuesta infinitamente menos (y además, el filete dura más tiempo en la nevera que al aire libre).
No me imagino a ningún Hombre de Cro-Magnon vistiendo un taparrabos con las iniciales D&G. Simplemente aprendían y cubrían sus necesidades básicas sin mayores preocupaciones que vivir y ser feliz, y eso fue algo que acompañó al hombre durante siglos…
Claro, el hombre de las cavernas vivía muy feliz y sin preocupaciones como el frío, los animales, el clan rival, la enfermedad... o qué comer al día siguiente. Carezco de una "teoría de la felicidad" a mano, pero sospecho que dedicar el 99% del tiempo a buscar alimento de subsistencia no es vivir "sin preocupaciones". Hoy en día, gracias a la división del trabajo, la especialización y la transmisión de información, un currito que gana 900 pavos al mes, dedica pocos minutos diarios de trabajo a alimentarse (alimentarse en condiciones infinitamente más seguras y saludables que el Homo erectus).
...mucho de lo que compramos lo podemos fabricar nosotros mismos y mucho de lo que nos deshacemos podemos reaprovecharlo o reciclarlo mucho mejor de lo que creemos. Sembremos e intercambiemos nuestros alimentos, hagamos nuestras conservas, aprendamos a reparar todo aquello que se rompa, ya sea un coche o un calcetín, etc…

Casi nada o nada de lo que necesitamos lo podemos fabricar nosotros mismos. Como mucho, algunos productos de huerta y granja... que requieren cierto trabajo y tiempo (un "input" de calorías normalmente deficitario: las calorías que ganamos al consumir un filete, las gastaríamos en recoger cinco kilos de patatas, por ejemplo, que tienen menos calorías. Claro que a los hijos que te salgan con raquitismo siempre les puedes explicar lo de la sostenibilidad). Sobre re-aprovechar y reciclar no tengo queja, es un método de ahorro (salvo en las ocasiones que resulten en mayor gasto que producir un producto nuevo). Dedicarnos a hacer conservas vuelve a presentarnos el problema del déficit calórico. Reparar un coche con arranque eléctrico es imposible sin piezas de recambio. Para zurcir un calcetín hace falta un hilo, para tener el hilo hacen falta fábricas (¿o lo que se pretende es que no haya más hilos en el mundo? ¿se defiende una población estable en el mundo? ¿qué hay del desgaste por uso?). Por no decir que sin coches emplearíamos muchísimo más tiempo en obtener hilo nuevo.

La división del trabajo como método de especialización que ahorra tiempo y esfuerzo, la transmisión de información como método de aprendizaje "sin querer" (y su derivación en el mercado como método de valoración, elección y recompensa), y todo el conjunto de sistemas complejos que ponen en contacto directo e indirecto a miles de personas para que tengas un calcetín o un filete, son las cosas que nos hacen humanos (teoría del cerebro colectivo). Volver a la caverna no tiene bajo mi punto de vista ningún tipo de sentido, ni lógico, ni ético. La historia del hombre es la historia de la superación, de dominar la naturaleza (como se lee en el Génesis), de ir más allá, de no ser feliz conformándose con estar en una cueva, sino con crear fuego, mejorar la alimentación y salubridad, disponer de menos tiempo para lo básico y aprovechar el resto de tiempo en aprender más cosas, compartir lo que se aprende, observar las mejoras, decidir cambios, levantarse, caminar, cruzar la montaña, idear nuevos métodos de recolección, llegar a descubrir lo que se puede comer y lo que no, repetir procesos de éxito, refinar y mejorar estos procesos, etc., etc.


El hombre moderno no resulta del capricho malvado de cuatro multinacionales psicópatas, sino del esfuerzo colectivo de la humanidad en su viaje de dominación del medio. Un viaje que siempre apunta a las estrellas y no a las cuevas.

Más, en este mismo blog:
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12 comentarios:

Elentir dijo...

Me encantan tus reflexiones. Y ésta como las anteriores.

Un simple detalle: los nostálgicos de las cavernas nunca dicen la esperanza media de vida que tenía entonces un ser humano, las tasas de mortalidad infantil que hubo en muchos países desarrollados hasta fechas relativamente recientes, la importancia del saneamiento, etc.

Soy muy aficionado a la historia medieval pero desde luego no se me ocurriría elegir esa época si me dieran a elegir. Y las cavernas mucho menos. Las ciudades medievales eran sucias y malolientes. Las heces y los orines iban, en el mejor de los casos, canalizados por el medio y medio de las calles (aún se pueden ver las canalizaciones en muchas ciudades de origen medieval) y se tiraban desde las ventanas. En las aldeas la vida era muy dura. En fin, que la vida en las ciudades es un lujo, hay que decirlo así de claro.

Pablo Otero dijo...

Comparando con el pasado, sí es un lujo, pero actualmente están tan extendidas las bondades de la técnica moderna, que se han convertido en "lo normal".

queremosverde.com dijo...

HOla Pablo,

gracias por dedicarnos una entrada en tu blog, no nos había sucedido hasta este momento.

No nos sorprende tu punto de vista, es otro más de los posibles. Aunque quizás no estemos tan lejos en el punto final de la vuelta a la caverna.

Coincidirás con nosotros en que es mejor elegir ese camino antes de que te lo impongan, o mejor dicho, te fuercen a ello.

Como dices en tu artículo "el mercado como método de valoración, elección y recompensa), y todo el conjunto de sistemas complejos que ponen en contacto directo e indirecto a miles de personas para que tengas un calcetín o un filete, son las cosas que nos hacen humanos (teoría del cerebro colectivo)."

Eso suena muy bien y es muy bonito, en la teoría escrita de los libros de economía.

Pero la realidad es otra. La concentración de poder, hace que el mercado esté totalmente manipulado. Esas miles de vacas necesarias, son necesarias porque los hábitos de consumo que tienes te han sido impuestos. Consumes aquello que "el mercado" quiere que consumas. Sólo puedes comprar lo que el mercado te ofrece, que es lo que a las empresas les resulta rentable económicamente. No me meto ya en evaluar otro tipo de beneficios, que los hay.

No digo que haya que dejar de consumir, sino de otro tipo de consumo. Un consumo en el que ambas partes ganan, no un consumo en el que uno gana a costa de que el otro pierda. Y esto se puede aplicar al medio también. No se trata de dominarlo y explotarlo, si no de utilizarlo de forma inteligente y respetuosa para poder seguir utilizándolo en el futuro.


Un saludo.

AUXI CONTRERAS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
AUXI CONTRERAS dijo...

De Auxi y Susana

Hola Pablo,

Gran escrito por tu parte y opinión respetable, por supuesto. Compartimos ciertas ideas y otras tantas, como entenderás, no.

Lo que sí nos gustaría apuntar es una cosa, que, como periodistas, lo vemos fuera de lugar, y por si te sirviera en un futuro: se puede comentar, criticar, valorar o juzgar un texto, pero siempre, siempre, en su totalidad. Lo que no vemos muy bien es extraer frases sin su contexto y opinar sobre ellas extrapolando su idea original.

Hay que dar la oportunidad a tus lectores de que valoren también y comparen. Y, la verdad, es que después de leer tu entrada y quedarnos satisfechas, nos dio por buscar la entrada a la que haces referencia, y vimos que se sacaban ciertas cosas de lugar y contexto, exagerando algo o quizás, sin haber entendido bien la idea original.

Por lo demás, ánimo.

Un saludo

Zuppi dijo...

Yo de niña también pensaba lo bonito que sería vivir en el campo obteniendo el sustento del propio esfuerzo y de la tierra.
Pero entonces me compré el libro "El horticultor autosuficiente. Guía práctica ilustrada para la vida en el campo" de John Seymour, todo un clásico. Lo leí y lo leí muchísimas veces y toda mi ilusión era tener la finca de dos hectáreas que describía...hasta que, poco a poco, me di cuenta de que si uno se dedicaba a ser autosuficiente, sencillamente no tenía tiempo para absolutamente nada más.
Así que me convertí en seguidora de la bendita división del trabajo.

Pablo Otero dijo...

Hola queremosverde.com

Yo no estoy seguro de que lo mío sea un punto de vista. Tiendo a pensar que el comportamiento humano sigue unas reglas básicas -existen experimentos al respecto y muchos estudios de psicología del comportamiento-, la más básica -casi animal- es la de supervivencia. Puede que haya sido casual que hayamos evolucionado hasta dotarnos de la capacidad de usar más energía de la que consumimos, pero no por ello hay que rechazarlo. Si de la psicología y evolución pasamos a estudiar la historia, vemos una disponibilidad de energía ascendente y yo -y otros- lo que no vemos son razones para pensar en una vuelta a las cavernas (ok, concedo dos posibilidades: la guerra nuclear y un meteorito). Así que no veo razón para elegir ese camino (ojo, yo defiendo que cada cual viva como quiera, faltaría más).

Lo del mercado como método de valoración no sé si es bonito, simplemente es. Cuando decides coger una fruta del árbol y no otra, ahí hay un proceso de mercado, esto no aparece en los libros de economía -que también-, sino en nuestra propia naturaleza.

Hablas de la concentración de poder. Una de las cosas estupendas que tiene el mercado (global) es que da más oportunidades de elegir. Comer lo de tu propio huerto te quita poder de elección. No entiendo cómo puedes ser más libre atado a lo escaso de tu huerto, que ante un supermercado.

Hablas del mercado como si fuera un monopolio y es justo lo contrario: un mercado dinámico, capitalista, con oferta y demanda, da opciones de elegir. Es importante insistir en esto: "sólo" puedo comprar lo que me ofrece el mercado. Genial, un millón de veces mejor que solo obtener lo que me da mi huerto. ¿Ves por donde va la esclavitud? Lo que señalas como malo del mercado es justo lo que te sucede cuando das la espalda al mercado.

En un mercado libre, ambas partes ganan. Si una parte ve que pierde, optará por una alternativa. El mercado da alternativas, la falta de mercado, no.

Por último, la única forma -contrastada- de usar el medio de forma inteligente y "respetuosa" es mediante la agricultura industrial moderna: los campos usan menos superficie y producen más y mejor. Te invito a leer "El triunfo de la agricultura" en este mismo blog.

Un saludo.

Pablo Otero dijo...

Hola, Auxi y Susana.

Me hace gracia que habléis "como periodistas" como si ese detalle sin importancia diera más o menos peso a vuestras palabras. Podéis perfectamente decir lo mismo como fisioterapeutas o herreras, yo apreciaría igual vuestro comentario.

Como podéis ver al volver a leer la entrada, hay un enlace al texto original de queremosverde. No tenía por qué haberlo puesto. Ni siquiera tenía por qué extraer citas literales. Podía haber escrito esto mismo inventándome las citas. El objetivo y resultado no cambiarían.

No veo motivo por el que obligatoriamente tenga que dar ninguna oportunidad de contrastar nada a mis lectores. Los lectores son muy listos y ya contrastarán si les da la gana. Son libres de elegir. Aún así, por costumbre, y ya que extraigo citas textuales, sí dejo el link al sitio original.

Más: me gustaría saber qué exagero o qué saco de contexto, ya que en esta entrada creo que no doy muchas opiniones personales. Como bípedo me gustaría apuntar que si se dice que alguien saca cosas de contexto, se muestre qué saca de contexto. Pero os lo digo como bípedo eh. :)

Un saludo.

Pablo Otero dijo...

Hola Zuppi,

Yo recuerdo haber leído de pequeño un reportaje especial de la Muy Interesante donde se hablaba de lo mismo. Era genial: tenías distintos cultivos, placas solares, animales, fuente de agua, etc. Hace muchos años se hicieron algunos intentos de comunidades autosuficientes -falansterios-, todos fracasaron por la propia naturaleza humana (no es fácil convencer a la gente de que trabaje sin recompensa, a no ser que las amenaces de muerte, como en los koljoses). Las únicas comunidades agrícolas con relativo éxito fueron los kibutz israelíes, sospecho que parte de su éxito se debe a estar pendientes de una amenaza exterior, a formar una "red" de producción en el que se intercambiaban productos y a estar constantemente apoyados desde fuera. Así sí, pero eso no es autosuficiencia.

Un saludo!

Ricky Mango dijo...

Ideologías contra ideologías, pero poca pizca de sentido común. Los seres humanos han sido felices e infelices durante milenioe, en proporciones similares, con la décima, la centésima y la milésima parte de lo que ahora tenemos. La trampa del ser humano, explotada por el (nunca tan libre) 'mercado', es compararse con los demás para determinar el propio grado de felicidad. La carrera loca que ello genera conduce directamente a las burbujas (más felicidad) y, seguidamente, a las depresiones (menos felicidad). ¿Saldo cero?

La diversidad creciente, el crecimiento perpetuo, los lujos horteras de nuevo rico, etc. a cambio de una esclavitud creciente al 'sistema' y a sus imposiciones crecientes ¿compensan a todos por igual? Me atrevería a decir que no.

Mejor dejemos que cada quién decida lo que le procura felicidad, ¿no?

Pablo Otero dijo...

Hola Rick

Estoy de acuerdo en que el hombre ha sido feliz e infeliz siempre, el caso es que hoy como nunca tenemos más posibilidades de ser felices e infelices.

Hablas de la trampa del libre mercado, que nos impulsa a la comparación, a la satisfacción inmediata, la envidia, etc. Se podría contrargumentar que el mercado no obliga a nadie a compararse ni a envidiar a otro. El mercado es un mecanismo de asignación de recursos, no se le puede achacar voluntad de hacer algo. Somos los hombres quienes envidiamos, nos comparamos y buscamos satisfacción inmediata. Como prueba, en lugares sin mercado, surgen igualmente los conflictos entre personas y la infelicidad, luego el mercado no lo entiendo como factor decisivo.

Que cuando tenemos mercado tenemos más cosas y más capacidad de envidiar y hacer el mal, puede ser, pero también tenemos más posibilidades de ser altruistas, hacer el bien, cooperar, etc. (Para los que somos cristianos la Felicidad está relacionada con este comportamiento, como sabes).

Puedo llegar a pensar que el mercado no impone, son las personas las que imponen. De la capacidad de elección intrínseca en el ser humano depende cómo utilicemos nuestra libertad, aptitudes y propiedades.

Es muy interesante que ya vayamos tocando la idea de Felicidad. Es una idea de la que se habla muy poco, y eso lo considero un error. Como dije antes, carezco de una Teoría de la Felicidad con la que trabajar. Está fuera de mi alcance comprender cómo todas las personas son felices, ya que eso implica comprender a todas las personas, algo para lo que estoy limitadísimo.

En todo caso puedo hablar un poco de la Felicidad como cristiano y, ahí, creo, el mercado es algo que ni quita ni añade nada.

Un saludo!

Unknown dijo...

vale... si no queremos este modernisimo sistema corrupto es que queremos volver a las cavernas?
Usais a las mil maravillas la argumentacion circular (si no quereis esto es que quereis lo otro) a que no decis nada de la obsolescencia inducida en todo lo que se fabrica en pos de vuestro querido mercado? pero da igual, le pones un ''como buen cristiano'' y ''la felicidad se basa en otras cosas'' para amortiguar la sandez mas barbara que acabais de explicar y todo solucionado, los avances cientificos se hacen para satisfacer nuestro ego no para lucrarnos tu mercado no sirve entonces