Desde el 11 de septiembre, el terrorismo no conoce fronteras ni límites. A nadie puede sorprenderle que nuestra cotidianidad sea un objetivo de primer orden para los terroristas. Se trata de expandir el terror, se trata de alcanzar el control por medio del miedo. Cuanto más miedo siente una persona, más manejable es, más dispuesta está a encontrar la satisfacción de la seguridad en lo que le digan u ordenen.
El terrorismo, cualquiera que sea su motivación, actúa de la forma que más miedo puede provocar, así, sus objetivos son siempre aleatorios, no previsibles y contra objetivos civiles. Dicho esto, hay que añadir que ninguna regla se cumple estrictamente cuando se trata de terroristas.
A mi siempre me sorprende que los atentados terroristas no se realicen nunca contra infraestructuras críticas. Los objetivos civiles y de escaso valor son los más importantes para los criminales. Esto solo se explica por el efecto psicológico. Pero entonces surge la pregunta de por qué no emplean los conocidos métodos de guerra psicológica. Quizás una respuesta sea la falta de formación militar.
En su día hice un seminario en la universidad sobre ciberterrorismo y la estrategia de la OTAN en materia de ciberseguridad. Lo que tenían claro los militares era que en todo momento somos objetivos de los terroristas y que la mejor arma para combatirles era que la población no fuera del todo consciente de ello. Sin embargo, constantemente se diseñan estrategias de contraterrorismo tendentes a proteger las infraestructuras críticas (y en segundo término a la población civil). A estas estrategias más o menos efectivas, se les ha sumado toda una ralea de personas con gafas de pasta, de más de cuarenta años y camisas de cuadros que si tuvieran dinero conducirían Prius.
Este tipo de gente afirma que se puede combatir el terrorismo entendiendo sus "causas sociales" y demás. Sabéis perfectamente a quiénes me refiero. Pues bien, a estos hay que decirles que no ha habido una larga historia de terrorismo precedente en zonas miserables del mundo (Etiopía años 80). Ni siquiera lo hubo en zonas de gran mezcla étnica o nacional (pensad en la centroeuropa del XIX).
Cuando los americanos entraron en Italia, los italianos no empezaron a atacarles, ni los italoamericanos se dedicaron a hacer atentados en Nueva York. No hubo que decirles a los italianos que la cosa no iba contra ellos. Ocurre exactamente lo opuesto en países con fuerte arraigo de su religión. Una religión que copa la educación en las capas más miserables de su sociedad. Una religión cuyos dogmas se convierten en leyes civiles. Una religión que se usa como arma arrojadiza contra los de fuera y exculpatoria contra los poderes locales.
La falta de valor de la vida humana es el origen del terrorismo.
Que a nadie le quepa la mínima duda de que occidente no es la causa del terrorismo. Y que tampoco le quede a nadie la mínima duda de que el terrorismo internacional, como nuevo frente militar de una guerra global, debe ser combatido con medios militares, es decir, servicios de inteligencia y cooperación internacional.
Nota: sería muy entretenido hablar de teorías conspiratorias y de mecanismos psicológicos de refuerzo, pero lo dejo para otra ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario