sábado, 4 de junio de 2011

Ese pepino enamorado de la luna

El caso es que de forma cíclica aparecen estas noticias que tratan sobre algún objeto fácilmente reconocible por toda la población. Son pepinos, vacas, pollos, aceite,... cosas cotidianas sobre las que hasta el más gañán del pueblo tiene una opinión.

Es entrar en un bar -las verdaderas ágoras de este país-, y escuchar súperopiniones. Sobre ellas destaca la idea de "se meten con España". Pensamiento que me lleva a ver toros de Osborne gigantescos en lontananza, paellas, Cine de Barrio, José Luis Balbás, el cacique local, el maestro, el cura y el farmacéutico; como prototipos del concepto de "lo español".

Que "los de fuera" se "metan" con España es terreno fértil para que crezcan las bravuconadas. Bravuconadas aderezadas con testosterona y que huelen a coñac, sudor, pedo y tabaco.

Ese microcosmos de la opinión de bar es común en toda la geografía patria. Además, no entiende de clases económicas: existen subespecies de individuos que se echan tres litros de gomina (o espuma o lo que sea) en el pelo, dejan el coche (extranjero) en la puerta para que todos lo vean y le adulen, llevan la ropa muy bien planchada (el puño de la camisa saliendo de la manga de la americana), las uñas impolutas, y que dan soberanas palizas a sus ancianos padres, a sus mascotas, a sus becarios o a sus mujeres (u hombres en el caso contrario). Otras subespecies comprenden antiguas tramas familiares: esa honra horizontal insultada por el movimiento de un plinto que marca lindes, esa hija que se casó con quien no debía, ese secreto familiar en forma de feto enterrado en el jardín, esos incestos y demás cosas extrañas que permanecen ocultas en el sustrato social y que afectan a medio país. O -mi preferida- la subespecie que llamo "Dos Hermanas": aquí el escenario es un bar con tele pequeñita colgando de la pared, almanaque de Pirelli con jamona anexa, fotos de comida azulada, partida de dominó/mus en una esquina con "observadores", amigos del camarero que ensucia vasos de arcopal con un trapo sospechoso, y ese tipo que llega con un palillo en la boca y la boina enroscada, agarra una banqueta y le parte la espalda al vecino. O más grave: coge el trabuco y la lía a perdigonazos de sal con medio pueblo. Ese hombre que logra por un instante que millones de personas sitúen su pueblo en la piel de toro.

Pues bien, de esta materia prima surgen las grandes decisiones. Sería interesante coger a cualquiera de estos todólogos y darles poder absoluto sobre el destino del planeta. Su falta de formación, humildad y capacidad intelectual es tal, que cuando se vieran reflejados en el espejo tratando de solucionar problemas por primera vez en su vida, se darían tal impacto psicológico que crearían un pequeño agujero negro.

Y es que las opiniones más comunes sobre pepinos, vacas, tabaco, adopción homosexual, etc; se basan en ideas preconcebidas que surgen del mito. Hay mitos inherentes a la sociedad. Si se trata de economía, tenemos al mercantilismo. Si se trata de política, tenemos a Maquiavelo. Si se trata de medicina, tenemos ranas en las bañeras. Si se trata de gastronomía, tenemos pantagruélicos cocidos seguidos de café con sacarina.

Hay mucho pensador que indica mejor que yo los males de la falta de reflexión y la importancia de pasar del mito al logos. Tenemos microondas, autopistas, vacunas y champús; pero la materia prima permanece. Somos personas que respiramos aire y mitos. El mito subyacente a toda sociedad es un pequeño veneno que impide pasar de la adolescencia a la madurez. Las ideas preconcebidas, lo asumido como normal, y esa suerte de horrible contrato social e intelectual basado en la simpleza de dos etiquetas y tres clichés; son como la piedra de Sísifo.

Insisto en la conveniencia de pasar de la imagen rápida y fácil al trasfondo de los asuntos. Por ejemplo, tenemos una imagen mental de Rajoy: le damos unas características y lo definimos con tres etiquetas. Ir más allá es pensar en si se enciende un puro tras hacer el amor con su mujer. Otro ejemplo, los malvados alemanes se meten con el pepino español: asegurémonos antes de comenzar a construir millones de toros de Osborne gigantescos, que esos pepinos exportados por España no fueron a su vez importados de Marruecos. O que la rápida decisión alemana no responde a una presión política.

Lo que quiero decir es que no podemos quedarnos con lo fácil y rápido. Con el pensamiento basura. Hasta el subcampeón de ajedrez de Dos Hermanas tiene la capacidad de pensar en abstracto y evaluar lo que tiene ante si. No nos quedemos con lo que nos dicen, porque si no, no nos diferenciaremos de las ovejas que pastan en el campo.

Basura:
Adenda

Rezo para que llegue el día en que los ingleses o franceses "se metan" con la escolástica medieval española. Me gustaría ver a esos ministros y políticos leyendo escolástica como posesos.

2 comentarios:

Teseo dijo...

Aguilar come pepino todos los dias. Siempre el mismo pemino. Aunque sea comunista y pogresiste, es persona limpia y trabajadora, honesta y honrada.

Yo ahora entrevistaria al pepino para interviú.

Pablo Otero dijo...

Teniendo en cuenta que es comunista, lo de honesta no lo veo. Además, le faltó tiempo para cambiar de chaqueta cuando otro partido le ofreció un puesto mejor.