domingo, 28 de agosto de 2011

Malvados capitalistas que explotan con sus precios a... ups!

El gran beneficio que reporta a la sociedad una idea no viene del momento en que esa idea se le ocurre a alguien, sino del momento en que su puesta en marcha se abarata tanto que sus efectos son compartidos por todos.

Así, los malvados industriales capitalistas, que buscan su avaricioso beneficio, logran beneficiar -sin quererlo- a futuras generaciones enteras de todo el planeta.

Cornelius Vanderbilt redujo el precio del transporte ferroviario de mercancías un 90 por ciento, Andrew Carnegie redujo los precios del acero un 75 por ciento y John D. Rockefeller redujo los precios del petróleo un 80 por ciento entre 1870 y 1900, Malcolm McLean, Sam Walton y Michael Dell hicieron más o menos lo mismo con el transporte de contenedores, la venta al por menor y la informática personal  un siglo más tarde. Sorprendentemente no dejaron de ser acusados de encarnar lo peor de una sociedad consumista, capitalista y explotadora.

La contraargumentación a esto es bien conocida: Carnegie no lograría rebajar el precio del acero si no fuera a costa del esfuerzo de miles de obreros que se dejaron la salud (en condiciones infinitamente mejores que sus padres y abuelos, eso sí), en sus acerías. Lo cierto es que ninguno de esos obreros disponía del capital, contactos e iniciativa para hacer lo que hizo Carnegie. La modernización de su planta de Pittsburgh abarató la producción de tal modo que el acero sirvió de elemento estructural común en los barcos.

Ese proceso de modernización, control de calidad y abaratamiento de costes empleando moderna tecnología en las fábricas, ha logrado que cien años después, todos tengamos disponible objetos de acero de uso cotidiano a un módico precio.

2 comentarios:

Teseo dijo...

Excepto a Rockefeller, que era el antagonista del tio Gilito en los tebeos de Don Miki, al resto no los conoce ni el parroco de su aldea.

Los malvados capitalistas del asunto de la moda, exprimen miserablemente a miles de trabajadoras en las barriadas apestosas que rodean Napoles y despues explotan con sus precios al resto del personal. Y no veo que ahora vistamos mejor que hace cien años. Ni que hace cincuenta.

Pablo Otero dijo...

En cuanto a la ingeniería de materiales, podemos vestir mejor si queremos.