viernes, 23 de julio de 2010

Llamadme Ismael


Aquí y aquí.

Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondria me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano.

Herman Melville, Moby-Dick, 1851

3 comentarios:

Teseo dijo...

En realidad, Caton el joven se realizo una laparotomia media con un cuchillo de cortar el pan y murio eviscerado. Que mania de tergiversar las cosas para que parezcan epicas.

Pablo Otero dijo...

No entendiste la frase.

Claro: eres un perro.

Teseo dijo...

La ballena estaba hasta las narices.

http://www.youtube.com/watch?v=2WNrx2jq184