Si la pugna política cambia —en mi opinión eso está por ver— parece que será hacia un escenario donde el debate no orbite alrededor del estado, sino de la identidad de grupo. La humareda de los escombros de la distinción unidmensional izquierda/derecha todavía nos empuja a hablar de populismos de izquierda y populismos de derecha. Dispersada la humareda lo que nos queda son populismos sin apellidos frente a lo que no es populismo. El populismo tiene una conexión directa con la identidad de grupo. El populismo trata de definir quién forma parte del pueblo. Y lo hace de forma arbitraria (cosa que es una debilidad mientras no les permitamos llegar al poder, en ese caso la arbitrariedad del estado en sus manos será su fortaleza).
Frente a la arbitrariedad del populismo a la hora de definir quién es el pueblo tenemos el modo reglamentario, justo y firme de decidir quién es el pueblo de quienes defendemos el estado liberal. Forma parte del pueblo todo aquel que tenga pasaporte. Es decir, es nacional el que tiene la nacionalidad y por tanto sujeto a las normas de la comunidad política donde encaja. Nuestro método es justo porque no deja las cosas al azar: los casos de personas sin nacionalidad son mínimos y se resuelven con acuerdos internacionales. Para quienes defendemos los estados nacionales la pregunta "¿quiénes somos?" no procede.
No todo el mundo hace esta reflexión y por ello el centro del debate puede variar. Y si varía ¿eso dónde nos deja? Siendo prácticos en un primer momento se puede pensar en de qué forma las organizaciones de representación política van a cambiar. Cosas como conservar las tradiciones, ayudar a la clase explotada a defenderse de la explotadora o limitar la inflación legislativa y tributaria pasarían a ser secundarias respecto a nuevos ejes sobre la identidad. En nanogrupos extravagantes que ya funcionan en estas coordenadas vemos cómo se les da mucha importancia a las operaciones de cambio de sexo, a los exámenes para acceder a la ciudadanía, etc. Asuntos muy concretos relacionados con las preguntas "quién forma la comunidad política" y "cómo se categoriza la comunidad política". Sí, nos podemos olvidar de la igualdad de derechos, algo que de tan normal lo damos por garantizado (hay una crítica pendiente al estado liberal y es que esta forma de estado no se vende).
Esta reflexión la planteo en términos condicionales y futuribles así que es poco práctica, sin embargo si nos obliga a reflexionar sobre lo que ya hay igual es provechosa.
Si el debate pasa a ser sobre la identidad de grupo inevitablemente tendremos que preguntarnos por nuestro grupo. Los hispanoeuropeos e hispanoamericanos mucho me temo que no tenemos una respuesta rápida. Más allá de quien sienta devoción por modas foráneas y decida que pertenece a la humanidad, a Europa, a la raza amarilla, a los animales o a los seres vivos; para nosotros la respuesta no es sencilla porque llevamos un tiempecito tratando de responderla. La pregunta para nosotros no se relaciona tanto con marchar detrás de una bandera como con tener una teoría de la historia. España no es Uganda ni Canadá. España —aparte de un país rico con un gran nivel deportivo y sanitario— es una idea que desborda las fronteras de lo que en el atlas se pinta como "reino de España".
El problema del ser de España es un problema clásico en la filosofía. La hispanidad no es el escombro humeante de ningún imperio del pasado sino la consecuencia de un programa político secular. Idioma y religión que son dos agregadores fundamentales de toda comunidad política están muy vivos en el orbe hispánico y no parece que esto vaya a cambiar (por mucho que otros lo intenten... con nuestra ayuda).
Sea pues la primera distinción fundamental que nos distingue la lengua. La importancia del español no está en su número de hablantes, como dicen políticos en horas bajas, sino en la producción de las bases del conocimiento. Es una lengua que de forma muy temprana tiene una estandarización y que desde sus primeras obras escritas se empleó con el propósito de comunicar e intercambiar conocimiento. Es una lengua con la que se produce filosofía desde hace muchos siglos: sus términos no son inventados según la necesidad: la base del latín y a su vez del griego propició una continuidad en la filosofía que nos conecta con la filosofía de la antigüedad clásica. No hablo pues de un tal Shakespeare que inventa palabras o de un contubernio de filósofos alemanes que pretenden diferenciarse de la filosofía medieval (y por tanto, también de la clásica).
La segunda distinción es la religiosa. El sustrato católico como rasgo de distinción no es exactamente el de la fe (que podría ser el caso lituano frente al cristianismo ortodoxo) sino más bien el de la filosofía católica o escolástica. Más allá de poco creíbles "accidentes de la historia", el trabajo de producir filosofía resultó en la aparición de un agente en la historia universal con peso específico (sigo hablando de nosotros, por si alguien se ha despistado). No somos católicos al no ser otra cosa, sino que somos católicos por resistirnos a ser otra cosa. Y en muchas ocasiones ya ni habría que hablar de resistencia sino de desbordamiento, avasallamiento, cobertura. Esta parte es fundamental entenderla: no solo no hemos sido borrados de la historia (cosa que se intentó varias veces) sino que cruzamos el océano. Esto no está nada mal.
¿A qué cosas nos resistimos ser? Básicamente a dos.
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¿Ese niño no tiene que estar en clase? |
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¡Qué me cuentas! No, en serio, qué diablos significan esas palabras. |
La dialéctica con estas religiones va más allá de la Reconquista y de la Contrarreforma. No estoy hablando de cosas antiguas. Es más, tiene mayor consecuencia el enfrentamiento con el turco que con el moro. Fue el turco el que nos empujó al oeste. Ojo, lo del moro no tiene pequeña consecuencia: pequeñas ciudades españolas en el norte de África tienen una sobredimensionada presencia militar por estar en una frontera entre planetas distintos. Y respecto a los protestantes hoy vemos conflictos en plena vigencia: solamente hay que ir a ver por dónde los protestantes trazaron una frontera en Norteamérica que dividió lo que estaba unido. Hoy siguen metiendo a gente en la cárcel por eso.
En definitiva tanto idioma español como filosofía católica serían los factores de más peso que nos sitúan como agentes activos en la historia universal. Nos podrá gustar más o menos (no importa) pero en el posible debate identitario simplemente no podremos elegir. Igual podemos elegir no participar en el debate pero esa ya es otra historia.
4 comentarios:
Lo de los protestantes va más allá. Con Calvino, por ejemplo, el realizar actos buenos no es lo que te hace bueno y te gana el cielo, sino que por nacer bueno y con el cielo ganado eres capaz de realizar buenos actos. La gente "mala" es así de forma irremediable y son seres inferiores de los que apiadarse (porque eres muy bueno y compasivo) que van a ir irremediablemente al infierno, sin salvación posible. "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento". Pues eso.
Lutero también tiene tela, porque lo que a él le importa es que tengas fe. Si haces cosas buenas o malas es porque Dios te lo permite; tus actos no son decisión tuya, no hay libre albedrío.
La idea católica del arrepentimiento es algo muy metido en nuestra sociedad y que no se suele ver por ahí fuera.
Lo divertido de este país, las "venas abiertas" de España que no he visto en ningún otro país es el 50 por ciento de los españoles, que están preparados, y dispuestos, a hacer, lo que debe hacerse, cuando debe hacerse, en oposición a la verdadera rémora de la otra mitad, un punto de conflicto divertidísimo.
Si la nacionalidad es tener un pasaporte, entonces el debate de la identidad (o hispanidad) es absurdo.
Nacional puede ser cualquiera y ,en consecuencia, nadie lo es. Pues no significa nada, ni siquiera "una idea que desborda lo que en el atlas se pinta como reino de España". Olvidaos de lengua, historia o religión, de antepasados, vínculos o mitos comunes. España es una demarcacion geografica,un codigo postal. Si mañana los españoles nos intercambiaramos con los mozambiqueños, los mozambiqueños pasarian a ser españoles, de es el gentilicio de la finca España. Tu nacionalidad es decidida por un gobierno que te facilita, o no, la obtención de un pasaporte.
La politica (y cito a Benoist) deja de ser la gobernanza del hombre y pasa a ser la administración de las cosas. Y claro (citando nuevamente a Benoist) en la administración de las cosas los problemas politicos son en ultimo termino problemas técnicos con una unica solucion racional, decidida por los expertos,obviamente, que son "los que saben".
Volvemos asi, como he dicho antes, a ser una finca, con pasaporte en vez de escudo heraldico y comites de expertos, politicos/administradores y gestores en el papel de la aristocracia.
Si teneis tiempo,ganas o las dos, podeis reflexionar sobre las implicaciones del fallo de la justicia britanica sobre el Brexit que vomita : "la norma mas fundamental de la legislacion constitucional britanica es la soberania parlamentaria". No la soberania del pueblo representado en el parlamento, no, del parlamento.
Sociedad abierta y democracia liberal lo llamamos
Segun tu teoría, yo no soy español. (algo que no me importa, ser español o ser de Ganímedes) Porque el castellano, y repito, castellano, no español, lo hablo para entenderme con gente que no habla gallego, como hablo inglés si resulta que no entienden ninguno de los otros dos. Y aun así, me cuesta hablarlo, por falta de práctica. Y la religión... pues vamos, que solo pisé un acto religioso en los entierros de mis abuelos. Van a retirarme el DNI?
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