Murió Castro y se comprende el lamento de su camarilla. Lo que no se comprende es el lamento del bobo —bourgeois bohème— del primer mundo. El bobo del mundo desarrollado que disfruta de una libertad ganada en los campos de batalla europeos se lamenta de la idea utópica, del referente histórico, de la excusa de mal pagador. Es dificil que una dictadura comunista dure tanto tiempo sin el apoyo de la opinión pública que la justifica a miles de kilómetros de distancia, en la seguridad de sus hogares democráticos y en la abundancia de sus economías capitalistas. Sudán, Yemén del Sur o Camboya no duraron demasiado porque el bobo no sabía ubicarlos en el mapa. Cuba, la China Roja o Rusia duran demasiado porque siempre hay quien está dispuesto a ser contemporizador con el dolor que no sufre en propia carne.
Fenómeno extraño que escapa a la comprensión incluso de los ideólogos más chiflados del comunismo: la mejor arma del comunismo no son los kalashnikov o la arbitrariedad de su proceder, sino el bobo de la adversativa. "Hicieron cosas malas, pero". En una de las películas del Planeta de los Simios decían que la palabra más poderosa era "no", quizás la palabra más poderosa sea "pero". Échale cualquier cosa encima a un pero y se lo tragará, lo destrozará entre sus fauces, los masticará y te lo escupirá a la cara en forma de despojo sanguinolento para a continuación ladrarte y cubrirte de babas (vaya, lo que hace una adversativa se parece mucho a lo que hace el comunismo).
Hay un proceso mental en el bobo que me resulta especialmente repugnante: el de la atracción por lo exótico o por lo que ellos, en su microplaneta sin oxígeno, creen que es exótico. Sucede con la comida, con el turismo, con las dictaduras homicidas, con la música, $c. Es como si se tratara de una ética personal fundamentada en el relativismo. La contemporización, la tolerancia entendida como vasallaje, la fascinación por lo ajeno y la repulsión por lo propio. El mismo proceso mental que opera al ignorar las denuncias del lamentable estado insalubre de la sanidad cubana o del ínfimo nivel académico de lo que llaman sistema educativo opera en el bobo cuando prefiere ir a Puket de vacaciones antes que a Soria.
Hago un necesario paréntesis para las víctimas de la LOGSE, analfabetos funcionales, ofendiditos de guardia y demás gente que vive aterrorizada: no digo que no vayas a Puket o que no comas una porquería como el chukrut, lo que digo es que si puedes ir a Puket, seguro que puedes ir a Soria y si no lo haces por algún motivo mágico/ideológico/incognoscible no te me acerques. Ve, sal a correr desnudo por la jungla como un animal o quema alguna biblioteca, que es lo tuyo.
Continúo. La fascinación del bobo por la llamada revolución cubana es similar a la que ejerció la propaganda soviética entre los intelectuales europeos y americanos. Como sucede hoy con los reportajes que vemos de Corea del Norte, estas dictaduras son capaces de controlar todo el entorno al que se expone el visitante foráneo que dependiendo de su credulidad y juicio puede aceptar o no la versión que le cuentan unos tipos armados (toda la historia del comunismo siempre se reduce a unos tipos con pistola que se dedican, como decía Orwell, a aplastar con una bota militar un rostro humano durante toda la eternidad).
Es evidente que el diputado (¿o era senador?) socialista español de turno que va a Cuba a violar niños no está interesado en visitar el ala psiquiátrica de un hospital. Los testimonios de gente detenida arbitrariamente que nos hablan de insufribles sesiones de electroshocks y que debido al caracter arbitrario del sistema son incapaces de aportar pruebas documentales son tan espeluznantes e increíbles que mejor no atragantar a la gente que está cenando a la hora del noticiario.
Y qué me decís de esos individuos incapaces de destacar en nada que no sea hablar de sí mismos, conocidos por el efuemismo de estrellas mediáticas, que mientras disfrutan de lujos inimaginables para el cubano común prefieren no preguntar de dónde salen esas frutas tropicales del desayuno. Yo no quiero que se atragante ningún actor español "comprometido" o ningún reporter Tribulete que va a contarnos que el líder de una narcodictadura como Castro y el deportista de fama mundial por ser deportista y cocainómano son amiguitos. Casi prefiero que nadie les diga cómo sacan en plena noche a gente de sus casas, las suben en camiones y, si no mueren en accidente de tráfico por el camino, se pasan semanas en la cosecha. De los efectos del trabajo duro a pleno sol combinado con insalubridad generalizada y carencia de una dieta e hidratación básicas ni hablo.
La "ignorancia elegida" de los bobos que hemos visto durante décadas en Cuba —y que seguimos viendo a juzgar por los emotivos obituarios que le dedican quienes no sufren tortura o persecución— se entiende mejor desde el comienzo de este siglo (eso de "comprender" al terrorismo islamista). El fenómeno hasta tiene nombre: izquierda regresiva o reaccionaria. Llenarse la boca pontificando sobre derechos en el mullido y acogedor occidente civilizado y soltar grititos a lo Flanders cada vez que alguien les corta el rollo es lo que les identifica. Ahora bien, su exigencia de derechos acaba justo en el limes que nos protege. Se pueden denunciar los abusos contra lo que llaman derechos humanos siempre y cuando el criminal no esté protegido por ciertos arcanos mágicos. Da igual si en dos países de mierda dos tiranos hacen milimétricamente las mismas cosas, en función de las palabras que digan o de los símbolos que empleen, nuestros bobos o nuestra izquierda regresiva elevarán a uno a los altares y condenarán al otro.
¿Dictador portugués? Malo. ¿Dictador cubano? Bueno. ¿Dictadores griegos? Malos. ¿Dictador venezolano? Bueno. Que la mayoría haya hecho exactamente las mismas cosas es lo de menos para nuestros cabezas de chorlito. Sustituyeron la misa por otras cosas pero la liturgia y la oración siguen siendo importantes. Ser acólito de la Iglesia de la Izquierda Reaccionaria es el primer paso para entrar en ese paraíso que es tener reconocimiento público por parte de un público que desconoce qué es el reconocimiento y para salir en las portadas de las revistas de moda del momento, que es algo así como que el cura te nombre en misa.