martes, 28 de junio de 2016

Sin novedad en el frente electoral

Volvemos a votar y parece que regresamos a la casilla de salida aunque esta vez hay un toque diferente por dos cambios fundamentales que son los dos balones de oxígeno que reciben PP y PSOE. Balones de oxígeno más infundados que otra cosa ya que se deben a las bajísimas expectativas que tenían sobre sí mismos, a las encuestas que fallaron más que un árbitro pitando al Barça y al argumento ad nauseam debido a la falaz sobrerrepresentación en redes sociales y prensa de hinchas de uno de los partidos políticos.


Que nadie se llame a engaño: tanto Zipi como Zape están en niveles de representación de principios de los 90. Ese es el problema que tienen que analizar de puertas adentro por mucho que de puertas afuera pongan caritas y hagan aspavientos. Que los resultados de junio se parezcan tanto a los resultados de diciembre significa que se consolidan tendencias de votación que hacen trizas las perspectivas de soñar con volver a rascar más de 10 millones de votos. Por esto es muy probable que no se vuelvan a repetir mayorías absolutas en mucho tiempo y debido a esto los políticos tienen que comportarse de una manera distinta. Hace seis merses PSOE y Ciudadanos parece que pudieron llegar a un acuerdo, hoy veremos quién está dispuesto a sentarse y hacer su trabajo: hablar con todos excepto con los separatistas y los populistas.

Vamos a los datos aunque en esta ocasión nos informen poco. Estoy leyendo análisis de los resultados y hay una cantinela que se repite: "si Fulanito baja uno y Menganito sube uno es que Menganito aumentó a costa de Fulanito"... pues no lo sabemos porque no tenemos datos. Nunca como ahora fue tan necesario hacer una encuesta postelectoral para saber realmente lo que votó la gente.

El PP


El PP ha ganado las elecciones una vez más y sube su apoyo del 28,7% al 33%. Un aumento de cuatro puntos que traducen los 700.000 votos más que ganaron. Importante el rebasamiento al PSOE en Andalucía: por primera vez desde las europeas de 2014 Susana Díaz es derrotada por una diferencia de 100.000 votos. Todos los análisis coinciden en decir que el liderazgo de la señora Díaz en una posible sucesión a la secretaría general del PSOE se ve hoy comprometido. En Canarias también aumentan su ventaja respecto al PSOE con una diferencia de un escaño más.

En las dos Castillas también aumenta el PP su distancia con el PSOE pese a las diferencias mínimas de votos. En los dos casos ha sido a costa de Ciudadanos. Herrera y Cospedal tienen mucho que agradecer a la ley electoral. En la región favorita de la prensa nacional el PP mejora sus resultados en cinco puntos y sube dos escaños.

Por último, en la Comunidad Valenciana tenía morbo ver cómo le iban a ir las cosas a los de la gaviota por la propaganda de la corrupción que les hace su competencia y la mediatización de la justicia en la que se ven salpicados. Pues bien, a nadie de derechas nos sorprende que el PP haya subido cuatro puntos y ganado dos escaños más. No hablar de política es una maravilla para quienes no quieren hablar de política.

El PSOE


En el partido del puño están exultantes porque sus expectativas estaban buceando en las alcantarillas. Han sacado los peores resultados de su historia, empeorando los anteriores que ya eran hasta ese momento los peores. En porcentaje ciertamente han aumentado un 0,66%. Visto con perspectiva te encuentras un dedo en un 2% de hamburguesas de McDonald's, así que calculen.

Si hace seis meses decíamos que el PSOE era el Partido Regionalista Andaluz hoy podemos decir que es el Partido Provincial Sevillano. Supongo que en las siguientes hablaremos de un partido local de Dos Hermanas. Lo alucinante es que al tener las expectativas tan bajas esto es un triunfo. Su candidato otra vez no va a dimitir y la reducción de presencia institucional (5 escaños menos) reduce a su vez el banquillo para encontrar sustitutos en la dirección. Un partido en retirada es un partido a la defensiva. Precisamente en el momento en que se necesitan decisiones audaces y arriesgadas hoy el PSOE no tiene incentivos para arriesgarse con lo que o hay un golpe de timón interno o serán responsables de llevarnos a unas terceras elecciones (que tampoco pasa nada).

Pablemos


Una derrota todavía mayor que la del PSOE es la de esta gente. Derrota para ellos y victoria para la democracia, la Constitución y los derechos civiles. El eje Caracas-Teherán obtiene sus mejores resultados allá donde la idea constitucional es más débil y donde una parte de la población prospera con el miedo en la calle. Su ambivalencia con el discurso secesionista ha dejado de engañar a la gente: pedir un referendum de separación en una región es lo mismo que ser separatista. El balón de oxígeno en este caso es el del voto separatista.

En Pablemos se las pintaban muy felices con la coalición electoral que formaron con IU. Una docena larga de circunscripciones otorgaban escaño automático con que sólo volvieran a votar los mismo a Pablemos y a IU. El caso es que no fue así y todavía no saben por qué. Es un misterio misterioso que presentándote con otro partido ni a ti ni al otro os vote la misma gente. Es un misterio que tardarán siglos en resolver.

Uno de los detalles que más me gustó de esta estrategia electoral de niño de teta es lo sucedido en Asturias. De los 185.000 votos que obtuvieron Pablemos e IU en diciembre, pasaron a 140.000, una bajada de seis puntos acompañada de una sidra que lleva por nombre Llamazares. En Galicia han repetido con los separatistas y han perdido 65.000 votos y un escaño (es decir, que por separado también habrían perdido votos). En el País Vasco y en Andalucía obtienen mejoras significativas por razones opuestas. Si al PSOE lo descoyuntó el provincianismo a estos no tardará en descoyuntarles el mismo motivo.

Ciudadanos


Achacable al voto útil el que les votase la misma gente y al sistema electoral que pese a ello caigan fuertemente en escaños, lo de Ciudadanos es un querer y no poder. Sospecho que de durar cinco días más la campaña sus resultados podían haber sido peores. Es curioso cómo en aquellos lugares donde hay trabajo de calle Ciudadanos sube o se mantiene y donde la dirección del partido elige a dedo a los candidatos y dan por perdido el asunto Ciudadanos baja. Caray, ¿quién lo podía haber predicho?

Ciudadanos obtuvo sus mejores resultados en las últimas elecciones autonómicas catalanas donde la oferta era clara en el planteamiento de agua o aceite que es allí la política. Sin embargo dejar el discurso original y tener que vender una disposición al diálogo en lugar de un lo tomas o lo dejas es algo que la gente de orden no acaba de entender bien. La disposición al diálogo puede ser interpretada como inseguridad o desconfianza de la capacidad propia. Ahora andan como locos con el discurso del centro que es lo mismo que la nada. Si hubiera que identificar a cada partido de estas elecciones con una idea podríamos relacionar al PP con la corrupción, al PSOE con el paro, a los de Caracas con la desaparición de la paz civil, pero ¿a Ciudadanos con qué lo relacionas? En Cataluña estuvo claro: defender la Constitución frente a quienes se la quieren cargar. Hoy ya no sabemos.

Pactos


Circula por los mentideros habituales una teoría muy loca sobre cómo alcanzar los 176 diputados para que Rajoy salga investido en primera votación. La trampa sería contar con un diputado de Nueva Canarias que se presentó junto al PSOE. De esta forma el PSOE podría desbloquear su logro "decir no a Rajoy un millón de veces" y al mismo tiempo lograr que se forme gobierno. Esta teoría tiene un pequeño problema y es que mete al PNV y a C's en el mismo saco, por no mencionar el pequeño detalle de que la actual dirección del PSOE aspira a que todos los altramuces se abstengan para gobernar ellos porque en su planeta sin oxígeno parece que gobernar con 85 diputados es posible.

Por mucho que desde la órbita del PP se diga que el aumento en votos y escaños es un espaldarazo para que Rajoy gobierne nuestro sistema no se basa en intuiciones o en impulsos emocionales. Rajoy tiene que conseguir 176 síes en primera votación o más síes que noes en las siguientes y por eso no todo el poder de decisión recae en él sino en quienes estén dispuestos a plantear su voto afirmativo o la abstención (a cambio de la abstención se pueden conseguir cosas, hace falta recordarlo). Rivera ya ha dicho por enésima vez que pretende sentarse con PP y PSOE para llegar a un acuerdo. Rajoy ya ha dicho que necesita al PSOE. El PSOE, a la defensiva, no dice qué quiere ser de mayor, como hace seis meses. Lo cierto es que ahora mismo sólo importa lo que haga Rajoy ya que los vetos hacia él rebotarán y estallarán en la cara del que los proponga. Y esto último me fastidia porque creo que Rajoy debe irse. Eso sí, entiendo que eso es algo que no depende de mí. ¿Lo entenderán otros?


viernes, 24 de junio de 2016

Hora de que la UE rinda cuentas

La peineta que los baby boomers le han plantado en la cara a los millenials en pocas horas se ha traducido en un desplome de las bolsas de todo el mundo, una caída de la cotización de la libra esterlina y un manto de incertidumbre. El ajustado resultado del referendum británico para la salida de la Unión Europea (52% en contra de quedarse en la UE) no sólo refleja una división generacional de dos ideas del mundo que nos hablan de las experiencias vitales y las perspectivas de futuro divididas por la singularidad tecnológica de la interconexión sino también de divisiones geográficas que tienen que ver con el desigual devenir de las regiones (Escocia e Irlanda del Norte votaron a favor de la UE) e incluso divisiones por formación y renta (el área metropolitana de Londres también votó a favor de la UE y recordemos que esa ciudad representa el 30% del PIB británico).

Los populistas están de enhorabuena.
Quienes se apuntaron al sueño nacionalista de quitar una verruga con un hacha se levantan hoy con dolor de cabeza. La prensa británica informa de gente que viendo el percal gustaría de cambiar su voto. Demasiado tarde. Qué le vamos a hacer si se convoca un referendum y la gente no sabe lo que vota. Hoy, quienes impulsaban la campaña de la salida del RU reconocen haber mentido en las parcas cifras económicas que daban. Pero ese no es su mayor delito, su mayor delito es centrar la campaña en una xenofobia ramplona, provinciana, una xenofobia que aquí en España se sienta en los parlamentos disfrazada de opción legítima.

Para hacer bien el amor hay que venir al sur.
Desde luego que si hay que buscar culpables al inicio de lo que puede ser una nueva recesión económica la banda partidaria de la permanencia en la UE también tiene gran parte de la responsabilidad. Este es el reto al que se enfrentan las sociedades modernas: lograr hacer atractivo el sistema frente a la audacia y facilidad adolescente que supone querer un cambio del sistema. Cambiar es guay, a todo el mundo le gustan las fábulas del mundo lleno de posibilidades que está por nacer. Pero este es un pensamiento irreal que suele venir acompañado de consecuencias imprevistas.


Es la promesa de lo que venimos en llamar populismo. No es extraño que neodictaduras hostiles a occidente como Rusia y sus sucursales europeas en Francia o Países Bajos estén muy contentas con el triunfo del no a la permanencia. De la noche a la mañana —bueno, hay un proceso que va para dos años— la Unión Europea ha perdido el 17% de su PIB y el 13% de su población. En una guerra de cinco años no consigues un éxito parecido ni de lejos.


Este asunto traerá mucha cola. Los eurócratas refractarios que nos hablan de "más Europa" sin explicarnos por qué, que convocan elecciones al Parlamento Europeo cuando ni el 1% de la población sabe cómo se aprueban las leyes europeas, que al ver cómo los irlandeses rechazaban en referendum la Constitución Europea simplemente le cambiaron el nombre por Tratado de Lisboa para forzar su aprobación, han tenido su oportunidad y han fracasado. Es alucinante que los eurócratas ante un no inglés a la UE se empeñen ahora en profundizar en esa misma UE que ha sido rechazada. No han entendido nada y todos los animales de bellota del continente cuya posición antieuropea sólo es una capa de pintura sobre su racismo banal se están frotando las manos.

El presentar las posiciones acerca de la UE como un falso dilema tampoco ayuda nada. Muchos no estamos de acuerdo con el rumbo que toma la UE, ni con la dirección de sus políticas, ni con sus competencias, ni con su arquitectura que empieza la casa por el tejado, ni con la nula rendición de cuentas de sus dirigentes, ni con su propaganda ideológica y sin embargo podemos ver positivamente la libertad de movimiento de personas, capitales y servicios. Pero la desquiciada construcción europea llena de parches y excepciones es algo que simplemente no entendemos, como tampoco entendemos —acaso nunca nos lo explicaron— que haya que ayudar a un astillero polaco cuando nuestro astillero se llena de telas de araña.


A mí sobre la UE siempre me ha parecido muy estúpido el consenso que existe en España. Es como cuando los niños de 12 años se compran unas zapatillas de marca y quien no las lleva es menos popular. La estúpida eurofilia que nos está matando es el peor legado de esta UE que nos da la espalda. Una UE, recordemos, súperpreocupada tía por los pobrecitos niños sirios que aparecen ahogados en las playas pero que al mismo tiempo no quiere ni oír hablar de una intervención militar por motivos humanitarios. Una UE que dedica partidas a "empoderar" procesos de transición democrática en África Occidental auspiciados por la ONU mientras rechaza a la ONU cuando dice que Gibraltar debe ser descolonizada (para más inri, se trata de una colonia de un país de la UE en territorio de otro país de la UE). Una UE que en los últimos veinte años trata de llevar a la antigua Europa comunista del tercer mundo al primero mientras en Europa occidental tenemos bolsas de pobreza del tamaño de Andalucía.

Por eso, entre que no entiendo a qué se dedica la UE y que tampoco nadie me lo explica, ¿cómo voy a compartir la creencia semi-religiosa en el proyecto europeo? Yo tengo preguntas y quiero que me las respondan.

Dicho lo cual.

Dicho lo cual no ignoro la utilidad que tiene la UE, como apunté antes. Tengo una posición muy contraria a cómo va la UE pero esto no significa que desee cargármela. Yo estoy por romper el falso dilema y el relato edulcorado. Yo estoy por quebrar el consenso que impide la discrepancia. Discrepar es el primer ejercicio político que se debe hacer en una sociedad que se dice abierta. Siempre es buen momento para discrepar (no confundamos con una adolescente posición antisistema) y creo que hay que discrepar cada vez en voz más alta precisamente por el resultado de este referendum en Reino Unido.

Como seguidor de la teoría geoestratégica de Mackinder entiendo por qué el Reino Unido siempre fue en todas las negociaciones de la UE un grano en el culo. Mackinder decía que hay dos clases de potencias: las navales y las terrestres. Las potencias navales no necesitan grandes contingentes de soldados, recaudan menos impuestos y hacen prosperar el comercio. Por su parte, las potencias terrestres precisan de un fuerte aparato fiscal para mantener grandes contingentes armados, sus estados son más grandes y precisan de épicas nacionales para mantener la lealtad. Queramos que no, la UE es una potencia terrestre, toda la construcción europea va encaminada a crear un gran estado continental que dispute el heartland a Rusia, pero Reino Unido es una potencia naval que no compìte por las tierras negras de Ucrania sino que se vuelca en comerciar a través del mar. De ahí que en el gran angular de la historia los intereses de Reino Unido y de la Unión Europea sean opuestos.

Bien pues con el Reino Unido fuera de las negociaciones endogámicas de Bruselas ya no vamos a tener a ese bendito grano en el culo. Preparémonos para una tormenta de banalidad eurófila precisamente en un momento en que nuestras fronteras en el este y el sur se hacen añicos.

Si el sentido original de la UE era contener el sovietismo, cosas como la rendición ante la agresión rusa en Ucrania o la débil respuesta a los devaneos de su flota en el Báltico le acaban de quitar todo ese sentido. La debilidad de la UE es algo que se han ganado nuestros eurócratas a pulso. El problema es que como siempre pagarán justos por pecadores.

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miércoles, 22 de junio de 2016

La tontería del voto que va a la basura

La principal ley aprobada durante el corto periodo de dictadura de Juan Carlos I fue la Ley para la Reforma Política (pdf), una ley de rango "Fundamental", es decir, de rango constitucional como el Fuero del Trabajo o la Ley de Sucesión. Esta ley es muy curiosa por su caracter extraordinario: es una ley que se levanta en un régimen dictatorial y se acuesta modificando ese mismo régimen, que deja de ser dictatorial precisamente por requerir un referendum nacional, con las garantías exigibles y razonables que se le podían pedir en aquella época maricastañesca.


La ley regula unas elecciones generales preconstitucionales, establece cómo será la representación de la nación, el mecanismo electoral de representación y reserva amplios poderes al Rey y al gobierno. Mucho ha llovido desde entonces pero el mecanismo de representación básico que regulaba aquella ley es el que sigue operando cuarenta años después. Yo me la he leído varias veces para asegurarme de no equivocarme pero en ella no he encontrado ninguna referencia al voto útil ni al voto inútil. Ni siquiera en las siguientes leyes que hablan del régimen electoral se pueden encontrar tales sintagmas.

Francia es un país que tiene la mitad de fragatas que tiene la República de China teniendo el triple de población y de kilómetros de costa. Se diría que a los chinos les gustan los barcos lanzamisiles pero en realidad se trata de que al otro lado del estrecho de Taiwán la idea del voto inútil es la que triunfó. Así que cuando un candidato no argumenta su campaña electoral sino que nos habla de tirar votos a la basura y de votos inútiles intuyo que no viviríamos al mismo lado del estrecho de Taiwán.


Dos partidos (en realidad un partido y una turba vocinglera) apuran los restos para prevenirnos de no tirar el voto a la basura. De unos no tengo nada que decir: son de esa clase de gente que cree que el poder lo tienen quienes cuentan los votos. De los otros sí podría decir algo como que cuando se refieren a que su voto es útil porque frena el extremismo yo me pregunto qué estaban haciendo cuando el extremismo era todavía una bola de pelo a los pies de la cama de algún hirsuto adoctrinador universitario.

Viendo lo poco que se han movido las encuestas desde las pasadas elecciones creo que un pronóstico que se acerque a aquel resultado no es errado. Así que sin una mayoría absoluta sin la que los austrohúngaros pueden relajarse y no hacer nada como han demostrado estos últimos años, su voto seguirá siendo tan decisivo como en las pasadas elecciones. Excluida la turba que lleva en su programa la desaparición efectiva de la soberanía nacional, los partidos políticos más representativos de la sociedad estarán obligados a buscar apoyos entre sí. Así que si la utilidad del voto se mide por la formación de un bloque que no bloquee las instituciones, tan útil es votar a los austrohúngaros como a cualquiera de las otras opciones.


La infundada polarización —irreal a tenor de las encuestas y de las pasadas elecciones— que vende el PP yo la interpreto como una reminiscencia de uno de los males de nuestro sistema al que los políticos no parecen querer prestarle atención. Es la idea del cordón sanitario y de las líneas rojas. De lo que más se queja el PP es justo de lo que ellos practican hacia los demás: una polarización infundada que anule posibilidades. Pues bien, ya han tenido cinco meses para hacer esa cosa tan rara que hace todo el mundo todos los días: llegar a acuerdos cediendo. Sin embargo lo de ceder parece no ir con el PP. Mariano Rajoy ya ha dicho que él hará exactamente lo mismo que hizo antes: no ir a la investidura sin tener la votación asegurada.

Esta forma de actuar tendría sentido si Mariano Rajoy fuera la única persona que puede proponer el PP para la investidura. El caso es que no puede ser la única persona porque los otros partidos ya han dicho que les sería muy dificil votar a Rajoy. Esta negativa de PSOE y Ciudadanos no es caprichosa: Rajoy puede ser tan honesto como un biberón pero existe una cosa que se llama responsabilidad política. Y asumir la responsabilidad política significa pagar por los disturbios que causan tus subalternos. Y pagar en términos políticos es dar un paso atrás. Así que si se vuelve a repetir la función esta vez no habrá excusa: el responsable del bloqueo tendrá un único nombre y barba y gafas.


Es evidente que en esta ecuación operan más variables. Si el PSOE obtiene un resultado todavía peor que el peor resultado de su historia, no me parece un locurón que su secretario general y candidato dé un paso atrás la misma noche electoral. Si le pedimos altura de miras y responsabilidad política a unos también se la debemos pedir a otros. El candidato del PSOE no puede pretender presentarse a una investidura con cincuenta escaños y representación en doce provincias. Ni siquiera lo puede hacer aunque contara con el suficiente apoyo del Club de Aficionados al Tercer Mundo. La legitimidad no es el resultado de una suma aritmética sino que cuenta con factores cualitativos que no se miden con cinta métrica.

Luego hay otro tema acerca del voto útil que es cómo se reparten los escaños por provincias. En muchos casos el partido más votado (suele ser el PP) lo tiene más complicado para llegar al siguiente escaño en muchas provincias y otros partidos lo pueden tener más fácil porque pugnan por pocos votos con un escaño de los feos. También está lo de pensar a quién le vas a quitar el anterior escaño con tu voto. Claro que todo esto es mucho más complicado y requeriría hacer simulaciones, informar a la gente e incluso hacer una campaña distinta para los indecisos. Creo que el personal no está para estas cosas.

Además, a estas alturas sólo está indeciso quien quiere estarlo.


viernes, 17 de junio de 2016

Debatir con la pared

Reiteración y agotamiento desembocan en tabarra. En esta campaña los mensajes de los partidos políticos se repiten hasta el hastío y la tabarra residual solamente es una buena noticia para quienes denuestan la política. No hay mayor cáncer dentro del debate público que el de la anti-política: el discurso que dice que la política no importa, que todos los políticos son iguales o que los políticos forman parte de un grupo separado de la sociedad y movido por oscuros intereses.

El mundo según los escuadrones del odio.
Pintar un cuadro de vaciamiento del trabajo político de la anterior generación es hacerle el caldo gordo al grupo de opciones anti-políticas que por alguna razón la ley permite que se presente a estas elecciones. Ya analicé en su día la base ideológica del principal de estos grupos pero me temo que debo insisitir diciendo que el amostazamiento de la política solamente sirve a quienes se la quieren cargar y sustituir por... no sé. No sé qué nuevo mundo buscan construir los populistas palingenésicos que bailan merengue caribeño sobre alfombras persas.

Y es que tras leerme los programas políticos con que los principales partidos se presentan a las elecciones sigo sin tener una idea clara de la clase de país que buscan construir nuestros revolucionarios del diabolo en el semáforo y el iphone en la mochila. Creo que lo mejor es fijarse en lo que ya han hecho en los ayuntamientos que dicen gobernar. Si uno atiende a su propaganda verá que sacan pecho de la eliminación de altos cargos y del ahorro de las cuentas (al menos en algunos sitios, ya que su política cambia según donde gobiernan). Al mismo tiempo no se puede dejar de pensar que esa eliminación de altos cargos es compensada por la tempestad de nepotismo y la creación de nuevas oficinas con nombres tan pintorescos (urbanidad sostenible, justicia social, rescate social, social social) como vacíos de competencias. Y respecto al ahorro en algunos lugares habrá que preguntarse si no se debe a su incapacidad para aprobar los presupuestos, su parálisis legislativa o a que simplemente no tienen proyecto político.


Lo sorprendente del caso es que pese a carecer de proyecto político —suelen vender como propias cosas hechas por anteriores gobiernos— se les ve atareados (eso cuando no se quedan dormidos en los plenos o no están meando en la calle). Están todo el rato moviéndose de un sitio a otro. Dedican toda la jornada a la pura y dura propaganda política. Para ello, como hemos visto en Cádiz y en Coruña, dedican recursos municipales a glorificar a los caciquillos pedestres (por cierto, las respectivas Juntas Electorales ya les leyeron la cartilla). Pintan como acercar las instituciones a los ciudadanos lo que son puros mítines políticos. Le llaman accesibilidad a dar homilías sobre la guerra de Irak de hace trece años y dibujan como transparencia actos sectarios de librito de autoayuda.

El recurso del librito de autoayuda es todo un clásico para los que se quieren cargar la política. Es muy sencillo rellenar una hora de discurso sin decir nada cuando se acude a lugares comunes, se utilizan facilonas cabezas de turcos —toda la culpa de los males del mundo se debe a un "ellos" que flota en el éter— y se está todo el rato confirmando las ideas preconcebidas de la audiencia por un trabajo previo y multidisciplinar de pedagogía mediática. La gente acude convencida a reuniones de los populistas y sale con las ideas reforzadas pero sin argumentos sustanciales que expliquen su situación y sin estar más cerca de que sus problemas se vean solucionados.


El vaciamiento de la política sólo es sustituido por un globo de propaganda. Una propaganda de ful sostenida por el sesgo de confirmación, por el señalamiento del enemigo y por la apelación a los sentimientos. "Todos vuestros problemas los han causado nuestros enemigos, a partir de ahora todo será nuevo y mejor y además os sentiréis mejor. Miradnos qué bien nos llevamos entre nosotros, qué a gusto se está aquí. Sois una gente maravillosa, sois La Gente y juntos somos invencibles. Saludos... Springfield, sois fantásticos". Pero es que esto no es política. Esto no nos informa nada sobre cómo pagar las pensiones con una pirámide demográfica invertida, tampoco nos dice nada sobre la coordinación del transporte aéreo, no es útil para desvincular nuestra balanza comercial de los vaivenes del precio del petróleo ni nos habla de un acceso igualitario a los servicios públicos con independencia de la región o ayuntamiento donde se viva. Esto sólo sirve para compensar carencias afectivas básicas con el calor y el olor (veranito, sandalias) del grupo.

Mientras exista la política normal —es decir, mientras los populistas no tengan el poder absoluto— los boliburgueses chamánicos se ven obligados a mantener ciertas apariencias de ser una opción más, una opción que se rige y se amolda a las estructuras establecidas de competencia política. Así por ejemplo, para su lamento, tienen la necesidad de presentar un programa electoral. El problema que veo es que su programa no es un programa sino una carta a los Reyes Magos que se queda en lista de buenas intenciones desconectadas de la realidad. A mí me hace gracia cuando dicen presentar memorias económicas para lo que llaman propuestas. Simplemente se inventan números y si son muy criticados por la evidencia de sus fantasiosos errores, los cambian y ponen otros. Les da igual y a los suyos les da igual.

Los suyos no les siguen por las memorias económicas ni por los brindis al sol, sino porque están calentitos y les gusta el olor a pies sudados. Y a ellos les da igual porque en pos de un fin mayor que lo justifica todo están dispuestos a cambiar totalmente cualquier tipo de promesa una vez lleguen al poder (como está ocurriendo ya en sus ayuntamientos).

Olé tú.
Hace seis meses decían que harían manar ríos de leche y miel aumentando el gasto en 90.000 millones, hoy dicen que basta con un aumento del gasto de 60.000 porque les cayeron las del pulpo. Les da igual ocho que ochenta. ¿Qué es un cambio de 30.000 millones? Eso no es nada, a mí dadme el CNI y Televisión Española y no me incordiéis con pequeñeces. Si es que lo único bueno que tienen es que son trasparentes (todos menos su concejal antisemita que es negro como el odio que surge de las profundidades de una estrella moribunda que quiere absorber la luz y la bondad del universo en una pesadilla lovecraftiana de miedo y dolor).

Viendo dónde tienen su mayor apoyo electoral —Cataluña y País Vasco— sin duda y por mucho que en Albacete y Málaga no lo digan, su propuesta estrella es la de compaginar la idea tercermundista de "patria" con la idea de cargarse la soberanía nacional. Ellos dicen que con "patria" —palabra que pronuncian con acento caribeño— se refieren a no sé qué de los servicios públicos y a no llevarse el dinero a Suíza. El problema es que al mismo tiempo defienden referendums identitarios que encumbran al caciquismo provinciano y que responden a las ansias borreguiles de los fanáticos que tienen el cerebro tan pequeño que sólo les cabe una bandera. Gente rellena de boina cuyos padres suelen ser hermanos y que quieren que para pasar de una región a otra tengas que enseñar el DNI. Los grupitos, las tribucitas de cheerleaders adolescentes con barrigola y barba.

Allá donde hay algún tipo de votante convencido de que las fuerzas telúricas de la naturaleza deben preponderar sobre los derechos civiles, la igualdad ante la ley y el Estado de Derecho, encontraremos a los bolichavistas que no perdonan la paella los domingos envolviéndose en la bandera que en ese momento esté de moda. Así los tenemos preconizando el derecho a que los españoles no decidamos sobre nuestro país en Cataluña, País Vasco y Galicia. Es más, en el gran plan de batalla lo que buscan es evitar esos referendums y convertir el funeral de la Constitución en política de estado. Algo así como declararle la guerra a tu propio país, claro que al estar sufragados por potencias extranjeras es algo que no nos debe sorpender. No nos coge de nuevas, como cuando de pronto aparece una fanta de sabor excéntrico en el súper. Como digo, son trasparentes (menos el vástago de Yog-Sothoth, El Abridor del Camino).

La típica proclama de la socialdemocracia nórdica.
Ante el vacío mutable tú no puedes oponer datos para sostener argumentos. No existe un diálogo en el que se presentan diferentes puntos de vista y los espectadores (o electores, psché, hoy son lo mismo) valoran los pros y contras de cada uno (hay que decir que ningún partido político es realmente sincero porque no informa de los contras de sus políticas). Cuando algún correveidile austrohúngaro dice que se han creado chorrocientos puestos de trabajo, hasta el orco vegano más tonto del pueblo puede responder "es que no son empleos dignos". Y lo guay del asunto es que a ese orco mal afeitado lo vuelve a invitar a su saloncito la Susanna Griso.

El otro día no ponían en la tele ninguna película de robots gigantes y vi un programa con portavoces de varios partidos en el que se hablaba sobre la eliminación de las diputaciones. El del PNV sonríe y dice que en el contexto vasco eso es una extravagancia porque los territorios vascos tienen fueros desde el siglo XVI (dato incorrecto, pero bueno). Ese señor creo que es diputado. El caballero quedó orgulloso de defecar en mitad del plató y dejar aquello oliendo como el bus de campaña de Pablemos. Pero a mí qué me cuentas del siglo XVI muchacho. Como si propongo dividir al País Vasco en dos provincias este y oeste. ¿Qué me estás contando? Se acepta que se digan cosas en público que son estúpidas y chamánicas y se deja correr. El presentador siguió dando la palabra a los otros políticos en lugar de ofrecerle una fregona al caballero e invitarle a limpiar su excremento.

La temperatura política de un país se mide por estas anécdotas. Por separado no tienen mayor importancia pero analizadas en conjunto ponen los pelos de punta. Todos los partidos contribuyen de una forma u otra a frivolizar el debate público. No veremos debates sobre por qué no producimos petróleo o sobre la posición que debe adoptar España en el seno del BCE, lo que vemos son a hombres-medicina con taparrabos dando saltitos. A veces hasta sin taparrabos.


Ejemplo de este desnudo obsceno lo puede ser la alegre y faldicorta proclama de un chavista célebre porque la Agencia Tributaria lo pilló con el carrito del helado. Este señor, cuya aspiración en la vida es ser antipapa, decía que llevaban en sus listas a jueces y guardias civiles para cuando lleguen al poder meter en la cárcel a "los corruptos". La gente levantó las cachas de las sillas de plástico con el ruidito de la carne sudada que se despega zzzzip y estalló en un aplauso. Luego dijo a la audiencia que los amaba y que la buena gente de.... Springfield era la mejor del mundo y que una camarilla que maneja la banca internacional era la culpable de sus desdichas. Lo típico de la socialdemocracia nórdica, vamos.

Ahora imaginaos por un momento que os dejan el atril después de esta homilía que pone los pelos de punta. ¿Cómo explicáis que la afirmación del frailuno de cabeza redonda es la negación de doscientos años de constitucionalismo, de lucha por los derechos civiles, de crear una sociedad civil fuerte frente al poder arbitrario del estado? ¿Cómo explicar que la separación de poderes y la limitación de la acción del gobierno son las garantías de una sociedad libre? ¿Cómo explicar que una vez que dejas abierto un rasguño en una presa sólo es cuestión de tiempo que se venga abajo? Es que claro, te toca parecerte a ese profe de secundaria que suspendía a (casi) toda la clase o a esa tía mandona que no te dejaba comer golosinas. Nadie quiere ser el malo después del subidón emocional populista del que canta que el mañana les pertenece.


Yo creo que frente al vacío mutable y emocional del populismo la única fuerza que se le puede oponer es una apelación sentimental y vacía similar en sentido opuesto. Pero cuando lo pienso mejor y repaso la historia europea del primer tercio del siglo XX (una fuente de inspiración de ideas como cualquier otra) al final del día lo que funciona es vigilar los pequeños rasguños de la presa. Los grandes fracasos surgen de dejar pasar pequeños errores. Hay que prevenir errores para evitar los fracasos. No dar combustible a quienes predican que los corruptos son extraterrestres que han causado todos los males. Y si los malos insisten en personalizar el objeto de sus discursos habrá que apartar a esas personas del foco para dejarles sin diana a la que disparar sus dardos de odio. Lo que quiero decir es que a veces se ayuda no molestando.


martes, 14 de junio de 2016

El mayor problema

Cada vez es más complicado escribir de actualidad política porque uno tiene la sensación de repetirse y la repetición es el mal. Desde hace cien años la política española se ha repetido con distintos actores y con alguna adición ornamental pero en el fondo siguen estando ahí las mismas pasiones y los mismos aciertos y errores. Supongo que esto se debe a que la materia prima continúa siendo la misma.


En 1923 el general Primo de Rivera se pronuncia "contra los políticos profesionales" y no puedo dejar de advertir que esa idea tiene hoy plena vigencia. La idea de que el pueblo es víctima de una élite pòderosa que le arrebata el pan y conspira para aplacarle. Esta idea hunde sus raíces en nuestra tradición: ahí está El Cid que habría sido buen vasallo si tuviera buen señor o Hernán Cortés desoyendo al gobernador de Cuba y marchando a la aventura con erótico resultado. La idea secular tan marcada en nuestra tradición de un pueblo libre del pecado original cuyas desdichas estarían causadas por la bajeza de sus gobernantes. El problema fue Godoy o la culpa es de Franco, etc.


El problema de es que esta explicación infantil de nuestro avatar histórico y presente no resiste un mínimo análisis. Nuestros gobernantes están hechos de la misma sustancia que el pueblo y son tan solo pepitos peatonales con mucho poder. El sustituir a un líder por otro no cambiaría mucho la cosa.

Yo tengo muchos reparos en señalar como males de nuestra vida nacional tan cacareadas afirmaciones como "la gente es tonta", "la gente es egoísta" y similares. Creo que culpar de algo a una masa anónima es poco informativo (y contradictorio ya que es la propia masa la que habla así de la masa). Entiendo que yo también caigo en una contradicción pues reconozco por un lado que el pueblo no está libre de pecado y por el otro que no se le puede culpar.

Si desmenuzamos el problema y comenzamos por separar al pueblo de los avatares históricos que establecen una tradición secular de exculpación lo que vemos es que desde hace por lo menos un siglo ciertos problemas han quedado sin resolver. Pongámonos en situación. Los principales problemas de España hace un siglo, sin ánimo de ser exhaustivo podrían ser: el problema de Marruecos, la violencia política, la migración interior, el conflicto social, el nacionalismo y uno que me gusta mucho porque ya era reconocido como el mayor de nuestros problemas en el siglo XV: la falta de población.

Monasterio de Moreruela (Zamora).
Con el discurrir de los años estos problemas se fueron modulando. El problema de Marruecos desapareció, en su luigar apareció un conflicto entre algunas bandas políticas y la Iglesia (este en nuestros días es un problema menor). La violencia política, que en los años treinta desencadenó una guerra civil, hoy sólo cuenta con un bando y su mayor arma son las bravuconadas. Lo de la migración interior también se ha atemperado como consecuencia de la desindustrialización. Nos queda el conflicto social que es un problema común a todas las sociedades avanzadas: la igualación en el acceso a los servicios públicos básicos ha disminuido la carga sobre la discusión trabajador-empresa aunque por el camino han aparecido otros factores de desestabilización: universidades que vomitan cada año a miles de analfabetos sin ningún tipo de herramienta intelectual frente a las inclemencias de un osado mundo y la inversión de la pirámide demográfica con la sabida consecuencia de una mayor necesidad de financiación de los servicios públicos.

En la cuestión del nacionalismo se ha experimentado con ceder hasta un punto en sus reclamaciones (las autonomías tienen himnos y hacen certámenes literarios para sufragar la propaganda de la élite provinciana, asuntos que nos podíamos ahorrar perfectamente) pero cualquier cesión nunca parece suficiente y se ha llegado hasta el punto de tener diputados nacionales hablando de cómo hacer desaparecer la nación, cosa inaudita en el resto del planeta Tierra.

Monasterio de Piedra, Nuévalos, Zaragoza.
Y por último el gran problema secular del país: la endémica falta de población. La rotunda constante demográfica siempre ha sido un problema para nuestro país (simplemente haced el ejercicio de pensar que España tuviera la misma población que Francia). Si este problema siempre ha sido crítico (por ignorado, no atendido o simplemente no tener solución en su momento) hoy es dramático y probablemente ya no se pueda resolver.

La sangría humana del interior del país nos deja amplias zonas con una densidad de población inferior a la de latitudes árticas (Teruel, Cuenca y Guadalajara son provincias donde Hydra puede tener una base y nadie se daría cuenta), a su vez la baja densidad esconde un reparto desigual de la población, con zonas de alta dispersión poblacional y los consiguientes costes extra para la provisión de servicios (sanidad, educación, comunicaciones, defensa, protección medioambiental, etc). Este es el gran problema: por una parte atraer población y por la otra aumentar su tasa de crecimiento. 

Un problema compartido

Hijos de los hombres (2006).
España combate la tempestad demográfica sigueindo pautas compartidas por países de su entorno. Básicamente se trata de dar ayudas económicas a las familias por tener hijos. Estas ayudas se reparten en función de la renta familiar, del número de hijos y de otras condiciones. En el centro y el norte de Europa se están pagando entre 100 y 200 euros al mes por hijo hasta el fin de la escolarización obligatoria (en algunos casos las ayudas se extienden a la educación universitaria). España paga mucho menos que eso y hay otros países que pagan todavía menos que España, como Grecia.

La pregunta es ¿funciona este método? La respuesta es depende para qué. Este método funciona para igualar o atemperar la renta familiar disponible ya que se compensa una parte del gasto extra que supone tener hijos. Pero si nos preguntamos si este método contribuye a aumentar la tasa de natalidad la respuesta es no.

La crisis demográfica es un problema que suele ser atacado por el flanco de la población envejecida. Los gobiernos suelen preocuparse más de proveer mejores servicios a la población anciana y no parecen prestar demasiada atención a los bebés que no nacen. Al fin y al cabo los ancianos votan y los niños no. Aun así se han experimentado distintos métodos para aumentar la natalidad.

En Dinamarca una agencia de viajes ha tenido mucho éxito con una promoción que consistía en tres años de ayudas para aquellas parejas que demostraran haber concebido durante un viaje contratado por la compañía. En Singapur hubo una campaña viral por la que se llamaba a una "noche patriótica" para hacer un servicio al país y tener hijos. En Rusia quienes dan a luz en el Día Nacional entran en un sorteo de bienes de consumo como un coche o una lavadora. En Corea del Sur cierto día de la semana la jornada termina unas horas antes para que la gente tenga tiempo libre, etc. Todos estos métodos apuntan al imperativo biológico de que para tener niños hay que ponerse a la faena.


De momento, como los resultados de estas cosas sólo se pueden medir a largo plazo no tenemos noticias de qué métodos funcionan realmente. Bueno, a decir verdad hay un caso del que sí se tiene constancia de su éxito inmediato... en la Rumanía de Ceaucescu.

A finales de los años 60 la política familiar rumana era la misma que la del resto del bloque comunista. La intervención más común en los hospitales eran los abortos, que se producían a escala industrial como el método de planificación familiar preponderante. El gobierno rumano viendo que el país empezaba a perder población decidió dificultar los abortos, dificultar los divorcios y examinar periódicamente a todas las mujeres en edad fértil para detectar embarazos y controlar que llegaran a su fin. Esta política logró en un año doblar el número de nacimientos, que pasaron del cuarto de millón al medio millón. Unos años después fusilaron a Ceacescu y a su mujer.

En el fondo —esto no va a gustar— aumentar la natalidad de un país conlleva contradecir la actual velocidad de crucero de muchas ideas que se han establecido en nuestras sociedades. Formar una familia es un acto profundamente conservador pues la entidad familiar siempre ha sido una estruictura que genera una lealtad alternativa a las lealtades ordinarias (estado, clase) y en el juego de la lealtad lña competencia nunca es bien vista. También hay que estudiar el impacto de la prooción de diferentes estilos de vida poco maridables con el hecho de tener hijos: la promoción de la soltería, el mal focalizado empoderamiento femenino, la extensión de la adolescencia y en general todo lo que tiene que ver con la infantilización de la sociedad.

El último hombre vivo (1971).
Estos puntos habría que desmenuzarlos. Por ejemplo, hay políticas de estado que pueden establecer un impuesto extra a las personas fértiles que no tienen hijos (un método bastante horrible y que no funciona como se ha demostrado con el canon digital). Si una mujer no tiene hijos por carecer de tiempo o porque le preocupa su carrera profesional, deberían de establecerse herramientas por las que el tener hijos le puntúe positivamente (claro que yo me pregunto por qué la generación de nuestras madres y abuelas pudieron tener hijos sin estas gansadas progres, pero bueno). Se podrían hacer campañas de promoción y vender como algo positivo el ser ama o amo de casa. Luego está el asunto de la adopción: igual habría que tener una Organización Nacional de Adopciones a imitación de la exitosa Organización Nacional de Trasplantes. Como véis todas estas cosas hoy en día no son nada "cool" o fresquitas.

Lo cierto es que todas estas propuestas orbitan en torno al hecho fundamental de que para tener hijos hay que ponerse a ello, luego una chica tiene que estar nueve meses embarazada y finalmente alguien tiene que cuidar y atender a la criatura hasta que sepa cazar sola. Hasta el momento toda política en este asunto se centra en ayudar a tomar la decisión de tener hijos. Tengo la impresión de que quizás esta política necesita acompañarse de otra: la política de no impedir tener hijos.

Como ocurre con el tabaco, que el estado grava fuertemente y al tiempo subsidia, con los hijos el estado otorga ayudas y luego se interpone. En las estructuras familiares funcionan una serie de relaciones de intercambio y el estado con sus ayudas sociales se interpone y dificulta éstas. Si hay generosas pensiones los hijos ya no se tienen que ocupar de los padres, si la educación es soviéticamente pública los padres no se tienen que opcupar de la educación de los hijos. Como véis, el asunto tiene derivadas que nadie cuestiona o se atreve a rascar.

Conclusiones: primera, nuestro principal (y secular) problema es el demográfico. Segunda, el actual "espíritu de la era" está agrandando este problema. Tercera, es alucinante que ningún partido político con posibilidades de gobernar plantee el problema.

Más:
  • A fistful of euros - Why is Spain's population loss an economic problem
  • National Center for Biotechnology Information (EE.UU.) - Spain faces massive decline in population.  «...to maintain the current potential support ratio (the number of people of working age per older person), Spain should accept an annual average of 1.58 million immigrants until 2050».
  • Joel Kotkin, Forbes - It's the birth rate, stupid. «Essentially, Spain bought into northern Europe’s liberal values, and low birthrates, but did so without the economic wherewithal to pay for it. You can afford a Nordic welfare state, albeit increasingly precariously, if your companies and labor force are highly skilled or productive. But Spain lack that kind of productive industry; much of the growth stemmed from real estate and tourism.(...) Unlike Sweden or Germany, Spain cannot count now on immigrants to stem their demographic decline and generate new economic energy. Although 450,000 people, largely from Muslim countries, still arrive annually, over 580,000 Spaniards are heading elsewhere — many of them to northern Europe».
  • Premios a la Natalidad.


jueves, 9 de junio de 2016

El vaciamiento de los partidos políticos

No es que antes las cosas fueran mejores, es que tenemos una gran capacidad de adaptación. Esta capacidad influye en cómo tendemos a olvidar lo malo y reforzar el recuerdo de lo bueno, en cómo a toro pasado tenemos más información sobre posibles consecuencias de los actos y en cómo entre las consecuencias imprevistas algunas fueron positivas y no contábamos con ellas. Estamos biológicamente construidos para que en cada momento saquemos lo mejor de nuestro entorno y de nuestras capacidades.

Para explicar el presente tratando de rasgar estas cortinas biológicas y adaptativas muchos optan por el camino más corto: partir de una posición, digamos, pesimista, y comparar pasado y presente de forma desequilibrada. Esto se ve muy bien en el estudio histórico tradicional donde el error más frecuente es el llamado presentismo o anacronismo (juzgar con la moral de hoy los hechos del pasado o juzgar con la irreligiosidad de hoy la religiosidad del pasado). Sin embargo al estudio del presente —que es el estudio de la historia más dificil de hacer— también es aplicable: presentar una visión pesimista del presente comparándolo con el inmediato pasado.

Existe una suerte de disonancia entre los cambios que se producen ahora mismo y nuestra adaptación a ellos. Acostumbrados a una vida política con coordenadas conocidas y referencias aprendidas, los cambios que se han ido produciendo lejos de nuestro control han alterado el mapa que nos guiaba y ahora tenemos problemas para ubicarnos. Es una vieja historia.

Congreso Continental.
Los primeros estados liberales y constitucionales no previeron la aparición de bandas partidarias. En el parlamentarismo inglés de finales del XVIII sí funcionaban ciertas agregaciones políticas (tories y whigs) muy mutables acerca de lo que era beneficioso para el país. Sin embargo, en los primeros países que dejan atrás el Antiguo Régimen tardan poco en aparecer bandas partidarias en función de ciertas preferencias políticas. Así tenemos en Estados Unidos a los demócrata-republicanos de Jefferson y Madison, partidarios de los derechos de los estados, de apiloar ingleses y de apoyar a la recién nacida República Francesa por un lado y por el otro a los federalistas liderados por Hamilton y Adams, partidarios de un gobierno central fuerte y de la amistad con Inglaterra. En España tenemos a los liberales y a los serviles (perdón, absolutistas) divididos por la cuestión de si la soberanía debía recaer en la nación o en el rey y en Francia a girondinos y jacobinos divididos en un primer momento por si se debía otorgar poder o no a la comuna insurreccional de París. Hoy estas diferencias políticas nos parecen muy extrañas.

Hacia la Primera Guerra Mundial se había multiplicado el número de países. Los países que surgieron, salvo algunas excepciones en Europa Oriental, adoptaron sistemas liberales y diversas formas de parlamentarismo y sufragio. Sin embargo la diferencia política fundamental ya no se encontraba entre defender o no el sistema liberal o republicano de gobierno (donde incluyo a las monarquías constitucionales) sino en la clase social. En la segunda mitad del XIX había triunfado una explicación de la historia y de la economía que dividía a las sociedades en clases, compartimentos, que se suponían antagónicos. Así aparecen partidos de clase: partidos cristianos y socialistas que propugnan la mejora de las condiciones de vida del obrero industrial, partidos agraristas que defienden los privilegios asociados a las rentas del campo y partidos con fragancia a incienso que planteaban dudas sobre el control aconfesional de la educación, entre otros.

Propaganda del Partido Conservador británico para las elecciones de 1929 (malditas viudas pedigüeñas).
La derrota moral de los vencedores de la Primera Guerra Mundial dio pie al surgimiento de bandas partidarias centradas en la importancia de dónde paren las mujeres como asunto de vital trascendencia política. El nacionalismo organizado agrega intereses políticos territorializados e instrumentaliza las banderas para frenar la decadencia de los privilegios de las viejas élites provincianas frente a estados liberales cada vez más maduros.

Hasta nuestra época, las agregaciones de intereses políticos no han experimentado un gran cambio en sus estructuras partidistas, pero sí lo han hecho las sociedades sobre las que se levantan. Se pueden decir que los partidos tradicionales son arquitecturas que respondían a una explicación de la sociedad de hace cien años. Seguimos teniendo sobre el papel partidos de clase y nacionalistas pero sus agendas y la masa de la que se nutren se han visto alteradas dramáticamente. Hoy la teoría marxista ya no es capaz de explicar la sociedad y sus relaciones económicas y el nacionalismo es un residuo estético ya que las élites provincianas son hoy subdirectores generales de una multinacional de refrescos de cola.

Polonia, marcha a favor de la independencia (y en contra de otras cosas).
Por el camino —y en nuestro contexto europeo— la unión política continental, las amenazas internacionales compartidas, la homogeneización de los intereses de la sociedad, la terciarización, la red pública de protección universal y la irreligiosidad han hecho que la contienda política se vacíe de contenido. La capacidad de un país europeo para decidir sus políticas se ha reducido mucho en comparación con hace treinta años. Si hablamos de un país de la zona euro la autonomía es todavía menor.

Marcha en Kiev a favor de la Unión Europea.
Esta disminución del poder del estado nacional hace que los partidos tradicionales tengan poca capacidad de representar agregaciones de intereses políticos. La homogeneización de la población se une a esto y acaba convirtiendo a los otrora grandes partidos en bandas que se tienen que distinguir por el color de sus banderolas.

La población general, atónita pero adaptada, asiste indefensa a este vaciamiento. Hoy no se trata de decidir sobre cuestiones que afectan inmediatamente a la vida de las personas, sino que se delega "en Europa" o simplemente se asume que hay una única manera de hacer las cosas. En este mundo post-partidos hay quien lo lleva mejor, como el PP español, que se ha transformado en un partido de clase ceñido exclusivamente a las cuestiones que afectan a su masa de votantes, los pensionistas. Otros no corren tanta suerte y ya están disueltos cual azucarillos. Se trata de los partidos laboristas y socialdemócratas que sólo los distinguimos de conservadores y liberales por el color de las banderolas y que tratan de mantenerse con vida defendiendo posiciones muy fuertes y de forma muy seria sobre cuestiones intrascendentales cuando no frívolas o banales (los derechos de los animales, el estrés de las lechugas, etc). Los conservadores, tradicionalmente ocupados en romerías y en la defensa nacional, han dejado de enfrentarse a la disolución nacional en el continente y se han subido con frenesí a la carroza de la construcción europea. Los liberales por su parte defienden en Europa el statu quo, con lo que en unas décadas me imagino que pasarán a asumir el papel de "conservadores continentales".

Manifestación anti inmigrantes en Londres, 1972.
Pero la historia no acaba aquí. Con los partidos tradicionales pugnando por un electorado cada vez más homogéneo, sin clases sociales y sin que el papel de la Iglesia importe, su debilidad es aprovechada por quienes están dispuestos a rellenar el hueco de las pasiones olvidadas. Esto lo vemos con los partidos populistas. Estos partidos quieren un sistema alternativo a la actual Unión Europea, desean una devolución de la capacidad legislativa, defienden el aislacionismo tiranófilo en política exterior y sueñan con recuperar la soberanía monetaria para envilecer la moneda y mantenerse en el poder repartiendo rentas (que serían cada vez más escasas ya que no están dispuestos a tomar medidas impopulares como aumentar los impuestos a la mayoría de la población).

El problema de base del populismo europeo es que el sistema que defienden no es nuevo ni mejora el actual. Hoy no estamos como en el momento matricial del estado liberal (defensores de lo nuevo frente a nostálgicos de lo viejo). Lo que defienden los populistas ya es conocido porque es exactamente lo que había antes de la Segunda Guerra Mundial. El populismo tal como se plantea tampoco responde a las coordenadas de una sociedad sin clases, homogénea, interdependiente y tolerante hasta la arcada. Igual que los alemanes de los años treinta se preguntaban qué vendría  después de los nazis, yo me pregunto qué vendrá después de los populistas. ¿Qué factores determinarán la agregación partidista en el futuro? ¿La edad (mirad la inversión de las pirámides de población), la educación (chamanes vs. científicos), la inmigración (esto ya empieza a ser así en muchos países y la mejora de las condiciones de vida en África sólo hará multiplicar la inmigración)? ¿Y de estos distintos polos agregadores qué combinaciones habrá? ¿Chamanes jóvenes antiinmigración frente a chamanes viejos? ¿Científicos viejos frente a proinmigración?

Pensar el futuro es complicado. Yo sólo puedo decir que en el futuro habrá maravillosas centrales térmicas de carbón, incendios forestales y muchos viejecitos muriéndose solos. Ya es algo.