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Usuario estándar navegando por Internet. |
Como un runrún lejano tenemos cierta idea vaporosa de que estamos siendo vigilados pero preferimos no detenernos en el asunto. No hacemos preguntas y nuestros gobernantes no tienen incentivos para ser más transparentes con el asunto. Lo lógico sería que ya que estamos cediendo espacios de privacidad personal saber qué estamos cediendo exactamente y por qué, qué resultados tiene esto. Si no hay respuestas es porque no hay preguntas.
Cuando uno se compra un teléfono móvil —en España llamamos móvil al celular— y lo configura suele aparecerle un texto de docenas de páginas con las condiciones y los términos del contrato de uso. Nadie lee eso, nos da igual. Podemos estar vendiendo a nuestra abuela a Hydra que no nos importa. Venga, dame ya el jueguecito de los caramelos o de los cerditos y déjame en paz.
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Agree a todo, venga va, siguiente, continuar, dale. |
Que no valoramos nuestra libertad personal o privacidad lo vemos también cuando no aplicamos medidas muy básicas de seguridad que son conocidas por muchos. ¿Cuántos de vosotros usáis la misma contraseña para varios lugares? Casi todos. ¿Cuántos no cambiáis nunca la contraseña? La mayoría. ¿Cuánta gente no tiene actualizado el sistema operativo o el navegador? Demasiados.
Para tener una idea de lo que supone esto puedo usar el ejemplo de las vacunas. Cuando una persona se vacuna no se está protegiendo a ella sino a los que la rodean. Cuando alguien es un guarro a la hora de navegar por Internet o usar su teléfono no sólo se está enguarrando él sino que enguarra a los demás. Usuarios vagos y aparatos inseguros son presa fácil de grupos de gente mala que se mete en esos ordenadores, obtiene datos de terceros, mete bichos para capturar capacidad de cálculo y luego hace el mal. El usuario pasota afecta negativamente a la libertad personal del resto de usuarios. Por eso cuando hablo de obligar a las compañías a hacer cosas en realidad estoy hablando de obtener más seguridades para la libertad personal. Sí amigos, en la Era de la Tontería todavía quedamos unos pocos que valoramos la libertad.
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"Al lado del detector de comunismo estos relés controlan la potencia de las fotos de gatitos". |
Un problema es que nunca le han explicado al pepito común este tema y el pepito tampoco quiere que se lo expliquen. La gente tiene fe ciega en que si los gobiernos acceden a información personal sin vigilancia, sin dar respuestas, sin informar a un juez (o peor: informando a un juez de 103 años que lo firma todo sin leer) es por su bien. Esta fe propia de los animales de granja es problemática. En primer lugar exige gobernantes bondadosos y ningún sistema legal puede basarse en la ética esperable del gobernante, los sistemas legales tienen que basarse en la desconfianza hacia el gobierno y el funcionario (esta es una idea profundamente liberal pero creo que bien explicada puede ser compartida por la mayoría de la población). En segundo lugar, nunca tendremos garantías de que los mecanismos de supervisión y vigilancia no caigan en malas —peores— manos: una vez que tienes la manera de acceder a la información de cualquier dispositivo conectado a la red es cuestión de tiempo que mafias, terroristas, el tío que inventó el Trivial Pursuit o el PSOE también tengan esa capacidad.
Esto último es bastante interesante —es una forma de hablar, en realidad no interesa a nadie— pues obligaría a pensar en sistemas de transmisión de información encriptada que no pueda ser nunca desencriptada. Ah, pero ¿queremos eso? No, porque el teléfono de un terrorista o un pederasta sí lo queremos desencriptar... y una vez que desencriptamos ese teléfono ya podemos desencriptar el del panadero del barrio o el tuyo (por cierto, deja de sacarte fotos de la chorra).
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Cuántas chorras y teticas no habrá visto Wang Dong. |
Cuando un pepe participa en un sorteo de un viaje a Torremolinos y "sólo tiene que rellenar sus datos aquí" o cuando un pepe envía ochocientas tapas de yogures para conseguir unas entradas para el próximo concierto de Pablo Alborán está regalando su información personal —insisto: dinero— a una compañía grisácea ubicada en Gibraltar que a los dos días se la vende a un touroperador y a otra compañía de yogures. ¿A que cuando hablamos de dinero ya la cosa incomoda más? ¿Y qué me decís de esas impertinentes llamadas de telemárketing?
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¡Todo free, qué bien! Also, "una ciudad europea" (puede ser Salou, puaj). |