martes, 29 de marzo de 2016

Privacidad, seguridad y autoengaño

A mí me hacen mucha gracia cuando se trata el debate entre privacidad y seguridad los golpecitos en el pecho que se pega la gente. Se trata de un trade off, dicen los listos, ya que no se puede aspìrar a una seguridad completa sin ceder parte de nuestra libertad personal. Me hace gracia, como digo, porque en el debate se da a entender que la gente valora la privacidad. Ja.

Usuario estándar navegando por Internet.
Para empezar, cuando se trata de la privacidad de terceros a nadie le importa una higa, seamos claros. Dedicamos un montón de recursos a espiar a países aliados y hostiles. Todos entendemos que esto es algo necesario y no hacemos preguntas (salvo si eres un diputado a sueldo de una potencia extranjera, es decir, un espía enemigo). Los golpecitos en el pecho aparecen en los peatones cuando el objetivo del espionaje somos nosotros.

Como un runrún lejano tenemos cierta idea vaporosa de que estamos siendo vigilados pero preferimos no detenernos en el asunto. No hacemos preguntas y nuestros gobernantes no tienen incentivos para ser más transparentes con el asunto. Lo lógico sería que ya que estamos cediendo espacios de privacidad personal saber qué estamos cediendo exactamente y por qué, qué resultados tiene esto. Si no hay respuestas es porque no hay preguntas.

Cuando uno se compra un teléfono móvil —en España llamamos móvil al celular— y lo configura suele aparecerle un texto de docenas de páginas con las condiciones y los términos del contrato de uso. Nadie lee eso, nos da igual. Podemos estar vendiendo a nuestra abuela a Hydra que no nos importa. Venga, dame ya el jueguecito de los caramelos o de los cerditos y déjame en paz.

Agree a todo, venga va, siguiente, continuar, dale.
Sería muy sencillo aprobar legislación para obligar a las compañías a informar de verdad a sus clientes. Si tú quieres que nadie lea el contrato plantas treinta págnas en letra pequeña y un botón de "leer más tarde". Así te aseguras al 100% que ni Panete lo va a leer. Pero sin embargo si obligas por ley a ver un vídeo de dos minutos en el que salga el CEO de la compañía explicando los puntos clave del contrato y es un vídeo que no puedes saltar durante el proceso de configuración, por lo menos alguien se enterará de algo. Nadie está pidiendo algo así. Me meo de la risa.

Que no valoramos nuestra libertad personal o privacidad lo vemos también cuando no aplicamos medidas muy básicas de seguridad que son conocidas por muchos. ¿Cuántos de vosotros usáis la misma contraseña para varios lugares? Casi todos. ¿Cuántos no cambiáis nunca la contraseña? La mayoría. ¿Cuánta gente no tiene actualizado el sistema operativo o el navegador? Demasiados.

Para tener una idea de lo que supone esto puedo usar el ejemplo de las vacunas. Cuando una persona se vacuna no se está protegiendo a ella sino a los que la rodean. Cuando alguien es un guarro a la hora de navegar por Internet o usar su teléfono no sólo se está enguarrando él sino que enguarra a los demás. Usuarios vagos y aparatos inseguros son presa fácil de grupos de gente mala que se mete en esos ordenadores, obtiene datos de terceros, mete bichos para capturar capacidad de cálculo y luego hace el mal. El usuario pasota afecta negativamente a la libertad personal del resto de usuarios. Por eso cuando hablo de obligar a las compañías a hacer cosas en realidad estoy hablando de obtener más seguridades para la libertad personal. Sí amigos, en la Era de la Tontería todavía quedamos unos pocos que valoramos la libertad.

"Al lado del detector de comunismo estos relés controlan la potencia de las fotos de gatitos".
En el mundo de la interconexión global telemática hay opciones brutas de salvaguardar cierta privacidad. Las agencias de inteligencia que han desempolvado viejas máquinas de escribir saben de esto. Y en los congresos de hackers a los que acuden expertos en seguridad con blocs de notas y lápices también saben de esto. Es evidente que no podemos asumir una derrota y que un uso responsable de las redes decanta la balanza a favor de seguir conectados.

Un problema es que nunca le han explicado al pepito común este tema y el pepito tampoco quiere que se lo expliquen. La gente tiene fe ciega en que si los gobiernos acceden a información personal sin vigilancia, sin dar respuestas, sin informar a un juez (o peor: informando a un juez de 103 años que lo firma todo sin leer) es por su bien. Esta fe propia de los animales de granja es problemática. En primer lugar exige gobernantes bondadosos y ningún sistema legal puede basarse en la ética esperable del gobernante, los sistemas legales tienen que basarse en la desconfianza hacia el gobierno y el funcionario (esta es una idea profundamente liberal pero creo que bien explicada puede ser compartida por la mayoría de la población). En segundo lugar, nunca tendremos garantías de que los mecanismos de supervisión y vigilancia no caigan en malas —peores— manos: una vez que tienes la manera de acceder a la información de cualquier dispositivo conectado a la red es cuestión de tiempo que mafias, terroristas, el tío que inventó el Trivial Pursuit o el PSOE también tengan esa capacidad.

Esto último es bastante interesante —es una forma de hablar, en realidad no interesa a nadie— pues obligaría a pensar en sistemas de transmisión de información encriptada que no pueda ser nunca desencriptada. Ah, pero ¿queremos eso? No, porque el teléfono de un terrorista o un pederasta sí lo queremos desencriptar... y una vez que desencriptamos ese teléfono ya podemos desencriptar el del panadero del barrio o el tuyo (por cierto, deja de sacarte fotos de la chorra).

Cuántas chorras y teticas no habrá visto Wang Dong.
Volviendo al peatón que compra en H&M, come paella los domingos, tiene una amante mulata en la lista de contactos detrás del nombre "Jaime Prosegur" y al camello detrás del nombre "00María Sucursal Banco" hay un detalle sobre la nula importancia que otorgamos a la privacidad que siempre me ha llamado la atención. Resulta que aunque los pepitos no valoren su información personal hay compañías que sí lo hacen. Y la valoran en dinero contante y sonante. Hay compañías que compran y venden paquetes de datos personales a cambio de dinero. Y el pepito no es consciente de esto.

Cuando un pepe participa en un sorteo de un viaje a Torremolinos y "sólo tiene que rellenar sus datos aquí" o cuando un pepe envía ochocientas tapas de yogures para conseguir unas entradas para el próximo concierto de Pablo Alborán está regalando su información personal —insisto: dinero— a una compañía grisácea ubicada en Gibraltar que a los dos días se la vende a un touroperador y a otra compañía de yogures. ¿A que cuando hablamos de dinero ya la cosa incomoda más? ¿Y qué me decís de esas impertinentes llamadas de telemárketing?

¡Todo free, qué bien! Also, "una ciudad europea" (puede ser Salou, puaj).
Hace cien años fue la lucha por los derechos laborales lo que dio forma a nuestro mundo. Hace cincuenta años fue la lucha por los derechos civiles lo que dio forma a nuestro mundo. Hoy es la época de la privacidad y nos la sopla todo bastante porque tenemos una excusa muy bonita en el terrorismo internacional. Aspirar a una completa libertad y al mismo tiempo a una completa seguridad es como tener de mascotas a una anaconda y a un chihuahua: hay que poner límites. Lo que me temo es que de momento sólo estamos encerrando al chihuahua en un armario y dejamos que la anaconda duerma en nuestra cama, vea partidos de fútbol en nuestra tele y se beba nuestras cervezas.


lunes, 21 de marzo de 2016

Raza, civilización y otras chicas del montón

Desde que en Europa occidental tenemos historia se ha empleado la palabra civilización para marcar una diferencia entre el hombre civilizado y el hombre salvaje (o bárbaro, según el término griego βάρβαρος que se usaba para señalar a quienes no hablaban bien, es decir, a quienes no hablaban griego). En el contexto de sociedades políticas que no comparten espacio, las palabras salvaje, bárbaro y extranjero son intercambiables (el hombre no pertenece a varias civilizaciones: "Igual que no caben dos soles en el cielo, no caben en la Tierra Darío y Alejandro", para los griegos los persas eran bárbaros).


Chenofobia.
Civilización y barbarie 

Hágase notar que la carga peyorativa de estos conceptos es muy posterior a la aparición de estos conceptos (¿la carga peyorativa aparece con el humanismo, con el horror que supuso la Edad Moderna para el luminoso y alegre hombre medieval?). Nótese también la dificultad que plantea hablar de ideas esencialistas en un mundo, el nuestro actual, caracterizado por el antiesencialismo y la infinita gama de grises (de hecho, esta es la misma dificultad que plantea hablar del pasado sin caer en el presentismo, cosa que hoy es casi imposible y así nos va: "es que los romanos eran malos porque eran esclavistas", vete a pastar con las cabras, anda).

En nuestro rincón del planeta, históricamente, hablar de civilización era hablar de una serie de tratos, hábitos, costumbres, creencias, modos y operaciones que definían ciertas líneas compartidas por los hombres civilizados (definición circular). Dentro del espacio geográfico de la civilización había gente incivilizada (célebre el caso del niño de L'Aveyron). Más allá de las "fronteras" (Urales, Elba, Danubio, Jutlandia, Atlas y Bósforo, aunque estas fronteras siempre han sido permeables y cambiantes) estaban los que inevitablemente eran bárbaros.

Talas, Kirguizistán. Batalla en el siglo VIII que marcó el límite oriental de la expansión islámica.
Hasta época reciente no había problema en hablar de civilizados e incivilizados. Es el mayor conocimiento que empezamos a tener, a partir del XIX, de los que no considerábamos civilizados lo que nos lleva a replantearnos la idea de bárbaro. El ejemplo más claro de esta dificultad lo tenemos con China. Los chinos no formaban parte de la civilización occidental (ya aparece la palabra "occidental") sin embargo tampoco se pueden clasificar como incivilizados (tienen sociedades políticas complejas, ciudades, leyes y la capacidad de influenciar a sus vecinos). Esto nos lleva a decir que existió una civilización china (que por su extensión a lo que hoy es Corea, Vietnam y Japón, podríamos llamar civilización del extremo oriente, o confuciana o como queráis). Lo mismo puede ocurrir con las gentes precolombinas aunque la carencia de datos nos impida profundizar (gracias a los descubridores españoles sabemos un pelín de aztecas e incas pero no hay mucho donde rascar, de los anteriores (toltecas, olmecas) todo son especulaciones y mentiras de oficinas de turismo).

Donde con más insistencia se emplea el término de bárbaro es a la hora de hablar del proceso de cambio de la propiedad de la tierra en lo que era el Imperio Romano de Occidente en el siglo V. Ahí aparecen los reinos bárbaros o las invasiones bárbaras. Curiosamente hablamos de gente muy poco bárbara en el sentido de ajena a la civilización romana (el ejército romano y sus oficiales tenían muchos "bárbaros" y los caudillos bárbaros se mezclaban con la nobleza romana). Los caudillos bárbaros que fundan nuevos reinos buscan su legitimidad política en la herencia romana (piden ser nombrados cónsules por el emperador de Oriente, celebran triunfos romanos, adaptan las leyes, imitan las cecas, etc). El azucarillo bárbaro poco dura en el disolvente civilizatorio (con excepción de Inglaterra, los reinos bárbaros europeos son "varias Romas").

Memorial de la batalla de Muhi construido en 1991 para recordar a los caídos húngaros en combate contra el mongol (1241).
Para estrujar todavía más la complejidad del asunto podemos añadir que tras las conquistas mongolas la Rusia medieval era una sociedad civilizada que rendía vasallaje a los bárbaros (Crimea, Kazán, Horda de Oro, etc.). Ciudades con sus catedrales y su comercio tenían al pie de las murallas campamentos de yurtas donde los príncipes rusos depositaban tributos en forma de oro y niñas. Esto nos debe hacer entender que civilización no significa dominación ni la relación civilizado-incivilizado una relación de asimétrica superioridad.

Hasta aquí bien la cosa ¿no? Pregunto porque hay gente que se siente ofendida por cualquier cosa (supongo que es el precio a pagar por la desaparición de la sensación de peligro en nuestra sociedad de estufas, televisión, neveras, ambulancias y policía en la calle).

El salto ilustrado

La paz religiosa en Europa, las buenas cosechas y el tiempo libre del rentista hacen aparecer lo que entendemos por Ilustración. Ya todos los sitios habitados del planeta son conocidos y los que no lo son nunca serán relevantes. El pensamiento occidental sigue siendo esencialista (Aristóteles ahí funcionando) pero un tal Manuel Kant juega con la idea ilustrada de universalidad y tiene que hacer piruetas para explicar un mundo que tiene que ser universal pero no lo es. Es que hay muchas gentes distintas y a pesar de todo el conocimiento (compartido) sigue habiendo guerras y conflictos. Kant se esfuerza por explicar este nuevo mundo a partir de coordenadas que sirvan para cualquier hombre. Empieza a funcionar el racionalismo y la idea de que la ciencia redimirá a los hombres y la aplicación del conocimiento y la inteligencia les llevará a una época dorada de paz universal y perpetua.

Manuel Kant después de comerse un miguelito.
Intríngulis chíngulis, en lugar de paz universal lo que obtuvimos fue el fenómeno del colonialismo. Que es como ir a comprar merluza al mercado y llevarte macarrones. El racionalismo no provoca la creación de una Sociedad de Naciones en los albores del XIX sino que sirve para justificar racionalmente las cosas que se hacían antes y para continuar haciéndolas. Es la época en la que los ingleses compraron y vendieron a más personas en la historia y luego inventarán el sistema de castas que hoy conocemos en la India (ya que estamos, aprovecho para añadir que es la época en la que intentan matar a todos los irlandeses y en la que casi matan a todos los indígenas de Tasmania). Estos son los que hoy nos escriben la historia a nosotros y nos llaman cosas.

La mezcla de ciencia y conquista era una cosa. Añadir Darwin al cóctel es otra. El hombre deja de estar por encima de los animales (¿el Génesis os suena?) y pasa a ser un animal más (¡ay!). Y entonces llegan en manada los listos de la Facultad de Sociología, Antropología, etc. con sus sombreros, su olor a porro y sus caras de loco. Si en su Teatro Crítico Universal el padre Feijoo se preguntaba por el color de la piel de los etíopes sin establecer apriorismos peyorativos, la nueva ciencia racial entrará en el asunto como un elefante en la cacharrería.

—Las razas del hombre son tres: europeo, africano y asiático; lo demuestro en mi nuevo seminario que me paga la diputación.
—Yo digo que son cuatro porque creo que el americano no es asiático. Y además me han llamado los de la tele.
—Pues yo escribí un nuevo libro en el que explico que hay cinco razas, porque la raza monstruosa* también hay que contemplarla, jodeos.
—Esperad ¿y qué me decís de los judíos...?
—Oooh.
—Aaah.

*No me invento nada: Homo Monstrosus, Linneo.

De considerar al hombre "un animal más" al partido nazi hay el salto de un grillo... el problema es que el hombre sí es un animal pero es un animal diferente a todos los demás. El hombre es el único animal que hace pan y esto los que escribieron la Biblia ya se lo barruntaban (me pregunto si está permitido decir esto).

Desde el XIX se emplean las ciencias profusamente para ampliar el conocimiento sobre el hombre y el universo. El conocimiento científico y las aplicaciones tecnológicas descubiertas en los últimos doscientos años son casi tan importantes como el número de fotos que le sacan a Cristiano Ronaldo mientras se toma un té. Casi. Tampoco quiero pasarme.

El problema es que una cosa es la ciencia basada en la evidencia (ley de la gravedad) y otra cosa muy distinta es la "ciencia social" que está más relacionada con vender discursos. A principios del XX estas dos cosas se mezclaron en una moda de gran éxito que llamamos eugenesia que fue la derrota de la humanidad frente al determinismo.

Merendola en la herriko taberna.
Doble hélice, fin del asunto

Cuando se trataba de definir al hombre, la ciencia científica y la ciencia social se acercaron tangencialmente hasta el desarrollo de la genética moderna. Lo que nos dice la genética después de la segunda guerra mundial es que distinguir al hombre en razas es de vagos. Los genetistas pasaron a investigar la forma de combatir enfermedades hereditarias y se dedicaron a seguir con sus asuntos mientras que en un rincón los científicos sociales quedaron rumiando.

Lo curioso del caso es que pese a que la evidencia científica no nos puede llevar a hablar de razas humanas y a que puedes recibir un transplante de alguien "de otra raza", el racismo sigue contando con una legión de seguidores. Sólo hay que ir a un país árabe y preguntar por subsaharianos o ver canales de youtube de (algunos) libertarios gringos.

WAT
La pervivencia del racismo la vemos también profundamente instalada en el pensamiento progresista: esa idea de tratar África como a una guardería es un residuo del pensamiento colonial y la idea de que la banca internacional está controlada por judíos también es una buena chifladura. No insisto por aquí que si no esto se hace infinito.

Algunos científicos sociales (supongo que la mayoría) acabaron adaptándose al concepto de variación clinal. Las diferencias externas que vemos entre negros y esquimales se deben a una adaptación climática con resultados en el fenotipo (hay gente más morena que otra y hay gente con la nariz más ancha que otra, también hay gente que vota al PSOE, son cosas que pasan). Sin embargo, si en lugar de comparar a un negro ugandés con un esquimal comparamos a poblaciones nativas geográficamente más cercanas (un sirio y un griego), las diferencias se van suavizando o son inexistentes (curiosamente este continuum también aparece con los idiomas). Que los niños de uniones "interraciales" sean fértiles también nos dice algo, digo yo. (Paso por alto la mezcla resultante del movimiento de población, hablo de población nativa).

Posmodernidad

Estoy de acuerdo con la frase de este señor de Palencia pero no comparto la ingenuidad con la que se suele interpretar.
Parte de los científicos sociales se pusieron a explorar las variaciones clinales y otros se decantaron por la Kultur y el estudio de la costumbre, formas sociales, organización de la población, economía, transmisión de información, etc. A mí me gustan los libros de antropología que cuentan batallitas, creo que son una gran fuente de inspiración para escribir historias.

En esta época posmoderna en la que se pone en cuestión todo hasta el punto de que hay gente que vende libros hablando de chemtrails y que decide no vacunar a sus hijos (y no los fusilan ni nada), el racismo ha derivado en un culturalismo extremo, por llamarlo de alguna manera. El culturalismo extremo es la explicación vaga de las acciones humanas: la gente de este sitio se comporta así porque es de ese sitio. Si hablamos de sitios donde el aspecto humano es muy diferente y tradicionalmente señalado como de otra raza, nos resultan afirmaciones como "se comportan así porque son de tal raza", afirmación que nos hace retroceder doscientos años ("la leche de las africanas es copiosa").

La pervivencia del racismo tiene que ver con conocidas fórmulas de propaganda. En una época de incerteza como la nuestra, da igual si tienes razón o no, lo que importa es que hables con autoridad y transmitiendo certeza, siempre hay alguien que te comprará el discurso. Enseñar la foto de una modelo sueca y una anciana aborigen australiana para decir que son de dos razas distintas o hacer referencia a tests de inteligencia raciales de los años 30 son mecanismos que funcionan entre una muchachada educada entre imágenes impactantes y frasecitas de publicista ocurrente.

Lo dramático no es que existan los charlatanes propagandistas, esos siempre existirán. Lo dramático es que precisamente las armas que empleamos para combatir el discurso del odio no las usamos para combatir discursos de odio ajenos.

Vaya, mi sentido arácnido detecta que empiezo a meterme en aguas pantanosas. Avancemos con cuidado.

Sí amigos, hay gente que no es blanca, cristiana (donde incluyo ateos cristianos) y europea que da asco escuchar lo que dice. Uh. Peligro Will Robinson. La autocrítica es bienvenida pero no puede instalarnos en un permanente sentimiento de culpa. Que la muy tardía descolonización inglesa y francesa en zonas de extracción de recursos no haya dejado nada parecido a una base institucional sobre la que construir nuevos estados no puede alejarnos del intervencionismo civilizador (lo que hay ahora es un intervencionismo clientelar que es continuador del colonialismo de forma discreta). Yo entiendo el problema que conlleva esto, siempre estamos a dos minutos de que se nos vaya la mano, por eso suelo recordar que —por ejemplo— nuestro problema no es con el islam sino con una doctrina de odio que parte del islam, igualmente el problema no es con los subsaharianos sino con cierta élite subsahariana intermediaria en la extracción de recursos (la verdad es que los subsaharianos tampoco nos preocupan demasiado y queramos que no gracias al comercio internacional se están haciendo importantes progresos en pacificación y mejora de la calidad de vida en África).

Contra la armonía

:S
En el fondo y en resumen lo que quiero es hacer una crítica total a la idea de armonía. No existe tal cosa como la paz universal, no existe tal cosa como la convivencia pacífica. Mientras haya quienes se resistan a la civilización habrá conflicto ("no caben en la Tierra Darío y Alejandro"). Los Derechos Humanos son una piltrafa para hacernos sentir mejor, vete con los Derechos Humanos a una madrasa de Baluchistán. Si queremos paz universal y justicia universal tenemos que preguntarnos dónde está la policía (Πολιτεία) universal. Claro, nada de esto existe. Cuando tras una guerra se establece un tribunal internacional (Ruanda, Yugoslavia) es porque alguien entró ahí y/o ganó la guerra. En occidente ya no existe la idea de ganar una guerra ("en la guerra todos pierden", "la guerra es el fracaso de la política y de la diplomacia") porque hemos contemplado el horror de cerca.

Las guerras ya no se ganan, se sufren (o todos pierden) pero extrañamente sí funciona la idea de paz (cada vez más dificil de definir por culpa del terrorismo internacional). "Queremos la paz" dice gente que parasita el eterno mayo francés mental del 68. Claro, el problema es que para que haya paz alguien tiene que ganar una guerra (definición circular, non sequitur).

Titular facha.
La idea de armonía se opone a la existencia de diferentes sociedades políticas, de diferentes religiones, de diferentes ideologías y de diferentes costumbres (estas cosas que antes iban acompañadas del concepto de raza). Pero constatamos que existen estas diferencias —las niñas yazidíes lo constatan en carne viva— por lo tanto la armonía es imposible y la paz universal es imposible hasta que ganemos o nos ganen. Yo prefiero ganar, ya lo adelanto.

¿Por qué la diferencia hace imposible la paz? Pues porque hay proyectos religiosos, políticos, etc incompatibles. Si una doctrina dice que debe haber un califato en las tierras que conquistaron los omeyas, abur la Junta de Extremadura. ¿Qué parte de esto no se entiende? ¿Lo explico con muñequitos?

Paradójica y sorprendentemente la paz entre occidente y el Imperio del Mal era posible —y no sólo gracias a las armas nucleares— porque pertenecían a la misma civilización y por tanto se entendían las razones del enemigo y podía haber comunicación. Pero cuando dos proyectos políticos están tan alejados y son tan incompatibles hasta el punto que no comparten civilización (los terroristas de Daesh no los puedo calificar de civilizados, ellos a mí ni siquiera me llaman extranjero sino cruzado, enemigo), el choque es total y su resolución es inevitable (esto no es de mi cosecha, aquí más).

1969, conflicto entre dos países socialistas, ¿cómo puede ser esto posible si buscaban el mismo —horroroso— fin?
Esta es la parte que entiendo que puede llevar al malvado a pensar en el racismo: decir que hay proyectos humanos incompatibles. Pero es que yo no estoy en posición de negar que esto sea así. Yo no puedo defender que todo cabe en la misma cesta porque no es verdad (claro, esto pica porque en la posmodernidad afirmar que existe la verdad es un acto revolucionario). Cuando la doctrina de un fulano es que tú dejes de existir ahí no hay convivencia ni paz ni pimientos de Padrón. Y por mucho que no lo queramos ver, la doctrina de muchos fulanos es que nosotros dejemos de existir.

Problema ético

Limes romano, Saalburg.
¿La imposibilidad de la paz significa que hay que buscar la guerra? No. Yo personalmente confío bastante en el inmenso poder del intercambio, el mestizaje y el comercio. Si comparamos las zonas de influencia de la civilización occidental de hace cien años con las de hoy podemos decir que estamos ganando terreno. Y cada vez los cambios son más rápidos (quizá por ello cada vez la resistencia es más encarnizada: hasta época reciente no existió ninguna doctrina islámica concretamente antioccidental ni reclamaciones en occidente para levantar grandes muros en las fronteras).

Sería falso afirmar que el conflicto no presenta problemas éticos. El intervencionismo que yo defiendo conlleva una larguísima lista de problemas éticos, pero es que cualquier acción humana conlleva problemas éticos. ¿Hay que dar de comer al hambriento y descalzo que llega a nuestra costa? Claro que sí. Y si vienen mil, también, eso (aquí) es lo ético. Pero qué ocurre si tu país es Malta y te llegan mil al día. Tienes un problema y tienes que poner límites. El mundo es gris.

Yo comparto el principio político de la frontera abierta y además creo que con el invierno demográfico y la obesa complacencia occidental incorporar nueva población es imprescindible (sobre todo con Estados del Bienestar que exigen cierta proporción de población trabajadora). Ahora bien, no ignoro que tal cual se produce la inmigración sur-norte a Europa es un drama humanitario que hay que frenar (argumento ético). Las patrullas en la frontera y la interceptación de pateras, salvan vidas. Los escáneres y los perros en los aeropuertos, salvan vidas (creo que se salvarían más despenalizando el consumo de drogas, pero es otro tema). Luego están los problemas que aparecen dentro de nuestros países: ¿cómo afecta la nueva población a los salarios de los nativos pobres? El estatus de "ilegal", ¿cómo influye en la criminalidad y el fraude fiscal? La creación de guetos y el poder de las mafias ¿cómo erosionan la lealtad al estado de acogida? Todas estas cosas hay que ponerlas en una balanza y no caer en el mito de la paz universal y de la armonía: aquí no todo el mundo viene a abrazar ositos de peluche.

Compartiendo el punto político de partida de la frontera abierta al final del día llega uno a la conclusión de que tiene que poner un guardia para no dejar pasar de cualquier forma a todo el mundo ("no darles de comer", la contradicción ética). Y entonces volvemos a la politeia y a los griegos.

Cero conflictos.
¡Qué bonito sería no necesitar politeia por vivir todos desnudos en el jardín del Edén! ¡Qué bonito sería ser como vacas! Pero no somos vacas, qué le vamos a hacer. Tenemos conflictos y hay que administrarlos, usar palabras para designar ideas y aceptar que va a existir una contradicción ética esperando tras cada esquina... lo que nos volvería una sociedad de cínicos...

... esto es infinito. Mirad, el que cree que existen razas que determinan el comportamiento es que no ha leído un libro en su vida y el que cree que todos somos iguales y queremos lo mismo es tan tonto como el primero. Fin, que se hace largo.




viernes, 18 de marzo de 2016

De refugiados y problemas sin solución

Hablar de la cuestión de los refugiados es harto complicado porque se mezclan muchas cosas y se manejan frívolamente los conceptos. A la dificultad que plantea el desconocimiento del significado de las palabras se le suma la moda del uso de datos. Ante el uso de datos la primera impresión es buena: los datos sirven para establecer un punto de partida, digamos, objetivo. El problema es que el empleo de los datos no tiene nada que ver con la objetividad: si alguien te enseña una docena de datos pregúntate qué otros datos no te está enseñando. Y luego está el problema de las ONG y asociaciones diversas cuyo único interés es vender su necesidad recurriendo a la demagogia. No les culpo, hay que comer, aunque me repugna ver cómo usan el sufrimiento ajeno. Es más, apenas distingo a las ONG-súperpreocupadas-tía de las mafias de traficantes de personas. Miento: las mafias me merecen un poquito más de respeto porque se la juegan.

Huir a Uzbekistán me empieza a parecer una buena idea.
Primera cuestión para hablar de los refugiados es saber qué es un refugiado. En la prensa vemos la palabra refugiado con insistencia debido al desplazamiento de personas de la Zona de Guerra Infinita. La agencia de Naciones Unidas para la ayuda al refugiado distingue entre refugiado y asylum-seeker (peticionario de asilo). Realmente cuando en las noticias mencionan a los refugiados se están refiriendo a peticionarios de asilo (las más de las veces. Los conceptos se mezclan porque en realidad a los jefes de redacción no les importa demasiado el tema). El refugiado es alguien que ha pedido asilo en un país que no es el suyo y se lo han concedido. El peticionario de asilo es alguien que está esperando a que le concedan el asilo —esencialmente se trata de un inmigrante ilegal con probable justificación para ser acogido, es decir, tampoco es que sea exactamente un inmigrante ilegal—.

Los países europeos tienen la manía de no imitar las formas de gobierno que vemos en Mad Max y por eso existen cauces legales y burocracia y el estatus de refugiado no se concede de forma automática. Es más, el acogimiento del inmigrante no se puede hacer a la ligera no porque los europeos seamos malvados sino porque si se hace, las mafias tendrán incentivos para poner en mayor riesgo la vida de mucha más gente. Tener un guardia en la frontera salva vidas de inmigrantes. Esto no lo escuchamos mucho porque la vida del inmigrante no importa demasiado a las hordas de fariseos y sus concursos fotogáficos tan vomitivos como lacrimógenos.


La segunda cuestión tiene que ver con el famoso egoísmo europeo. El país con mayor número de nuevos peticionarios de asilo del mundo (datos de 2014 de UNHCR) es Rusia con 275.000. El segundo es Alemania —"la Alemania de Merkel"— con 173.000 y el tercero Estados Unidos —"aquí huele a azufre"— con 121.000. A partir de 2014 existe un repunte en el número de peticionarios de asilo debido a la política de apaciguamiento de la OTAN respecto a Rusia: el ejército de violadores conocido como Daesh se hizo con el control de grandes zonas en Irak y Siria y el desplazamiento de civiles se disparó. En relación a la población Suecia cuenta con 24 peticionarios por cada 1.000 habitantes, Malta 17, Luxemburgo 13, Suíza y Montenegro 12, etc.

La procedencia de los peticionarios en todo el mundo, por orden de cantidad, es: Siria, Irak, Afganistán, Serbia, Eritrea, Pakistán, China roja, Nigeria, Irán, Somalia, Rusia, Albania, Ucrania y México. El mundo es un lugar muy grande, los conflictos no caben en un tuit y el progre de guardia cree descubrir el Mediterráneo con cada "dramita de la semana".


Más cosas sobre la aberrante idea de que esto no es Mad Max. Mientras solucionan su estatus legal el peticionario de asilo es acogido en diversos lugares según las posibilidades y las leyes del país de acogida. Se montan campamentos o se dedican viviendas e infraestructuras públicas para acogerlos. Como no tienen derecho a trabajar se les puede proporcionar una paga pública (el equivalente al coste de un BigMac al día es una buena aproximación, aunque cada país va por libre), según dónde se ubiquen y quién se encargue de cada grupo se les proporciona atención sanitaria y educativa (a niños y a mayores). Si vemos imágenes degradantes de peticionarios caminando por campos de Macedonia bajo la lluvia ("oh dios mío la lluvia moja", se lamenta el progre de guardia entre muffin y muffin) es porque Macedonia no acoge a esos individuos concretos, sino que los deja circular para ir a otro país. ¿Se pueden hacer mejor las cosas? Claro. Se puede y se debe. Ahora, yo no acepto la culpa de que los caminos macedonios sean como los de la Galicia de circa 1992. Ni mucho menos Merkel tiene la culpa de que el agua moje.

Al de refugiado y peticionario de asilo hay que sumarle un tercer concepto que es el de la protección humanitaria. Este es un concepto que emplea Naciones Unidas conscientemente con gran vaguedad. No se trata de gente desplazada por un conflicto sino por circunstancias personales: estar condenado a muerte, haber sufrido torturas, etc. Hay gente a la que se le concede protección temporal durante unos años, pasando a adquirir lo que llamaríamos permiso de residencia extendido (pero aun así limitado). Como vemos, los mecanismos disponibles por el derecho internacional y especialmente en los países de la UE, EEUU, Corea del Sur y Japón son numerosos y garantistas. Puede tardar más o menos pero es prácticamente imposible que no siendo un criminal buscado y viniendo de Aleppo no te concedan asilo.

Una vez concedido el asilo y siendo ya refugiado aparecen nuevos problemas. Al refugiado ya no se le puede mover para que lo acoja otro país (al peticionario todavía sí porque se encuentra en cierta bruma legal). Por eso en la UE hay un problema con esto que no se resuleve en dos tardes: muchos peticionarios eligen ir a unos países y no a otros. No es que España o Polonia "acojan a pocos" es que prefieren ir a otros sitios (Alemania, Suecia) y una vez conseguido el asilo pasan a tener ciertos derechos, no son vacas. Por eso que en algún ayuntamiento controlado por los reaccionarios haya cartelones de "Refugees welcome" no sirve para nada, salvo para hinchar el ego de los mastica-muffins adoradores del iPhone. Si de verdad quisieran recibir a peticionarios tendrían que producir anuncios para ser emitidos en las televisiones por satélite de la Zona de Guerra Infinita, no cuatro carteles de purrela hipócrita lava-conciencias que además cuelgan aquí para que los vean los paisanos de aquí.

"Refugiados bienvenidos", la vergüenza no.
En aquellos lugares donde se concentra mayor cantidad de refugiados se produce un abrupto mestizaje que tiene consecuencias negativas para todos los residentes (nacionales y extranjeros). Es una obviedad decir que muchos refugiados vienen de un lugar del mundo donde las costumbres,  moral, religión y usos son opuestos a los del lugar de acogida. Es más, muchos de los refugiados se encuentran con una mano delante y otra detrás, sin conocer el idioma ni reglas básicas de comportamiento. Esta inadaptación produce roces o "choques de hábitos". El más evidente tiene que ver con la forma de tratar a las mujeres. En lo que va de Casablanca a Lahore yo a mi prima no le animaría a salir sola de compras al zoco. Y no apunto al islam sino al islamismo.

Pregunta 213: consecuencias de la batalla de Farsalia. Se aprueba con un 80% de respuestas correctas.
Pese a la fuerza estética de la explicación culturalista —profusamente utilizada por los compañeros de voto de Pablemos en el Parlamento Europeo, grupos que conocemos como "extrema derecha"— es la falta de perspectivas de futuro lo que agudiza el conflicto. Si en lugar de trabajar e instalarte en la costumbre local te pasas el día rascándote las bolas en una plaza de Lavapiés rodeado de gente de tu aldea, tu mundo mental continua en esa aldea y por lo tanto continuarás pensando que las mujeres son animales domésticos y los hombres malvados infieles-colonizadores-whatever. De escupir en el suelo de la acera ni me hagáis hablar.

Mucha gente a la que le preguntas te hablará de integración y ciertamente existen muchos mecanismos para la integración del bárbaro en la civilización. Sin embargo nadie quiere asumir el coste de la integración y no me refiero sólo al dinero. No bastan talleres gestionados por ONG u oficinas municipales de búsqueda de empleo. Destruir la barbarie en la mente del bárbaro requiere el completo desarraigo: romper la mentalidad de gueto y hacer desaparecer el concepto de minoría. De esto los progres no quieren ni oír hablar ya que piensan que "todos somos iguales" y la extrema derecha si bien no cree que todos seamos iguales, quieren exacerbar la mentalidad de gueto, agudizando así el conflicto y sus consecuencias.

You are doing it wrong.
Lo que digo es que si en una ciudad tienes el 90% de tu inmigración concentrada en un barrio, no tienes una ciudad cosmopolita sino un lamentable gueto. ¿Qué incentivos tiene esa gente para dejar atrás la aldea bárbara mental si se dedican a reproducirla en el centro de la ciudad de acogida? La integración pasa por el reparto por el territorio (¡pero no son vacas!) y por que se hagan "útiles a la sociedad". La forma de conseguir esto es el quid de la cuestión. Sospecho que si todas las ciudades europeas fueran como Munich, el problema sería distinto. Ojo, en nuestra mentalidad también hay cambios necesarios. Cuando digo "que sean útiles para la sociedad" y se vean recompensados por su contribución no me refiero al fulano que recoge a cinco morenos morunos en su Toyota para pasar el día recogiendo fresas por dos duros y si te he visto no me acuerdo. Hay una espesa bruma de utilitarismo cubriendo esta parte del argumento y no podemos evitarla porque somos como somos y en primera plana aparece la prima de riesgo y no el más reciente lanzamiento de un cohete espacial.

Tip: pegar este cartel en la sede más cercana de Pablemos.
Hurgando en el tema de la integración recuerdo a aquel oficial americano encargado de administrar un pueblo alemán tras la guerra. En el cine del pueblo emitían un Movietone sobre los campos de exterminio y pocos vecinos estaban interesados en ver aquello. El oficial mandó a sus hombres sacar de las casas a los vecinos y los llevó al cine a punta de fusil. No quiero que se te atragante el muffin pero esta es una forma de hacer las cosas con resultados comprobados. Me imagino que existirán otras maneras de integrar al bárbaro sin que se te rompan las uñas, espero oírlas. Lo que tengo claro es que el método actual de asimilación no está hecho para picos de abrupto mestizaje y la compartimentación que propone la extrema derecha tampoco la veo como solución a nada (tenemos una gran responsabilidad por ser el modelo de civilización que quiere imitar todo el planeta por no mencionar esa cosita que se llama invierno demográfico y la necesidad que tenemos de incorporar a nueva población).


Como véis, al final el tema de los peticionarios de asilo se mezcla con el tema de la integración de las tribus bárbaras. Vivimos en un mundo enrevesado y complejo. Puede que no exista una única solución óptima y haya que emplear diferentes soluciones en diferentes sitios. Prejuicio, estereotipo, generalización, utilitarismo... materiales peligrosos que hay que saber administrar. Al final del día, y de esto se habla poco, lo que está claro es que el que busca asilo es porque ya no puede vivir en su país. Y esa persona no es la más pobre de su pueblo, los más pobres y quienes tienen más cargas son los que se quedan allí. Nos tenemos que preguntar por qué ya no pueden seguir viviendo allí y si es por la guerra poner fin a la guerra. ¿Cómo? Buena pregunta, ¿cómo acabar con la guerra infinita? De esto ya traté en alguna ocasión. Tengo dos formas, señorías, una es dejar la Zona de Guerra Infinita como el aparcamiento de un Mercadona a finales de mes. La otra implica entrar con todo: la movilización de millones de personas en servicio de armas y servicio civilizatorio. Ah, pero no. Sigamos conviviendo con la correosa realidad de la vida imperfecta ya nuestros hijos o nietos encontrarán una solución. O no.




Unas tollinas



domingo, 13 de marzo de 2016

Teoría del campesino estándar

Los que escuchan mi podcast saben que suelo repetir ciertos conceptos que resumen ideas muy complejas y enrevesadas. Cuando hablo de historia o de actualidad (que no deja de ser también historia en potencia aunque haga falta el paso del tiempo para distinguir el pelo de la lana) hago muchas menciones a la idea de que desde tiempos de Octavio Augusto hasta la Primera Guerra Mundial la mayoría de la población de Europa occidental apenas vivió cambios relevantes en su vida cotidiana.


Esta idea se refuerza por lo que sabemos de la demografía y de las condiciones de vida del populacho pero se ve amenazada por la moda contemporánea de la microhistoria, de la "historia de los pueblos" y de experimentos similares en torno al complicado asunto del sujeto histórico.

¿Por qué marco el periodo entre César Octavio y la PGM? Bueno, la época del primer emperador es un buen indicador del inicio de la historia en Europa occidental. Los romanos se habían expandido por Hispania, habían conquistado (apaciguado) la Galia, tenían contacto con Gran Bretaña y tenían noticia de los asuntos germanos. Italia, no hace falta decirlo, estaba romanizada. Como véis el área de interés histórico se centra en cinco países, que son los cimientos de la tradición occidental (una tradición occidental que a su vez hunde profundamente sus raíces en una anterior tradición oriental, no lo olvidemos).

Así siempre.
¿Antes de la romanización no había historia en estos lugares? Si la historia es el registro escrito de los aconteceres del hombre, sin duda antes de los romanos había historia: ahí está la misteriosa escritura íbera y ahí están las noticias de los geógrafos griegos que de forma indirecta nos cuentan cosas de gente que no escribía de sí misma (protohistoria). Es a partir del siglo I cuando podemos empezar a hablar de "mundo occidental" pues son los romanos los que tratan de universalizar su civilización y, al hacerlo, dejan construidos los caminos y sentadas las bases del otro gran foco civilizador que fue la iglesia cristiana romana. Además, es en el siglo I cuando aparece el cristianismo en oriente y el cristianismo es el fenómeno que mejor identifica lo que se entiende por occidente (los cristianos creemos en una divinidad que es también hombre y que encima muere. Es algo que cuentas en el Tibet y se ríen de ti).

Entonces, desde el comienzo de la idea de occidente —idea que a veces hallamos con otros nombres— hasta la transición demográfica, manejamos el concepto de la vida cotidiana del común: un mundo de familias muy grandes en el que no hay adolescencia ni menopausia. Costumbres ligadas al trabajo manual, la labor del campo, un mundo en el que no hay intimidad (¿o privacidad, mejor?) y con recursos muy escasos.


Esta idea del campesino estándar se suele enfrentar a equivocaciones muy comunes. La más famosa es esa idea de la corta esperanza de vida. Cuando gente que no sabe interpretar estadísticas se pone a jugar con datos demográficos, nos aparecen ocurrencias del tipo "la gente moría a los 30 años". A ver, que la esperanza de vida se sitúe en los 30 años no implica que la mayoría de la gente se muera a esa edad, lo que tenemos es una gran mortandad en la infancia (los niños son animalitos débiles), una vez superada la infancia, las hambrunas y las pestes cíclicas, el campesino estándar moría con canas.

Otro error frecuente hace referencia a la "gran violencia". Ciertamente nuestros antepasados convivían con un mundo que a nosotros nos parece hostíl: la desprotección frente a los elementos y los animales salvajes principamente, pero también las batallas y guerras que nos cuenta la historia. Mi punto es que el campesino estándar vivía ajeno a los acontecimientos de "gran violencia". Es a partir de la transición demográfica y de la invención del estado nacional cuando aparecen las levas y el reclutamiento y el campesino se transforma en soldado en potencia. En el pasado (os recuerdo que me ciño a Europa occidental) las guerras no podían centrarse en destruir ni el producto del trabajo ni la fuerza de trabajo. Es más, las batallas dificilmente ocurrían en el centro de trabajo. Podía haber asedios a ciudades y "quedadas" para partirse la crisma en descampados, pero ir a la granja de un fulano a matarle la vaca y prenderle fuego a las coles sólo empezó a ponerse de moda en época reciente (cuando en lugar de personas combaten naciones, otra vez aparece el estado nacional).

Ciertamente se puede señalar una "pequeña violencia": la gente sin protección de su pueblo, de su iglesia o de su familia era pasto de violación y saqueo. La primera causa de esclavitud era el botín de guerra, sin embargo, cristianismo mediante, la esclavitud pasó a ser algo más llevadero en forma de servidumbre. La vida del siervo no era muy diferente a la del campesino libre (si acaso el siervo estaba más protegido por formar parte de la propiedad de un señor). Durante estos casi dos mil años los principales esclavizadores fueron los invasores musulmanes y los invasores norteños. A los daneses y noruegos los hemos metido en vereda, dándoles buen Dios y buenas costumbres, con los otros todavía hay trabajo por delante. Luego está el asunto de la mujer. La mujer casi siempre era una bestia de carga más, por lo tanto valiosa para un hogar. Por supuesto tenemos miles de excepciones a esta regla —en la historia no existen las reglas— mujeres organizadas en conventos eran señores feudales que podían poner en un aprieto a cualquier incauto que se les cruzase en el camino. En estos dos milenios siempre hubo mujeres que leyeron y escribieron, que ostentaron influencia decisiva en posiciones de poder y sin que hiciera falta que nadie inventara nuevos derechos. Nos queda el asunto de los chiquillos: los niños del pasado equivalen a lo que hoy conocemos por "inversión" o "ahorros". Sujetos de especial protección que en cuanto podían sostener una azada pasaban a la faena. Ni derechos de la infancia ni "los niños necesitan aprender divirtiéndose". Con la aparición de los pelos del bigote y el incipiente desarrollo de los senos pasaban a la cuestión reproductiva, sin discoteca, entre los cerdos (los animales dan calorcito).


Sin comunicación instantánea, sin seguridad pública, sin iluminación nocturna, con el sustento ligado directamente a la cantidad de trabajo, la gente no abandonaba la aldea natal. Esto tiene implicaciones graciosas: una sociedad ágrafa que sólo se comunica con el inmediato vecino es una sociedad que habla decenas de miles de idiomas. En nuestros días los lugares tradicionalmente más incomunicados y menos cosmopolitas pueden tener algún tipo de residuo idiomático, que nos aporta cierta visión del pasado ("visión del pasado" es otro concepto que uso para referirme a las acciones humanas del presente que nos testimonian el pasado. A las acciones humanas, ojo: el Coliseo romano no es una visión del pasado, pero cuando doscientos chavales quedan en una plaza para reventarse las cabezas a ladrillazos sí es una visión del pasado).

Esta forma de vida llega a su fin cuando la población en lugar de vivir en fincas de fulanos (los reinos eran fincas) pasan a vivir en naciones que se pertenecen a sí mismas. Las ideas ilustradas preconizarán la educación universal y la necesidad de un ejército nacional para la seguridad colectiva. Aparece la burocracia, se asegura la comunicación y la incipiente industrialización libera el trabajo manual. Por primera vez aparece gente pidiendo por las calles sin estar enferma o lisiada. Las ciudades aumentan de población con el multiplicador de comunicación y capital humano que eso supone. El método científico aumenta sensiblemente la calidad de vida, nacen más niños y es más barata la comida, la sustitución de la madera por carbón también abarata la construcción de edificios (el pasado fue un mundo caro), aparece el obrero industrial y se empieza a organizar con nuevas, revolucionarias y chispeantes ideas de gente barbuda. Y entonces un tipo mata al heredero de Austria-Hungría en Sarajevo, Austria le declara la guerra a Serbia, Rusia le declara la guerra a Austria, Alemania le declara la guerra a Rusia y Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania.

Esta guerra moviliza a millones de campesinos estándar que nunca más volverán a ser campesinos estándar. La guerra total afecta a ciudades, campos y fábricas, las economías de los países se hunden y la escasez de mano de obra mete masivamente en fábricas a las mujeres que a partir de entonces reclamarán una mayor capacidad de influencia en la sociedad. Aparece la idea de sociedad. Miles de burócratas se preguntan cómo mejorar la capacidad de combate de su país y de ahí surge la necesidad de hacer que el Estado llegue a todos los rincones: por primera vez en la historia se consigue en Europa occidental que desaparezca el salvajismo (gente desnuda viviendo en cuevas en Europa occidental en el siglo XX, amigos).

Cementerio de Tyne Cot, Bélgica.
Con la desaparición del salvajismo en Europa cambiamos de época, dejamos atrás el periodo que llamamos "pasado" y entramos en la época actual que es una continua transición hacia... no sé, espero que hacia la conquista de otros planetas.

La gran movida de todo esto es que estamos a dos o tres generaciones del campesino estándar y escalofriantemente vivimos en una burbujita de "muffins", "rock" y hornos microondas. Cuando la civilizacion tecnológica colapse morirá mucha gente en muy poco tiempo, pero esa historia tocará contarla en otra ocasión.


lunes, 7 de marzo de 2016

La vitalidad de la extrema derecha en España

La explicación más frecuente a por qué es irrelevante la extrema derecha en España apunta a los cuarenta años de dictadura del general Franco y la no participación —oficial— de España en la guerra. Los más modernos señalan otra razón que tiene que ver con nuestro no universal estado del bienestar: en España el inmigrante no está especialmente protegido por el estado y por lo tanto no existe una importante reclamación del nacional por proteger sus derechos amenazados.

Mi hipótesis es algo más agreste y menos refinada que las que salen de despachos universitarios con aroma a marihuana: en España no tiene relevancia la extrema derecha porque no llamamos extrema derecha a la extrema derecha.

Se habla poco de lo que pasa entre 1918 y 1939 en Europa oriental.
Durante la posguerra, mientras crecía en occidente la clase media, la modernización industrial y se ampliaba la base de libertades civiles, en Europa la tercera vía era no más que una curiosidad nostálgica. El mundo se dividía entre la democracia liberal y la tiranía comunista y luego había particularidades extravagantes como los regímenes populistas de Hispanoamérica y Oriente Medio, la cosa que tienen en Japón y experimentos mixtos que no nos importan.

Cuando los buenos derribaron el monstruoso muro de Berlín, empezaron a aparecer un montón de países y necesitamos actualizar los mapas de entreguerras. Estos nuevos países, sobre todo en Europa oriental, comenzaron a coquetear con el sabor de la libertad. Es un proceso que recuerda un poco a cuando la dictadura franquista daba sus últimos coletazos y los jóvenes españoles se empiezan a drogar salvajemente. Exprimir la libertad como si no hubiera mañana o como si la libertad no tuviera costes.

El deporte favorito de los europeos del siglo XX es redibujar fronteras y mover ingentes cantidades de población.
Pese a la derrota del comunismo, el proyecto americano para frenarlo no se detuvo sino que adquirió vida propia. El mercado común se fue transformando paulatinamente en una colaboración cada vez más intrincada de países asociados y a partir de la década de 1990 se empezó a permitir la famosa libre circulación de personas. Mientras la Comunidad Europea ampliaba sus fronteras a lo que había sido la Liga Hanseática y las posesiones de los Habsburgo, no había demasiado problema: los alcoholizados y machistas del norte de Europa podían desfogarse en las playas del sur y como contrapartida en el sur empezamos a ver carreteras como Dios manda. La cosa empieza a torcerse a inicios del nuevo siglo: el club europeo se amplía al este y comprobamos resultados desiguales.

Mientras en los territorios de la parte austríaca del Imperio Austrohúngaro la incorporación a los tiempos y modos occidentales se produce de forma razonable, los países más orientales, todavía empeñados en coquetear con el anarquismo post-soviético de oligarquía vodkiana y películas de Hollywood, revelan extremas dificultades para adaptarse al nuevo mundo. La consecuencia directa de esto es un trasiego de población hacia la zona central de Europa. Los principales países receptores de esta nueva población cuentan con funcionales estados del bienestar que pasan a proteger a los nuevos ciudadanos pobres de forma más o menos razonable. Los viejos ciudadanos pobres, que no dijeron nada durante la transformación a la economía postindustrial (economía de servicios, tecnológica, de alta demanda formativa, etc.) pasan a tener la mosca detrás de la oreja. Cualquier charatán es capaz de identificar ahí un espacio provechoso y el resto de la historia ya la conocemos: varios países miembros de la UE cuentan con partidos de extrema derecha en sus gobiernos.

La movida está en Braga.
En España este proceso de incorporación de ciudadanos del este no es tan aplastante como en nuestros vecinos. España cuenta con otro mix de inmigración que aumenta la proporción de moros y de parientes lejanos que vienen de ultramar. Si miramos las estadísticas la población inmigrante no se reparte de forma homogénea por el territorio, siendo las ubicaciones predilectas la costa mediterránea y Coruscant. Por lo tanto, un discurso anti-inmigración para toda España sonaría a chino mandarín en más de la mitad del país*. Es evidente que los rescoldos emocionales de la dictadura franquista también pesan: los nostálgicos y neonostálgicos del franquismo son los primeros en impedir que emerja un partido de extrema derecha. No hay forma de casar al Partido de la Libertad austríaco o a Vlaams Belang con gente que se disfraza de falangista como si viviera en una eterna convención de cosplayers (se me ocurre que a los que se disfrazan de azul el 20N se les puede catalogar correctamente de travestidos).

Sin embargo, en nuestro bello país contamos con otras particularidades. No participamos del trasiego transfronterizo de personas pero sí se nos da de miedo levantar fronteras internas. Visto con perspectiva es algo muy paradójico: parece como si tuviéramos la necesidad de deshacer un proceso histórico de homogeneización que en otros países matarían por disfrutar.

Estoy de acuerdo en que el proceso nacionalizador del siglo XIX español no adquiere las cotas de Francia o Alemania, pero también es verdad que la materia prima de la que se partía era diferente. Si España no culmina su nacionalización es en parte porque el país ya era profundamente homogéneo. La historia de la religión y la lengua en España va encarrilada desde tiempos premodernos. No creo que me equivoque si digo que en nuestro país en los albores del XIX mucha más gente entendía el español que el francés en Francia o el toscano en Italia. (Por cierto, esta es otra de esas historias que no aparecerán en los libros de texto para niños de tu comunidad autónoma, libros escolares donde encontramos temas chispeantes como "los romanos en Extremadura" o "la penicilina se inventó en Barcelona").

Con una población nacional homogénea e inmigrantes fácilmente identificables por la falta de mestizaje y la creación de guetos, de forma artificial los charlatanes inventan y aplican aquí las bases discursivas de la extrema derecha que triunfa en la Europa ultramontana. En lugar de gitanos rumanos o refugiados sirios, nuestros bocazas se excitan sexualmente hablando de los mesetarios o de los godos (siempre me hizo particular gracia el nacionalismo de ese apéndice castellano que llamamos Canarias).

Yep.
He ahí el misterio del asunto. Si a multitud de partiditos y asociaciones les quitamos el componente racista se quedarían encuadrados en la aburrida política de dos bloques, donde básicamente estamos quienes defendemos las instituciones políticas como el ciudadano y el Estado y quienes defienden las instituciones colectivas como la familia, la iglesia, el sindicato o la clase social. Es la idea de institución "natural" la prueba del nueve para nuestra extrema derecha: la nación natural, la lengua natural, la frase "¿cas dicho de mi aldea?",... estas cosas que excitan tanto a gente con problemas de erección que todavía no ha probado ese gel de placer que es el dejar de catalogar a la gente como si fueran vacas.

Cómo me alegra terminar sin dar nombres. El toque elegante. Que se sienta aludido quien quiera.

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*Os daréis cuenta de que para que triunfe la extrema derecha en toda España basta con que confluyan las distintas extremas derechas. El día que cuenten con un líder carismático que salga mucho por la tele soltando sus bravuconadas la extrema derecha tendrá días de gloria en el parlamento.