El estudio no académico de la historia (el académico no nos importa aquí, ya que si se sigue un programa este debate no tiene lugar y además es el estudio no académico el que acaba trascendiendo y por eso el que nos importa: la gente conoce la historia que ve en las películas, la gente no lee producción académica del historiador (excepto cuando sí lo hace)) se centra en traducir lo que produce la academia de la misma forma que el retablo de una iglesia traduce el contenido de una Biblia que el feligrés no lee. Es en el proceso de traducción donde pueden aparecer las buenas historias o las malas historias.
Como ocurre en toda disciplina, nuestra época es muy particular a la hora de tratar los temas. La creencia de que estamos de vuelta de todo define muy bien el momento actual: todo se cuestiona, todos los puntos de vista merecen la misma consideración y existe una gran confusión a la hora de discernir entre lo eterno y lo efímero. Esta característica "relativista" propia de la posmodernidad nos lleva a preguntarnos cuál será el juicio de la próxima época sobre la producción de relatos de la nuestra. Esta pregunta apunta a una cuestión mayor: ¿qué hace falta para cambiar de época? ¿en qué momento una generación se da cuenta de que vive en un mundo diferente al de sus padres o abuelos? En tratados de principios del XIX sí existía cierta conciencia de cambio de era por parte de autores que habían vivido la era anterior e imagino que los primeros autores soviéticos también expresaron la conciencia de estar en un momento histórico diferente (entre otras cosas era su función). La conciencia de haber cambiado de época es una cuestión muy importante/interesante por sí sola pero no abundo en ella. Al menos hoy.
Materialismo y armonía
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Una palabra: behetría. |
El punto de vista materialista es un gran triunfador en nuestra época. Si en el XVI desaparecen los asentamientos norteños en Groenlandia es debido a una serie de factores climáticos. Las revueltas en Castilla y las rebeliones en la China Ming de la misma época se explicarían igualmente por la contribución del cambio en el clima a las relaciones de propiedad de la tierra (base económica de la riqueza y por tanto del lugar que cada uno ocupa en la sociedad). El clima explicaría el abandono pacífico de aquellos asentamientos. El clima sería así la gran explicación porque no encontramos restos arqueológicos de violencia (no quedaron aperos de labranza o herramientas imprescindibles). Esta idea se ve reforzada por otra contribución de nuestra época al estudio histórico: la posmoderna idea de que todos somos hijos de la Pachamama: cuando las sagas nórdicas nos cuentan que los inuit —u otros indígenas de Groenlandia que no me importan demasiado— eran una sociedad esclavista, salvaje y violenta —¡hasta para los estándares vikingos!— y que los asaltos eran habituales, decidimos no hacer mucho caso porque los inuit son hoy vistos como una sociedad de cazadores-recolectores que viven en armonía con la naturaleza.
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El horror. |
Podría decirse que hoy en día la interpretación materialista de la historia aporta la forma del cuento de la historia (clima, tecnología, ecosistema, economía, antropología) y que la idea de armonía dirige el foco sobre lo que se ha de estudiar (y un foco es una luz unidireccional que deja a su alrededor amplias zonas en penumbra). Pero hay otras formas de contar la historia.
La historia como cuento de aventuras
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La batalla de Aljubarrota dibujada cien años después para Jean d'Wavrin. |
Presentar la historia como un cuento con protagonistas puede ser herencia de la comunicación de conocimiento entre generaciones en un contexto ágrafo pero hoy esta forma de contar la historia se descarta, no se incluye como perspectiva seria. Parece que las hojas de cálculo con fantásticas estimaciones de producción de trigo son más informativas que escenas de reyes cortando cabezas del enemigo. La misma consideración del concepto "enemigo" en la historia también se descarta y enseguida se acude a contar el cuento desde el punto de vista del enemigo. No critico que haya que acudir a todas las fuentes posibles para conocer hechos del pasado, claro, critico la idea de considerar, para la divulgación histórica, la inexistencia de la idea de enemigo.
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Aquis Querquennis |
La historia tratada como cuento, la historia inserta en la tradición y que produce imágenes y referencias para la vida cotidiana es la historia que menos puede gustar a la investigación académica (salvo si contamos aquellos académicos que se esfuerzan en divulgar y tienen éxito), y sin embargo, es la historia más útil: pues ¿de qué sirve escribir sesudos tomos de hechos históricos si sólo son consultados por gente que escribe sesudos tomos sobre sesudos tomos? Cuando el emperador de Bulgaria se hacía llamar césar (zar) ahí estaba la historia funcionando, no cogiendo polvo en un anaquel. Si el presente es el resultado del pasado, conocer el pasado nos sirve para emitir juicios sobre el presente y hacer suposiciones sobre el futuro. Esto encierra la trampa de la construcción artificial de la historia, pero si la historia es un cuento, quitarle sacralidad y tratarla como cuento reducirá el mal que puede hacer.
Conclusión
Que vuelvan las espadas y los grandes personajes a las pizarras de las escuelas. Que entre estos grandes personajes hoy se puedan contar a descubridores de elementos radiactivos que murieron de cáncer es algo que mejora el cuadro. Apuntada queda una divergencia en el horizonte entre quienes enseñan historia y quienes se dedican a estudiarla. Y la posibilidad —siempre arriesgada— de decorar el relato histórico. Apuntado queda lo poco atractivo que resulta la interpretación materialista de la historia (a la hora de divulgarla, no de estudiarla) y la estupidez de la armonía universal.
Esta última cosa habrá que masticarla y escupirla. Será en otra ocasión.
2 comentarios:
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