Es un tanto extraño ir en barco de vacaciones a un lugar cerca de donde acaba de haber un ataque químico y la presencia de buques de guerra en alerta está aumentando. No sé, no me imagino a nadie yendo de vacaciones a la Suecia de 1939. O sí.
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Occidente se derrumba. |
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Hurr Durr. |
Ah, qué descanso salir de España e ir a un sitio donde se emplean armas químicas, donde la URSS está tocando las narices, los campos de refugiados se cuentan por docenas y donde hay poco aprecio por el prójimo. Ahí os quedáis con Messi, con los debates de patio de vecinos, con Gibraltar, y con Soraya la Fea.
Una pena que vuelva —si vuelvo— antes del 11 de septiembre, porque tocará volver a explicar que el hecho de que si alguien le tocó la chorra a alguien hace trescientos años, eso no es un argumento para cambiar el status político de un territorio. Sé que a muchos os cansan estas batallitas de Artur Mas, Rajoy y la Bruja Avería, a mi también. Sé que preferís que escriba reseñas graciosas de películas o que continúe criticando el idealismo alemán (que hoy resurge en plan místico-paleto). E incluso me consta que la serie que estoy haciendo sobre la historia de España sin caer en la Leyenda Negra y desde el noroeste, entretiene a más de uno. Sin embargo, me niego a no participar en aquellas batallitas. Me niego a que los malos ganen por incomparecencia del contrario. Me niego a que quienes piensan como yo (o algo parecido a lo que yo) crean que están más solos de lo que están.
En cierta ocasión a Bob Marley le pegaron un tiro. Tras las curas, el día siguiente volvió a subirse a un escenario. Le dijeron que era una imprudencia, que en su estado no podía dar el concierto. Él respondió que los malvados no se tomaban ni un día de descanso y que él tampoco iba a descansar. Ése es el espíritu.