miércoles, 31 de julio de 2013

Discriminación intergrupo: experimentos de Henri Tajfel

Henri Tajfel fue un psicólogo polaco-franco-británico al que le asesinaron vilmente a toda su familia en los campos nazis, quizás de ahí le vinieran las ganas de, primero, colaborar en la Œuvre de Secours aux Enfants (algunos niños judíos sobrevivieron al Holocausto sin ningún sitio al que ir y alguien les tenía que echar un cable) y después, estudiar psicología en el Reino Unido. Sus estudios sobre la discriminación y el prejuicio tienen un gran interés. En Oxford desarrolló la llamada Teoría de la Identidad Social. Esta teoría, muy resumida, nos dice que si cogemos al azar un grupo de 100 personas en una calle y a los que tengan una cantidad par de dinero en la cartera les decimos que forman un grupo, estos se creerán de verdad que forman un grupo y se creerán mejores que los demás.


Veamos un par de experimentos que hizo en el marco de su estudio sobre la discriminación intergrupo.

Un experimento. Subestimadores y sobreestimadores

Se cogen ocho grupos de ocho chavales de 14 y 15 años. Cada grupo de ocho lo forman chicos que comparten aula en la escuela, así que previamente cada uno conoce a la gente de su grupo. A los chicos les dicen que tienen que contar las veces que unos puntos aparecen en una pantalla y apuntar en un papel los resultados.

Los científicos entonces separan a los chavales en dos grupos:
  • a unos les dicen que hay gente más precisa que otra al contar los puntos (mejores y peores).
  • a otros les dicen que es normal que unos cuenten de más (sobreestimen) y otros cuenten de menos (subestimen).
A estos conejillos de indias les dicen individualmente a qué grupo pertenecen. Pero esta información es aleatoria, no va en función de los resultados. A continuación, les piden que recompensen con peniques a los otros chicos (nunca a ellos mismos). Les dan un papel donde deben asignar el dinero en tres categorías:
  1. Gente de su grupo.
  2. Gente de otros grupos.
  3. Gente de su grupo de resultados.
Los chavales recompensaron mucho más a la gente de su grupo de resultados que a los otros conjuntos. Es más, recompensaron más a los de su grupo de resultados que a los de su octeto de estudio. Y eso que la categorización por resultados fue aleatoria. Es decir, ellos recompensaron más a la gente que se les parecía aunque en realidad no se les parecía. Curiosamente, dentro de la gente de cada grupo no aparecía ningún tipo de discriminación y a la hora de recompensar entre varios grupos ajenos, tampoco aparecieron preferencias. La discriminación sólo apareció desde el punto de vista grupal.

Fuente.
Otro experimento. Preferencia estética

A 48 chavales se les pide que elijan entre dos cuadros cuál es su favorito.

Un cuadro.
Otro cuadro.
De forma aleatoria, sin que ellos lo sepan, los psicólogos los reparten en dos grupos y les dicen a cada uno que están en el grupo que coincide con su preferencia estética (cosa que es mentira pero ellos no lo saben).

Les piden que recompensen a su grupo y al otro grupo de una forma especial. Les dan matrices de parejas de números. Tienen que elegir una pareja de números, siendo un número la recompensa a su grupo y el otro la recompensa al otro grupo. Recompensar al máximo al grupo propio significa recompensar más todavía al otro grupo. Así, la recompensa máxima posible para tu grupo es de 19 peniques, pero eso significa darle al otro grupo 25 peniques. La recompensa máxima de tu grupo por encima del otro grupo era de 12 peniques para los tuyos y 11 para los otros.

Grupo propio
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Grupo ajeno
1
3
5
7
9
11
13
15
17
19
21
23
25



El resultado del experimento os lo podéis imaginar (e insisto en que los chavales fueron divididos de forma aleatoria). La gente prefiere comer basura antes que ver al "diferente" comiendo mejor que él.

Cómo se forma el prejuicio

Según Tajfel existe un proceso mental por el que todos creamos una identidad social basada en el prejuicio. La simplificación que resulta de la categorización social de las personas viene provocada por una necesidad de simplificar lo que es complicado. Esta categorización se basa en estereotipos, que son el conjunto de creencias subjetivas sobre los grupos humanos. Estas creencias son asimiladas e interiorizadas para conformar una identidad social tanto del grupo propio como del grupo ajeno. Como esto es subjetivo y la vida es cambiante, el individuo hará las piruetas necesarias por mantener la coherencia del esquema aprendido.

Fuente.
Es evidente la aplicación de este proceso mental a la mayoría social respecto a la minoría social. Pero no se puede olvidar que dentro de una minoría este proceso también funciona. Si alguien se identifica con un grupo discriminado, comparará sus circunstancias con gente de ese mismo grupo y no de otro, reforzando su prejuicio. Este refuerzo del prejuicio está relacionado con la autoestima: si tienes en gran estima a tu grupo, de alguna forma estás aumentando tu autoestima.

Y luego la gente me toma a cachondeo cuando digo que su amor por su aldea de mierda está provocado por una falta de abrazos.

Referencias:

lunes, 29 de julio de 2013

Buscando la causa última de la secesión

Desde fuera de Cataluña algunos tenemos claro que el problema secesionista que plantean las élites cleptocráticas es un tema de ámbito español. Si la soberanía reside en la nación (gran invento que nos separa del Antiguo Régimen y del totalitarismo), cualquier cambio que toque esa soberanía nacional es asunto que implica a todos. Es cierto que cuando muchos en un sitio de una nación, en un momento dado, quieren cambiar las cosas, algo hay que hacer. El problema es que no se puede contentar a todos todo el tiempo, como tampoco se puede estar cambiando una constitución en función de variables demoscópicas.


Teniendo eso presente, no podemos ignorar el tipo de país que se reclama. Crear un país nuevo a instancias de una élite que repite constantemente esquemas esencialistas e idealistas alemanes de principios del XIX, aludiendo a la identidad, a la voluntad y a la conciencia, es el camino más corto para llegar al horror. Los Discursos a la nación alemana de Fichte podían tener algún sentido en una Prusia ocupada por un ejército invasor. Hoy no se repite eso en Cataluña. Es más, ese lugar pasa por ser una de las entidades regionales con mayor grado de autogobierno del mundo. No se trata pues de añorar una libertad política como respuesta a una ocupación extranjera.
«No conseguiremos el Estado propio ni ganaremos el referéndum si no controlamos los medios de comunicación. ¡Fuera los tertulianos enemigos de Cataluña!».
(Ramon Carner, presidente de la organización empresarial separatista Cercle Català de Negocis, en su cuenta de Twitter. 26 de noviembre de 2011).
Tampoco opera el concepto de colonia: Cataluña es parte constituyente de España en el sentido más concreto de la palabra. Allá se votó la Constitución, allá se aplaudió a Franco y también se le combatió, allá se degollaron franceses en nuestra guerra de independencia, etc. Fundamentalmente  lo que pasa en Cataluña tiene consecuencias importantes en el resto de España. En las últimas décadas sin ir más lejos, los partidos nacionalistas catalanes apoyaron la estabilidad de gobiernos españoles y ayudaron a redactar y a aprobar leyes de ámbito nacional.
Sánchez-Camacho riñe a su hijo si le habla en castellano. (Fuente).
Entonces, si esa comunidad no está ocupada ni tampoco es una colonia ¿cuál será la gran causa en la que se basa la reciente reclamación de ruptura? Algunos hablan de balanzas fiscales. Pero esto es muy arbitrario. Incluso dando por buenos los datos interesados de su gobierno regional, basta con cambiar las fronteras internas del cómputo para que el resultado sea otra cosa. Es decir, si calculamos la balanza fiscal de Huesca, Tarragona y Zamora, esas provincias están recibiendo menos de lo que aportan a la caja común. Si cogemos los ayuntamientos de Pozuelo de Alarcón y Oleiros, otro tanto pasa. No parece este supuesto expolio algo que tomarse muy en serio. Porque también ocurre otra cosa: en una comunidad política existe una redistribución e incluso sin impuestos progresivos al final siempre va a haber gente que contribuya más que otros o gente que reciba más que otros.
Viñeta publicada en Punt-Avui (medio subvencionado por la Generalitat) tras el terrible accidente de tren en Santiago que se cobró 80 víctimas mortales. Tras recibir duras críticas fue retirada. Fuente.
Trato de entender cuáles son las razones reales que mueven a la gente a la ruptura. En ocasiones se habla de ruptura de los afectos mutuos. Sí es cierto que catalanes con altavoces muy poderosos ponen diariamente el odio al resto de España en el primer plano. Tampoco voy a negar que, en líneas generales, los gallegos, por ejemplo, tenemos mejor fama en Madrid que los catalanes. Claro que esto no es nada científico. Los que hemos viajado un poquito sabemos que en todas partes hay de todo. También, los que hemos leído un poquito sabemos que es tradicional el enfrentamiento entre grupos humanos (y que estos enfrentamientos son arbitrarios). Sin ir más lejos, aquí nos hemos pasado los últimos catorce siglos echando pestes sobre el vecino.

Un tal Bartolomé Joly realizó un viaje por España a comienzos del XVII y el muy gabacho apuntaba lo que veía en un diario: 
Entre los españoles se devoran, prefiriendo cada uno su provincia a la de su compañero y haciendo por deseo extremado de singularidad muchas más diferencias de naciones que nosotros en Francia, picándose por ese asunto los unos de los otros y reprochándose el aragonés, valenciano, catalán, vizcaíno, gallego, portugués, los vicios y desgracias de sus provincias. Y si aparece un castellano entre ellos, vedles ya de acuerdo para lanzarse sobre él.
Si acudimos al refranero popular, a las coplillas callejeras y a los versos del Siglo de Oro, la lista de insultos tradicionales es tan abundante como ingeniosa:
  • A la Mancha, manchego, que en mi tierra no te quiero.
  • Navarro, ni de barro.
  • Antes puto que gallego.
  • El montañés, por defender una necedad, dice tres. [nota: a los que vivían en lo que hoy es el País Vasco, se les llamaba montañeses porque aquella tierra era conocida por "montañas de Burgos"].
  • Los enemigos del alma son tres: gallego, asturiano y montañés.
  • Murcianos y gitanos, primos hermanos.
  • Albacete, mira y vete. [más conocida la variante escatológica que me voy a ahorrar].
  • El aragonés, tozudo,
    El navarro fanfarrón,
    El andaluz, pinturero
    Y el valenciano, traidor. [esto es de Lope de Vega].
  • Córdoba, ciudad bravía,
    que, entre antiguas y modernas
    tiene trescientas tabernas
    y ninguna librería. 
  • En Valencia la carne es hierba
    la hierba, agua,
    los hombres son mujeres
    y las mujeres, nada.
  • Marbella es bella; no entres en ella.
    Quien entra con capa, se va sin ella.
Así puedo seguir toda la vida. A nivel de pueblos y parroquias, los testimonios ancestrales de insultos son todavía más abundantes. Y ya que esto de los afectos mutuos es algo que sucede sin distinción geográfica, este argumento tampoco parece ser serio.
:)
«Cuando se vuelva la tortilla, quien no sea independentista será un traidor».
(Joel Joan, actor, impulsor de la plataforma Sobirania i Progrés y presidente fundador de la Academia del Cine Catalán, subvencionada por la Generalitat. 15 de septiembre de 2010).
Entonces, si no se trata de un asunto de desafecto, ni de un asunto económico, ni de una situación colonial, ni tenemos un territorio ocupado, ¿qué está operando en la cabeza de quienes quieren la ruptura?
«Tenemos al enemigo dentro de casa. Cómo podemos aguantar a estos del PP, cuando nos han pisoteado... habría que matarlos a todos».
(Ramón Bagó, ex director general de Turismo de la Generalitat, presidente del primer grupo turístico catalán, Serhs, y del Salón Internacional de Turismo de Cataluña. Fue alcalde de Calella con el apoyo de dos concejales del PP. 26 de noviembre de 2009).
Es muy importante saber la causa principal de ruptura porque ésta te dará la pista del tipo de país al que aspiran los secesionistas. En múltiples manifestaciones públicas, la crema catalana intelectual y secesionista ha relacionado su causa con la causa de la libertad. En el caso de que Cataluña fuera menos libre que el resto de España, sería preciso resolver esa situación. El caso es que como parte atributiva de la nación yo no encuentro actos de la autoridad española que supongan un ataque a las libertades civiles de la gente de esa comunidad. Lo que sí encuentro son ataques a sedes de partidos políticos, ataques a simpatizantes de partidos políticos y persecución pública de elementos desafectos al régimen que se está creando allá. Por poner un ejemplo rápido de esto, se puede leer estos días perlas como: «Joan B Culla desemmascara la vilesa del catalanòfob i articulista de La Vanguardia Gregorio Moran, que fa més de 25 anys maltracta els catalans des de les pagines d’aquest diari». El señalamiento público de los desafectos y las presiones a ciertos partidos políticos sí son el pan nuestro de cada día que es indicativo de una cierta falta de libertad. Pero esta falta de libertad no se debe a la "malvada" España, sino precisamente a aquellos que dicen faltarles la libertad.

¿Será pues la causa fundamental de la ruptura deseada por algunos el poder dar rienda suelta a esa persecución y a ese señalamiento? ¿Será el objetivo de la secesión la promesa de un mañana que les pertenezca sólo a algunos? Porque si ésa es la causa última del deseo de ruptura de algunos, inmediatamente todos debemos situarnos en otras coordenadas, pues la causa contra la ruptura sería la causa por la libertad (y no hablo de un concepto metafísico de libertad, sino de restitución de libertades civiles, individuales y colectivas, a día de hoy efectivas) y de ningún modo nadie podría llegar a justificar la creación de dos categorías de ciudadanos. Ni siquiera en el improbable caso de que cumplan sus objetivos sería posible permitir, en el marco de las relaciones entre estados, la existencia de un país que persigue y señala a sus ciudadanos por no ser políticamente afectos al régimen.

Nota: alguna de las citas las he sacado de aquí.

Somos más americanos que todititos los gringos:



domingo, 28 de julio de 2013

Sentimiento nacional como cortina de humo

En su célebre Canción del pirata, Espronceda dice que la patria del marino es el mar. La gente de tierra lo tiene más complicado. Hasta hace nada, la patria de una persona era su casa, el huerto, el campanario y la plaza del pueblo. Una patria reducida que respondía a un conocimiento reducido del mundo. Todo lo que necesitaba una persona lo encontraba en su parroquia. La llegada de buhoneros los días de feria ampliaban la imagen del mundo.

Todo sabe a pollo.
Ah, pero el mundo cambió. Con la extensión de la educación reglada y la traducción de obras extranjeras, se pusieron de moda conceptos que pasaron a ser de uso ordinario. Que nadie sea capaz de definir estos conceptos sólo los hace más atractivos para el indocto. Cuanto más hermético sea el conocimiento, menos gente lo dominará y su manejo —dentro del desconocimiento— será muestra de inteligencia y de vivir en un plano superior. Este intento de suplir carencias, este orgullo malsano y la cotidiana hipocresía tejen una madeja de conceptos y sintagmas que por sí mismos crean toda suerte de ingenierías mentales y requiebros encefálicos.

Así, una señora se sube a un estrado, agarra un micrófono y dice «no podrán con la voluntad de ser del pueblo». La gente, en lugar de levantar la mano y preguntar qué quiere decir, aplaude. Como en el traje nuevo del emperador, nadie quiere aparentar ser idiota. Todo el mundo da por supuesto que el de al lado sabe de lo que habla. Yo os aseguro que nadie sabe qué se dice por la sencilla razón de que lo que dice la señora es pura charlatanería metafísica, trazos que dan vueltas en torno a un vanidoso intento de identificación en el mundo y en la historia.

No sé si esas pinturas significan algo. Tampoco me importa.
Este éxito de la charlatanería es relativamente reciente. Antes de mediados del XIX, nadie tenía problemas en definirse en relación a un grupo. Por ejemplo, Paco Pérez podía ser un tipo de Burgos, castellano, español, europeo, de la comunidad hispanohablante, del gremio de telegrafistas y conocido en su barrio como Paco el Largo. Que Paco sea de Burgos y telegrafista no crea ningún conflicto identitario. Que Paco sea español y europeo tampoco. Estos círculos de identidad o referencias identificativas de su persona no son excluyentes. Sí sería excluyente por ejemplo que un japonés diga que es europeo. Japón está en Asia, así que por mucho que nuestro amigo nipón quiera ser europeo, no lo podrá ser, a no ser que adquiera carta de naturaleza en un país europeo. Es decir, existen procesos legales que cambian la identidad de una persona. Paco puede ir al Registro Civil y cambiarse el nombre por Pepe, puede empadronarse en Segovia y ser segoviano. Paco puede vivir en Segovia, ser segoviano pero decir que se siente de Burgos. Muy bien. El caso es que el día que viene la recaudación del ayuntamiento de Segovia, Paco no puede decir que como se siente de Burgos él no paga.

El sentimiento

Paco ya puede sentirse muy de Burgos, sentirse capitán de barco y sentirse fan del color amarillo. A la normativa municipal le importa tres pimientos cómo se sienta Paco. Al resto del mundo también. Paco es lo que pone en sus documentos. Un documento oficial no es un estado de Facebook. En el carnet de conducir —que yo sepa— no hay emoticonos: «me siento triste», «me siento ciudadano del mundo», «me siento más salido que la esquina de una mesa».

Lola Flores ponía sentimiento en sus canciones.
El sentimiento personal pasa a ser colectivo con el invento de los sujetos colectivos (esta cosa tan alemana de tratar a un pueblo como un sujeto en una historia viva). Así, aparece por ejemplo el sentimiento nacional o el sentimiento de clase. Cuando la gente que no ha entendido a Marx dice que el proletariado se siente oprimido, tenemos la idea de malas condiciones para el trabajador por cuenta ajena. Si preguntamos puerta por puerta en un barrio considerado (!) proletario, el sentimiento de cada individuo es diferente: unos querrán más vacaciones, otros estarán preocupados por la seguridad en su trabajo, etc.

Más hermético todavía es eso que llaman sentimiento nacional. Leo en la prensa: «Galicia se siente querida por España». Dejemos a un lado que a veces se emplea un topónimo para hacer referencia a una población mayoritaria de ese lugar. Galicia y España aparecen aquí como sujetos con voluntad, como personas. Una vez que personificas lo que tan solo es un hecho arbitrario que no depende de ti (nacer en un sitio y no en otro) ya puedes discriminar ese sitio del resto de sitios del mundo. Si hablamos de Colombia esto no provoca ninguna complicación. Los rasgos de identidad de un colombiano no son excluyentes: Iván es de Santa Marta, Colombia, hispanoamérica, etc. Es cuando se le otorga calidad de exclusión a un rasgo fortuito de la identificación de una persona cuando surgen los problemas. Así, Ramón puede sentirse catalán y no español. O incluso catalán, europeo y no español.

El vecino sintió cerrarse una puerta.
Que la gente se sienta como le dé la gana no es problema para nadie porque a nadie le importa. Sin embargo, cuando los sentimientos son creados por posiciones políticas concretas, entonces el tema ya es susceptible de ser politizado. Así, Ramón, porque se siente de una manera y no de otra, se junta con afines que han leído los mismos libros y hace presión para que la esfera legal que le rodea pase a coincidir con su sentimiento. El problema es que su sentimiento nacional choca con el sentimiento nacional de otras personas, por ejemplo, sus vecinos. Es más, a gente que el tema ni le va ni le viene (hola) puede interesarle cómo operan estos mecanismos de manipulación (en uno y otro sentido) y meter baza por ejemplo contra los argumentos historicistas (¿a quiénes degollaron en el Corpus de Sangre?), contra los argumentos económicos (ah, la oligarquía) y contra los argumentos étnicos (la gente puede hablar varios idiomas).

Y es que se produce aquí un fenómeno muy curioso: el sentimiento nacional es la espita de un proceso mental que busca argumentos científicos. Retruécano similar sólo lo encontramos en alquimistas, homeópatas y psicólogos. Como aquellos buhoneros que vendían elixires en su carromato: decían conceptos que sonaban a ciencia para convencer a los rústicos, pero debajo de aquella cháchara no había nada sustantivo.

La identidad

Pongamos que Ramón logra que España no le soporte hasta el punto de que se cambia la constitución y por fin consigue romper a España en dos cachos. El caso es que el vecino de Ramón se sigue sintiendo catalán y español. Ramón le puede decir que tal como pone en la constitución, el que es español de origen jamás puede perder su nacionalidad. Así que todos contentos. El problema es que si este argumento es válido para el vecino, también lo es para Ramón. Así, Ramón, aunque independizado, continúa siendo español. Ah, pero a Ramón esto le da igual ya que lo importante para Ramón es lo que pone en su Kennkarte. Es decir, una vez conseguido el objetivo, el sentimiento de las personas ya no cuenta.

Recapitulo: unos tipos comparten un sentimiento, de ahí pasan a una acción política y una vez conseguido el objetivo político el sentimiento deja de importar. Es el mismo diagnóstico que la gente que va en silla de ruedas porque quiere ser parapléjica. Hasta que no lo consiguen no paran y en lugar de ser tratados de la cabeza, se les provoca una paraplejia real.



En una Cataluña independiente (o tan dependiente como lo es hoy Portugal), una de las esferas de identidad que envuelve a una persona desaparecería. Ramón y su banda pueden creer a día de hoy que eso no significa nada, al fin y al cabo la identidad nacional es arbitraria. Lo que quizás no sepa Ramón es que la esfera de lo español que antes identificaba a Ramón no pasa a ser sustituida por la esfera de lo catalán. La hispanidad y la catalanidad no juegan en la misma liga igual que no juegan en la misma liga la alemanidad y la eslovaquidad. Al no jugar en la misma liga, a la hora de encontrar un lugar en el plano de los estados soberanos, lo que antes era hispanidad no se sustituye por catalanidad, sino por otra cosa. Está por ver por qué otra cosa, pero no sería extraño que en un escenario de rechazo a la hispanidad, Cataluña cayera en una órbita francesa de influencia. Si nos atenemos a la evolución demográfica, tampoco se puede descartar una influencia islámica. En este sentido es oportuno eso que se cuenta de que en Cataluña la autoridad ha preferido inmigración magrebí o rumana antes que inmigración hispana: el tipo que viene de Ecuador o de Nuevo México viene mamando hispanidad y eso es lo que la autoridad catalana tiene que borrar de su identidad a toda costa con el fin de "integrarle".


Para que vean que no estoy loco, les remito a las declaraciones que en este sentido hacen los secesionistas. Ellos equiparan el idioma español a cualquier otro idioma en una futurible Cataluña separada. Carod-Rovira:
el conocimiento del español es muy positivo y no se puede perder, como también debería serlo el del inglés y el francés, hoy tan abandonado. Junto a estos idiomas, hay otros con miles de hablantes procedentes de la inmigración y que también deberíamos ser capaces de incorporar al paisaje lingüístico del futuro, con algún tipo de reconocimiento. Hablo del amazigh, el árabe, el rumano, el chino y el urdu.


Albergar la imaginativa idea de que el español está operando en el plano diplomático, comercial, turístico, literario y científico al mismo nivel que el amazigh, es indicativo de hasta qué punto está dispuesto a llegar un secesionista no ya para afirmar su catalanidad, sino para negar su españolidad. Son por cosas como ésta por las que suelo pensar que más que crear una nueva identidad catalana, de lo que se trata es de borrar la identidad española. Claro, a lo mejor hay gente que se siente española y que esto no le parece bien. Todavía no conozco a nadie así, pero puede existir escondido en alguna cueva. Vuelta la burra al trigo.

Partido de filósofos







jueves, 25 de julio de 2013

Para qué sirve la cultura

Sigamos dando vueltas en torno a eso de lo que tanto oímos hablar pero que nadie tiene muy claro qué diablos es: la cultura. Antes de llegar a la época en que los hombres que no hacían trabajo manual se vestían con medias y tacones (costumbre después imitada por las mujeres de alta alcurnia, hasta acabar siendo en nuestros días común atuendo de meretrices), la cultura era el conocimiento que un niño o un salvaje adquiría de los cultos. Conocimiento tecnológico y costumbre. El niño aprende en la iglesia las cuatro cuentas, escribe y lee su nombre, conoce las historias de la Biblia y sabe cuál es la época de siega y siembra. Esa fue durante muchos siglos la cultura de una persona. Así también tenemos el culto a Dios, que es el cuidado que recibe Dios, el culto al cuerpo que es el cuidado del cuerpo, el culto al campo, (cultivo) que es el cuidado del campo o agricultura. En definitiva, cultura siempre fue sinónimo de cuidado, adorno o refinamiento de cosas.

Campo culto.
Ah, pero unos tipos se pusieron medias, tacones y pelucas empolvadas y comenzaron a hacer una distinción en las cosas. Si por un lado era tradicional escribir sobre las vidas de los artistas, pasó a escribirse sobre la historia del arte. Los libros que relataban vida y obra de pensadores, pasaron a ser libros sobre la historia del pensamiento. De pronto arte y pensamiento eran en sí mismos algo. No es que Fulanito y Menganito hicieran esto y aquello, sino que lo hecho por Fulanito y Menganito adquiría una suerte de vida propia, un relato, una historia.

El hombre que no es salvaje, el adulto mental, se separa de la naturaleza porque le envuelve una historia del arte y del pensamiento. A comienzos del XIX será un tal Fichte el primero en nombrar ese envoltorio metafísico como Kultur, en cristiano, cultura. Esta cultura ya no es la que adquiere una persona (conocimiento aprendido de usos e ideas), esta cultura es una cosa distinta, pues es común a los hombres de un tiempo y preexistente a ellos. Naces en un sitio y te rodea una cultura, algo como un éter. Vivir en la cultura es, según el alemán, el fin último de la humanidad. Y la humanidad, para culturizarse y dejar atrás el salvajismo, no puede realizarse sin un estado. Por tanto, el estado lo que tiene que hacer, es cultura.

Claro, frente a la cultura están los salvajes, estos han de ser culturizados para que así por fin, la humanidad entera sea una «república de pueblos cultos». Tampoco sabemos en este punto lo que es un pueblo, pero esto da igual. La cultura importante es la europea, pues son los europeos los que encuentran a salvajes y los culturizan (cultivan, adornan, refinan, dan forma). Y dentro de la cultura europea, la cultura alemana es la más preciosa de ellas, pues el cristianismo germano fue el que mediante Lutero dotó de libertad al hombre.

Que a nadie sorprenda que en lo expuesto hasta ahora no haya nada que se pueda tocar con las manos. Es bien sabido que para algunos sólo la Fe salva. Otros pensamos que la Fe, si no viene acompañada de acciones, no te salvará. Pero no me quiero desviar del tema. Sigamos con los herejes que crean una función antes nunca vista del estado: la función cultural.


Aparece Hegel con su Filosofía de la Historia (es decir, presentando a la historia como un sujeto que tiene una filosofía susceptible de ser relatada, cosas veredes) en la que sostiene que el fin universal de la cultura viene dado por el «espíritu del pueblo». Este espíritu del pueblo se plasma a través de la acción del estado en una cultura nacional. Pregunta: ¿qué ocurre cuando tu cultura nacional tiene que culturizar a toda la humanidad? Respuesta: sangre, sudor y lágrimas.

Hago otra parada en este rápido e impreciso viaje por el idealismo alemán. ¿A que no hay ningún autor que diga que la cultura de su pueblo es mediocre? Apuesto pincho de tortilla y caña a que nadie me enseña un culturólogo que diga que la cultura de su estado (o de su pueblo) es mediocre y que desea que otra cultura lo culturice. Es decir, nadie se reconoce a sí mismo como salvaje, y sin embargo, todo el mundo cree estar en el estadio superior de la cultura. Este imposible metafísico es de cajón: si todo es guay, no hay nada que no sea guay. Aquí nos reímos, pero ojo que estas payasadas han causado más muertes que muchas enfermedades. Aún hoy millones de personas viven aplastadas por la idea metafísica de cultura. Continúo.

Objeto de la cultura

¿Cuál es el fin de la cultura? Se dijo antes que el fin de toda cultura de estado es culturizar a la humanidad. En un mundo en el que ya no hay salvajes, sucede que los únicos que "no son cultos" pertenecen a "otras culturas". Culturizar a alguien con (otra) cultura requiere el uso de las armas (o de películas malísimas). Aparecen resistencias y entonces se decide que hay que "terminar de culturizar" a tu propio pueblo (pueblo sin metafísica: ciudadanos bajo un mando político común con capacidad de defensa y reconocidos por otros pueblos de similares características).

Alcalá 34. Ministerio de Cultura.
En el caso de las naciones políticas, el fin de la cultura de estado es preservar frente a amenazas del exterior la "cultura propia del pueblo". Poca diferencia hay en el caso de las naciones étnicas (o lingüísticas), en las que el fin de su cultura es acceder a una dignidad superior que sólo será alcanzada si otras culturas la reconocen como a un igual. Digo que hay poca diferencia porque los medios son los mismos, pero teleológicamente el camino será más largo. ¿Existe la posibilidad de que se quede por el camino una cultura étnica o lingüística? Sí, claro. De hecho, históricamente es la norma (cada vez hay más estados pero menos "culturas nacionales" diferentes).

«La nación es la comunidad de cultura propia de un pueblo que está jurídicamente unido en virtud de un poder público que se ejerce en un determinado territorio y que está delimitado precisamente por un "lazo cultural"».
Karl Renner
Nótese en la cita de Renner cómo el lazo cultural es lo que une a la comunidad de cultura. Dramatización:
Cinta de Moebius.

—Jaimito, ¿qué le ha pasado al jarrón?
—Estaba así cuando llegué.

Cuando una nación política preserva su cultura (es decir, cuando preserva eso que nadie sabe qué es), no lo hace contra nadie (en principio no se mete con otras culturas de su mismo status político). Ahora bien, una nación étnica siempre tiene el comodín de tratar de elevar su cultura frente a la cultura dominante u oficial. Es el caso kurdo, por ejemplo: los kurdos reivindican su cultura frente a las culturas turca y árabe (sea la árabe siria o iraquí). Existen también naciones étnicas que tienen autonomía política y que no por ello dejan de reivindicar su cultura frente a la dominante. Lo corriente en este caso es que se haga por medios pacíficos (Quebec).

Se da el curiosísimo caso de que en ocasiones son agentes externos los que reivindican la elevación de una cultura: ahí tenemos a ONG preocupadísmas por las tribus neoguineanas que viven en la edad de piedra en nuestros días. Existe una idea difusa y extraña por encima de la idea de cultura que sostiene que todas las culturas deben ser elevadas ya que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. Henos aquí ante otro imposible metafísico: si un rasgo cultural dice que comer personas está feo y otro dice que no lo está, ¿cómo diablos pueden elevarse esas dos culturas al mismo tiempo?

Cultura como objeto de la política

Es relativamente reciente la idea de cultura como fin político del estado. A partir de la Kulturkampf de Bismarck, en las nuevas constituciones sí aparecerá la "tutela y promoción cultural" en buena parte de los textos constituyentes de todo el mundo. Los ministerios de cultura más antiguos no sé si llegarán a cumplir un siglo. Esto es importante tenerlo presente, pues en el proceso de reivindicación de la cultura étnica se suele argumentar que la cultura dominante avasalla malévolamente al resto de culturas (lenguas) del territorio desde tiempos inmemoriales. Este anacronismo es de primaria, pero es ampliamente aceptado como algo real.

El triunfo de la democracia puede verse como responsable del éxito popular de esta idea extraña de cultura. Pero esta vulgarización de la metafísica idealista no la podemos achacar en exclusiva al triunfo de la democracia. Así, tanto en la URSS como en la Italia fascista (por poner ejemplos de cosas que no son la democracia que conocemos) el objetivo del estado era en gran parte cultural (Libro e moschetto, fascista perfetto fue un célebre lema fascista. El Proletkult soviético fue el esfuerzo soviético por culturizar al nuevo hombre soviético). Por lo tanto vemos hace casi un siglo cómo la cultura ya está plenamente incorporada a la función del estado.

El Viso, Córdoba. Ahí está la cultura, lo pone en el cartel.
Ningún estado actual (de los últimos 90 años, para no pillarme los dedos) es independiente de la política. Los gobiernos tecnócratas también hacen política. Todo estado pone cierta ideología a funcionar a toda pastilla. Todos los días, a todas horas, en todo lo que toca (os recuerdo que desde que existe imperio de la ley, el estado llega a todos los rincones). Así, el estado (o la nación del tipo que sea) usa la cultura para dignificarla y dignificarse a sí mismo. Para hacer que la gente le compre su producto, lo que hace es identificar al pueblo con la cultura del estado. Esta identificación se conoce como «identidad cultural».

Identidad cultural 

La identidad personal identifica a una persona, la identidad cultural identifica a una cultura. Hay lugares del mundo que tienen periódicos de gran formato (broadsheet), esto pasa a ser parte de la "identidad cultural" del lugar (en EEUU por ejemplo). Nadie dice que esos periódicos son grandes porque hace tiempo hubo un impuesto al número de páginas. También las famosas casas apelotonadas del Reino Unido pasan a formar parte de la "identidad cultural británica", y nadie se acuerda de que esas casas se hicieron así porque había un impuesto especial al número de ventanas.


Hoy ya no existen esas condiciones originarias pero se sieguen publicando periódicos en ese formato y construyendo casas con esa disposición. Algo de origen perfectamente datable y con causa conocida, pasa a formar parte de algo que está por encima de lo real.

Lo bochornosamente sorprendente del asunto es que vayas donde vayas, siempre te encuentras con la identidad cultural del lugar. Algo que la gente da por hecho que se entiende lo que es, pero nadie sabe definir.

Nos acercamos a la definición de identidad cultural si convenimos en que ese o aquel rasgo identitario se pierde en la noche de los tiempos. Que algo sea antiguo da pátina de identidad a la cosa. Paradójicamente vemos cómo las primeras manifestaciones de la inteligencia del hombre no coinciden con las fronteras políticas actuales. El cavernícola levantaba el mismo dolmen aquí que en Francia. Ah, entonces el dolmen ya no es identidad cultural. Que durante dos mil años se haya rezado al mismo dios aquí que en París, tampoco sirve como identificación. Entonces, de forma totalmente arbitraria se busca y se insiste en lo que actualmente nos diferencia. Descartando por el camino aquello que nos hace iguales. Se trata de acentuar la diferencia.


En este sentido, los libros de texto de los niños son maravillosos. Si coges lo que estudia un parisino de 12 años y lo que estudia un sevillano de 12 años en la clase de historia, se ve que la historia universal es tratada de forma diferente, cogiendo de aquí y de allá lo que interesa a los fines de la cultura estatal para fortalecer la identidad cultural. En el caso de España (país que trato de evitar poner de ejemplo porque el personal se me desvía de lo que quiero decir), al existir naciones lingüísticas con competencias políticas, las diferencias dentro del mismo país son exageradas y aquello que nos une es tratado al margen. Nuevamente aquí no se trata de echar la culpa a nadie. Esto que se ve muy bien en la educación reglada pasa a todos los niveles. 


Se produce pues un choque entre distintas identidades culturales (o entre distintas cosas arbitrarias que no sabemos definir). Este choque es más agudo si por medio hay idiomas diferentes (la cultura nacional lingüística es más identificable por estos lares. Pero en Oriente Medio es la cultura nacional religiosa la más identificable). El caso es que todavía no conozco a nadie que se haya muerto por aprender varios idiomas. Tampoco existe en medicina ejemplos de límite del número de idiomas que alguien puede aprender. Hay gente de Portugalete que aprende ruso y no por ello pasa a ser ruso. Ah, pero el bombardeo continuo de la identidad cultural es tal que la gente toma por verdades lo que son espejismos. Estos espejismos surgen de la mente de personas con nombre y apellidos, cuyas idas de olla son perfectamente localizables en tiempo y espacio.

Todo padre de la patria de una nación étnica, apela a un origen mítico de su pueblo. O mitifica el momento matricial de su supuesta emancipación. Así tenemos por ejemplo la mitificación de la resistencia cántabra ("vascona") frente a los romanos (como si en Soria nadie se hubiera resistido a los romanos), la mitificación de 1714 (como si no respondiera a intereses logísticos del Archiduque desembarcar en Barcelona en lugar de en Málaga) o la mitificación de celtas y suevos en Galicia.

La repetición constante de estos sintagmas —sentimiento nacional, identidad cultural, Volkgeist (espíritu del pueblo)— que sirvieron a Alemania para constituirse en una nación política unida, sirven hoy a intereses políticos de la élite señalada que, debido a su poco conocimiento de las cosas del mundo es capaz de los mayores orgasmos idealistas y de los batiburrillos metafísicos más retorcidos. Verbigracia:
  • La cultura catalana ha desarrollado, en el transcurso de los siglos, una identidad singular y universal. (Fuente).
  • Toda creación tiene sus orígenes en las tradiciones culturales, pero se desarrolla plenamente en contacto con otras culturas. (Fuente).
  • La comprensión de nuestro patrimonio cultural común, basado en los encuentros interculturales e intercambio de ideas que han tenido lugar en Europa durante siglos, contribuye a nuestro bienestar común. Ofrece una visión de las diversas sociedades de hoy en día y nos muestra lo que puede lograrse cuando las culturas se encuentran y se inspiran mutuamente. (Fuente).
  • Las civilizaciones son realidades culturales y no políticas porque no mantienen el orden, ni imparten justicia, ni recaudan impuestos, ni sostienen guerras, ni negocian tratados, por tanto una civilización puede contener más de una unidad política. (Fuente).
La diferencia entre la política cultural catalana, la española, la de la UE, la de la UNESCO o la musulmana está íntimamente relacionada con la capacidad de cada esfera política. Así, la cultura catalana se enfrenta a la española. La española por mandato constitucional pasa a ser una entelequia administrativa de subvenciones a arribistas y cuidado del patrimonio. La musulmana habla en términos imperiales (por tanto se enfrenta a Estados Unidos que es hoy el imperio) y la de la UNESCO dice que todas las culturas valen lo mismo.


Cada identidad cultural muestra así sus carencias, su debilidad. Dime de qué presumes y te diré de lo que careces (¿se dice así?). Todo órgano político establece agendas culturales y dedica ingentes recursos a producir "cultura". Por esta cultura de mandato, de señalamiento, el hombre encuentra su identidad con sus vecinos. Su identidad cultural. La gente sale del cine o del teatro igual que antes salía del confesionario. El hombre, que para los bocazas de la política cultural debe de ser medio tonto, se completa y se autorrealiza formando parte de una tradición milenaria inventada (o como poco, arbitraria: el nacionalismo canario no reivindica vivir como en la Castilla del siglo XV, sino a los guanches, cosa inexplicable) y asistiendo a eventos y lugares consagrados por la religión laica para la salvación de su alma.

El misterio de las chiribiritas:




lunes, 22 de julio de 2013

El viaje que lo cambió todo

El acontecimiento más importante de la historia universal es el descubrimiento de América. Hasta tal punto es importante que antes del descubrimiento no se puede hablar de una historia universal propiamente dicha, salvo si hablamos de la historia universal como historia de la cristiandad (que era la historia a la que se referían los historiadores medievales: historias que comenzaban con Adán y Eva).


Ante esta afirmación se puede argumentar que la historia del África colonial, de los pueblos precolombinos y demás sociedades que no estaban en contacto con las principales ideas que funcionaban en la isla-mundo comunicadas por la ruta de la seda, forman parte del compendio de historia universal desde hace miles de años. El caso es que estas sociedades no participan en la forma de ver el mundo ni en su actual configuración. La idea es que el primero en saber realmente cómo es el mundo y establecer sus límites, es el primero en crear marcos conceptuales que responden a ese conocimiento.

La filosofía española de los primeros siglos de la conquista será determinante en el esquema de pensamiento que pasará a ser imitado en todo el mundo y que sienta los cimientos y los muros de carga (junto con la herencia previa, esencialmente clásica) de lo que conocemos como civilización occidental. Esta civilización occidental es la única existente, debido a que es la única imitada. Dicho de otra manera: los hotentotes pueden tener un rico conocimiento, valioso para su entorno, pero este conocimiento no tiene valor universal y además, de forma positiva no se ve imitado en todo el planeta. Lo que sabemos de los hotentotes lo incorporamos a la historia universal solamente desde una óptica previa en la que ya existe una historia universal, un marco conceptual del relato de los hechos del hombre en todo el planeta. Que haya academias de baile flamenco en Tokio o que los chinos escuchen rock, es la historia de un triunfo que comenzó una mañana de agosto del año 1492.


Que la Tierra es redonda era un conocimiento común y vulgar que estaba a pie de calle desde época de los griegos clásicos. Lamento que cuando me contaron que Colón descubrió América haya tenido que estudiar cosas como "monasterio de La Rábida", "Capitulaciones de Santa Fe", y fechas de viajes. Saber datos está bien, pero tiene un alcance limitado: si se aprenden de memoria, pronto se olvidan. Sin embargo, las historias son más difíciles de olvidar. Historietas bien contadas azuzan el ánimo del oyente y provocan un interés por descubrir más cosas (y una vez que se leen varias cosas sobre el mismo tema, por pura repetición los datos se quedan solos en la cabeza). Como decía, todo el mundo sabía que la Tierra es redonda. El más antiguo globo terráqueo que conocemos, se lo debemos a un tal Martin de Bohemia, que trabajaba en la corte de Portugal. Es un globo terráqueo de madera, bien grandote, realizado con paciencia y cuidado allá por 1491.


Este globo muestra el conocimiento actualizado de los cosmógrafos justo antes de la salida del puerto de Palos. Recibe el nombre de Erdapfel (manzana de tierra en castellano, patata en austríaco) y muestra unas distancias más cortas que las reales y un océano Atlántico en el que no está América, pero aparecen otras cosas. Destaco Antilia y la isla de San Brandán, cada una tiene su historia muy interesante. Se pierden en la noche de los tiempos los relatos medievales que nos hablan de viajes más allá del Finisterre y de navegantes que se encuentran con columnas de cristal flotando, etc. Además son islas míticas que según se iban descubriendo islas de la Macaronesia se iban llenando de más misticismo todavía. En el archipiélago de las Canarias tenemos a San Borondón, que aparece y desaparece. Antilia los medievales la relacionan con la Atlántida, etc.

Detalle del Erdapfel. Aquí lo importante es quedarse con que las distancias están equivocadas. La distancia entre Cipango y España es en realidad tres veces mayor.
Hay que decir que cada legua que los turcos ganaban a Constantinopla, era una legua que en occidente los portugueses navegaban hacia el sur. Cuanto más dificil se ponía el comercio en el Mediterráneo, tanto más esfuerzos se hacía por bajar la costa africana. Los cosmógrafos sabían que en algún momento circunnavegarían África para poder llegar a la India. Los portugueses pasan el cabo Bojador en 1434, y regresan con esclavos de Gambia pero también con un par de recomendaciones para los fabricantes de barcos.

Resulta que hasta ese momento los barcos —que por aquel entonces eran carabelas de vela latina o triangular por influencia de los moros. En otras partes de Europa seguían usando las medievales cocas— navegaban al ladito de la costa. Eran barcos pequeños, sin suficientes provisiones ni gobernabilidad como para estar muchos días en mar abierto. Lo que aprendieron los marinos lusos era que justo al lado del cabo, la navegación era complicada, pero mar adentro los vientos eran mejores. Necesitaban por tanto barcos más grandes para tener más provisiones e igual de maniobrables que las carabelas 1.0. Así, los astilleros sacan al mercado la carabela 2.0. Esta nueva carabela ya tiene una cubierta y dos grandes velas cuadradas (manteniendo una tercera vela latina en popa para maniobrar). Será este el instrumento con el que los portugueses colonizan sus partes de la Macaronesia. Los castellanos a su vez se asientan ya de forma definitiva en las Canarias un poco después (en Castilla la gente ocupó gran parte del siglo XV en guerras civiles y en finiquitar el asunto de los ismaelitas).

Macaronesia. El cabo Bojador es lo que hay debajo de Fuerteventura. Gambia está donde pone Senegal.
Estos años de ampliación del conocimiento geográfico vienen marcados por tanto por dos factores principales: el primero, la amenaza turca: cada vez es más difícil el comercio con oriente y cada vez más sabios bizantinos se establecen en Italia, incorporando sus novedades a las que operaban en occidente. El segundo factor es la idea que se tenía del mundo, los textos de Marino de Tiro y de Ptolomeo eran la base que muchos cosmógrafos usaban para colegir, entre distancias calculadas y relatos de marineros, la presencia de las costas de Cipango hacia poniente. Las mejoras en la construcción naval y la incorporación de la aguja de marear (hasta ese momento usada en minería subterránea) y del astrolabio, indican la presencia de un esfuerzo multidisciplinar y paulatino que apuntaba a que más temprano que tarde alguien pondría rumbo al oeste.

Cristóforo Colombo tenía esta idea muy clara. Navegando ya desde muy joven, estaba al pie de las novedades en cosmografía y además se movía en ambientes marineros. A su conocimiento científico le añadía el saber popular tabernero. Relatos de islas más allá de la puesta de sol, sargazos que llegaban flotando, aves en medio del mar... Colombo también tenía bastante claro que quería ser rico y que un medio para conseguirlo era descubrir una ruta occidental a las indias.  No tuvo reparos en casarse con la hija del gobernador de Porto Santo (en Madeira) para ver si conseguía financiación para su empresa. No la consiguió pero pudo llegar al Sillicon Valley de la época que era la Escuela de Sagres, en el cabo San Vicente. Esta escuela había sido fundada por Enrique el Navegante, infante de Portugal, cuyo hermano le concedió el 20% de los ingresos obtenidos por las nuevas rutas africanas. Claro, Enrique el Navegante que también quería ser rico, atrajo a los mejores cosmógrafos, astrónomos y navegantes del mundo. A mediados del XV, para entrar en ingeniería naval en Portugal, la media de Selectividad era altísima.

En esas estaba nuestro Colombo, tratando de conseguir dinero para su start-up. En buena hora llega a la corte lisboeta. Hay que recordar que en aquel tiempo la navegación estaba de moda, los ricos hablaban de barcos, los listos hablaban de rutas marinas y los curas hablaban de evangelizar nuevas tierras. Pero en Lisboa no debió sentar muy bien que llegara un advenedizo y propusiera una ruta diferente al resto de rutas. Había costado mucho dinero montar escalas en los cabos africanos y ahora un listo podía echar a perder tan magras inversiones, aranceles y derechos de paso que eran fuente de ingresos de la aristocracia navegante portuguesa. Daba igual que gente de fama como Toscanelli corroborase la posibilidad de la nueva ruta a la India y que la inversión requerida fuera reducida respecto al retorno que podía dar. La Junta de Matemáticos le denegó el viaje y, ya que el plan tenía mucho sentido y parecía una apuesta segura, de espaldas a Colombo mandó armar una nave que envió a Poniente. Esta nave regresó al cabo de unas semanas sin noticia de nuevas costas. Esto sentó como un tiro a Colombo: aquellos traicioneros de la Junta usaron su plan pero no sabían navegar como él. Agarró el pontevedrés (o genovés, qué más da) tres maletas y se fue a Estados Unidos, perdón, a Castilla.

Sus amigos le decían que parte de la culpa de este rechazo la tuvo él mismo. Colombo no hizo ningún curso de marketing y exageraba mucho cuando hablaba de las riquezas y maravillas de oriente. Si quería vender el plan a los Reyes Católicos, tenía que bajar el tono. Se debió de tomar muy en serio el consejo, ya que el primer lugar al que va es a un monasterio y la primera gran amistad que hace en España es la de un fraile, Juan de Marchena. Con paciencia y tras cambiarse el apellido a Colón, entabla un círculo en el que intima con Martín Alonso Pinzón quien le deja muy claro que lo único que le hace falta es el dinero. No demasiado dinero pues el viaje aparenta ser corto, pero sí lo bastante como para que haga falta algo más que un par de armadores onubenses. Es sorprendente lo lógico que resulta su plan de viaje para todo el que le escucha. Quien ha manejado alguna vez mapas, sabe fehacientemente que la nueva ruta de Colón tiene sentido. Los reyes se acercan a Córdoba y Colón se entrevista con ellos dejando el histrionismo a un lado. No habla tanto de maravillas y riquezas, como de la lógica que tiene el viaje. No menciona tanto las montañas de oro y marfil como de una ruta segura para las especias. Como los reyes no saben de navegación, dejan el análisis técnico a una junta de cosmógrafos y geógrafos que coordina el confesor de la reina, Hernando de Talavera. Al convento de San Esteban en la Universidad de Salamanca envían los powerpoints de Colón. A ver cómo es posible ese viaje si san Agustín dice que no hay antípodas (en realidad, consideraciones patrísticas al margen, parece que en la Universidad de Salamanca tenían más claro el tamaño del planeta y por lo tanto, sus dudas eran más que razonables).

Convento de San Esteban, Salamanca.
Entre unas cosas y otras Colón pasa siete años en España. Hasta tiene tiempo de tener un hijo en Córdoba. Finalmente le dicen que su empresa está muy bien pero que antes deben terminar la guerra de Granada, y que no van a dedicar dinero a ese viaje. Colón resopla y dice que vale, que hasta ahí ha llegado, que se va con sus planos a Francia. Al oír eso, sale el ministro de economía de Fernando el Católico, un tal Luis de Sant-Ángel de debajo de una piedra y le dice que de Francia nada, que acaban de ganar la guerra a Granada y que él sabe de dónde sacar el dinero si consigue otros patrocinadores. En abril de 1492, se reúne Colón con los reyes en Santa Fe y firman un acuerdo muy ventajoso para el marino.

Esa primavera, ya está Martín Alonso calafateando y pintando sus carabelas (a una la llaman Pintá o Pintada y a otra la llaman La Niña porque es una pequeña carabela 1.0 (a la que en Canarias le cambiarán el aparejo), propiedad de Juan Niño). Entra en escena otro piloto y armador llamado Juan de la Cosa. De La Cosa aporta una nao llamada La Gallega, que rebautizan como Santa María porque en Palos hay mucha devoción por la madre de Dios. La nao es un tipo de barco de mayor tonelaje que las carabelas, con una cofa en el palo mayor y un francobordo más elevado (esperan oleaje). El acuerdo del viaje con los Reyes Católicos otorga diversas mercedes a los participantes y les cuesta poco a Colón y a Pinzón reclutar tres tripulaciones. Los marineros creen que el viaje será corto, Colón cree que el viaje será sólo un poco más largo que esos marineros y en realidad el viaje resultará bastante más largo de lo que piensa el propio Colón.

No están a escala: la Santa María tiene casi 30 metros de eslora y las carabelas poco más de 20.
El 3 de agosto parten de Palos, hacen parada técnica en la Gomera en septiembre y no verán San Salvador (llamada Guahaní por los taínos) hasta el 11 de octubre. Lo que es el viaje atlántico por mares desconocidos dura 35 días. Hasta ese momento nadie había pasado nunca antes más de diez días en un barco. Es muy curioso que la tripulación proteste por el viaje el 10 de octubre. También es curioso lo que recoge Bartolomé de las Casas del diario de a bordo: cómo Colón apunta las distancias recorridas en su cuaderno y les dice otras distancias menores a los marineros (para que no se alterasen, ya que iban muy rápidos), cómo ven caer una bola de fuego desde el cielo y cómo durante todo el viaje están muy pendientes de las aves que encuentran y de los sargazos que hallan flotando.

Pero lo más sorprendente de todo es lo que encuentran al llegar a tierra: gente moza, desnuda y con la cara pintada que no se parecen en nada a los cortesanos del "Gran Can" del que habló Marco Polo. Con esas personas sí que alucinaron todos.


Nota: el primer saludo que escucharon los indios de la expedición colombina bien pudiera ser en árabe. Colón llevaba un traductor —un judío converso llamado Luis de Torres— que hablaba árabe y hebreo para poder hablar con el "Gran Can". El idioma que esperaban les sirviese para hablar con los orientales era el árabe, pues sabían que hasta allá llegaban mercaderes que dominaban esa lengua.

Otra nota: los indios llegan a decir que ya se habían encontrado a barbudos antes, lo que me lleva a pensar en viajeros del tiempo o en alienígenas barbudos.

Qué bien hablaba antes la gente:



sábado, 20 de julio de 2013

Alcanzar la Gracia a través de la Cultura

En las fiestas de Culleredo (Coruña), se contrató a Paquirrín para que pinchara discos. Una labor a la altura no solo del protagonista sino también de su público. Mientras el lumbreras pinchaba, el público alcoholizado le lanzó de todo, incluso una botella de cristal que casi lo desgracia (más) y cuyo lanzamiento dio por finalizado el evento.

Cuesta imaginar que en el teatro Staatsoper de Viena, ante una interpretación de la orquesta residente, un tipo vestido de bonito, con su frac y monóculo, lance un pollo al escenario. Al mismo tiempo, es improbable que en la actuación de Paquirrín la gente escuche y vea en silencio o al menos con orden los derroteros del andaluz para, una vez terminado el acto, levantarse, aplaudir suavemente y susurrar a sus acompañantes palabras como «sublime» o «wunderbar». Estas escenas son imposibles y sin embargo la persona que acude a ambos lugares puede ser la misma. ¿Qué ocurre?

Cosas de madera brillante, calvos peludos, estatuas... eso tiene que ser algo cultural.
Quizás exagero al poner el ejemplo de Paquirrín, pues pinchar discos es algo que puede hacer un mono adiestrado o un programa informático e interpretar El barbero de Sevilla requiere ciertas dotes, conocimiento y entrenamiento. Yo suelo poner ejemplos extremos en las cosas para ser gráfico y entiendo que pueda confundir a alguien, pero espero que se me entienda igualmente. Uno va a unas fiestas de pueblo intoxicado por el alcohol, huele porros todo el camino y poco importa cómo va vestido. Pero a la ópera de Viena uno va disfrazado, con un atuendo especial (si es un día de gala) y existen ciertos ritos a los que hacer honor. Mientras Rosina y Don Bartolo hablan de lo suyo, uno no puede sacar el móvil y hablar a gritos, tampoco sacar una litrona y beber a morro. Hay una liturgia sagrada y nadie espera tal ejemplo de descontextualización. Si te comportas como un energúmeno (lo que es energúmeno en ese ambiente), hasta te pueden expulsar del teatro. Poco importa que hayas pagado la entrada.

En los dos lugares tenemos un grupo de gente y una actuación en un escenario, sin embargo la actitud que esperamos encontrar es completamente distinta. Paquirrín es un pobre diablo contra el que vale todo, pero la Ópera Estatal de Viena es una compañía que hay que ir a ver y a escuchar con un aura sagrada, bajo la mirada de Dios. No es esta una cuestión de buenos modales (moral), sino una que tiene que ver con la elevación hacia los cielos, con ser iluminados por la Gracia Divina.

Mirad, unas teteras detrás de una vitrina. Sin duda, estamos ante Cultura.
Viajamos ahora a China. En China construyen 100 museos al año. No es de extrañar que estos museos sean como tiendas de chinos con artículos de escaso o ningún valor. Hasta que un experto que no esté a sueldo de la autoridad no da la voz de alarma, los chinos visitan esos museos y creen que están acercándose a Dios (o al dios-mono o a lo que sea que crean). Con doce ciudades levantadas de la nada cada año, con cien museos inaugurados al año, los chinos dedican ingentes recursos al levantamiento de estos "contenedores culturales". Está claro que por una parte es un modo de hacer crecer con pies de barro su economía (demanda agregada), pero si sólo fuera ésta la razón, les bastaría con hacer cajas satánicas de acero corten. Hay otra razón por la que ponen especial cuidado en hacer estéticos estos lugares: son lugares de culto. Templos. Justo lo contrario de lo que debe ser un museo de historia o de arte.

Un museo de estas disciplinas debe tener una labor divulgadora por una parte y académica por la otra. No imagino algo más alejado del culto que estas labores. Está claro que a la hora de levantar un edificio debe haber una estética agradable, pero de ahí a hacer al museo protagonista de sí mismo, media un mundo. La autoridad china se toma esto justo al revés: hacemos un bonito edificio y lo rellenamos con basura. Siempre y cuando haya un cartel a la entrada que ponga "museo del pueblo" y no "tonterías para engañar al pueblo idiota", la gente entrará y mirará embelesada pañales desechables de la dinastía Yuan o los pelos rubios del escroto de Mao. Cuando el chino de infantería pasea por esas salas, le rodea un aura de Gracia, está en sintonía con ciertos espíritus, se vuelve por momentos mejor persona y más lista. Poco importa que no esté aprendiendo nada o que lo que aprenda sea mentira.

«Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho»
Premios Planeta. Ahí está la Cultura. La Cultura es eso.
Si la Xunta de Galicia hubiera levantado un recinto sagrado y pedido al arzobispo de Santiago que lo consagrara como Iglesia de la Santísima Trinidad, todo el mundo habría puesto el grito en el cielo. Los poderes públicos no pueden apoyar a ningún culto de esa forma tan descarada y no es labor del poder público levantar templos que hagan que los fieles adquieran un estado de Gracia. Sin embargo, todo el mundo se calla cuando se ordena levantar la Cidade da Cultura o cuando se paga gustosamente un Consello da Cultura Galega o se sustenta el Centro Ramón Piñeiro para a investigación en Humanidades. Ok, la Cidade da Cultura recibe muchas críticas debido a su desorbitado coste, pero la idea que hay detrás no es criticada (y sinceramente, a mi me importa más la idea que hay detrás que el dinero que cuesta).

Una vez sustituyes a Dios por la Cultura, puedes hacer exactamente lo mismo que antes sin que nadie te llame la atención. Levantar templos, imponer liturgias, establecer el camino a la Gracia, salvar almas... Basta con que un indocumentado cualquiera, o mejor aún, un catedrático de reconocido prestigio (un sacerdote cultural) señale cualquier mojón y diga que eso es Cultura, para que eso sea Cultura. Extender el brazo, dirigir el dedo índice, abrir la boca, emitir sonidos y quizás publicar en alguna revista universitaria algo relativo al tema, sirve para que algo pase a ser un objeto que redimirá al pueblo. Aquellos que alaben ese nuevo objeto cultural, recibirán la Gracia y sus almas serán salvadas.

Pikachu, vuelve a tu pokeball, tú no eres Cultura.
No siempre ese objeto de culto (ojo a las palabras) será nuevo. En no pocas ocasiones he comprobado que lo que antes era un instrumento pagano, sin gracia, cotidiano, puede, vía Revelación, adquirir la propiedad de salvar almas. Por ejemplo, el marisco que antes se usaba para abonar los campos y que la gente miserable comía cuando no había otra cosa que comer, hoy es considerado una exquisitez gastronómica. Cualquier apero de labranza de hace doscientos años tendrá lugar destacado en museos etnográficos y no en museos tecnológicos. La condición sacra del arado romano viene dada por su exposición en el museo (decir que algo es importante, convierte a ese algo en importante). Por sí mismo, ese arado no tiene más valor que el mostrar la evolución de la técnica (de ahí que diga que estaría bien en un museo de tecnología). Pero en el momento en que se muestra en un museo etnográfico, la cosa cambia: lo que antes era una herramienta pasa a ser un objeto de culto. «Esto lo usaban nuestros antepasados» dirá la guía del museo, pero a continuación no añadirá «su contemplación sin explicaciones produce en el visitante un estado de Gracia». Con esto consiguen que la gente tenga arados barnizados como objetos decorativos en sus casas, quizás esperando que expulsen los espíritus de la Incultura.

Como tantas otras cosas, Marilyn comenzó no siendo Cultura, pero después pasó a serlo.
Herejías

Una vez que tenemos templos, sacerdotes, ritos, liturgia y fieles (todo ello tan laico como santificado), es cuestión de tiempo que aparezca la herejía. Quienes viven a expensas de la Cultura de Estado, se tornarán, ante nuevas interpretaciones de lo que es Cultura, en el Jorge de Burgos de Umberto Eco. Ese libro no es Cultura, esa exposición no es Cultura, ese programa es telebasura (ergo no es Cultura), llevar ese peinado no es Cultura, etc. Como sucede con la Religión, muchos fenómenos candidatos a ser Cultura se quedarán por el camino, pero otros alcanzarán el estatus de Cultura. La movida de los ochenta comenzó al margen de la Cultura para llegar a ser y quedarse como Gran Cultura alabada por todo el mundo: entrevistas, programas, conciertos, dominicales, exposiciones, etc. El reguetón está en proceso de ser Cultura, la cultura punk parece que también está en ese proceso (lo que no deja de ser paradójico debido a la contradicción que generaría eso).

La influencia de la estética punk en la moda fue una exposición en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Como no hay criterio (igual que pasa en la religión), todo es susceptible de ser Cultura. Hay restaurantes que dan platos con algas, "visitas obligadas" a lugares (objetivamente) de mierda, etc. Pero como digo hay cosas que se quedan por el camino. Por ejemplo, la ciencia ficción es un género artístico al margen de la Cultura de Estado. Los poderes públicos no promoverán el acceso a la ciencia ficción, pero sí el acceso a la etnografía milenaria de cualquier aldea. Ojo, que dentro de los seguidores de la ciencia ficción hay cosas más aceptadas que otras, ya que este fenómeno se reproduce a todos los niveles.

Cuando se hacen las obras de un aparcamiento y se descubren restos arqueológicos, las obras paran y los restos son estudiados. Bien, eso es conocimiento. Pero después las obras continúan y son modificadas, así, el aparcamiento futuro tendrá una parte de suelo de metacrilato para poder ver los restos excavados. Poco importa que ese suelo trasparente sea pisado por las ruedas de los coches sin que nadie se detenga a mirar nada. El ayuntamiento ha hecho su labor de promover la Cultura. En este caso, el chico de mantenimiento y el encargado de la limpieza serán los únicos tocados por la Gracia en ese oscuro subterráneo.

Cultura por ósmosis

La diputación de Málaga patrocina algo llamado "Noches creativas" y aparece una individua con dos limones en la cara. Cultura.
Cuando un formato cultural, al margen de sus manifestaciones concretas, es reconocido como Cultura (es decir, recibe el nihil obstat de los sacerdotes y el Estado pasa a tutelar y promover su acceso), cualquier mierda que se haga en ese formato ya es Cultura. Hablaba antes de El barbero de Sevilla, esa ópera es estéticamente agradable (bien interpretada, claro). Muchas óperas son agradables para mucha gente, el formato ópera se convierte entonces en Cultura independientemente de sus manifestaciones. La diputación de Ávila ya tiene, por tanto, vía libre para contratar a cualquier soprano para dar berridos en un teatro-templo.

Serán muy pocos los asistentes que por formación tengan criterio como para objetar las bondades de la interpretación. Ah, pero eso da igual, eso se queda para cuatro frikis: lo importante es que el pueblo, democráticamente, ha tenido la oportunidad de asistir a la ópera. ¡A la ópera nada menos! ¡Eso es Cultura! ¡Cultura promovida democráticamente! ¡Dios salve al conselleiro!

Lo mismo se da en la pintura. Han sido numerosos los experimentos en los museos de arte contemporáneo a este respecto: se cuela una obra hecha por un simio en mitad de una exposición y la mayoría de la gente la alaba, esto está muy demostrado.

Max, estás hecho una pena, comes comida para perros y no eres Cultura.
Y aquí también se produce el efecto contrario: una novela de ciencia ficción puede contar con todos los elementos que la hagan susceptible de ser una gran obra medida con criterios académicos, pero como su género no es Cultura, continuará siendo una herejía. (Aclaro que no quiero que la ciencia ficción sea Cultura de Estado, tan solo la uso para ser gráfico con mis ejemplos).

Hay otro criterio que no es el académico. Cuando aquellas viejas reseñas hablaban de «éxito de crítica y público», tenían en mente la opinión de la crítica (pongamos por caso que fueran expertos), pero también la del público. Si algo era aclamado por el gran público, accedía al estatus de Cultura por esa vía, la de la aclamación. Cuando el estado pasa a decidir qué es la Cultura, la aclamación pública pasa a un segundo plano: cosas sin interés son Cultura y cosas con interés no son Cultura, porque ya sabemos que la democracia funciona en horario de tarde.

En resumen: existe una Cultura de Estado igual que existió una Religión de Estado. Identifican religiosidad con subdesarrollo o incultura aquellos talibanes culturales que viven y prosperan de este estado de las cosas. Cuando el poder público promueve y tutela la Cultura (¡por mandato constitucional!) nadie sabe de qué demonios están hablando, pero todo el mundo queda contento. La masa democrática accede al estado de Gracia acudiendo a una ópera que no entiende, visitando un museo del que no aprende nada y deleitándose con la última cagarruta del diseñador "enfant terrible de la moda", esperando que el próximo dominical le diga cuál es ahora el nuevo "enfant terrible de la moda".

Para ser, la Cultura ha de ser pública (es decir, ocupar la esfera pública, independientemente de su financiación), democrática, presentista y recibir el nihil obstat de una casta sacerdotal. Si no, no es (hoy) Cultura.

Philip Max, autor teatral: