Ok, iré más despacio. Hay cosas malas en el mundo, e incluso sin caer en la pretenciosidad, hay cosas malas en la aldea o en el barrio. Si se identifica algo como malo, la reacción natural es huir o cambiarlo. No está mal querer cambiar las cosas (en cierto modo es un deber civil). Lo que está mal es querer cambiar algo con una mágica campaña de marketing.
Hoy hay demasiado marketing en la política. Miniestrellitas de cinco minutos. Gente sin escrúpulos ni la constancia del poso que deja la historia, ni el conocimiento sobre la naturaleza humana, ni la evidente característica de la heterogeneidad humana; que lee una estadística y se abalanza sobre ese unicornio que es un BOE con poderes mágicos, para cambiar lo que la costumbre, la historia, las relaciones diarias de cientos de miles de personas (cada una de su madre y de su padre), han forjado en lo que vemos aquí y ahora.
No quiero decir con esto que no haya jóvenes que no tengan presentes estas cosas. Para mi la edad es como el género o la raza: no me da ninguna información. Los voluntariosos jinetes del cambio están llenos de buenas intenciones de consecuencias imprevistas. La historia nos da buena muestra de ello.
![]() |
Mercado de esclavos moderno. Las buenas costumbres se resisten a morir. |
![]() |
Brutal. |
Ah, pero se suponía que en este régimen de libertades existe la libertad de expresión. Ese es el cuento que se vende y los bobos pican. ¿Libertad de expresión? ¿Ante la masa enfurecida? ¿De qué guindo te has caído?
Del desarrollo teórico de cómo deben ser las cosas a la implacable realidad, hay un mundo. Parece que si un mentecato cualquiera, ladra un poco en la tele, lo que dice va a misa. Nada más lejos de la realidad. Salir a la palestra como portavoz de tus coleguis y decir las cuatro tonterías habituales sin pensar que en política tiende a infinito el número de factores que se escapan a tu control, es de una inocencia que sería tierna si no fuera porque realmente estos adalides del cambiarlo todo se creen sus propias pajas mentales.
Cuando la policía a la que se supone que debe odiar la saca de la masa, la chica llora. «De pena» diría después. Cagada de miedo, sabemos todos. Es lo malo que tiene la masa. Es lo malo de no leer a Ortega. Es lo malo de no leer en general. Tratar de domeñar a la masa con declaraciones medidas en todos los medios de las marujas, tratando de presentar una imagen irreal de uno mismo y pretender que no se va a pagar un peaje, es una fantasía. Una fantasmagoria de la mente, proyectada con la luz de años de Buen Rollo en un ambiente controlado.
¿A quién no le sucede esto? A los grises. La gente gris, con traje barato, no se mete en estas zarandajas. Sabe cómo malfunciona el sistema. Rubalcaba puede convencer a los incautos diciendo en un mitin que va a prenderle fuego al concordato con la Santa Sede. Alguno se lo cree. Otros saben que de ser así, tendría que dar algo a cambio. En política se trata de ceder y negociar para poder ganar. Y por muy cartero del Buen Rollo Infinito que seas y tengas pinta de ser un yerno excelente, hay gente que te odia. No hablo de quienes están en tu contra, sino de los tuyos. No hay odio más primigenio que el que se cuece en tu propia casa.
El que parte de una posición contraria, ya sabes cómo va a reaccionar. Sin embargo, es en tu propia casa donde se crean las contradicciones que mueven las butacas del auditorio. Buena parte de la acción política es crear y hacer ver contradicciones en tu adversario. Si eso lo haces en tu casa, en cinco minutos te encuentras a un montón de senadores apuñalándote. En el momento de la puñalada final, se puede ver en los ojos llorosos una pregunta: ¿por qué me hacéis esto? La respuesta la encontramos en la fábula del escorpión y la rana: no puedo no hacerte esto.
A ninguno de los protagonistas de la política joven y dinámica del Buen Rollo Infinito se le ha ocurrido preguntarse: ¿otro no ha pensado lo mismo que yo antes? Creer que mientras abres la boca y mueves la lengua estás construyendo una nueva historia, abriendo las puertas de la percepción, señalando el camino a un futuro mejor para todos, es inocente e indecente. Uno no se nombra a sí mismo protagonista de la historia, eso se decide décadas después de haber muerto.
![]() |
El que fabrica balas, no mata a nadie, ¿verdad? |
Ah, pero los grises no colaboran. El horario de máxima audiencia no está para hablar de Platón. Ni la escuela. La función de la tele es evadirse. La función de la escuela es producir herramientas humanas. Todos los intentos por tratar de cambiar el statu quo, realimentan al statu quo. Los maverick audaces con ganas de cambiar cosas, enseguida son asimilados por los grises. Como los Borg de Star Trek. Una vez que entras en el juego, el juego pasa a definirte.
¿Y entonces que hacer? Debes estar realmente desesperado para buscar respuestas aquí. Sí puedo apuntar a que históricamente cuando los que mandan y los que son mandados están muy lejos, suele haber sangre. Aunque esto tampoco es una regla de oro. Los libros de autoayuda dicen que para cambiar las grandes cosas se empieza por pequeños cambios. Los libros de autoayuda normalmente los escribe gente que no vale para otra cosa. Tiendo a pensar que no existen fórmulas mágicas y que, Dios mediante, la evolución de las especies seguirá su curso: el sol volverá a salir, los peces seguirán nadando y esos lemures-rata de Madagascar continuarán observando a los pájaros volar desde las copas de los árboles.
2 comentarios:
Pues a lo mejor esa señora pensó que los de la manifa le iban a piropear, aplaudir y dar besitos en la boca... ¿Pero es que no se enteró de lo que le pasó a Cayo en el 15M?
Para empezar a leer yo recomendaría "Las aventuras de Vania el forzudo" o "Aniceto el vencecanguelos", con letra grande. El libro bonito de Platon es el Parménides.
Quería decir Critón, no Critias, pero da igual. ¿A quién le importa?
Hay que aprender a plantar patatas. Con patatas, hierbas, leche de vaca y algún chorizo de vez en cuando, una persona puede sobrevivir toda la vida en condiciones nutricionales más o menos dignas.
Luego está el tema de cómo hacer velas. Ah y una dinamo para tener electricidad con la que producir hipoclorito sódico.
Publicar un comentario