sábado, 16 de febrero de 2013

Cómo el capitalismo salvará a los elefantes

Es muy interesante ver cómo las instituciones afectan al medio que nos rodea. Tomar unas decisiones en lugar de otras tiene efectos palpables y medibles empíricamente.

Hablemos de elefantes africanos. En general estos elefantes son una especie amenazada, sin embargo la población de elefantes en unos lugares crece, mientras en otros desciende. Como hay consenso en que los elefantes no se deben extinguir, diferentes países implementaron políticas para protegerlos.

(Ethiriel Photography)
Seguro que intuís por dónde voy: aquellos países que siguen las recomendaciones de los ecologistas del Primer Mundo, son los que sufren la brutal y sangrienta pérdida de elefantes (y de vidas humanas, ojo). Tratar de comprender a la naturaleza desde una Cumbre Internacional del Buen Rollo es complicado, si a ello le sumas planteamientos económicos —y de la naturaleza humana— que tienden a la servidumbre, a la planificación central y al hacer las cosas porque sí; el resultado es un montón de consecuencias imprevistas.

El ejemplo de cómo tratan en Kenya y en Zimbabwe el asunto del marfil es muy gráfico. Kenya adoptó las recomendaciones internacionales del Buen Rollo y de la Pachamama y prohibió el tráfico de marfil.

Primera idea: prohibir algo no hace que ese algo desaparezca mágicamente.

La población de elefantes en Kenya descendió drásticamente en las últimas décadas. Solamente los elefantes situados en los parques nacionales están supervisados. No solo los furtivos acabaron con la población de elefantes fuera de los parques, sino que ahora la guerra se traslada al interior de ellos. Furtivos y guardias de las reservas están fuertemente armados, se pegan tiros, y hay muertos.


Zimbabwe hizo lo contrario: no proteger a los elefantes. En su lugar, la población local pasó a tener derechos de propiedad sobre las manadas cercanas. Si un monarca europeo o un jeque árabe quieren ir a cazar elefantes, pagan un buen dinero por cada uno. Ese dinero va a las arcas del pueblo donde lo cazan. Así, se paga a la escuela local, al médico, los sobornos a los funcionarios estatales para poder excavar un pozo, etc. La gente de la aldea tiene muchos incentivos para asegurarse de eliminar el furtivismo.

Segunda idea: nos movemos por incentivos.

En Kenya, los elefantes sólo preocupan a los funcionarios de los parques naturales. Con los medios disponibles, hacen lo que pueden y el elefante está muy amenazado. En Zimbabwe, los elefantes preocupan a todo el mundo, se crea un incentivo monetario y hoy en día el problema es que hay demasiados elefantes.

Lo triste es que en Zimbabwe no apliquen el mismo principio en otras áreas de su economía. Lo vergonzoso es que los bienintencionados ecologistas del primer mundo no aprendan que para salvar a a naturaleza, hay que ponerle un precio.

Elephants and ivory:

Banning ivory is the surest road to extinction for the African elephant, argue leaders in those countries. They believe the villagers can do more to protect the elephants and ensure the longevity of the species than costly centralized government programs can.


3 comentarios:

Teseo dijo...

Si, pero desde 1989, cuando aprobaron la ley en Kenia, la población de elefantes también comenzó a subir (Elephant poaching in Kenya declined sharply after 1989 when the government banned trade in ivory). A lo mejor en Zimbawe la gente cria elefantes para que los turistas los cacen... esto recuerda un poco a lo de los toros.

J.A. Esteve dijo...

No estoy de acuerdo con el título del artículo, pero sí con su contenido.

Sin ir más lejos, en España aplicaría a la protección de los montes contra los incendios.

Allí donde los montes son "de nadie", la implicación de las poblaciones locales en su protección y mantenimiento es mínima, meramente administrativa (cuadrillas de limpieza o de extinción de incendios, etc.), en tanto que en los lugares donde son patrimonio de los locales, su mantenimiento es continuo y su estado ejemplar.

El primer caso sería el de Galicia, con incendios que forman parte de su paisaje año tras año. El segundo, el de las comarcas de Soria y Burgos, donde los pinares son patrimonio de los municipios, sin incendios justamente por su excelente mantenimiento y limpieza. Ya podíamos aprender de estos municipios, con estatutos que vienen - ¡ni más ni menos! - que de la Edad Media....

Pablo Otero dijo...

Así es, Esteve, se trata de los derechos de propiedad.