domingo, 13 de enero de 2013

Privatizar la sanidad a la española

No tengo ni idea de cómo se gestiona la sanidad de un país. Ni siquiera estoy seguro de que el concepto «sanidad de un país» sea correcto. Sé cómo gestiono mi propia salud e intuyo cómo la gente gestiona su salud (en ocasiones haciendo uso de la sanidad y en otras recurriendo a métodos medievales superefectivos).


Para mi sorpresa, mucha gente sabe exactamente cómo gestionar la sanidad de un país. Aunque confundan un fonendo con un catéter o sean los encargados de las fotocopias disfrazados de médicos. Incluso hay quien piensa que un médico o un enfermero saben cómo gestionar la sanidad de un país —no sabía que en Medicina se estudiara microeconomía y gestión pública. Sospecho que tienen más información de primera mano del primer tramo de la gestión, pero poco más que eso: pueden decidir entre un tratamiento u otro (si el Club de Viudas de Guerra no está mirando para protestar por negligencias malvadas y un tanto inventadas).

Dicho esto, en el tema de la privatización de la sanidad pública en Madrid, la suma de todos, llama la atención que a través de los medios sólo vea opiniones de un lado, de quienes están en contra. Dos minutos de atención a estas posiciones me desvelan que se trata de pensamiento mágico y caspa comunista, pocos son los que aportan argumentos. Por el otro lado, es decir, del lado del gobierno madrileño, no me encuentro ningún argumento, tan solo un lacónico «ahorraremos más». Impresionante, se debieron quedar con la cabeza caliente. ¿En esto ahorramos y en las chorradas no? Ya.

¿Hablamos de sanidad o hablamos de política?

Si una dictadura te pone un Instituto Nacional de Previsión, un Instituto Nacional de la Seguridad Social y un Instituto Social de la Marina, por los que trabajadores, pensionistas y marineros tienen cobertura sanitaria y luego los fusionas para cubrir también a los outsiders que tenían que recurrir a la caridad o al sector privado (la caridad también es sector privado, el sector privado no siempre busca beneficios monetarios, hay que recordarlo), te quedas con una cosa muy grande que se llama Instituto Nacional de la Salud que da una cobertura universal, sin precio de venta al público y que mantienen los PGE, o sea, los impuestos.

Este sistema se reformula con una Ley de Cohesión del Sistema Nacional de Salud con la que se transfiere la competencia de sanidad a las regiones y se garantiza la asistencia de los parientes y turistas. En esencia, para lo que nos interesa, la CAM tiene un sistema público de salud y negocios privados que suponen una parte mínima del sistema sanitario (por ejemplo, donde va la Familia Real a que les ausculten el ojete).

Si lo que quieres es ahorrar costes aprovechando economías de escala y poder negociador con los proveedores, lo que debes hacer es volver al Instituto Nacional de la Salud. Pero como la sanidad es pública, esto sería una decisión política. Nadie quiere ver a Urkullu chivándose a la OTAN. Además, a nadie nos gusta asumir los sobrecostes sanitarios de las Islas Canarias (a mi desde luego no me gusta, pero hago muchas cosas que no me gustan porque no me queda otra).

Primera idea: cualquier cambio en la sanidad pública obedece a planteamientos políticos, no económicos, aunque todo el mundo hable de economía. Un huevo.

Corolario a la primera idea: las decisiones sobre la sanidad pública jamás tienen en cuenta la salud de nadie. Esto es de perogrullo y nadie lo dice, al contrario, se confunden los términos sanidad y salud como si estuvieran relacionados.

¿Quién manda aquí?

Está el tema de quién debe mandar en la sanidad. Muchos de los médicos movilizados contra la privatización madrileña dicen que ellos saben más, que lo harían mejor. Paso por alto que encima de la mesa hay despidos y que la gente se mueve por incentivos. No culpo a nadie por defender su sustento. Creo que los trabajadores que ven peligrar su puesto de trabajo o sus derechos adquiridos, estarían cometiendo un crimen si no protestaran.

Ahora bien, en este país tenemos la malsana y medieval costumbre de no tocar una larguísima lista de jarrones Ming, los médicos entran dentro de esa categoría. Probablemente sean el colectivo que más motivos tenemos para proteger —yo no putearía demasiado a quien te mete sondas anales—. Pero de ahí a que sean hermanitas de la caridad hay un trecho largo. ¿Cuántos médicos públicos no combinan un empleo en la privada? ¿Cuántos médicos no hay, que debido a su semifuncionarización acaban atrapados en las redes de la indolencia? De los que no son médicos, ni hablo. La cuestión aquí es: si los médicos quieren dirigir la sanidad, ¿por qué los maquinistas no van a dirigir el sistema ferroviario o los militares la política de defensa?

Segunda idea: la sanidad pública no debe ser el coto privado de un gremio profesional concreto. Sugerencias pueden hacer las que quieran, pero al trabajar en el sector público deben obedecer como autómatas. Si quieren mandar, que monten sus empresas.

Presupuestos

Nos quejamos de las listas de espera, de lo sucias que están las salas de espera, del poco tiempo por paciente que dedican los médicos de cabecera, etc. Bien, tripliquemos el presupuesto. Hagamos de los centros de salud y de los hospitales, lo que Stalin hizo con el metro de Moscú. ¿Cuál es el problema? Se aumentan más los impuestos, se recortan las partidas a otras cosas y se inyecta una cantidad pantagruélica de dinero en el sistema sanitario público. Fin del asunto.


El problema, dejando a un lado que protestarían otros sectores, es que en la sanidad pública no tenemos información de costes. Es más, como todo lo público, no tenemos incentivos para mirar cada peseta. Entre que no hay precio de venta al público (demanda tiende a infinito) y que no hay frenos a aumentos de gastos (populismo tiende a infinito), estamos atrapados en una espiral de violencia que combina la extorsión, la baja calidad democrática, los negociazos de los proveedores y las farmacéuticas... en fin, toda una serie de ineficiencias en cadena que no ocurre en el sector privado (concretamente no me importa que ocurra en el sector privado). Una empresa privada (que no dirija Rodrigo Rato), jamás incurrirá en promesas infinitas ni se endeudará hasta el infinito para ganar elecciones: sólo puede gastar lo que ingresa y roba. No hay un presupuesto anual de partida que se renueva sin atender a qué tal lo han hecho los chavales. De ahí que el coste por cama hospitalaria o el coste farmacéutico por persona mayor atendida no deje de crecer mientras que la atención no ha mejorado sustancialmente en los últimos años.

Por otro lado podemos teorizar sobre modelos de gestión privada de la sanidad. Una empresa debe sacar beneficio. No estoy seguro de que la mejor forma sea con concesiones públicas (que la CAM te alquile hospitales es el modelo público-privado de moda y ya sabemos cómo funciona en este país el conchabeo público-privado). Puede que un modelo totalmente privado saliera más barato, no lo sabemos. Si de cada cien pesetas que gasta la consejería, Ruíz Mateos o Güemes pueden gastar ochenta y cobrarnos ochenta y cinco, estaríamos ante un ahorro considerable (ahorro por partida doble, ya que esos 100 que gastaba lo público puede devolverlos a los contribuyentes o dedicarlos a comprar misiles). La empresa privada puede aumentar los precios o reducir los costes. La empresa pública, partiendo de unos costes bajos, solamente los puede aumentar.

Tercera idea: no hay resistencias al aumento infinito del coste público sanitario.

Dicho esto también hay que decir que la sanidad pública en España sale relativamente más barata que otros sistemas (en relación al PIB). Precisamente por lo que decía del Insalud. Tenemos un sistema sanitario soviético que lo hace todo. Una buena gestión sería la mejor forma de ahorrar costes. Problema: nunca habrá una buena gestión porque sanidad y política están ligadas entre sí.


Lo público debe controlar lo importante

Como todo esto de lo que estamos hablando es un problema político que no tiene nada que ver con la salud, ni con el dinero, muchos pancarteros te dicen que algo tan sensible como la salud no debe caer en manos privadas. Que no puede haber lucro en la salud de la gente. Bien, entonces ¿por qué no tenemos un sistema público de producción y distribución de alimentos? ¿Es deseable el lucro al vender nada menos que comida y no lo es al vender cuidados médicos? Dúdolo.

La sanidad dejará de ser universal

Una manida resistencia a la privatización es que los que no puedan pagar la sanidad se quedarían fuera del sistema. Me gusta mucho esta resistencia porque no solo trata a la gente de imbécil (empresas que no quieren ganar dinero), sino que además, nos toman a todos como seres despiadados y sin escrúpulos (si no me pagas, no te atiendo). Cuando se trata de la sanidad colectiva, te interesa que la gente con que te cruzas por la calle no ande llena de bichos porque te puede contagiar. Tampoco te interesa que la gente muera por las esquinas porque eres un ser humano. Yo mismo, en atención a la libertad individual, estoy a favor de las vacunaciones obligatorias para todo el mundo. ¿Por qué? Porque es una forma de protegerme.


Hace aguas por lo tanto la queja de la caspa comunista de que la gente se morirá por las esquinas. ¿En tan poca estima tienen al género humano que piensan que todos somos como ellos?

Conclusión

No tengo una conclusión. No tengo ninguna varita mágica. Creo que la privatización introduce información en el sistema, nos dice cuánto cuestan las cosas y reducirá la saturación del sistema. Al mismo tiempo conozco cómo privatizamos en España y me saltan todas las alarmas de chanchullos varios. Supongo que lo ideal y pragmático al tratarse esto de una cuestión política, es ir hacia un modelo mixto en el que la gente pague y quienes no puedan pagar, les paguen otros. Estuve recientemente en Alemania y no vi a la gente muriéndose por las esquinas entre estertores y esgarros sanguinolentos. Ese modelo puede funcionar. El que tenemos aquí ahora también parece funcionar (en España tenemos buen clima, buena comida y buena higiene: todo ello es salud) pero pide a gritos que alguien le meta mano.

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7 comentarios:

Teseo dijo...

Er... pues... por poner un ejemplo al revés. Erase una vez en un país muy lejano, vamos, en el fin del mundo, hace muchísimo tiempo había en unpueblo muiy lejano y al pie de la montaña un pequeño hospital privado. Bueno concertado-privado, aunque construído con fondos públicos (vaya: era privado pero parte de los del concierto eran ayuntamientos, gobiernos y di-putaciones). Los trabajadores eran elegidos de una manera racional, seria y científica por un señor que ocupaba un puesto de confianza.

Entonces se produjo un cambio en el Gobierno de ese lejano país/nación/estado/loquesea (por culpa de un barco que transportaba chapapote, creo, pero ese es otro tema). El nuevo gobierno estaba muy enfadado con el anterior y decidió nacionalizar algunos hospitales y centros de salud y de especialidades para que fueran completamente públicos. Bien, como resultado, ganamos un montón de hospitales públicos para uso y disfrute de la pobre plebe mientras que los ricos patricios pierden un hospital privado y se tienen que desplazar a la capital.

El "poblema" fue con los trabajadores del hospital nacionalizado (o comuninizado). De golpe y porrazo, las señoras de la limpieza, los administrativos, auxiliares de enfermería, celadores, técnicos en nosequé, espiritus malignos, elfos, enfermeras, especialistas y médicos del sistema privado se convirtieron en funcionarios (bueno, estatutarios: solo son funcionarios para los recortes de pagas y de moscosos). Además se le reconocieron judicialmente la antigüedad, los trienios, la carrera pofesional y también el derecho de pernada (creo). Y los jefecillos mantuvieron sus despachos.

Al poco tiempo, en ese lejano país (cuyo parecido con la realidad es pura coincidencia, ejem), se realizó una oferta pública de empleo y un concurso de traslados.

Lo primero que se mira ante un concurso de traslados en el asunto de la función pública es la antigüedad en el puesto (que es muchísimo más importante que los cursos de formación, tener dos o tres carreras, media docena de idiomas o publicaciones en revistas especializadas,etc). Los trabajadores del sistema público durante años habían estado soportando contratos de sustitución de horas y de dias de lunes a viernes (sin festivos), a la hora de compararse en tiempo trabajado con los que venían del concierto y llevaban años con plaza fija o interina, perdían por goleada (a ver: aún trabajando más, sus contratos mensuales eran de 22 o 23 días, mientras que los otros son de 20 días). Como resultado, los trabajadores de la privada o concertada se colocaron en los puestos más chupis, mientras que aquellos que solamente se dedicaron a la pública fueron desterrados y condenados a galeras. Sin protestar.

Pablo Otero dijo...

No me meto mucho con la situación laboral del personal, pero ese es otro buen ejemplo de por qué las garras de lo público también perjudican a algunos trabajadores del sector.

Que un cambio de gobierno pueda cambiar la situación de los trabajadores es algo que sólo pasa con un gran sector público. Este sería un punto a favor para el modelo privado.

Dicho esto, a mi no me importa el problema laboral de esos trabajadores, para eso tienen a sus sindicatos.

Teseo dijo...

Es que el asunto sanitario es un poco diferente a otras administraciones...

Supongase que soy el señor feudal (por la gracia de Dios) de un pequeño hospital privado/concertado (antes los señores feudales tenian torres, ahora tienen despachos, pero bueno).

Vamos a suponer que el precio de una radiografia es un euro. Para extraer beneficio a los hipocondriacos de la privada les tengo que cobrar a 2 euros y gano uno. Ahora, ¿a cuanto se lo tengo que cobrar a la administración? En general, el Estado es un mal pagador, pero en el tema sanitario no tanto (porque enlenteces las listas de esperas y la gente se cabrea,etc), asi que se lo cobro a cinco, a diez o a cien euros.

Si hubiera opción de competencia, alguien podría sacar a concurso los conciertos pero eso no existe aquí (los hospis son habas contadas porque son caros de construir y no se puede mandar a los enfermos de la plebe a 200 km para pruebas o consultas...).

Luego hay otro problema que encaerece el sistema, aparte de la falta de competencia, que es el tecnológico. Vale, en el Noreste se fabrican sueros y existen algunas fábricas de fármacos pero ¿cuántas empresas fabrican guantes en España que los compran en Taiwan? ¿Y escáneres? ¿Y el Tecnecio 99m que lo traían de Inglaterra, dicen por culpa de una moratoria nuclear de nosequé? Pues no es cuestión de gran tecnología ni de productos especialmente raros... Todo esto lo hay que importar y pagar religiosamente (ya no digamos pogramas informáticos, impresoras, maquinitas que hacen ruido y tienen luces, el jabón para la ropa...).

Pablo Otero dijo...

En Madrid hay dos formas de privatizar (pocos) hospitales y ambulatorios.

1: Haces un concurso por el que la OCP se encarga de construir entero un hospital. Para pagarle, dejas que explote la cafetería, floristería, capilla, aparcamiento y jabones durante 30 años prorrogables.

2: Hospitales que ya están hechos, externalizas o subcontratas algunos servicios.

Ninguno de los dos sistemas supone un cambio desde el punto de vista del paciente. El punto de vista del paciente es algo que se la sopla tanto a quienes están a favor de la privatización como a quienes están en contra.

Sería interesante conocer qué partidas (aparte de los salarios) han disparado su coste en los últimos quince años por encima de lo razonable. Yo sospecho que el problema no está en las cafeterías, sino en las pastillas y ese tecnecio. Si es verdad que aumentando el tiempo medio de una consulta de AP se reduce el gasto farmacéutico, eso también habría que estudiarlo. Igual se puede ahorrar en sanidad invirtiendo más en las consultas de atención primaria. Lo intuyo, pero no tengo datos.

Supongo que lo mejor es consultar a esos agradables y atentos laboratorios farmacéuticos que saben más de qué va el tema que la consejera de turno a la que contratarán en el futuro.

Curiosamente, no se habla de los proveedores en este tema. Ya se sabe cuál es la relación que tiene la administración con ellos. Eso no se toca, claro. Todo el mundo quiere una sanidad soviética pero nadie dice que para tenerla hacen falta pastillas y prótesis soviéticas. ¿Cómo vas a morder la mano que te da de comer?

Teseo dijo...

El mayor gasto, sin duda, sigue siendo el de personal, aquí y en Alemania. La coña es que los servicios que más crecen en los hospis españoles no son, como algunos publican Anestesia y Pediatría. Son los servicios de Plumíferos. Cada plaza nueva de médico o enfermero lleva aparejada un plaza de burócrata porque no dejan que cada centro se autogestione (hay un directivo a muchos km de distancia que actúa como un señor feudal controlando las sustituciones, manejando objetivos para control de gasto y negando cafeteras a los centros de salud).

Ya puestos a morder: ¿para que sirve un auxiliar de enfermería de AP en un pueblo de 700 habitantes? Ah si, para darle la Metadona al único exyonki del pueblo de lunes a viernes.

¿De verdad necesitamos 50 especialidades médicas? ¿El bulto del cuello quién me lo opera: un cirujano general, un otorrino, un maxilofacial, un plástico, el médico de cabecera, dermatólogo... o pido pa todos a ver quien acaba antes?

¿Sabías que en el rural hay ayuntamientos que estan utilizando los maravillosos centros de salud (donde trabaja un único médico aislado pero con espacio para tres médicos, pediatra, matrona, psicólogo, sala polivalente, sala de reuniones) para rodar películas?

Pablo Otero dijo...

¿Cómo no van a rodar películas? Ya no pueden recalificar terrenos, que era su única vía de ingresos, ¿cómo no van a buscar un valor añadido a lo que tienen delante?

Los ayuntamientos, la mayoría, no tienen ingresos. No por magia o por los hados del destino, es una decisión consciente y meditada de otras administraciones dejar a los ayuntamientos sin ingresos.

Me llama la atención el harakiri que se hacen algunos con la corrupción en los ayuntamientos. Coño, es que queréis que sean corruptos, si no, el problema se arreglaría de otra forma. Por ejemplo, fusilando el 90% de los ayuntamientos. Ah, no, pero eso no se puede hacer porque lo dicen los extraterrestres. Guay.

Lino Moinelo dijo...

Hola. Un pequeño comentario: no se sostiene comparar la atención sanitaria especializada con comprar un saco de patatas, unas lechugas o salsa bolognesa. Lo primero pueden colartela todo lo que quieran (como así ocurre), lo segundo la gente sabe distingir perfectamente una fruta pasada de otra que no. Por eso no es necesario "un sistema público de distribución de alimentos".

Claro, también nos la cuelan algunas veces con yogures caducados, pero esto suele ser mucho menos problemático para la salud (y para el bolsillo) que una operación, o un diagnóstico médico importante,o la curación de una lesión sin que te deje secuelas.

Por lo demás, como siempre, un artículo genial. :-)