GW acepta que Europa necesita más libre comercio y subsidiariedad. Esta es, en sus propias palabras, la parte «constructiva» de su discurso (en la traducción al español le llaman «positiva», pudiendo dar lugar a error). Acepta que una mayor unión (entendida por compartir más instituciones y responsabilidades) puede no ser plato de buen gusto, pero «no solo hace falta más Europa, sino una Europa mejor».
De partida, GW no acepta otra posibilidad que no pase por «más Europa». A eso le llamo yo jugar con las cartas marcadas. El debate no es Europa sí o Europa no, el debate tampoco es qué tipo de Europa. El debate es para esta gente «más y mejor» Europa. Es decir, no es un debate.
«Más» se refiere a cantidad. Puede ser más instituciones europeas, más presupuesto, más directivas comunitarias, más competencias. «Más Europa» también se puede interpretar como una mayor cantidad de Europa, es decir, una ampliación. Como nadie sabe qué diablos es Europa (desde Estrabón discutimos dónde está el límite entre Europa y Asia), a lo mejor estamos hablando de un horizonte que contemple toda la isla-mundo. Sea cualquiera de las dos acepciones, necesitamos más. Yo lo necesito y tú también. No entiendo por qué ni para qué, ni siquiera me dicen qué tengo que dar a cambio.
Existe una idea de Europa a la que debemos aspirar porque sí. A mi si me dicen, «debemos aspirar a tener un Ferrari», sé de lo que me hablan. Sin embargo, la idea de «más Europa» no la entiendo. No porque me atrinchere en no querer oír nada, sino porque no sé qué significa la idea de Europa. Ni sé por qué va a ser mejor para mi. Y bueno, ya ni digamos que no es que Europa sea necesaria, sino que además, «más». Es decir, no solo nos dicen que necesitamos algo que no conocemos, sino que necesitamos más. ¿«Más» hasta cuándo? ¿Dónde está el límite de esa acumulación? ¿En el continente europeo (que no tiene límites geográficos claros), en el planeta Tierra, en la galaxia? ¿En decirnos el color de pelo de nuestros hijos?
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Propaganda japonesa de la SGM. |
Un alma cándida pensará que Westerwelle habla aquí en su calidad de ministro alemán. Sin embargo, cambiar el código de una forma tan abrupta no lo acabo de ver (y aquí sí me puedo equivocar). Westerwelle comienza hablando desde una tribuna de defensor sin apellidos de una idea mítica de Europa, y de pronto identifica Europa con Berlín. Más claro agua.
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Es ley de imperio usar la propaganda para mantener la unión de sus partes. Cuando la propaganda falla, se meten los tanques en Praga. |
«Con el hacha de la crítica no se tarda en destrozar la casa europea». Pero si Europa es el plano ascendente, puerto de llegada a aspiraciones maravillosas, ¿cómo es posible que la crítica la destroce y no suceda lo contrario? Es decir, la idea fuerte es Europa, la idea débil la no Europa. ¿Dónde están las críticas a no Europa? No existen (bueno, tan solo en forma de amenazas veladas, pero una amenaza no es una crítica).
«Estamos absolutamente convencidos de que la lección de la crisis financiera y de la globalización no puede ser otra que más y no menos Europa». Desconozco el relato oficial de la crisis financiera (una entre varias crisis actuales) que manejan en Berlín, como para valorar esto de forma informada.
No hay otra opción: tenemos que fortalecer la Unión Económica y Monetaria. Porque no nos debe ocurrir nunca más que una gestión presupuestaria inconsistente de algunos Estados pueda provocar un escoramiento de toda Europa. Por eso Bruselas debe tener fuertes facultades de intervención también en este terreno.
Entiendo la perspectiva funcional que no es única en Don Guido: tener una moneda común en Estados que actúan en función de sus intereses egoístas, puede ocasionar perturbaciones en La Fuerza. Economistas hay que puedan explicar los rudimentos del sistema monetario —rudimentos que tampoco son unívocos—, ahí no entro más. Lo que me pica un poco es que no me den opción. Mira, es que como ya tenemos el euro, ahora sólo se puede ir hacia adelante. ¿Qué clase de acuerdo es este? ¿Qué tipo de nuevo Mefistófeles —ya que a mi primo le gusta Goethe— nos están aplicando sin opción a decir no?
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Borrachines y glotones. Sacado de la imprescindible Strangemaps. |
Muchos eurócratas y mucha eficiencia alemana para que al final la clave resida en la magia, los númenes, la brujería, el mito... Si es que lo ponen a huevo. Edificios de acero y cristal en Estrasburgo y Bruselas, coches oficiales con banderitas, tratados internacionales, enviados especiales a zonas en conflicto ¿y todo por qué? Porque existe un «destino». Porque los dioses han hablado, porque el hombre-medicina interpreta las nubes.
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Funcionario de la Eurocosa. |
Otorgo que esta tribuna de Don Guido Westerwelle no es el súmun de la explicación de la construcción europea, pero apunta maneras. Siendo así, de momento, yo no puedo tragar con este tipo de Europa. ¿Qué queréis que os diga? Mi fe comienza y acaba en Dios, no tengo espacio mental para la magia. No la acepto. No puedo comenzar siquiera una conversación cuya precondición sea aceptar el pensamiento mágico. Muchísimo menos cuando de esa conversación se deriva la forma en que la gente se organiza: nos jugamos las habas y eso es muy serio.
Es que si necesito un tractor y las piezas se fabrican en Polonia, contar con un mercado sin aranceles, me beneficia y entiendo ese beneficio. Si necesito conducir por Eslovenia y allá aceptan el carnet que me saco aquí, es un trámite menos y eso es estupendo. Estas cosas las entiendo. ¿Por qué no se quedan en esto y van hacia una fantasía? ¿Por qué cada cincuenta años el idealismo alemán tiene que tocar las narices?
1 comentario:
La expansión Europea pasa por Turquía y por Rusia. Pero una Turquía y una Rusia democrática. Eso le encantaría al alemán ese.
Ya les gustaría a los franceses ser glotones..
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