miércoles, 5 de diciembre de 2012

Reforma educativa: no te metas con mi aldea de mierda

No me gusta la reforma educativa de Wert, pero no por los motivos que aparecen en luces de neón en la calle, sino porque parto de una preferencia por un modelo que no se ha puesto nunca en práctica que es el de la libertad educativa.

A Wert todo esto se la trae al pairo.
Dicho esto, reconozco que hay críticas razonables. Existe un conflicto de competencias cuando el Estado central -esa cosa de Madrid que resulta ajena y extraña-, pretende acaparar un mayor ámbito de decisión sobre la educación, que es una competencia regional. Si lo que quieren es controlar la educación, que aprueben una ley que reforme todos los estatutos de autonomía y el Estado recupere la competencia. Pero eso no lo harán. Ya se ve en su intención de cargarse la Selectividad -una de las pocas cosas que tienen en común los chavales de Soria y los de Melilla, junto a los videojuegos, los pimientos y la comida basura- que lo que quieren no es centralizar ni plantear más cosas comunes. Quieren que todo siga igual pero con un debate en la calle donde las posiciones sean encontradas, sulfuradas y entretenidas (lo mismo que hace Mourinho).

El gobierno sabe muy bien que en este país, las lenguas, las tradiciones y lo tribal, son algo que enerva mucho. Basta con que critiques la aldea de mierda de alguien y se te lanzará a la cara a quitarte los ojos.

«Me acaban de preguntar si aquí lavamos la ropa».
Así, la famosa españolización de Wert, que todo el mundo acepta en los carnets de conducir, resulta inaceptable para muchas personas relacionadas con la educación y la cultura. No es difícil encontrar a escritores que nadie lee, periodistas de periódicos que nadie compra y profesores de carreras en las que nadie se matricula, poniendo el grito en el cielo porque el gobierno pretenda reducir la enseñanza de otras lenguas españolas que no sean el castellano o el gallego.

Hay que saber que la reforma wertiana se basa en la consulta a los padres que puso en práctica Feijoo en Galicia. Una reforma que en Galicia no gustó a nadie, por cierto, y de ahí su éxito: cada cual quiere una reforma a su medida y nadie se pone de acuerdo, así que todo el mundo se fastidia y a callar.

El caso es que si esto vale para Galicia, donde la lengua mayoritaria es el gallego, no vale para Cataluña, donde sus patricios se esfuerzan mucho en enseñar el catalán a una población que básicamente viene de Sevilla, Badajoz y Marrakech; o para el País Vasco, sitio donde es muy difícil encontrar a alguien que hable el vasco. Así, una pretendida normalización lingüística (es decir, apoyar a la lengua minoritaria), en Galicia tiene sentido con el castellano, pero en los otros lugares levantiscos, el sentido lo tiene con el catalán y el vasco. De ahí que la misma norma no valga para todas partes.

Ah, diablos, qué coñazo es España ¿no? Con sus varios idiomas y los españoles que nos emperramos en utilizar otros idiomas además del castellano. Hasta diría que es imposible tener una ley educativa única porque a la gente le da la gana de estudiar la lengua que lleva hablándose desde antes que el castellano en su aldea de mierda.

«¿Me prometen una fiesta muy loca y no son capaces de enviarme un par de enanos gemelos chinos?»
Pero la wertiana reforma no se queda sólo en la norma gallega. Incorpora algo que en Galicia no tenemos. Algo muy sabroso y chanante: si en tu aldea de mierda no hay un centro que imparta las clases en la lengua principal de tu elección, la Consejería te paga el centro privado que sí la imparta. Toma ya. ¿Y los escritores que nadie lee, protestan por esto? Caray, que se reúnan en conciábulos y funden escuelas privadas. Podrán cumplir con su máxima aspiración y vivir del cuento para siempre. Este es el punto cardinal sobre el que más protestan los políticos irredentos: supondría un gasto mucho mayor. ¿O acaso alguien piensa que a la Generalitat le importa un pijo que se estudie castellano o catalán? Lo que les importa es la pasta y sólo se trata de eso. El resto son tonterías útiles. Si tienen que dedicar más dinero a educación, lo tendrían que quitar de los centros de observación de la cebolleta o de los institutos nacionales del control galáctico. Ah, no, por ahí si que no paso, con lo que me costó inventarme el chiringuito para enchufar al hijo de mi peluquera.

Otra cosa que pica a los antiwertianos es lo de la asignatura de Religión (no veo que especifiquen «Religión Católica», pero bueno). Esto puede tener más sentido. Sin embargo, si no hay oferta de colegios religiosos cercanos, y los padres quieren que sus hijos aprendan budismo o ecologismo, ¿dónde si no en la escuela pública lo van a aprender? Siguiendo el espíritu wertiano, el Estado debería pagar la matrícula en colegios religiosos a quienes lo pidan. Vale, sé que esto jamás lo consentiría un partido tan profundamente anticatólico como el PP. Supongo que la alternativa de quienes no quieren saber por qué hay un campanario en la plaza del pueblo o por qué tenemos los festivos que tenemos, será la de «que vayan a catequésis a la Iglesia y nos dejen en paz». El problema es que no hay suficientes curas para eso. Es decir, existiría una discriminación incompatible con el concepto de acceso universal a la educación. ¿Qué pasa, que unas discriminaciones son buenas y otras no? Pues que los niños aprendan religión en la escuela pública (y que haya una asignatura alternativa de Ética Occidental Judeocristiana, para quienes quieran ir al infierno, claro). Además, ¿qué haríamos con los afiliados de Izquierda Unida?, si en ese partido sólo hay profesores de religión (un tanto revenidos, lo reconozco).

«No os vayáis, que tengo más chistes».
Una cosa que todo el mundo ve positiva (y las editoriales las primeras) es la desaparición de Conocimiento del Medio y su división entre Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza. Ya era hora de que quitaran ese bodrio que nos hace pensar en ir a buscar hormiguitas al parque lleno de jeringuillas.

Y también está lo de quitar Educación para la Ciudadanía, que creo que no la quitan del todo, sino que se transforma en la nueva asignatura de Educación Cívica. Otra zapaterada del PP. Espero que al menos en su contenido no haya referencias a capar capitalistas para destruir a la oligarquía dominante.

Acabo con lo de Griñán. En serio, entiendo que la consejera catalana proteste (les quedaría menos dinero en el presupuesto de su gobierno), pero ¿el presidente andaluz por qué protesta? Si quiere salir en la tele, que diga lo que sabe de los ERE y se deje de gaitas.


5 comentarios:

Zuppi dijo...

Los del PP jamás se atreverán a ir contra lo políticamente correcto (o sea, contra lo progre) aunque sea una memez y una sandez: no quitarán educación para la ciudadanía (con lo cual le dan la razón a los socialistas en que el gobierno tiene derecho a ideologizar a los niños); no darán libertad de lengua, sino que propondrán el bilingüismo (que si es impuesto es igual de totalitario que el monolingüismo en el idioma que sea), no permitirán la educación segregada ni en casa y no fomentarán la educación privada o al menos la competencia entre centros porque no se atreven a cuestionar el dogma de que lo importante de la educación es que sea "igualitaria".
Y lo que pasa en la educación pasa en todo lo demás.
Y así nos va.

Teseo dijo...

En el fondo, la reforma del calvo te gusta. Pero, ¿para qué vale que se cargue la Selectividad si mete tres Reválidas?

Yo me apunto a buscar grillos y lagartijas para la clase de C.E.X. Y también al observatorio del conejo.

Enrique dijo...

Dos apuntes:

1) La selectividad es distinta en cada autonomía. Eliminándola y poniendo pruebas comunes se consigue una mínima competencia al menos entre CCAA, porque existirá por una vez una prueba común con la que comparar resultados.
Además, es mejor que hagan esas pruebas a varios niveles. No es lógico que vayan pasando de curso alumnos con 6 ó 7 asignaturas suspendidas y les sigan animando a intentar llegar a la universidad. Ahora mismo, el único momento en el que se es realista con los alumnos es en 2º de Bachillerato. Y se encuentran con que tienen 19 ó 20 años y debían haberse planteado aprender un oficio muchísimo antes. Por no hablar de que han ido perjudicando a sus compañeros durante su vida educativa.

2)Tener un Facebook lleno de catalanes ahora mismo es aterrador. Todos repiten las mismas ideas, perdón, dogmas, de una forma que haría esbozar una sonrisa al mismísimo Kim Jong-Un.
Son capaces de viajar en el tiempo al pasado para decir que esta ley educativa es igual que las de Franco. Al futuro para decir que el catalán desaparecerá con esta agresión. Y de ser omnipresentes diciendo que con el sistema educativo catalán se consigue un nivel de castellano "más mejor" (literal) que el de los andaluces, extremeños y gallegos. Todo esto sin haber salido de la aldea en la vida.
El lavado de cerebro que logra este sistema es tan grande que ningún político va a acabar con él. Es demasiado tentador adaptarlo a una ideología favorable a sus intereses.

PD1: Irónicamente, sobre las reformas educativas se queja todo el mundo, pero todos están de acuerdo en que el sistema actual es una mierda. Agradecería muchas veces que los de las pancartas explicasen que proponen cuando hablan de "educación plural, pública y de calidad".

PD2: Una anécdota que ejemplifica el lavado de cerebro. Durante un curso entero de la asignatura de valenciano, se me obligó a leer un único libro, "Sociolingüística per a joves" de Jordi Solé i Camardons (vinculado a ERC, SI, y hasta Terra Lliure en sus tiempos mozos).
Había que hacer un trabajo-resumen y contestar a una pregunta en un examen. La pregunta era: "¿Qué es el mito del bilingüismo?" El profesor quedó muy decepcionado porque nadie la contestó bien. "El mito del bilingüismo significa que el bilingüismo no existe en la realidad, sino que es una excusa que utilizan los castellanos para introducir su lengua y que se acabe imponiendo, haciendo desaparecer el catalán." Nos hizo copiar la respuesta y avisó de que en el último examen volvería a preguntar lo mismo.
¿Para qué estudiar clásicos literarios? Lo importante es lo importante.

Pablo Otero dijo...

No comenté lo de las reválidas. No me parecen mal. Ahora bien, si luego cada universidad hace la prueba que le de la gana, puede haber una competencia a la baja: rectores sin escrúpulos que quieran dinero, bajarán sus requisitos de entrada.

Creo que la Selectividad yo no la cambiaría (desconozco otras alternativas) y al mismo tiempo multiplicaría por 10 las tasas universitarias (aumentando a su vez las becas por méritos).

La educación obligatoria se debería centrar en que la gente aprendiera a leer y a escribir y debería dejar de ser una granja humana. ¿Por qué un chaval de 14 años no puede aprender un oficio?

Enrique dijo...

Hombre, es que suprimir completamente la selectividad no tiene ningún sentido. Pero tampoco tiene sentido que las universidades comparen las notas de alumnos que han tenido pruebas distintas por haber estudiado en distintas CCAA.
Lo suyo es que, por ejemplo, el examen de castellano lo ponga la RAE ó el Instituto Cervantes. Único para toda España. Ó que las notas de catalán ó gallego no se tengan en cuenta en la nota media. Es decir, tratar de que el baremo sea lo más equitativo posible.

Y mucho ojo con esto último, porque una universidad gallega podría exigir un nivel mínimo de gallego para entrar. Podría considerarse que perjudica a alumnos foráneos, pero considero bastante peor que se admita a esos alumnos sin avisarles de las asignaturas que van a tener en gallego desde el primer año. Al menos, poniéndolo como requisito, no engañan a nadie.