viernes, 7 de diciembre de 2012

Jornadas ecofeministas

Parece mentira que no sepáis que necesitamos resilencia en la búsqueda de alternativas ante la convergencia de las crisis mundiales. Que hay que decíroslo todo. Menos mal que ya están los ecofeministas para recordárnoslo.


Hace unos días se organizaron unas jornadas para reflexionar sobre el ecofeminismo en Santiago en las que se debatió esta casuística. El 30 de noviembre comenzaron con un paseo en bici por Santiago que se tuvo que posponer. Pasear en bici por Santiago en estas fechas es como querer ducharse sin gastar un duro.

El día 1 empezó lo gordo, lo serio. Diez de la mañana -tampoco vamos a madrugar un sábado-, «divertimentos varios para irnos conociendo». Cualquiera diría que en lugar de hablar de la resilencia, ahí se va a ligar. Ligar con ecofeministas tiene que ser un reto parecido a esos tipos que arrastran camiones en competiciones raras de Montana o Guipúzcoa.

A las 10:30 una charla sobre la «Heterogeneidad del movimiento ecofeminista». Parece que no, pero esto es un tema. Veamos qué dice una tal Mary Mellor en «Feminismo y ecología»:
Aunque el ecofeminismo es un movimiento heterogéneo con diferencias en énfasis, y particularmente en retórica, yo afirmaría que su lógica, tal como ha venido evolucionando en los últimos veinte años, ha producido una perspectiva teórica evidente y muy valiosa sobre la relación entre la sociedad humana y su medio ambiente natural que tiene implicaciones tanto para la teoría social como para la práctica política.
Te aprendes de memoria el párrafo y ya puedes ser ponente. Qué más da que no digas nada.

A las 12:00, descanso de media hora. Después, un debate sobre cómo articular las luchas feministas y ecologistas. Recordad que las malas ideas son solo aquellas que no se expresan.

De 14:30 a 16:30, comida comunitaria para compartir y picar. Llevas palillos y comes gratis. Me parece una idea estupenda. Claro que a esta gente igual le da por traer tofu y pescado crudo.

Por la tarde hay tres talleres simultáneos: «Erótica de los cuidados», «Violencias» y «¿Masculinidades o cárceles?». Mucho cuidado aquí: cuando estos hablan de «erótica» no hablan de lo que estás pensando.

A las 22:00 poesía, música y copas en un bar. Sí, también forma parte de las jornadas.

La tercera jornada comienza a las 11:00 (normal, después de las copas del día anterior...). Se trata de una charla sobre soberanía alimentaria. Este es un tema muy de moda. De la wiki:
En contraste a la seguridad alimentaria definida por la FAO, que se centra en la disponibilidad de alimentos, la soberanía alimentaria incide en la importancia del modo de producción de los alimentos y su origen. Resalta la relación que tiene la importación de alimentos baratos en el debilitamiento de producción y población agraria locales.
Es decir, la soberanía alimentaria es una forma de que los pobres sigan siendo pobres y de que los ricos se vuelvan pobres. Es horrible pensar que en el súper de la esquina puedan venderse berenjenas de Tanzania. Mejor que esos pobres africanos no vendan nada y que nosotros paguemos más caro. ¿Libertad comercial? Eso es el Mal.

A las 13:00 hay una charla que versa sobre las experiencias con la Tierra. No sé si se refieren a anécdotas picantes o a la historia geológica del planeta. Puede que a ambas.

A las 14:30 comida colectiva con productos agroecológicos. Precio aproximado de 5,50 €. Que no te vean el McMenú.

A las 16:30 otra vez un debate sobre cómo articular las luchas feministas y ecologistas. Como una liturgia, repiten lo mismo.

***

Si no hay un relato alternativo, ganan los malos. A mi no me basta con que los medios de comunicación traten a esta gente como los tarados que son. Debe haber un relato alternativo. Se debe explicar por qué queremos ver productos de Tanzania en el supermercado. Por qué la discriminación positiva es denigrante para la mujer. Hay que decirle a la gente que hay una alternativa a lo que está mal en el mundo que no pasa por el antidesarrollo y la esclavitud.

Para ello es necesario tejer lazos en la sociedad que sumen peso específico. No puede ser que nos quejemos cada uno por su cuenta y dejemos el tejido asociativo y las iniciativas ciudadanas en manos de dementes.


4 comentarios:

Teseo dijo...

Yo pensaba que ecofeminismo era algo así comon tecnoprogre: una cosa que tú te habías inventado.

Por cierto, ¿rúa Pombal Nº18? ¿Pero eso no era un antro... hum... ecofeminista?

Elentir dijo...

Tengo que asistir alguna vez a unas jornadas como ésas. Creo que sería la solución perfecta a todos mis problemas de sueño. Eso sí, dudo que a las feminazis les gustase el sonido de mis ronquidos...

G dijo...

Si tu alimentación depende de que el súper de la esquina esté abierto para que puedan llegar cómodamente las berenjenas de Tanzania, en vez de del pueblo de al lado donde podrían crecer divinamente, eres dependiente de varios factores que no siempre tienen por qué funcionar como a ti te gustaría.

Si, por ejemplo, una subida del combustible puede hacer que suba el coste de los agroquímicos y la maquinaria en Tanzania, y el coste del transporte hasta aquí, puedes encontrarte conque el precio de la berenjena sube una burrada. El todopoderoso mercado, claro está, proveerá el sustituto lógico (posiblemente la berenjena del pueblo de al lado), pero puede que no en el plazo que a ti te gustaría, ya que los del pueblo de al lado llevan tanto tiempo comprando berenjenas a Tanzania que se han perdido las semillas adaptadas a la zona (y hay que tirar de químicos) y a todos se les ha olvidado cómo se doblaba el lomo.

El impacto que esto tendría en tu alimentación (teniendo en cuenta que comerías berenjenas de Tanzania, tomates de Chile y huevos de Albacete) o en tu bolsillo sería una de las posibles consecuencias de tener una forma de vida poco resiliente en cuanto a tu alimentación.

Cabe señalar que, además, quien se enriquece con esa berenjena no es, como tú pareces imaginarte, una entrañable familia a lo Steve Urkel pero con ropa más "vintage", sino más bien una compañía europea que gracias a las subvenciones de la UE puede desplazar a estos del mercado local, hacerles vender sus tierras por una miseria y aun así tener los cojonazos de hablar de libre mercado.

Por cierto, no sé en qué han demostrado ser feminazis quienes organizaron las jornadas. De todas formas, entiendo perfectamente cómo vuestro sufrimiento porque alguien se pase de rosca intentando eliminar los privilegios asociados al género es equiparable al holocausto y os acompaño en el sentimiento, que debe de ser terrible.

Pablo Otero dijo...

Hola G

Mi alternativa no es regular de forma distinta. Yo no tengo un Gran Plan. Si el pueblo de al lado produce berenjenas, yo personalmente las preferiría a las de Tanzania aunque éstas fueran más baratas. Ahora bien, mis preferencias no quiero que se conviertan en ley. Si las leyes se hicieran sobre mis gustos personales, mucha gente estaría cabreada.

Lo que hace falta es que al margen de mis caprichos o los tuyos o los caprichos de una industria o de un lobby, la gente tenga opciones para elegir. Si en Europa subvencionamos nuestra agricultura, expulsamos el único modo de salir de la pobreza de países no industrializados que dependen de su sector primario (y en concreto de sus exportaciones en el sector primario, ya que por autoconsumo jamás saldrán del pozo).

Tu objeción se basa en la idea poco probable de que el mercado (es decir, la gente) es tan inútil como para tender a la dependencia absoluta de un producto en un sitio concreto. En lugar de berenjena, que es ubicua, hablemos del petróleo. El petróleo se produce en sitios muy concretos. Si uno de estos sitios falla, curiosamente siempre encontramos sustituto, pasando por un temporal aumento de precio debido a la caída de la oferta.

Para mi este panorama es mucho mejor que la alternativa: el control de la producción, la oferta y los precios. Todos estos controles siempre han llevado a la escasez, por contra, un mercado semilibre como el del petróleo llevó a partir del 73 a coches con menor consumo. No está mal.

Por último, yo soy el primero en estar en contra de los privilegios. Y es cierto que los privilegios asociados al sexo son una lacra: ahí están las sentencias sobre potestad de los hijos en casos de divorcio o la indefensión de los hombres que denuncian ser víctimas de violencia doméstica.

Vaya, parece que al final coincidimos más de lo que parecía.

Saludos.