No tiene sentido hablar del liberalismo en una empresa o en un club de fútbol. Si
hablamos del liberalismo debemos hablar
de qué lugar desempeña en el Estado, en la política. Para eso hay que tener claro
qué entendemos por Estado y por qué queremos que se gobierne de una
forma distinta a lo que se entiende por políticas de izquierda.
Hay funciones del Estado que tanto la
izquierda como la derecha se ven obligados a ejecutar de forma muy
parecida: la seguridad ciudadana y la defensa nacional son los
mejores ejemplos. Pero incluso en estas cuestiones hay ciertos
matices. Respecto a la seguridad ciudadana, se puede mencionar ley de
huelgas, ocupación del espacio público y privado y lo que se
entiende por atentados contra la autoridad (todo lo que toca esta
categoría). Respecto a la defensa nacional, se puede mencionar la
cultura de defensa y la forma en que la defensa se relaciona con la
política exterior. Es decir, por una parte se trata de ver cómo
queremos que se relacione la policía con el ciudadano y qué papel
juega para aliviar los conflictos entre los ciudadanos. Por otra
parte, qué tipo de política exterior queremos y qué papel deben
jugar aquí las Fuerzas Armadas.
Más allá de estos tradicionales roles del Estado, están aquellas políticas que tienen que ver con
no dejar a la gente tirada en el fango. Nos debemos preguntar si
queremos a una administración que construya un centro de la juventud
o si por otra parte dejamos que la comunidad decida. Si desde la
derecha liberal preferimos que no haya un programa estatal de centros
de la juventud, lo que hay que plantear es que aquellos lugares que
sí quieran tenerlo, se lo costeen con impuestos locales. En general,
quienes pensamos que es ético dejar que la gente pueda escoger,
rechazamos los programas estatales y la planificación. Y henos aquí
que nos encontramos con el primer gran problema.
Puede llegar a darse el caso que sólo
quien se los pueda costear, acceda a servicios que la comunidad
entienda como básicos. En caso de que la oferta privada no cubra la
demanda ¿es función del Estado proveer esos servicios? Se va viendo
una cierta preferencia por presentar presupuestos públicos de base
cero. Pero hay más: ¿qué ocurre cuando una actividad perjudica a
terceros? Debe entrar un agente reconocido por las partes para
mediar. ¿Qué ocurre cuando la actividad afecta negativamente a una
mayoría? ¿Se impone la dictadura mayoritaria? ¿Cómo se respetan
los derechos del que está en minoría? En miles de años de historia
no hemos descubierto nada mejor que la imposición de la fuerza
bruta. Esto es lo que nadie quiere oir, pero si el consenso no
funciona, no queda otra. O se cambia la sensibilidad del afectado, o
se nombra a un árbitro que establezca las reglas. Si el árbitro
tiene cazas de combate, la gente está más dispuesta a hacerle caso.
Sí, lo de los cazas lo digo para llamar la atención. Realmente, por
fuerza bruta entiendo aburridas normas administrativas, con
sanciones económicas que el Estado debe usar para... proteger a
quienes no pueden elegir de quienes sí pueden elegir.
La libertad de comprar o no pan, sólo
la tiene quien tiene el dinero para comprar pan. Para eso hace falta
dejar a mucha gente en paz, sí, pero también, ofrecer oportunidades
a quienes están en el arroyo. Aquí entra el tema de la igualdad de
oportunidades. No los programas estatales de igualdad «de la cuna a
la tumba», sino aquellas cosas con las que no contamos. Véase un
terremoto. Sobre el papel, un infinito sistema de compañías de
seguros puede proveer servicios, pero sobre el papel, también pueden
quebrar todas a la vez (o no llegar a la quiebra pero estar en una
situación que les impida responder como debieran). Tras un terremoto
o un bombardeo, se necesita algo que no pueda quebrar (o eludir su
responsabilidad), algo que pueda relocalizar los productos del
trabajo para ser capaz de dar servicio a una gran cantidad de
personas, de forma coordinada y sin que nadie discuta.
No necesitamos al Estado para ver un
mensaje de esperanza en la sonrisa de cada niño, sino para estar ahí
cuando todo se derrumba a nuestro alrededor. El Estado suele ser un
incordio y es necesario limitar constitucionalmente hasta dónde
puede meter sus narices. Eso no significa que el Estado sea algo
intrínsecamente malo. En los lugares donde se deja a la gente
emprender, la gente lo aprovecha y mejora su situación. No nos
importe que los ricos se hagan más ricos, no nos importe que las
empresas den beneficios: son cosas buenas para la comunidad. Nos debe
importar que la gente se empobrezca no debido a su propia torpeza,
sino a situaciones que no dependen de ella. E incluso en situaciones
provocadas por la torpeza, pensemos qué tipo de ayuda pueden ofrecer
el asociacionismo, las fundaciones sin ánimo de lucro y la caridad.
Una sociedad próspera tiende a ver menos casos en que la ayuda al
prójimo sea necesaria. Las sociedades prósperas están relacionadas
-empírica, incuestionablemente- con pocas regulaciones de la esfera
privada (social y económica) de la gente.
Se va viendo cómo estos temas
requieren de métodos de toma de decisiones comunes. Desde hace miles
de años, hemos estado probando métodos, el que mejor parece
funcionar es aquel que incluye a cuanta más gente mejor en la toma
de decisiones. No porque sea más «justo» sino porque te ahorras
conflictos y células de inestabilidad. No es racional buscar un
sistema político que haya que cambiar cada dos por tres. La
estabilidad es buena.
También se va viendo cómo, si lo que
nos preocupa es la libertad individual, para resolver posiciones
conflictivas es necesario que la gente tenga la sensación de que es
importante. Dotar a las personas de poder efectivo tanto en las
decisiones que les afectan como frente a la arbitrariedad del poder,
deben ser objetivos que aparezcan en la primera página de cualquier
manifiesto liberal. Problema de esto: no puedes prever el
comportamiento de la gente en las próximas generaciones. Volvemos a
la necesidad de limitar la acción de gobierno en un texto
constitucional.
Relacionada con la radicalidad
democrática está la sensación de la gente de que el liberalismo
tiene más que ver con banqueros y multinacionales que con pepitos
que compran el pan todos los días. En general, la derecha es
horrorosa en sus relaciones públicas. Se ha centrado más veces en
desarrollar un discurso económico que en los aspectos éticos de la
acción política. El liberalismo tiene que jugar con la radicalidad
democrática para frenar situaciones de abusos de poder. No sólo
cuando los abusos vienen de la administración, sino también de la
esfera privada. Echo de menos a la derecha liberal cuando se trata de
denunciar el control de precios que hacen cárteles empresariales (combustibles, leche y comunicaciones son ejemplos a la puerta de casa).
Y ya que hablamos de abusos de poder,
podemos hablar de los privilegios. En sentido histórico, hablar de
liberalismo político es hablar de acabar con privilegios. Bajo la
caliente ala del Estado, prosperan cotos de privilegios cerrados a la
aparición de nuevos actores: colegios profesionales, distribución
de medicinas, sectores productivos que no pueden competir sin
políticas proteccionistas,... Estos privilegiados no sólo hacen
perder dinero a todo el mundo, sino que impiden que otros puedan
ganar dinero o que la tarta se reparta.
Siendo esta una introducción a grandes
rasgos del liberalismo que se puede permitir la sociedad a la luz de
las actuales preferencias de los ciudadanos, nos encontramos con que
nada o casi nada de esto se hace hoy en día en este país.
- Siendo la seguridad y la defensa las funciones más críticas del Estado, sorprende que sean los funcionarios peor pagados. ¿A quienes les exigimos más, les ofrecemos menos?
- Acerca del gobierno limitado, en España somos especialistas en no limitar la acción de gobierno. No quiero decir que el gasto público sea mayor que en otros países de nuestro entorno (no lo es), sino que pedimos al Estado que haga cosas para las que
- no tiene dinero.
- es más eficiente el sector privado.
- afectan a la calidad democrática.
- En España se rehúye el debate sobre el significado de la Seguridad Social. Quien recibe una pensión no lo hace en pago de los años cotizados, sino como una mera ayuda asistencial, independientemente de su contribución pasada.
- ¿Quién paga qué? Varios niveles de la administración se encargan de las mismas cosas. Tenemos un sistema político descentralizado sobre el mapa de la administración central. En una misma calle puede haber una biblioteca municipal y una de la diputación provincial. El gasto público en este país se usa de forma electoralista. Los políticos aprueban servicios y no dicen de dónde van a sacar los recursos (de ahí que el gasto público afecte a la calidad democrática).
- La mayor parte de los ingresos recae en una administración y el mayor gasto depende del resto. Los políticos carecen de incentivos para contener sus planes propagandísticos.
- Sobre el Estado del Bienestar español sabemos muchas cosas, menos sus fines. En este país, el ser más desprotegido, seguirá estando desprotegido. Tenemos un Estado del Bienestar (educación, sanidad, desempleo...) que protege a la clase media que cotiza en el sistema. Quienes están por debajo, viven excluídos. En puridad no es un Estado del Bienestar, sino una mera situación monopolista de provisión de servicios a un sector concreto de la sociedad (una UTE de Movistar y El Corte Inglés podría sustituir a nuestro Estado del Bienestar en una semana).
- Acerca del poder electoral, se podría hablar sobre la poca o nula capacidad de influencia del elector sobre el elegido salvo en periodos electorales.
Dicho esto, un partido liberal que
aspire a ser algo más que un club de petanca, se encuentra ante un
país donde todo esto realmente importa poco. Lo que importa a la
gente es que haya trabajo. Que haya trabajo no es una cuestión de
vicio (no tenemos problemas con vivir en un país donde toda la
población sea rentista), sino de supervivencia. Nuestro bulímico
mercado laboral deja desprotegidos a los que parten con desventaja. Y
una vez desprotegidos no pueden acceder a la cobertura pública del
Estado del Bienestar. Si cotizas discontinuamente, no tienes seguro
de desempleo. Si has cotizado décadas, al margen de lo que hayas
ahorrado, sí tienes cobertura pública por desempleo. Si has
cotizado mucho a lo largo de tu vida, es más probable que hayas
ahorrado o cuentes con una jubilación privada, pero aún así,
recibirás la jubilación pública más alta. Se protege al protegido
y se desprotege al desprotegido. Se hace lo contrario de lo que nos venden.
Mercado laboral y Estado del Bienestar
son los grandes temas donde se han aplicado las políticas menos
liberales. Y sépase que no es una cuestión de quién va a gobernar
mañana, es una cuestión de que corremos contra la demografía.
Un partido de derecha liberal que se
presente para gobernar y no para hablar de las últimas novedades en
el mundo de la petanca, debe hablar de reformar el Estado del
Bienestar y debe estar preparado para salvar obstáculos. Tiene que
hablar del mercado laboral dejando atrás las políticas socialistas
del franquismo, establecidas para frenar la respuesta social. En
Dinamarca, Holanda, Suecia y otros paraísos «neoliberales» o
«neocomunistas» (según con quién hables), la indemnización por
despido es cero, y la protección del desprotegido existe para
sacarlo de esa situación, cosa que redunda en la prosperidad de todos.
¿Hay otros métodos para llegar a una sociedad próspera y libre? Probablemente sí, pero ésa es una pregunta incorrecta. Antes, se trata de ganar y para ganar hay que convencer a la gente y no hablarles en chino. Por tanto la pregunta sería ¿de qué forma políticamente aceptable se puede vender una política liberal? Dicho de otro modo, ¿cuál es el mínimo común múltiplo entre el liberalismo político y las preferencias de los españoles?
¿Hay otros métodos para llegar a una sociedad próspera y libre? Probablemente sí, pero ésa es una pregunta incorrecta. Antes, se trata de ganar y para ganar hay que convencer a la gente y no hablarles en chino. Por tanto la pregunta sería ¿de qué forma políticamente aceptable se puede vender una política liberal? Dicho de otro modo, ¿cuál es el mínimo común múltiplo entre el liberalismo político y las preferencias de los españoles?