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Museo judío de Berlín. |
Liberal es aquel que dice ser liberal y emplea parte de su tiempo en decidir quién no es liberal.
Nótese que un socialista o un trotskista no pierden su tiempo con estas cosas (bueno, el trotskista puede que sí, siempre han sido muy suyos). Tampoco un ostrogodo responde a esta definición, ya que si bien dice ser un ostrogodo, no perderá parte de su tiempo en decidir quién no es ostrogodo. Bien, una vez tenemos claro quiénes somos los liberales, para pensar nuestro lugar político aquí y ahora, debemos ponderar la escala de importancia de las cosas (pues sería absurdo negarse a estar políticamente con alguien con quien no coincides en algo que te la sopla bastante: ningún grupo variopinto humano va a defender exactamente tus ideas, esto es de perogrullo pero hay que recordarlo para los del fondo, que nunca atienden en clase). Por tanto, ¿qué idea política esencial, fundamental e imprescindible es aquella cuya importancia es tal, que despreciarla o menospreciarla haría inviable cualquier tipo de acercamiento desde un punto de vista liberal y no ostrogodo? Yo me inclino a pensar en la libertad individual.
Problema: grandes palabras nos llevan a pensar en definiciones tan amplias que en ellas puede caber de todo. Convengamos que cuando tratamos del problema de la libertad individual, no solo estamos afirmando la existencia del individuo y su diferenciación frente a otros (A es A, es decir, A no sólo existe sino que además no puede ser otra cosa), sino que también, dado que es imposible vivir de espaldas a los demás (el contraejemplo son los niños de la selva que “descubrían” los naturalistas franceses
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Una reivindicación profundamente liberal. |
La tercera cosa en importancia, siguiendo mi criterio personal, la conforman los procesos, métodos, funciones y rutinas; relaciones al fin y al cabo, entre personas o entre personas y cosas. ¿Cómo se relacionan estos elementos sabiendo que las cosas inertes no tienen hálito de vida? Por medio de las personas. ¿Y qué método se sigue? Hay dos métodos básicamente: uno es el ordeno y mando; otro es el de dar valor a las cosas. Convengamos que los liberales tenemos inclinación por evitar el ordeno y mando y preferimos que las personas se relacionen con las cosas en función del valor que le dan. Esto nos abre un montón de problemas, como el de la confianza (¿cómo explicar a un analfabeto el valor de una vacuna?), el de la ética y el de la educación. Pero quedémonos con nuestro brochazo de la inclinación por dejar que la gente valore las cosas y no le vengan impuestas. Recordemos que quien tiene poder para dar, lo tiene para quitar. Si a alguien le damos poder para dar, asegurémonos que sea poquito poder. Para los del fondo: una persona no es una cosa. Y ni siquiera tu persona es tu cosa (siempre existe este debate, que, a la hora de decidir cómo reparar las zanjas de una calle, podemos dejarlo apartado).
Alguien podría levantar la mano y reclamar la defensa de la igualdad como un principio liberal inapelable. Si bien es cierto que el primer efecto práctico y demostrable empíricamente del liberalismo político fue conseguir una mayor igualdad entre los hombres. No es menos cierto que tratar de conseguir la igualdad con programas de ingeniería social choca de bruces con el principio de la libertad individual. Del mismo modo que no puedes defender que un coche choque contra los pilares de tu casa, no puedes defender la igualdad y la libertad individual. Más allá de la igualdad en el trato ante los tribunales y de sufrir las mismas leyes, otro tipo de concesiones a la igualdad, no deben ir mucho más allá de la humanidad y caridad propias de nuestra civilización.
Esta tríada innegociable: libertad individual, propiedad privada y libre mercado; debe aplicarse sobre los actuales quehaceres políticos. Salvo algún think tank, y gente que va por libre, en España el liberalismo no está presente, no es conocido y además, no existe una demanda masiva como para tener un nicho seguro de mercado (reconozcamos que muchos liberales defendemos ideas concretas muy poco liberales. Sin ir más lejos yo defiendo la prohibición de desahuciar a familias de sus hogares y la vacunación obligatoria. Al menos la primera, es una medida nada liberal). ¿Con pedagogía se puede llegar a un punto crítico a partir del cual el liberalismo pase a ser mainstream? Lo ignoro. Es más, me da igual la respuesta a esa pregunta. Si lo que se quiere es influir en decisiones políticas, lo que se debe hacer es... influir en decisiones políticas. Estar donde se toman las decisiones, lograr que te deban favores, convencer a gente a muy corto plazo de decisiones concretas sin entrar en pedagogía de teoría política (salvo cuatro frikis, la gente no tiene ni tiempo ni ganas que dedicarle a su formación política; lo que ve la gente son aceras, ambulancias y facturas del gas. Punto. El día que los liberales aceptemos esto y dejemos de tocar los huevos a los alcaldes de aldeas con el patrón oro, habremos dado un gran paso).
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El desembarco de Normandía, responde a un ejemplo de política liberal. |
No os aburro más. Se seguirá en otra ocasión. Recordadme que hable de:
- entrismo como estrategia,
- nacionalismo como cuestión transversal,
- voto católico,
- contraejemplo de Mario Conde,
- el tipo de la ambulancia.
Debo de ser de aldea, porque a mi esta historia me parece bien.
*Filósofo inventado, por supuesto.
4 comentarios:
Perdóneseme que no entre a valorar el artículo completo (que dicho sea de paso me parece muy interesante e ilustrativo), pero creo que es un lugar apropiado para hacer una pregunta que llevo tiempo queriendo que alguien me conteste.
¿En qué basa un liberal su defensa del derecho más o menos "sacro" a la propiedad privada del suelo? Y me refiero concretamente al suelo porque no tengo dudas sobre la propiedad de los objetos. Al fin y al cabo, la propiedad sobre un objeto puede ser adquirida cuando el objeto deja de ser propiedad de otro (mediante una venta, trueque o regalo, por ejemplo) o bien por haber creado o fabricado ese objeto.
Pero en el caso del suelo tengo mis dudas y no sé si al final el único argumento es de tipo axiomático, como en: no hay ninguna manera de explicar cómo alguien puede hacerse propietario de un terreno que no pertenece a nadie y qué derecho le acoge, pero partimos de la base de que PUEDE.
Carallo con lo de la ambulancia. Qué raros sois por ahí arriba, ¿eh? :-)
El tipo de la ambulancia tiene dos opciones, si no va "medicalizado", claro. Puede cargar al muerto y decir que se le ha parado justo en la entrada del hospital y disimular haciendo RCP, de esta forma es posible que cuele como muerto "interno" y se tienen que encargar los de urgencias (en los hospitales hay un celador que se llama "jefe de turno" que se frota las manos cada vez que tiene un muerto"). Si está muy lejos del hospi (pongamos una hora o más...) puede intentar llegar al hospi avisando como fallecido "externo" y tratar de meterlo en la morgue. La opción legal y correcta es avisar a sus coordinadores y a las autoridades, ya que un accidente de tráfico se "supone una muerte violenta" (aunque esto al técnico de ambulancias hasta ahora no se lo han explicado) equivale a tener una ambulancia asistencial parada "custodiando al cadáver" mientras no llegan los jefes, a veces, durante horas...
Creo que algunos reyes visigodos también eran ostrogodos. Sin embargo no creo que haya muchos liberales troskistas.
Hola Daniel.
El derecho a la propiedad del suelo, no es diferente del derecho a la propiedad de un objeto. La única diferencia estriba en su movilidad.
Una parcela de terreno, con los límites claros, puede ser adquirida cuando deja de ser propiedad de otro, mediante venta, trueque o regalo, tal como dices de los objetos muebles.
Sospecho que no acabo de entender tu pregunta. No sé si vas por los derechos antiguos de posesión (antiguamente se adquiría una propiedad por ser el primero en usarla o por ser capaz de defenderla), o bien por la preferencia liberal a la propiedad privada del suelo frente a la pública, con lo que los argumentos serían -aparte de los éticos- de orden de eficiencia en la administración de los recursos.
En todo caso, la duda planteada es muy extraña: cómo alguien puede hacerse propietario de un terreno que no pertenece [previamente] a nadie. Por reducción al absurdo: si en un primer momento nada pertenecía a nadie, de no haber ningún mecanismo, hoy nada pertenecería a nadie. Como vemos que eso no es cierto, debe existir un mecanismo entremedias. Esta demostración puede que no te haya resultado muy satisfactoria, pero es útil para salir del paso.
Lo que yo suelo decir es que la propiedad es un efecto natural de la inteligencia, por lo tanto, consustancial al hombre. No puede no existir la propiedad del suelo. Desde el primer momento en que alguien defendió un pedazo de tierra, existió propiedad (hace falta sedentarismo y cierta organización social).
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