En el norte, sí hubo un mayor grado de feudalismo por varias razones: contacto mediante el Camino de Santiago con el resto de Europa, mayor densidad de población, mayor densidad de centros de poder religioso, etc. De la Cordillera Cantábrica hasta el Sistema Central, la meseta norte fue más tierra de avance "rápido" y colonización. Quienes "cubrían" el avance, no sólo eran señores feudales, sino tropas unidas bajo el estandarte del rey (cuando no de varios reyes a la vez), o bajo los estandartes de órdenes militares. En la fundación de nuevas villas, éstas se acogían a la protección de una autoridad religiosa o directamente del rey. Esta forma de colonizar influye decisivamente en la debilidad del sistema feudal (o quizás, en lugar de debilidad debamos hablar de un sistema feudal español).
Tengamos presente por tanto, que aquí los reyes sí tenían un poder que no hubieran tenido en otra nación y que gran parte del ser de España está formado por emboscadas en desaparecidos bosques de la meseta y en una eterna colonización (España sólo se para cuando deja de colonizar, poblar y construir, idea harto reveladora).
Pese a que los paisanos tuvieran la idea de ser españoles desde antes de la caída de Rómulo Augusto, fue con los reyes cristianos cuando se van uniendo entorno a su rey. No sin razón, casi todos los reyes españoles de la edad media se nombran emperadores de España. Esto ocurre ya con Ordoño II, rey de León (o rey de Galicia, según), en los tiempos en que el reino de León parecía destinado a ser la punta de lanza del empuje contra el moro. (Por cierto, Ordoño II, a comienzos del siglo X ya hacía campañas militares en Sevilla, sólo digo).
Pese a los aires de grandeza de estos reyes, sólo llega a haber un indiscutible primer puesto para los reyes (me niego a llamarlos monarcas, la Monarquía es otra cosa que no surgirá en el planeta Tierra hasta Carlos I) de Castilla, cuando ya la Reconquista está más que decidida. No es casualidad que sea en esa fase de reconquista: se acabaron las grandes campañas militares: es hora de construir un país. Circa 1230, Fernando III el Santo, ya sabéis: palmó en 1252 y no le dio tiempo a armar una flota de invasión del norte de África.
El papel preponderante de Castilla, junto al mantenimiento de fueros en señoríos y coronas varias, hará que se forje cierto halo de leyenda urbana sobre un supuesto "imperialismo castellano" frente a otros lugares de España. El gran hándicap de la gobernación de España vendrá precisamente por este lado.
Le decía el Conde-Duque de Olivares a Felipe IV allá por 1625:
"Tenga V. M. por el negocio más importante de su Monarquía el hacerse Rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente V. M. con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia y Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estos nervios de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia; que si V. M. lo alcanza, será el Príncipe más poderoso de la tierra."El bueno del Conde-Duque sabía muy bien lo que se jugaba. El pasar de un conjunto de reinos a una Monarquía, fue el hecho fundamental de la historia de España que quedó a medias. Esto sólo acabaría lográndose con la empresa común nacional de lucha contra el invasor francés. En ningún caso se eligió el camino del aplastamiento del compatriota por eso mismo: porque era un compatriota. Las luchas intestinas españolas se libraron por motivos inmediatos y efímeros, pero en la construcción de la unidad nacional los factores de homogeneización siempre fueron la lucha contra una potencia extranjera, o la ampliación de fronteras.
Fue el no competir con poderes menores o regionales, lo que hizo perdurar mercedes y fueros por España que impidieron precisamente la formación de un imperialismo castellano. (Y de paso, en una interpretación económica, podríamos ver aquí la causa de un retraso en la modernización e industrialización de España que entronca con el problema del campo, el educativo, etc. Todo interconectado).
Pero eso sí: existen otras razones que hicieron triunfar el componente castellano en nuestra forma de ser, sobre otros componentes españoles (cuya preponderancia dejo a autores de obras ucrónicas). Del triunfo social -que no político- de Castilla sobre el resto de España, hablo en la siguiente entrada.