Este fenómeno es muy común en el universo conocido. Sin ir más lejos, la Luna está acoplada a la Tierra. La gravedad de la Tierra redujo la rotación lunar hasta el punto de atrapar su actual cara visible. Io y Europa, satélites famosos por 2010: Odisea dos, están acoplados a Júpiter. Deimos y Fobos están acoplados a Marte. La lista es infinita.
Recientemente surgió la noticia de un nuevo planeta en el sistema Gliese 581 que estaría en la zona ricitos de oro. Ese planeta, como el resto de los planetas de ese sistema solar, estaría acoplado a su estrella. Pero el hecho de estar en la zona ricitos de oro hace que sea especialmente interesante para astrofísicos y frikis a partes iguales.
No podemos afirmar con rotundidad cómo es el comportamiento de un planeta acoplado a su estrella en zona habitable. Su climatología, vulcanismo, corrientes de convección, incluso la forma en que un posible movimiento de precesión afectaría a la posibilidad de haber estaciones (¡y cómo afectaría todo esto a la vida!)... Básicamente hay dos grandes "escuelas" a este respecto. De forma hilarante llamaré a una "fuego y hielo" y a la otra "revoltijo".
- Fuego y hielo se caracteriza por ver al planeta con grandes diferencias entre el hemisferio diurno y el nocturno. En la cara solar no habría agua líquida, la temperatura sería extrema y en la nocturna habría agua helada permanente. La tenue atmósfera estaría evaporándose continuamente por la cara A y condensándose por la B. Una fina zona de penumbra no podría albergar formas de vida superiores debido a la volatilidad atmosférica y la carencia de agua líquida.
- Revoltijo sería una versión más amable. En la cara diurna tendríamos una zona de protubernacia (por donde se "abomba" el planeta), en eterna efusión magmática, con ríos de magma circulante más fluidos que la roca y por tanto corrientes de convección y una rica magnetosfera rodeando al planeta. Yendo hacia la zona de penumbra habría un desierto permanente pero con posible oasis o agua líquida subterránea (o en sombras de accidentes geográficos). La zona de penumbra sufriría huracanes eternos, con vientos huracanados de miles de kilómetros por hora. En general todo el planeta sufriría una climatología infernal, sobre todo por vientos y tormentas. Las tormentas lograrían templar la temperatura en ambas caras. Al menos, la zona de penumbra sería mucho más amplia que si careciese de atmósfera activa. Los vientos cálidos de la cara A, llegarían a la B sublimando el hielo que se elevaría en forma de vapor a las rápidas corrientes de aire que volverían a la cara A y descargarían con furia lluvias torenciales. Habría una cierta tectónica de placas y por tanto, vulcanismo en la zona nocturna. Si la atmósfera fuera lo suficientemente densa podría haber agua líquida en la zona diurna (con permanentes tormentas brutales pero algo es algo).
Bueno, ambas visiones son poco amigables con la vida superior conocida. Creo que la cuestión quedaría resuelta con un satélite que de algún modo no estuviera acoplado al planeta. Su órbita produciría efectivos ciclos día-noche. Y si es lo suficientemente grande como para retener una atmósfera, por ejemplo, en caso de ser satélite de una súper-Tierra... pues ya está. Además, contaría con el extra de tener a su planeta padre desviando meteoritos... o quizás no, porque la masa de la súper-Tierra los atraería a su órbita, poniendo en peligro al satélite. Glubs.