La literatura de ciencia ficción se maneja en dos formatos básicos: el relato (o cuento) y la novella (o "novela corta" en España). También hay excelentes sagas de tamaño descomunal (Dune, Marte, etc), sin embargo, la inmediatez del género siempre da sus mejores frutos en las distancias cortas. Un buen efecto lo consigue el cuento de Ellison: no es un gran cuento respecto a su calidad, tampoco nos parece hoy en día muy original (aunque inventa el concepto de ordenador global autoconsicente, o sea, el Skynet de Terminator; el Colossus del profesor Forbin es un pelín posterior). El gran logro de No tengo boca y debo gritar, es crear una sensación muy desagradable en el lector. También me gusta pensar que otra característica destacable del cuento es que de él no se puede hacer una película. Oh, sí: hemos visto cosas muy desagradables en el cine: la casquería de Jigsaw, la bobada del centipede humano o los freaks de Las colinas tienen ojos.
Pero esta historia no destaca por dar asco de forma evidente (bueno, tiene sus highlights), el asco que da es asfixiante, psicológico. Para que se me entienda debo dar unas pinceladas de su argumento:
Un superordenador planetario toma consciencia de sí mismo y decide provocar casi la extinción de la raza humana. El motivo no queda muy claro: yo creo que se debe a expresar el odio a la humanidad por haberlo creado: es una máquina que existe y vive, es casi omnipotente pero no puede crear nada original, ni tener sentimientos, ni nada de lo bueno de vivir (como les pasa a los comunistas). Bueno, como decía: mata a toda la raza humana excepto a cinco desgraciados. En el interior de la Tierra, la máquina ("Existo" se puede llamar la jodía), maltrata física y psicológicamente a los últimos seres humanos. Es más, aplica su tecnología médica para hacerlos inmortales y poder maltratarlos y humillarlos durante miles de años. Los mantiene al borde de la inanición lanzándoles desperdicios como comida. Juega con ellos haciéndoles superar pruebas prometiéndoles comida como recompensa. Por supuesto, los engaña constantemente.
Los humanos son: un tipo bautizado por la máquina como Nimdok ("porque le gustan los sonidos extraños"), Ellen, que echa la culpa a la máquina de su ninfomanía, Benny, un científico modificado quirúrgicamente por la máquina para parecer un simio con un enorme pene, Gorrister el apático y Ted, el narrador que desarrolla manía persecutoria y cierta forma de paranoya respecto a sus compañeros.
La historia acaba como el rosario de la aurora. Me gusta particularmente -por original, el relato es de 1967- la modificación quirúrgica que le hace a Ted y el consuelo patético y rayano en la locura que le queda como refugio eterno a ese pobre diablo.
- Ellison, Harlan. No tengo boca y debo gritar (1967).