Nos quedamos Orlando Luis, su novia, Yoani y yo recogiendo y haciendo tiempo para la marcha. Salimos de la casa nerviosos pero convencidos de que no estaríamos solos. Por la calle G Orlando iba haciendo chistes que no puedo recordar pero que me hacían reír a carcajadas. Un hombre se masturbaba a pleno día en Zapata, La Habana se veía igual que siempre.
La parada del P11 estaba repleta, 27 y G, la única esquina desde donde se puede coger algo que te lleve para Alamar. El carro apareció de la nada, chapa amarilla, modelo chino y nuevo: dinero para reprimir. Vamos a ir cómodos, me dijo Yoani en broma y los tipos se bajaron con cara de no estar cómodos, debe ser triste ser un matón. Nos negamos a subir al carro, eran tres y nos amenazaban:
- Suban al carro ahora.
- Déjennos ver sus documentos o traigan un uniformado.
Orlando tenía su celular en la mano. “Pardo no grabes” -dijo el de la camisa anaranjada- y saqué el mío. Nadie me hacía caso, mandé el primer twitt…
Llegó una patrulla en menos de tres minutos, una pareja de policías –mujer y hombre- miraban anonadados la escena. Cumplían las órdenes ligeramente en cámara lenta, ella me dijo:
- No te resistas.
- Ellos están indocumentados- se me ocurrió aclararle.
Yoani se agarraba de un matojo, yo de la cintura de Yoani y la mujer me halaba por una pierna. A Orlando ya lo habían arrastrado, quedó fuera de mi campo visual. Un hombre en la parada miraba con cara de terror, la gente no dijo ni media palabra. La oficial, muy joven, me hizo una llave que me dejó inmovilizada, podía haber pataleado un poco pero me quedé atónita al ver las piernas de Yoani salirse por la ventanilla de atrás del carro de la seguridad del estado.
Me metió de un gesto en la patrulla mientras yo gritaba: ¡Yoani, Yoani! Pero me di cuenta de que nadie podía oírme, todo estaba herméticamente cerrado, la mujer de Orlando forcejeaba con el policía, el cuerpo de Yoani era metido a empujones de cabeza en el carro y el teléfono de Orlando salió volando por la ventanilla…mandé el segundo Twitt, con la esperanza de que alguien entendiera lo que malamente yo lograba teclear.
La muchacha policía se montó en la patrulla y me dijo:
- ¿Por qué te has resistido? No queremos darles golpes.
- Casi me rompes la camisa -dijo el otro de la PNR- mientras metía a la novia de Orlando en el carro.
Se veían avergonzados, por un momento creí que nos pedirían disculpas:
- ¿Ustedes tienen sus carnets encima? -dijo ella casi dulcemente- y nos pasó el teléfono de Orlando que sonaba sin parar.
Desgraciadamente llegó el de la camisa anaranjada, se subió y cerró la puerta… me cayó al lado. Los policías se callaron y empezó el diálogo:
- Claudia, apaga el teléfono.
- Olvídalo.
- Qué asco -dijo la novia de Orlando.
El resto puro insulto, bronca surrealista.
- Tu nombre no pasará a la historia -señaló.
- No me importa, pero tú ni siquiera tienes nombre. Cuando me baje del carro viro para G.
- Entonces será peor.
- Tus amenazas son tu miedo. Están en el fin.
- Payasa.
Claudia Cadelo - Octavo Cerco
1 comentario:
El regimen en plena forma, a pesar del cancer del tio Fidel...
El comic imita a Frank Miller (Sin City).
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