"¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por qué no perdí en aquel momento la llama de la existencia que tan imprudentemente encendiste?"
Segunda mitad del siglo XVIII, aparece el género de terror. Novelas donde los protagonistas pactan con el diablo, fantasmas que arrastran cadenas hacen botellón en castillos medievales y en general, historias basadas en leyendas inventadas que dan pie a la ficción. Cuando estas historias se ambientan en el medievo, al género se le conocerá como gótico. O terror gótico.
Comienza el siglo XIX: la revolución francesa, la independencia colonial y ante estas cosas, lo que yo considero más importante: la aparición de una reacción frente al cambio, forjan el espíritu de gran parte de la creación de la época. El amor cortesano vuelve a las obras, en las que esta vez no son príncipes o reyes, sino burgueses los protagonistas. La base de la riqueza no es la sangre, sino el comercio, el mundo se va haciendo más pequeño y la electricidad y el vapor se consolidan como las tecnologías punta de la época. Se buscan en el pasado historias que inspiren a los lectores (Chateaubriand, Walter Scott) y el género de aventuras recobra fuerza. Un género en el que el protagonista se rebela frente a la sociedad o la adversidad (esto es un eterno retorno: iremos viendo cómo la idea del rebelde frente al sistema se repite. Se repite tanto, que personalmente prefiero las historias donde el sistema aplaste a la rebelde).
Una escritora inglesa comienza a escribir una obra de terror gótico a la que une elementos de ciencia especulativa. Mary Shelley publica Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818. Novela concebida, por cierto, tras un reto lanzado por Lord Byron a unos amigos en el aciago año de 1816. Sí, ese año del que Al Gore no quiere oir hablar.
Por aquella época, un médico italiano llamado Luigi Galvani, se dedicaba a electrocutar ancas de rana logrando moverlas separadas del cuerpo. El sistema nervioso se concibió a grandes rasgos como un sistema eléctrico.
La señora Shelley, aunando el conocimiento de la época, forjó una historia de ficción, la historia del monstruo de Frankenstein. A partir de aquel momento, se abrió la veda de utilizar el avance científico-técnico como hilo argumental de los relatos.
La novela trata del experimento del médico Victor Frankenstein, en el que logra unir miembros de cadáveres y dar vida a una criatura por medio de la electricidad. Cuando lo logra, el doctor huye, y el engendro vaga por ahí, siendo rechazado por la humanidad y aumentando su odio hacia todo. Llega un momento en que el monstruo encuentra a su creador y en perfecto alemán le pide una compañera (y parecía tonto cuando lo compramos). El doctor, cuando está a punto de insuflar el hálito de vida a la novia del engendro, decide destruirla. El monstruo se enfada y mata a la familia del doctor. Entonces el doctor decide vengarse y persigue al monstruo hasta un barco en el Ártico, donde muere y el monstruo, cansado ya, relata al capitán del barco su historia que acaba en que se va hacia el Polo Norte a morir solo.
Menos de 100 años después de su publicación, los estudios de Edison, ruedan en kinetoscopio la primera adaptación visual:
Nótese que el kinetoscopio no es un cinematógrafo, luego no podemos estar hablando de "cine". :D
En 1826, la propia Shelley escribe un libro tituado "El último hombre", donde, debido a epidemias, a finales del siglo XXI sólo queda un hombre sobre la Tierra. En la versión original del libro hay varias citas a versos en español de Calderón de la Barca, supongo que para darle un toque culto. La temática del último hombre ha sido repetia hasta la saciedad, no ya solo en "El último hombre vivo" o "Soy Leyenda", sino en otras producciones donde sólo sobreviven a algo malo, un miserable grupo de personas. Por ejemplo: Quiet Earth (1985) o Bis ans Ende der Welt (1991, "Hasta el fin del mundo", en su verión original dura casi cinco horas, jajaja), Where have all the people gone (1974), On the beach (1959, sí, la de Gregory Peck y Ava Gardner), Last nigth (1998, remake de la anterior).
En este enlace podréis descargaros algunas de las películas mencionadas.
Durante el XIX, coo digo, se usan los avances científicos o pseudocientíficos en las historias más populares, el caso por ejemplo de Poe y su El extraño caso del señor Valdemar (1845).
Valdemar... ¿duerme usted? -pregunté.
El autor que tiene un enorme éxito ciñéndose únicamente a este género es sin duda Julio Verne, quien desde la publicación de Cinco semanas en globo (1863), no parará de crear historias muy malas desde el punto de vista literario, pero súmamente entretenidas. Viajes alrededor del mundo, viajes al centro de la Tierra, un viaje a la Luna, viajes en submarino, viajes en aeróstatos, etc. En este caso, hay que destacar la grandeza de la especulación de Verne: todos sabemos que muchas de sus predicciones acabaron cumpliéndose con sorprendente precisión.
Durante el apogeo de Julio Verne, aparece el cuento de un muchacho inglés de 22 años, el cuento se llama Los cronoargonautas (1888) y su autor es H. G. Wells. Ese cuento le pondría en camino para crear una novela de denuncia social que acabaría abriendo una nueva puerta a la creación literaria. Una puerta a la cuarta dimensión.
Pero esa historia habrá de ser contada en otra ocasión.
2 comentarios:
Las pelis mejor en la lengua de Rosalia, en español de España, que no me entero...
No, mejor en V.O. y si no entiendes, aprende.
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