La universalización de los intercambios económicos que hunde sus raíces en la Revolución Industrial, así como la posibilidad de buscar mercados y materias primas en cualquier parte del mundo, propició las primeras consideraciones sobre un orden económico mundial. Economistas del siglo XIX buscaban respuesta a las preguntas ¿cómo poner a distintas naciones de acuerdo para intercambiar productos? ¿Cómo podemos aceptar una moneda extranjera? Entonces pensaron en que las monedas respondieran a cierto valor convertible y reembolsable, una fuente de riqueza que fuera aceptada en todo el mundo: el oro en occidente y la plata en oriente. Incluso sistemas bimetálicos en algunas naciones.
Este sistema fue gradualmente adoptado en todo el mundo sin presiones de ningún tipo, ni decisiones políticas preacordadas. La estabilidad de las tasas de cambio de divisas y una inflación limitada, promovieron el comercio internacional y la occidentalización del planeta. El papel moneda utilizado en las grandes naciones industriales era convertible. Esto es, podías ir al Banco Central y pedir el cambio del papel moneda por su equivalente en oro. En la mayoría de los casos, este Banco Central, era un banco comercial privado que a cambio de tener el monopolio de la emisión de papel moneda ofrecía sus servicios al Gobierno de turno. Cuando las monedas fluctuaban, los inversores reaccionaban de manera estabilizadora. Si el tipo de cambio bajaba acercándose al punto de exportación de oro, el Banco central perdía divisas. Entonces entraban los inversores previendo el beneficio que tendrían al intentar el Banco Central fortalecer el tipo de cambio. Como el capital entraba en grandes cantidades, el tipo de cambio subía solo, haciendo innecesaria la intervención del Banco central.
El final de esta época coincidió con el fin de la Belle Epoque y de los grandes imperios industriales: la universalización del voto, la aparición de sindicatos y el surgimiento de un fuerte nacionalismo político provocaron el fin de un sistema y el establecimiento de una época de transición que duraría treinta años.
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