Edward George Ruddy era el presidente del consejo de Union Broadcasting Systems y ha muerto a las once de esta mañana de una afección del corazón. Y pobres de nosotros, lo que se nos viene encima. Y bien... ha muerto un canoso ricachón. ¿Qué tiene que ver con nosotros?¿ Por qué es una desgracia? Porque hay 62 millones de personas escuchándome en estos momentos. Porque menos del 3% de ustedes leen libros. Porque menos del 15% de ustedes lee los periódicos. Porque la única realidad que conocen es lo que ven en la televisión. Ahora mismo existe toda una generación que no sabe nada más que lo que ve en la televisión. La televisión es el Evangelio. La Revelación Suprema. La televisión puede crear o destruir Presidentes, Papas y Primeros Ministros. Es la fuerza más formidable de este mundo ateo. Pobres de nosotros si cae en las manos equivocadas. Por eso es una desgracia que haya muerto Edward George Ruddy. Porque esta compañía está ahora en manos de la CCA, la Corporación de Comunicaciones de América. El consejo ha sentado a un nuevo presidente, Frank Hackett, en el despacho del Sr. Ruddy. Cuando la 12ª compañía más grande del mundo controla la fuerza propagandística más formidable de este mundo ateo, quién sabe cuánta mierda se venderá como verdad en esta cadena. Así que escúchenme. Escuchenme. La televisión no es la verdad. La televisión es un parque de atracciones. La televisión es un circo, un carnaval, una compañía de acróbatas, cuentacuentos, bailarines, malabaristas, monstruos de feria, domadores de leones y jugadores de fútbol. Es el negocio del pasatiempo. Si quieren la verdad, acudan a Dios, o a sus gurús, o a ustedes mismos. Ése es el único sitio donde encontraran la auténtica verdad. Nosotros, la Televisión, nunca les contaremos la verdad. Les contaremos lo que quieren oír. Mentimos. Les contaremos que Kojak siempre atrapa al asesino, que nadie enferma de cáncer en la casa de Archie Bunker. Por muy comprometida que sea la situación del héroe, al cabo de una hora saldrá vencedor. Les contaremos lo que quieren oir.Traficamos con fantasías. Nada es real. Ustedes, ahí sentados días tras día, noche tras noche, de todas las edades, colores y credos, empiezan a creer todas las fantasías que les contamos, a creer que la televisión es la realidad y que sus vidas no lo son. Hacen lo que dice la televisión. Se visten y comen como en la tele, crian a sus hijos igual, piensan como en la tele. Es una locura masiva. ¡En nombre de Dios! Ustedes son la realidad y nosotros la fantasía. Así que, apaguen la televisión. Apáguenla ahora mismo. Apáguenla y no la vuelvan a encender. Apáguenla antes de que termine esta frase. ¡Apáguenla!
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