martes, 13 de noviembre de 2007

El supersoldado comunista

Todos conocemos la historia del origen del Capitán América. Es la historia ficticia del éxito de un suero para crear supersoldados inoculándoles un suero a una serie de soldados voluntarios para combatir el terror nazi. Desde todo punto de vista moral, la historia es intachable. Ahora veamos la historia no ficticia del supersoldado comunista que debería combatir la democracia (y a la población antirrevolucionaria de su propio país).

Repito: no ficción. Realidad.

A finales de los años 20, Rusia malamente había salido de su guerra civil. Millones de muertos, millones de enfermos y millones de muertos de hambre vagando por los recién inaugurados centros de producción estatal y unos niveles de educación y salubridad propios de la Edad Media. Al rey comunista Stalin, nuevo amo de Rusia se le ocurrió una gran idea. Lo más importante para él, era tener un cuerpo armado, un ejército paseándose por las ciudades, pero como el comunismo no da de comer, necesitaba que ese ejército pudiese comer desperdicios, ser indiferente al dolor y muy resistente al frío. Es decir, necesitaba soldados peludos, con un primitivo sistema digestivo y sin mucho cerebro. En palabras del "tío Joe", según el scotsman:

According to Moscow newspapers, Stalin told the scientist: "I want a new invincible human being, insensitive to pain, resistant and indifferent about the quality of food they eat."

Sorprendentemente no dispuso de los afiliados al Partido Comunista, candidatos perfectos, sino que se le ocurrió híbridos entre humanos y simios.

Pausa para la reflexión. Esto es real.

Continuemos. Mandó al líder de los veterinarios -Ilya Ivanov- cruzar seres humanos con simios. En 1926, este científico ruso, con la autorización de la Academia de Ciencias de Moscú y la del Politburó, puso rumbo a África para embarazar chimpancés con esperma humano. Todo esto aparece reflejado en los diarios de sesiones del Politburó y de la Academia. Se le presupuestaron 200,000 dólares (una auténtica fortuna para la miserable URSS de 1926). En África los experimentos no salieron bien. Así que se dispuso un centro de investigación en Georgia.

Allí mujeres eran inseminadas con esperma de simio. No voy a entrar en la discusión de si fueron voluntarias o no. El caso es que este aberrante, denigrante, inhumano y supercomunista experimento no se detuvo hasta que en 1931 el New York Times dio cuenta de la historia. Por supuesto que la reacción del gobierno comunista no tardó en llegar: Ivanov fue sentenciado a cinco años de prisión que le conmutaron por un exilio de cinco años en la estepa kazaka. Murió al año siguiente de frío.

Esta es una sorprendente historia de lo que hace el comunismo. Una de tantas. Es espectacular, desde luego, e inhumana como buena historia comunista que es. Pero existen cientos, miles, millones de historias terribles que nos hablan de lo que ocurre cuando hay personas que se creen con el derecho a decirle a la gente lo que debe de hacer.

1 comentario:

Gaspar Duarte dijo...

Ahora en serio, ¿esto es real?

¡Queremos fuentes!