En el asunto de la prueba atómica norcoreana y sus consecuencias, el jarro de agua más fría se lo lleva Japón. Veamos:
- Corea del Sur: Forma parte de la misma nación dividida, muchos esfuerzos norcoreanos se dedican a la reunificación -juché, claro- de toda la península, señalando principalmente como enemigo común a Japón. No tiene sentido que ataquen a sus compatriotas. Si lo tiene que empleen armas nucleares tácticas contra los militares americanos que se encuentran en el paralelo 38. Claro que esto llevaría a una serie de decisiones en Washington que cambiarían la faz del mundo. No me voy a meter ahí.
- Rusia: Es un valedor de la actual dictadura. El carbón y el hierro norcoreanos les salen muy baratos a Rusia, quien puede permitirse darles electricidad a cambio. Es absurdo atacar a tu mecenas.
- China: Los préstamos blandos, las relaciones diplomáticas abiertas y la búsqueda de la permanente ayuda mutua impiden cualquier tipo de agresión. Además, China es también un régimen tiránico. A la primera de cambio no tendría problema en llevar una guerra convencional terrestre contra la patética corea (salvo quizás por los millones de esqueléticos seres que se colarían por toda China).
- Japón: Hete aquí el principal amigo de occidente. La nación -con mucho- que todavía maneja los hilos económicos del Extremo Oriente. Los misiles norcoreanos ya sabemos que alcanzan cualquier zona del Japón, por eso, su situación es la más comprometida. Mi consejo para nuestros amigos nipones: ponerse una bolsa en la cabeza, esconderse debajo de la mesa y rezar para que los Trident americanos hagan el trabajo sucio (que seguro que lo harían).
- Estados Unidos: Corea del Norte -con mucha, mucha suerte- podría alcanzar sus bases en Japón (Okinawa) y el Pacífico (Guam, Saipán), y quizás, Hawai. Más le vale al histriónico dictadorzuelo norcoreano -o a los que le manejan-, que no me toquen Hawai. Aviso: en Estados Unidos todavía queda testosterona.
- Unión europea: Ni está, ni se le espera.
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